Martha Sánchez Néstor: Mujer Colibrí, Mujer Memoria, Mujer Puente

R. Aída Hernández-Castillo
CIESAS Ciudad de México


Imagen cortesía del Consejo Nacional de Mujeres Indígenas (Conami).


La mañana del 30 de julio me desperté con la terrible noticia de que nuestra amiga y aliada, Martha Sánchez Néstor, no había podido vencer la batalla contra este virus que nos ha llenado de duelo e incertidumbre la vida en el último año y medio. La tristeza me inundó y me dejó inmóvil toda esa mañana tratando de procesar la noticia y recordando la fragilidad de nuestras vidas y la brevedad de nuestro paso por este mundo.

Desde entonces me ha tocado asistir virtualmente a varios homenajes en donde sus amigas, cuñadas, hermanas de lucha nos comparten sus memorias y nos recuerdan las múltiples razones por las que Martha Sánchez es considerada como una de las voces más importantes del movimiento continental de mujeres indígenas.

En una de estas presentaciones, nuestra colega y amiga, Lina Rosa Berrio Palomo la describía como Mujer Baile, Mujer Gozo, Mujer Sueños, Mujer Conexión, Mujer Risa, Mujer Puente y Mujer Colibrí.[1] Cada una de estas descripciones nos habla de las múltiples facetas de la personalidad de Martha que nos hacen recordarla con admiración, pero también con esa alegría contagiosa que la caracterizó siempre.

El nombre de Mujer Colibrí lo retomaron las integrantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas en sus publicaciones compartiendo la noticia de su partida, junto a la foto de una Martha, sonriente, con un hermoso huipil amuzgo multicolor, aparece la imagen de un colibrí en incesante movimiento, con la leyenda: “Martha Sánchez Néstor: Mujer Colibrí, Creadora de Sueños, Forjadora de Procesos para Mujeres y Pueblos Indígenas. #Martha Sánchez Siempre Vivirás”. Casualmente la hermana de mi hijo Ana Álvarez, museógrafa, inauguraba en esos días una exposición Mundo colibrí, un regalo de las Américas en un museo de Puebla,[2] por lo que tenía muy presente las características de esa ave que habita únicamente en nuestro continente y que aparece en muchas de las mitologías de los pueblos del Abya Yala. Es decir, es también originaria de estas tierras. Por la velocidad de su vuelo se le reconoce como mensajera y guardiana del tiempo. Como el vuelo incesante del colibrí, Martha no paraba nunca, iba de encuentro en encuentro, de marcha en marcha, de lucha en lucha. Desde los 16 años que salió de su natal Xochistlahuaca, a estudiar al puerto de Acapulco, se convirtió en migrante permanente. Como viajera llegó a tierras chiapanecas en 1994 y fue marcada por la lucha zapatista y la Ley Revolucionaria de Mujeres. Como los colibríes que pueden volar más de tres mil kilómetros para llegar a su destino, Martha camino casi 300 kilómetros en 1994 como parte del Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena (CG500A), para encontrarse con las zapatistas, en un viaje que, según sus propias palabras le cambio la vida.

El colibrí tiene también la singular característica que pocas aves tienen de poder volar hacia atrás, por lo que se le vincula con la memoria, pero no con una memoria que te atora en el pasado, sino la que te da impulso para seguir hacia el futuro. Así fue como Martha recuperó su historia personal y la de su pueblo, reivindicando la importancia de la memoria histórica para reafirmarse como mujer indígena, pero a la vez para construir un futuro diferente, rechazando los legados coloniales que trataban de justificar la exclusión de las mujeres en nombre de los “usos y costumbres”. Es esta Doble mirada: al pasado y al futuro, la que le da título a su libro en el que nos dice:

Aquí las mujeres indígenas transmitimos nuestros pasos dados al interior de la cultura que ha sido de una situación pasiva a una participación activa, proceso en el cual trastocamos sin duda algunos sistemas normativos llamados por muchos “usos y costumbres”, pues hemos tenido que romper con la regla de que la mujer sólo mira y calla; hoy observamos cómo los procesos de las mujeres participantes demuestran que hemos tenido que modificar decisiones, por ejemplo en las edades para la reproducción, los liderazgos a ejercer, los cargos a ocupar, las relaciones con los compañeros de organizaciones, las demandas específicas, la creación de estructuras específicas de mujeres dentro o fuera de lo colectivo mixto, salir de lo privado a lo público. Las experiencias coinciden en señalar que los procesos son retos emprendidos en el camino, donde la palabra es la única arma para seguir luchando por una vida más digna, libre de violencia y discriminación, de pobreza y exclusión.[3]

Martha fue también Mujer Puente, Mujer Conexión, hizo puentes y conexiones con los hombres de las organizaciones mixtas en las que militó, con sus aliados al interior de la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía (ANIPA) y del Congreso Nacional Indígena (CNI), a quienes toleró con solidaridad y paciencia sus micro-machismos, y en algunos momentos también tuvo capacidad de aliarse estratégicamente con sus detractores, a quienes enfrentó con entereza en sus macro-machismos.

Un grupo de personas sentadas sonriendo

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Imagen cortesía del Consejo Nacional de Mujeres Indígenas (Conami).


Fue puente con el movimiento feminista en un momento en el que hegemonizaban los feminismos liberales, y cuando la auto-critica a los racismos y clasismos internalizados aún no era parte de la agenda feminista. A las feministas las escuchó con respeto y poco a poco, sin arrogancia, las fue educando, mostrando la necesidad de un feminismo que enfrentara no sólo las desigualdades de género, sino también las de clase y étnico raciales. Compartiendo sus propias experiencias de vida fue que develó las ausencias del movimiento feminista, cuya agenda hacía que las mujeres pobres indígenas, afrodescendientes, campesinas, obreras, no se identificaran con un movimiento que se proponía hablar a nombre de todas las mujeres, pero que en el fondo sólo representaba los privilegios de unas pocas. En aquel momento yo me consideraba una detractora de estos feminismos, y con sorpresa vi como Martha re-educaba a muchas de ellas, quienes paulatinamente fueron matizando sus discursos universalizantes y etnocéntricos.

Fue bajo la influencia de Martha, en alianza con nuestra querida amiga Olivia Gall, que el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir desarrolló, a partir del 2002, un amplio programa de formación de liderazgos de mujeres indígenas mexicanas de todos los pueblos indígenas del país, bajo el nombre de “Género, Etnicidad y Liderazgo: Entrecruzamientos y Encuentros”. Martha fue colaboradora de estos diplomados e influyó en que se fuera construyendo una currícula cada vez más incluyente, en su contenido y planta docente, incorporando los saberes y experiencias de activistas e intelectuales indígenas.

En contraste con la postura de muchas otras mujeres indígenas de México, Martha no rechazó el feminismo, se lo apropió, pero “construyó un cuarto propio” al interior del mismo, se autodenomino feminista indígena, y con esta adjetivación cambió el contenido y la forma de esa ideología liberal que seguía centrando sus luchas en los derechos individuales de las mujeres.

Fue también puente con la academia, en donde se convirtió en una aliada fundamental para confrontar las perspectivas idealizadas del derecho indígena, que se negaban a abordar el tema de las violencias y desigualdades de género. Fue una teórica y una activista de la autonomía indígena, mostrando la importancia que tienen los derechos de las mujeres como parte de los derechos colectivos de los pueblos.

En estos puentes con la academia y los feminismos, conocí a Martha Sánchez en Oaxaca en 1997, en el Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, al que asistió la Comandante Zapatista Ramona, y de donde surgiría la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Coanami), organización que ayudó a fundar y de la que fue Mayora hasta su muerte. Fue ahí en Oaxaca, que descubrí por primera vez la fuerza de su palabra y su liderazgo natural para dejarse escuchar. Tenía solo 23 años, y ya era claro el camino que quería seguir, apoyando las demandas de autonomía de los pueblos indígenas, pero construyendo una autonomía desde las mujeres. A partir de esa fecha nos convertimos en amigas y aliadas, nos reímos mucho juntas, compartíamos la carcajada fuerte y la palabra firme. Nos acompañamos también en los espacios de relajamiento que venían después de los encuentros políticos y académicos, atestiguando porque Lina Rosa la llama Mujer Gozo y Mujer Baile.

Conocedoras de la importancia que sus teorizaciones encarnadas tenían en la crítica a las visiones idealizadas de los llamados “usos y costumbres”, fue que con mi hermana y amiga, María Teresa Sierra, la invitamos en agosto del 2004 al Congreso de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica (Relaju), en Quito, Ecuador. Al interior de esta asociación, Tere y yo habíamos empezado a poner en la mesa del debate el tema de las exclusiones de las mujeres indígenas en los espacios de justicia comunitaria y la importancia de abordar las violencias de género. Nuestros argumentos fueron descalificados por académicos y activistas indígenas que participaban en ese espacio académico-político. Fue a raíz de esta ceguera patriarcal, que propusimos el panel intitulado: “Mujeres indígenas, derecho y poder: Entre los caminos de la igualdad, la diferencia y el multiculturalismo” en el que participaron las líderes indígenas Tarcila Rivera, quechua de Perú; Alma López, maya-kiché de Guatemala; Isabel Domínguez, quechua de Bolivia; Lourdes Tibán, quichua de Ecuador; Millaray Painemal, mapuche de Chile y Martha Sánchez, amuzga de México. Si bien no todas las participantes compartían sus posturas críticas al machismo de los movimientos indígenas de sus países, si tenían en común la reflexión en torno a la necesidad de incluir los derechos de las mujeres como parte de los derechos colectivos de sus pueblos. Martha tomó de inmediato el liderazgo del grupo para juntar sus voces en una publicación, que es ahora un libro pionero en la discusión de los derechos específicos de las mujeres indígenas. La doble mirada: voces e historias de las mujeres indígenas latinoamericanas. En este libro Martha abre la Introducción señalando:

En esta edición las mujeres indígenas volvemos a colocar la importancia que tiene para nosotras lo colectivo y lo individual y no necesariamente lo ubicamos como derechos paralelos, desde nuestra concepción-acción cada vez que una mujer indígena logra abrir los ojos y usar la palabra, potencia la lucha de nuestros pueblos, porque la lucha de las mujeres indígenas no es únicamente hacia nuestros pueblos, sino precisamente frente al Estado-Nación. (Sánchez, 2005: 17)

Esta fue su postura siempre: una doble militancia en las organizaciones mixtas, llegando a ser líder nacional de la ANIPA; militando también en los partidos políticos de izquierda que, como bien ha documentado nuestra compañera Aracely Burguete, nunca estuvieron a la altura de su liderazgo, y le impusieron un techo de cristal, a través del cual ella dejo escuchar su voz a pesar de los silencios y vacíos que se le hicieron.[4] Paralelamente militó en el movimiento de mujeres, posicionando la agenda específica de las mujeres indígenas e influyendo a un feminismo urbano centrado, al que desestabilizó con su palabra y su práctica.

Fue ante todo Mujer-Sueño, no sólo porque tomaba muy en serio los mensajes de sus sueños, como nos compartió Lina Rosa, sino sobre todo porque se atrevió a soñar en la posibilidad de construir alianzas entre los y las diversas, le apostó al diálogo, y cuando fue necesaria la confrontación, que no necesariamente implicaba ruptura. Se atrevió a soñar con un México diferente, y dedicó su vida a construir ese sueño. Estaba convencida de que era un sueño que sólo se alcanzaría a través de la articulación de alianzas. Ese fue el camino por el que dio todo, y cito su palabra:

Las mujeres indígenas, al igual que nuestros pueblos, estamos seguras de que el respeto y reconocimiento a nuestros derechos específicos no los lograremos solas, sino construyendo alianzas estratégicas con otras mujeres indígenas y no indígenas, construyendo nuevas identidades en niños, niñas, jóvenes, y construyendo una estrategia de lucha para incidir en los escenarios distintos, de cara a la sociedad, nación-Estado y que nos permita cultivar mayores sabidurías de defensa de nuestros derechos. (Ibídem: 19)

Las mitologías mesoamericanas nos dicen que los colibrís son también las aves que nos guían al más allá. Martha se nos ha adelantado para mostrarnos el camino, pero su palabra sigue aquí y cada uno y una de nosotras ha quedado marcada de una u otra manera por sus sueños.

Bibliografía 

Sánchez Néstor, Martha (coord.) (2005), La doble mirada: voces e historias de mujeres indígenas latinoamericanas, México, Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir-Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer UNIFEM.

  1. La presentación de Lina Rosa Berrio Palomo en el homenaje a Martha Sánchez Néstor que organizó la CONAMI se puede ver en https://www.facebook.com/mujeresindigenasconamimexico/videos/672594117474764/?comment_id=672726117461564&notif_id=1628732344978537&notif_t=feedback_reaction_generic&ref=notif

  2. https://www.gob.mx/cultura/prensa/mundo-colibri-un-regalo-de-las-americas-nueva-exposicion-que-presenta-el-museo-nacional-de-los-ferrocarriles-mexicanos?idiom=es

  3. http://ilsb.virk.io/wp-content/uploads/2016/03/la-doble-mirada.pdf

  4. https://piedepagina.mx/martha-sanchez-nestor-una-historia-de-exito-desdenada-por-el-sistema-de-partidos-politicos/