Estancamiento del interculturalismo quebequense: unas posibles contribuciones desde las diásporas latinoamericanas y la interculturalidad crítica

Iliana Vázquez Zúñiga[1]
UNAM-ENES Unidad Morelia
Alexandre Beaudoin Duquette[2]
UQÀM Departamento de Sociología

En este número, se nos ha convocado a reflexionar sobre la interculturalidad crítica en América Latina. Reconociendo los movimientos migratorios y la recomposición de los mercados de trabajo internacional, proponemos enfocarnos en la población de origen latinoamericano que vive y trabaja en Canadá, país que cuenta con un marco normativo basado en el multiculturalismo. A su vez, numerosas personas que integran esta diáspora viven en Quebec, en donde este modelo ha sido rechazado y se ha abogado más bien por un modelo de gestión de la diversidad etnocultural de corte interculturalista (Bouchard, 2012; Gagnon, 2000). Esta decisión supone una mirada crítica a la construcción de la migración como un fenómeno social que acentúa las desigualdades y diferencias socioculturales. Aunado a ello, los investigadores que se adentran al tema suelen confundir los términos, y desconocer las raíces profundas del debate, así como sus implicaciones en el accionar cotidiano.

El hecho de que la identidad nacional canadiense se haya construido de manera tan reciente implica que, en este mismo proceso, las relaciones públicas jugaran un papel preponderante (Beaudoin Duquette, 2016). Lo anterior se ha traducido en un discurso público de apertura a la llegada de inmigrantes a partir de la década de los sesenta. En efecto, fue en ese entonces que el Estado canadiense empezó a abandonar sus políticas migratorias abiertamente racistas para asumir la diversidad étnica de su población (Knowles, 2000; Chan, 2017). Hacia 1971 este debate sobre la gestión de la diversidad se plasmaría en el “multiculturalismo” convirtiéndose años más tarde en una ley, en 1988 (Bissoondath, 1994; Gilbert, 2007; Beaudoin Duquette, 2016). De esta forma, la política del multiculturalismo canadiense permeó la conformación de la identidad nacional, siendo las relaciones públicas una de las vías por las cuales se proyectó una imagen idílica y estereotipada de esa nación.

Desde un punto de vista práctico, el investigador o la investigadora que empieza a interesarse en temas relacionados con migraciones y diversidad cultural en Canadá o en Quebec podría confundirse, y, en cierto modo, la precisión de sus resultados podría ser afectada. En el marco del presente número del Ichan Tecolotl, quisimos disipar algunos malentendidos que puedan emerger en cuanto al uso de los diversos “multi/inter-culturalismos” canadienses y quebequenses, ya que sabemos que, en nuestra región, el debate en torno a los modelos de gestión de la diversidad etnocultural es objeto de una literatura científica fecunda. Por lo tanto, nuestra exposición proporciona algunas aproximaciones para las y los investigadores que estén interesados en realizar trabajo de campo en Canadá, y específicamente en Quebec.

Este texto se divide en tres secciones. En el primer y segundo apartado abordamos algunas reflexiones sobre el interculturalismo en Quebec como narrativa que opera de trasfondo para ciertos programas y horizontes de convivencia social en una sociedad que se ha construido, históricamente, a partir de la llegada de personas inmigrantes de todo el mundo. En el tercer apartado, proponemos algunos ámbitos de acción en que las personas inmigrantes de origen latinoamericano contribuyen a la sociedad quebequense, con el fin de reflexionar sobre los espacios que facilitan la convivencia a partir de la escucha. Intentaremos subrayar cómo estas prácticas cotidianas rebasan los alcances de los modelos de gestión promovidos por las élites mayoritarias y los discursos gubernamentales. Nuestra exposición se estructura con base en las siguientes tres preguntas detonadoras que exploran la especificidad del interculturalismo en Quebec: ¿Hay alguna relación entre el interculturalismo quebequense y los interculturalismos y la interculturalidad crítica latinoamericanos? ¿Es el interculturalismo quebequense un modelo estancado? ¿Qué tanto América Latina podría ser una fuente de inspiración para procurar un «interculturalismo crítico» de la convivencia social? De esta forma, nos aventuramos a identificar algunas conexiones con el desarrollo del pensamiento social sobre la interculturalidad crítica en América Latina.

¿Hay alguna relación entre el interculturalismo quebequense y los interculturalismos y la interculturalidad crítica latinoamericanos?

En América Latina, la noción de interculturalidad es de uso frecuente en los ámbitos de la educación y de la pedagogía desde los años ochenta. Éste ha sido ampliamente documentado por figuras como Catherine Walsh (2010) y Gunther Dietz (2016). Asimismo, con la búsqueda de alternativas al multiculturalismo, el cual puede llegar a ser considerado como no apto para la realidad latinoamericana o neoliberal, se desarrollaron propuestas recientes en las que se usa el término “interculturalismo”. Es el caso, por ejemplo, de un conjunto de textos en un libro editado por Jorge Enrique González que lleva por título Multiculturalismo e interculturalidad en las Américas (2019). Ante ello, creemos que es importante agregar dos elementos que tienden a ser olvidados y que pueden ofrecernos un panorama más completo del uso de términos compuestos con la palabra “intercultural” en nuestra región.

En primer lugar, es pertinente saber que los primeros usos de lo intercultural se remontan a los años treinta en los Estados Unidos. En una época en la que las sociedades occidentales se polarizaban, luego de la crisis económica de 1929, Rachel Davis Dubois, una maestra de escuela originaria de Nueva Jersey fundó el Bureau for Intercultural Education en 1934. Éste “buscaba entender el problema de la segunda generación —es decir, los hijos de los inmigrantes— y ofrecía una visión de una nación intercultural y tolerante ante la diversidad de pueblos” (Lal, 2004: 18).[3] Podría considerarse éste como el origen de los interculturalismos tanto latinoamericanos como quebequense, ya que su uso se empezó a asociar con la convivencia en contextos de diversidad.

El segundo dato que se suele olvidar es que, un par de décadas después, el antropólogo mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán empezó a usar de manera recurrente el término, hasta incluso convertirlo en un concepto central de su propuesta. En efecto, Aguirre Beltrán (1957) contemplaba la existencia de “regiones interculturales” en las que las poblaciones de lo que él nombraba “centros mestizos” y “periferias indígenas” tenían contacto. Forjado en el marco del indigenismo iniciado con el Congreso de Pátzcuaro de 1940, cuya convención se ratificó por casi la totalidad de los países de América, excepto Haití, Paraguay y… Canadá, este interculturalismo es un tipo de asimilacionismo que no se asume como tal, sino como “aculturación”. En efecto, de lo que trata es proletarizar a los y a las indígenas, “modernizarlos” y “castellanizarlos”, aprovechando el contacto que se ejerce desde estas regiones interculturales.

En tercer lugar, cabe recordar que, en las siguientes dos décadas, este indigenismo sería objeto de una fuerte crítica por parte de un grupo de antropólogos que llamarían la atención sobre su carácter asimilacionista. Los llamados “antropólogos críticos” contarían en sus filas a figuras destacadas como Guillermo Bonfil Batalla, Darcy Ribeiro, Alicia Barabás, etc.[4] Entre ellos y ellas, un venezolano de origen húngaro, Esteban E.  Mosonyi (1975, 2008 y 2019) desarrollaría un enfoque etnolingüístico cuyo objetivo principal consistiría en impedir la asimilación lingüística de pueblos originarios. A este método lo llamaría también interculturalismo, y podríamos agregar a esta palabra el adjetivo “crítico”, ya que Mosonyi formaba parte del grupo de los antropólogos críticos.

En Quebec, en cambio, el interculturalismo se planteó desde sus inicios como una respuesta a la política del multiculturalismo canadiense. Esta última fue implementada con el afán de responder a un conjunto de factores que emergían en un contexto sumamente complejo, el del final de la década de los sesenta. Entre estos, podemos mencionar los siguientes: la obsolescencia de políticas migratorias abiertamente racistas, el ascenso de las aspiraciones nacionalistas e independentistas de Quebec, un estancamiento de la popularidad del gobierno en turno y la cercanía de las elecciones, un contexto geopolítico en plena efervescencia, la lucha por los derechos cívicos en los Estados Unidos, entre otros (véanse Knowles, 2000; Gilbert 2007; Bissoondath, 1994; Beaudoin Duquette, 2015 y 2016).

Uno de los principales exponentes del interculturalismo quebequense, Gérard Bouchard, explica que este modelo adoptó un enfoque pluralista. Sin embargo, uno de los elementos que lo distinguiría del multiculturalismo sería su enfoque integrador. Lo anterior se explica considerando que este modelo de gestión de la diversidad cultural se elabora desde un contexto en el que la cultura mayoritaria constituye también una minoría:

Una cultura mayoritaria que se siente amenazada por sus minorías siente la necesidad, ya sea de asimilarlas […], ya sea de integrarlas (ésta es la opción que Quebec ha adoptado hasta la fecha). Teme instintivamente todo lo que es fragmentación, guetoización o marginación. Ello es más cierto, cuando una cultura mayoritaria también es una minoría frágil a escala continental, como es el caso de la francofonía quebequense. (Bouchard, 2011)

No queda claro en qué momento el interculturalismo se habría vuelto consensual en la sociedad quebequense y se podría argumentar incluso que no lo es (Pietrantonio et al., 1996; Bilge, 2010; Côté y Mathieu, 2016; White, 2019; Juteau, 2015). Y lo ambiguo con este discurso es que, a diferencia del multiculturalismo canadiense, no ha sido adoptado ni como política de Estado ni mucho menos como ley. El texto más antiguo al que acude Gérard Bouchard fue publicado en el año 2000 y se trata de “Plaidoyer pour l’interculturalisme” [En defensa del interculturalismo] de Alain G. Gagnon (citado arriba). Sin embargo, al leer el texto Le concept d’interculturalisme en contexte québécois. Généalogie d’un néologisme [El concepto de interculturalismo en contexto quebequense. Genealogía de un neologismo], observamos que se trata en realidad de un concepto que se forjó a posteriori para definir la orientación de las políticas relacionadas con la administración de la diversidad cultural implementadas después de 1968, año en que se fundó el Ministerio de Inmigración de Quebec (Rocher et al., 2007: 15). Poco importa aquí enumerar o describir cuáles son estas orientaciones, precisamente porque no se ha establecido como ley. Por tanto, éstas irían cambiando de acuerdo con el contexto y los actores políticos que se reivindicarían del mismo.

Por esta razón, Alexandre Beaudoin Duquette ha resaltado el curioso parecido que el interculturalismo quebequense tiene con el concepto de utopía tal como lo define el filósofo nostroamericano Horacio Cerutti, es decir, una entidad “operante en la historia” (2007), con la diferencia de que no se trata de un gran proyecto de sociedad, sino simplemente de un modelo de gestión, “es decir, un ideal administrativo, para el asunto de la diversidad etnocultural” (Beaudoin Duquette, 2022: 82).

¿Es el interculturalismo quebequense un modelo estancado?

Dicha utopía administrativa del interculturalismo quebequense logró plantearse como una alternativa viable y pluralista al multiculturalismo canadiense a finales de los años noventa e incluso a lo largo de la década del 2000. En efecto, si bien el interculturalismo no constituía un modelo de administración de la diversidad cultural formalizado y oficial, al consultar la documentación que da cuenta de su elaboración, es posible notar que inspiró las políticas quebequenses relacionadas con este ámbito. Observamos, asimismo, que éstas también influyeron en el interculturalismo (véanse Rocher et al., op. cit.; Bouchard, 2011, 2012; Gagnon, 2000).

El auge del interculturalismo y el momento en que éste se encontró más cerca de convertirse en una política oficial llegó con la publicación del informe Fonder l’avenir. Le temps de la réconciliation [Fundar el porvenir. El tiempo de la reconciliación], mejor conocido como el Informe Bouchard-Taylor (2008). Lamentablemente, no disponemos del espacio para explicar el contexto en que un importante sociólogo quebequense, Gérard Bouchard, y un filósofo canadiense de renombre internacional, Charles Taylor, convergieron para dialogar con la sociedad sobre cómo se administraría la diversidad cultural en Quebec.[5] En este texto, se recomendaba lo siguiente:

Nos parecería útil, por lo tanto, que la Asamblea Nacional de Quebec adopte un texto oficial sobre el interculturalismo. Podría ser una ley, un enunciado de principio o una declaración. Lo esencial es que el ejercicio promueva una consulta pública que involucre a las instituciones parlamentarias.[6]

A pesar de que tres de los cuatro principales partidos políticos provinciales han estado en el poder desde entonces, hasta la fecha, ninguno se ha empeñado en aplicar esta recomendación. De hecho, el gobierno actual de Quebec ha tendido a restar valor a la importancia del pluralismo cultural, sobre todo en cuanto a cuestiones relacionadas con el uso de símbolos religiosos por parte de empleados del Estado. Ya no queda claro entonces si en el discurso oficial, las políticas actuales del gobierno quebequense tienen alguna pretensión de enmarcarse en el interculturalismo.

Por otra parte, en la realidad social, se ha constatado un aumento de los problemas de convivencia, casos de intolerancia, el abandono de la provincia ante la preferencia por vivir en otros lugares del país, incluso tragedias como el asesinato de Fredy Villanueva por parte de agentes de la policía de Montreal, un joven de origen hondureño de 18 años que no tenía ninguna acusación en su contra. Es también ilustrativa la masacre cometida por motivos islamofóbicos en la Gran Mezquita de Quebec en el 2007, en la cual fueron asesinadas seis personas.[7] Habría que preguntarse si estos acontecimientos y más expresiones de intolerancia tienen alguna relación con este alejamiento de la valoración del pluralismo cultural y si, ante este alejamiento, es necesario plantear nuevos modelos o sumar perspectivas críticas al camino recorrido.

¿Qué tanto América Latina podría ser una fuente de inspiración para procurar un «interculturalismo crítico» de la convivencia social?

Esta breve explicación de la situación en la que se encuentra el interculturalismo quebequense actual nos coloca ante el estancamiento de un modelo de administración de la diversidad etnocultural pluralista. Sin embargo, observamos áreas de oportunidad importantes en el desempeño profesional y en algunos ámbitos de acción de la diáspora latinoamericana que supone una apuesta por resaltar elementos de convivencia de la gente “de a pie” más que en el discurso político. Consideramos que estas acciones contribuyen a repensar el interculturalismo y, en todo caso, resaltar las contribuciones de los inmigrantes más allá de la retórica del “mosaico de culturas” que se proyecta desde lo oficial.

Beaudoin Duquette (2022) subraya lo que, a su parecer, constituye un ángulo muerto de las consultas que se llevaron a cabo en el año 2007 y que desembocaron en la publicación del Informe Bouchard-Taylor en 2008. De esta forma, enfatiza el hecho de que esta comisión prestó mayor atención a los temores, prejuicios o desconfianzas de la mayoría encuestada en torno a la migración que a la palabra misma de las y los inmigrantes. Lo anterior, a nuestro juicio, resulta poco conveniente, por lo cual proponemos, en un primer tiempo, que, siguiendo a Carlos Lenkersdorf (2008), el sector mayoritario de la sociedad podría aprender a escuchar.

Son numerosas las voces que se expresan desde las diásporas. Los autores de este artículo hemos abordado, en investigaciones previas, dos ámbitos de acción de la diáspora latinoamericana en Quebec. Beaudoin Duquette encontró aportaciones pertinentes en las expresiones de los artistas latinoamericanos y caribeños de Quebec. Vázquez Zúñiga, por su parte, exploró las iniciativas de emprendimiento de los inmigrantes latinoamericanos en el nicho de los restaurantes, encontrando que, la oferta gastronómica se ha enriquecido. Además de que los inmigrantes contribuyen, con sus restaurantes, a crear espacios de escucha y conocimiento de los grupos que conforman Quebec (Turgeon y Pastinelli, 2002). Con ello, abogamos por ampliar la mirada a los espacios de interacción, de escucha y de convivencia social que permitirían ubicar las expresiones plurales de la diversidad etnocultural. Para los fines del presente texto, desarrollaremos dos ejemplos con base en las investigaciones referidas.

Helena Martín Franco es una artista visual de origen colombiano que radica en Quebec. La artista publicó, en el 2018, en el marco de un performance, un tríptico en el que ofrece un tutorial dirigido al grupo cultural mayoritario para enseñarle a acercarse al otro. A manera de crítica, y desde una acción pedagógica, Martín Franco invierte los papeles de “anfitrión-inmigrante” y, en el proceso, muestra que las personas más afectadas por las políticas relacionadas con la gestión de la pluralidad cultural son las encargadas de explicar y sensibilizar a la mayoría sobre las dificultades por las que suelen pasar. Así, se revela un método hipotético para una convivencia respetuosa, solidaria y empática, lo cual corresponde a una utopía más humana que administrativa. Martín Franco irrumpe también en el imaginario de la integración, para sugerir que antes de imponer recomendaciones de adaptación y rigurosidad lingüística se esté atento a escuchar.

Un segundo ejemplo es la señora Rosy con su restaurante Mr. Azteca, un restaurante mexicano de la ciudad de Montreal. Mr. Azteca ha logrado una clientela sólida y constante que reúne tanto a personas inmigrantes como no inmigrantes. Rosy, de origen mexicano, concibe que su restaurante representa mucho más que un lugar para comer comida mexicana, ya que enseña a la sociedad anfitriona sobre sus raíces culturales y sus tradiciones familiares en México, además de propiciar espacios de interacción y convivencia etnocultural.

En la investigación de Vázquez (2023) sobre restaurantes mexicanos en Montreal, se constata que los dueños de restaurantes habían iniciado sus negocios con una clientela que reconocía platillos de la cocina mexicana que se habían mundializado (sobre todo los tacos y ciertos platillos relacionados con la cocina tejana), pero había poco conocimiento sobre la diversidad regional y el significado identitario y patrimonial que las y los mexicanos valoran con respecto a su comida. Las trayectorias de los restauranteros sugieren un involucramiento en un nicho económico sumamente competitivo en la provincia, pero es este recorrido uno que les ha dado mayor seguridad como grupo inmigrante, a partir de ofrecer saberes y capitales simbólicos que son apreciados (Martínez Arboleya, 2018).

En el nicho restaurantero las y los mexicanos emprendedores se han enfrentado a los estereotipos construidos a partir de “americanización” de la cocina mexicana, que llevó a que fueran los inversionistas estadounidenses los de las mayores ganancias. No obstante, la cocina mexicana ha tenido un mayor impulso en los últimos años, ya que se ha beneficiado de las políticas de patrimonialización y de la revaloración de las cocinas tradicionales e indígenas. Con este ejemplo, notamos cómo los inmigrantes contribuyen, desde sus espacios laborales, a crear condiciones de apertura y disposición para conocer la cultura del otro.

Tanto el arte latinoquebequense como el ámbito alimentario de los restaurantes son espacios de invitación a escuchar lo que el otro tiene que decir, a partir de una acción performática de mayor alcance. De esta forma, nos alejamos de los modelos utópicos relacionados con la gestión de la diversidad etnocultural, mismos que no parecen captar toda la complejidad y diversidad de la experiencia cotidiana. Es el caso que nosotros observamos en Quebec.

Reflexiones finales

En estas líneas señalamos varios elementos que nos parecen importantes al pensar relacionalmente el interculturalismo en América Latina y en Quebec. Por un lado, los usos del término por varios pensadores en contextos completamente diferentes, pero con una preocupación por plantear posibilidades de convivencia sana y aprendizaje colectivo en grupos con una alta diferenciación social: inmigrantes de segunda generación en Estados Unidos, grupos indígenas en México y sociedades lingüísticas diversas en América del Sur. Es interesante cómo estos usos refieren a una compleja diversidad etnocultural y es nuestro interés enfatizar la necesidad de profundizar, desde una mirada crítica, en cada contexto con mayor cuidado.

Teniendo esto en cuenta, nos trasladamos a los usos del interculturalismo en Quebec para señalar cómo el término se desarrolló en un contexto muy particular de resistencia al multiculturalismo canadiense. Pese a que el interculturalismo quebequense ha sido la inspiración para generar programas y políticas de inmigración e integración, es más bien una utopía administrativa que tiene una representatividad dudosa en el Quebec contemporáneo. Queda como tema pendiente el lugar que ocupan las “Primeras Naciones” en este imaginario de sociedad integrada y pluralista, pues son poblaciones que suelen ser sumamente marginalizadas incluso considerando que se han establecido marcos regulatorios que tratan las especificidades históricas y lingüísticas que las caracterizan.

Finalmente, pensamos que existe otro aporte latinoamericano que podría enriquecer la forma de concebir la convivencia en la pluralidad cultural de Quebec: la interculturalidad crítica. En este sentido, coincidimos con el filósofo peruano Fidel Tubino (2005) quien plantea la necesidad de ir más allá de una “interculturalidad funcional”, lo cual, como hemos sostenido, en Quebec, se traduce en una utopía administrativa a la que se le ha otorgado el nombre de “interculturalismo”. Coincidimos también con Tubino en afirmar que se necesita una interculturalidad que cuestione “la lógica del modelo neoliberal existente”, por la simple y llana razón que un sistema que fomenta el individualismo y la competencia es lógicamente incompatible con la convivencia y mucho menos la convivencia en una sociedad culturalmente diversa.

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  1. Correo: ivazquez@enesmorelia.unam.mx

  2. Correo: beaudoin_duquette.alexandre@uqam.ca

  3. Traducción libre del inglés.

  4. Véase, entre otros, Grünberg, 2019 y Chirif, 2021.

  5. Éste se explica ampliamente en el mismo informe, particularmente en el “Resumen del informe integral” [Résumé du rapport integral] (Bouchard y Taylor, 2008).

  6. Traducción libre del francés.

  7. Para una mayor explicación del contexto, véase Beaudoin Duquette, 2022.

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