La empresa minera de capital nacional en San Luis Potosí, 1890-1910

Moisés Gámez
El Colegio de San Luis


La minería de capital nacional ha ido tomando mayor importancia en los estudios históricos y en trabajos abrevados de otros enfoques disciplinares. Se ha reevaluado el papel de la minería mexicana en la economía de México desde el periodo virreinal, en buena medida a partir de la producción de metales preciosos (Herrera y Parra, 2018); también se ha planteado el moderno desarrollo capitalista iniciado alrededor de 1890, en pleno periodo porfirista (Cárdenas, 2004), modelo que padeció una crisis a finales en la década de 1920 (Uribe, 2004). El estudio de caso de la minería potosina aporta información relevante para estas y otras discusiones sobre la importancia del sector en ese periodo crucial de la historia minera mexicana.

Las empresas de capital nacional, especialmente las formadas durante el periodo de 1890 a 1910, así como las que ya se habían formado y expresaron permanencia y procesos de transformación empresarial, ofrecen visos sobre las distintas estrategias empresariales desplegadas. De esa manera, se percibe que las empresas de capital doméstico predominaron numéricamente respecto a las de capital extranjero, aunque también muestran ritmos de vida más cortos y capitales menores. Por ello, interesa resaltar las formas de organización, capitalización y formalización de esas sociedades; la propiedad y la administración diversa; la financiación; la exhibición de estrategias de supervivencia; y la asociación con capitales extranjeros. Lo anterior lleva a reflexionar sobre la evolución del sector minero en San Luis Potosí, prestando especial atención a pequeños y medianos proyectos empresariales, en los cuales sobresalen las acciones de mineros, empresarios y agentes políticos.

Es significativo que del total de las empresas formadas en el periodo de 1890 a 1910 en la Mesa Centro Norte de México ‒de la cual San Luis Potosí forma parte‒, el 72 por ciento fueron de capital nacional (Gámez, 2011); de ese porcentaje, el 27 por ciento corresponde a empresas establecidas en dicho estado. La tendencia en la formación de nuevas empresas en San Luis Potosí indica un incremento a partir de 1890, con una tendencia descendente hasta 1897; un pico destacado en 1899, seguido por fluctuaciones a la baja hasta 1908 (gráfica 1).

Existen varias explicaciones sobre la tendencia que bien podría interpretarse como errática. Una de ellas alude a una superficial endeblez en la formación de empresas frente a ciertas prácticas de tipo monopólico, que algunos empresarios habían desarrollado como estrategias para permanecer en el mercado. Por otro lado, se identifican ciertas barreras impuestas por los mismos empresarios con la finalidad de obstaculizar pequeños proyectos formados por personas de diversos oficios, los cuales no contaban con una experiencia en el sector, que les permitiera competir.

Durante el periodo se habían formado instituciones que eran apoyadas y ‒en muchos momentos‒ financiadas por el gobierno estatal, lo que también explica la permanencia, formación y desaparición de empresas nacionales. Esas instituciones se consolidaron como centros empresariales y de sociabilidad en los cuales se concentraban personas pertenecientes a las familias de prestigio social, con actividades importantes en el sector minero, agropecuario, industrial, de comunicaciones y de otros servicios. Por supuesto que algunos empresarios formaban parte de la estructura de la administración pública, de tal manera que las redes eran fortalecidas por dichos vínculos, que al final de cuentas, fueron cimiento para robustecer a las empresas acreditadas económica y políticamente.

Otra explicación más, fue que un alto porcentaje de empresas que operaban en San Luis Potosí, estaban domiciliadas fuera de éste, de tal forma que aparecen contabilizadas en las estadísticas del estado de su registro notarial. Las fluctuaciones muestran también la disolución de los proyectos nacionales, por diversas causas, además de las expuestas.

De acuerdo con la gráfica 1, las inversiones nacionales se hicieron sentir en los primeros años de la década de 1890, cuando se abrió una nueva fase institucional de fomento y promoción minera, que impulsó la inversión extranjera, pero paralelamente la nacional, con la consecuente proliferación de proyectos empresariales del tipo. La demanda de metales preciosos, pero principalmente la de minerales industriales, se consolidó.

Para el periodo, en San Luis Potosí se identificaron empresas de larga duración, que lograron sobrevivir de alguna manera a las condiciones de mercado impuestas por el capital extranjero. Es posible advertir una concentración de capitalistas en las nóminas de carteras accionarias de las empresas potosinas, que refleja una compleja red de relaciones económicas y sociales, primordialmente.

Las estadísticas muestran que 124 empresas nacionales se registraron durante el periodo (Gámez, 2011). Es altamente significativo que el 90 por ciento se dedicaban al usufructo de metales preciosos, como la plata y el oro, y en segundo término a ciertos minerales industriales: cobre y plomo. Buena parte de ellas fueron emplazadas en el norte minero potosino: Catorce, Matehuala y Charcas; dicha variable tiene una evidente correlación positiva con la tradición minera y con la disponibilidad de recursos minerales, lo que ha sido denominado: “vocación minera”. Otro punto relevante de extracción mineral continuó siendo Cerro de San Pedro, localizado a 21 kilómetros de la capital potosina.

Las principales empresas mineras tuvieron una inversión entre los 100 000 a 400 000 pesos, como la Compañía Minera La Esmeralda, Compañía Minera Protección al Trabajo, Compañía Minera Rubí, Compañía Minera Sucesora de Nueva Paz y Anexas, Compañía Minera Trinidad de Charcas, Compañía Minera Siderita y Anexas, y Compañía Minera Potosina de Minas de Cobre. Cabe mencionar a las empresas mixtas, es decir, aquellas que además de labores de extracción, desarrollaban procesos metalúrgicos de baja o mediana envergadura. Con un porcentaje de menos del 6 por ciento del total estatal, las minero metalúrgicas se emplazaron en Matehuala, Charcas y Villa de Juárez. De entre ellas, se pueden mencionar: la Compañía Minera Tiro General de Charcas ‒que años más tarde pasó a manos de capital estadounidense‒, la Compañía Minera Potosina El Barreno y Anexas, y la Compañía Minera La Concepción y Anexas, la cual estaba en funciones desde 1864, y que constituye un caso paradigmático en la historia minera potosina.

Por su parte, en la organización de este tipo de empresas predominó la de tipo familiar, estructurada bajo una concepción más tradicional, en la cual se empleaban y desempeñaban los miembros de una familia, ya fuese nuclear o extendida. Como ya ha demostrado la historiografía empresarial, la organización y la gestión eran compartidas o distribuidas entre los miembros de la familia (Comín y Aceña, 1996; Reguera, 1999). Las empresas desarrolladas en San Luis Potosí se caracterizaron por una organización simple, preponderantemente de tipo familiar; la dirección de la administración generalmente estuvo en manos del jefe o cabeza de la familia, o de un líder, quien actuaba como pater familias. La situación se modificaba un poco al agrandarse la dimensión de la organización ‒ya fuese en capital e infraestructura, mercado, etc.‒, entonces se transitaba a un ensanchamiento de la participación familiar, con los hijos, sobrinos, tíos, entre otros. Esa estrategia tenía como objetivo controlar los diversos espacios de desempeño de la actividad extractiva o de beneficio. Algunas familias predominantes en este sentido, fueron: De la Maza, Irízar, Coghlan, Barrenechea y Diez Gutiérrez, por mencionar algunas.

La transmisión de propiedades mineras por medio de la herencia permitió la continuación de empresas de tipo familiar. Otras empresas buscaron caminos diferentes para la capitalización y continuar las actividades extractivas. Por ejemplo, decidieron la asociación con otros posibles accionistas, de tal forma que inyectaran capital para las diversas partes del proceso extractivo, desde la investigación, la exploración, la extracción, el procesamiento de minerales o beneficio, entre otros. Esas fueron estrategias que van dibujando las nuevas formas asociativas consolidadas con la emisión de la nueva legislación en materia minera (Sariego, 2009), pero particularmente con la sociedad anónima, la forma de organización empresarial considerada de tipo moderno; hechos acaecidos en la década de 1890.

Así que la empresa atribuida como moderna emergió como sociedad anónima, que presupone una notoria separación entre la gestión y la propiedad, con lo cual, las empresas cuyo corte estaba más en la definición de una tradicional, empezaron su transición hacia una manera delineada por una especie de readaptación. Muchas de las empresas modificaron sus estatutos o las bases en las cuales funcionaban internamente.

Las novedosas maneras de la organización revelan una peculiaridad a partir de las carteras accionarias de las sociedades mineras, pues se identifica la presencia y participación directa de mineros, abogados, médicos, presbíteros, escribanos, estudiantes, entre otros, quienes mostraron expectativas de usufructo en la formación empresarial en el sector.

La gestación y nacimiento de empresas de capital doméstico también tiene un estrecho vínculo con las formas de financiamiento, pues se habían caracterizado por poca disponibilidad de capitales, altos costos de intermediación antes de que aparecieran los bancos considerados modernos, entre otros elementos. Se plantea que un punto de inflexión sobre la trayectoria financiera para actividades productivas se encuentra en la expansión del sistema bancario mexicano (Ludlow, 1999), sucedida en 1897; ese mismo año se organizó el Banco de San Luis Potosí, al cual se le otorgó una concesión para emitir papel moneda y bonos. Algunos asociados tenían intereses fuertes en el sector minero, así como en otras actividades económicas. Entre ellos, se pueden mencionar a los hermanos Gerardo y Eduardo Meade, Matías Hernández Soberón, Ramón Alcázar, y a las sociedades Rivero y Liaño, así como Aresti y Compañía.

Las empresas mineras potosinas nacidas durante ese periodo se inscriben en ese cartabón institucional, con nuevas formas de organización, con cuerpos directivos como los consejos de administración, con la toma de decisiones a partir de dichos consejos, con juntas directivas y de accionistas, entre otras particularidades que dieron tonalidades distintas y renovadas a las añejas compañías mineras, por lo menos en la letra; también modificaron las formas de extracción de metales preciosos y minerales industriales.

Los cambios trastocaron la configuración de los órganos directivos, pues se inició con el empleo más claro de administradores, gestores y directores de obras mineras. Muchos de ellos contaban con experiencia en el sector, pero tenían había otros con diferentes orígenes socioprofesionales. Sobresalen los ingenieros de minas ‒metalurgia y otras‒ en los consejos de administración, que al paso de los años también constituyeron una sólida opción como accionistas, de tal forma que su incorporación a las carteras accionarias de empresas de capital nacional se hizo notable. Los ingenieros se instituyeron como agentes económicos y sociales con alta capacidad de adaptación al mercado y con una extraordinaria movilidad en el sector; algunos de ellos pasaron de personal técnico a científico, directivo y empresarial.

A manera de conclusión

A finales del siglo XIX el sector minero mexicano experimentó cambios intensos en sus formas de organización, proceso que se replicó en San Luis Potosí. En buena medida, las transformaciones tienen su explicación en aspectos macro y en elementos micro, como lo fueron las políticas de fomento, promoción y de emisión de un marco legislativo en la materia; por su parte, un elemento significativo para la formación empresarial, la permanencia y adaptabilidad de las sociedades mineras, fue el de las estrategias desplegadas por los inversores y empresarios mineros nacionales.

Es destacable el papel vertebral que jugaron las asociaciones informales y formales entre los mineros para la concentración accionaria, los nudos clientelares y las redes familiares. Las empresas se concentraron en el tradicional norte minero que comprendió Catorce, Matehuala y Charcas, así como en Cerro de San Pedro.

Bibliografía


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