En torno a la interculturalidad en la práctica: ilustraciones desde el CIESAS

José Antonio Flores Farfán[1]
Laboratorio de Lengua y Cultura, CIESAS CDMX

Ilustración Ichan Tecolotl

El trabajo que se ha producido en el CIESAS, desde el Laboratorio de Lengua y Cultura Víctor Franco Pellotier,[2] ha desarrollado diversas facetas a favor de la diversidad lingüística y cultural, con una cuantiosa producción a lo largo de más de dos décadas de existencia, lo cual incluye tanto libros impresos, incluso con realidad aumentada, desde multilingües hasta monolingües en una amplia gama de lenguas originarias, no solo mexicanas, sino de distintas partes del globo, incluyendo material multimodal (documental, animación, música, juegos).[3]

Desde una concepción de tequio lingüístico, se propician relaciones inter y multiculturales y/o bidireccionales horizontales, en las que conformamos equipos multi e interculturales para la elaboración de materiales de distribución gratuita, destinados tanto a las comunidades originarias como al público amplio, en particular a las infancias y juventudes, y en las que participan activamente como autores y autoras los propios hablantes, con el acompañamiento del laboratorio, lo cual le provee de un carácter formativo en la práctica. Es una tradición que seminalmente definió la instauración misma del CISINAH-CIESAS y que en este laboratorio encuentra una continuidad renovada, siguiendo un concepto de lingüística y antropología comprometidas, que militan a favor de la afirmación y discriminación positiva de la diversidad lingüística y cultural, y desde luego de sus grupos hablantes.

En este contexto, desde un enfoque de pedagogía lúdica reflexiva, se han producido una serie de animaciones en lenguas originarias y en español mexicano, que se utilizan como insumos o estímulos para desatar el interés y la curiosidad por las lenguas y las culturas originarias entre las audiencias generales, en particular, los niños y jóvenes, recuperando elementos de las epistemologías propias originarias, contemporaneizándolas. Una parte de las animaciones se ha producido en lenguas originarias, sobre todo en náhuatl y maya yucateco, y se utilizan en talleres comunitarios para desatar dinámicas de afirmación positiva que hemos concebido como un método de revitalización lingüística indirecto. Esto quiere decir que la participación es una prerrogativa de los propios actores, a la vez que se facilitan procesos de apropiación y reflexión activa en torno a los insumos presentados, como pueden ser historias locales o acertijos en una estructura emergente de participación colaborativa, interactiva, y relacional.

Los esfuerzos no se han limitado a trabajar con lenguas originarias, sino que incorporan elementos significativos del español diverso, en particular del español mexicano, definido como las variedades que se hablan en el entorno del Valle de México, sobre todo dirigido a la sensibilización y concienciación del público hispanohablante del gran valor de la diversidad lingüística y cultural presente en su propio español. Un par de ejemplos se comparten en esta brevísima contribución: Las machincuepas del Tlacuache, y Los sueños del Tlacuache.

Las machincuepas del Tlacuache

En Las machincuepas…, palabra que proviene de ma(itl), “mano”, –tsin-, “glúteo” y –kwepa “devolver, voltear, regresar”, con el significado de “dar volteretas, piruetas, marometas”, buscamos revitalizar el náhuatl a través del español mexicano, o afirmar el español mexicano vía el náhuatl, pues es un español que debe en buena medida su fisonomía al influjo de esta importantísima lengua originaria. Así, el tlacuache, palabra desde luego también de origen náhuatl, “el gran tragón, el glotón”, anfitrión de estas animaciones, asociado ni más ni menos que al dios Quetzalcóatl,[4] nuestro Prometeo mesoamericano, machincuepeando por el metro de la Ciudad de México incita a descifrar los nombres y glifos nahuas de sus estaciones, retándonos a descubrirlos y así reconocer más y mejor nuestra interculturalidad.

De la mano del tlacuache, descubrimos qué quiere decir Chapultepec, Tacubaya, Popotla, Cuitláhuac, y Xochimilco, junto con otras palabras que aparecen en el camino, y cuyas veredas son vastas y omnipresentes, de uso cotidiano, incluso más allá de nuestras fronteras, como tomate, que viene de tomawa, “engordar”, con lo que el tomate es un gordito. El tlacuache comparte un método muy simple para que los interesados y por interesar puedan desde su español saltar al náhuatl: palabras que terminan en la sílaba –te pueden venir del náhuatl —no todas, desde luego—, lo que invita a reflexionar e investigar de qué otros elementos se puede echar mano para descifrar el origen de las palabras, como la (etno)historia o la arqueología, buscando activar en el público la curiosidad por la búsqueda y construcción del conocimiento.

El material también contiene un detrás de cámaras, muy entretenido y educativo, con la participación del gran tlacuachólogo Alfredo López Austin,[5] donde el tlacuache, en su irreverencia y jocosidad, provoca la risa, y entrevista también a los hacedores de Las machincuepas…, además de autodescribirse jocosamente.[6]

Existe asimismo un libro, agotado, ya un artículo de colección, también con el título de Las machincuepas del Tlacuache, en el que las machincuepas se amplían a otros ámbitos más allá del Metro, visitando pueblos nahuas incluso, acercándonos más al náhuatl y su cultura profunda, sus prácticas en las comunidades y en otros muy diversos contextos.[7] La historia de este libro es reveladora.

La anécdota, de la que podemos obtener muchas lecciones, es la siguiente: el libro surgió a raíz del rechazo de una autoridad educativa de este material audiovisual, paradójicamente comisionado por la propia SEP, dado que una de las incursiones del tlacuache revela el origen e historia del nombre Cuitláhuac. Esta palabra deriva de Cuitlatl, “excremento” y ohuac, “seco”, literalmente “excremento seco”. En realidad, como nos explica el tlacuache en Las machincuepas…, junto con otras palabras, es parte del complejo semántico escatológico, como la palabra para metales preciosos, que es teocuitlatl, “el excremento divino”. Cuitláhuac no era palabra tabú ni mucho menos grosería para los antiguos nahuas. Al contrario, no cualquiera podía llamarse así, era un nombre de un personaje de alto rango, dado que más bien remite al fertilizante o abono divino de la tierra. Hay que recordar que la cultura nahua era y es escatológica, aunque evidentemente hoy en día trastocada por una concepción que teme a la muerte y discrimina negativamente todo tipo de desechos, en especial las excrecencias, y que en la época prehispánica la fuente de abono para la tierra era preponderantemente humana, quizá junto con alguna aportación mínima de los pocos animales domésticos que existían, como el guajolote.

A pesar de ser un encargo de la SEP la producción del material, a la Secretaría no le gustó la definición de Cuitláhuac. En su descargo, lo que hizo el tlacuache fue ampliar en el libro este elemento escatológico en su expresión contemporánea, hablándonos del cuche cuitero, el puerco que come excrementos, de donde sale la carne predilecta de los pueblos de Morelos y Guerrero para el pozole, “el hervido” nahua (posoni es hervir).

Al suscitar una reflexión en torno al origen de las palabras que pueblan nuestro español mexicano, como ésta (al igual que el español oaxaqueño o yucateco, etc.), se posibilita el reconocimiento que, a través de nuestro español, el náhuatl o en general las lenguas originarias habitan en cada uno de nosotr≈s, un reconocimiento que permite hacer conciencia de que las lenguas originarias no nos son ajenas, ni mucho menos cosa del pasado, sino parte constitutiva de nuestra identidad actual y viva, y no solo lingüística. Así, el español como un recurso educativo, nos habla de una historia que tiene su expresión en la lengua de todos los días, un sedimento intercultural que por lo menos permite vislumbrar la posibilidad de reconciliarnos con nuestros orígenes, fomentando el arraigo y la revaloración de la diversidad lingüística y cultural propias.

La idea de este material es precisamente romper con una serie de ideas anquilosadas, estereotipos e ideologías racistas, monoglósicas, y lingüicidas, y favorecer una interculturalidad bidireccional, en vez de la unidireccional que en general ha prevalecido en la historia de esta noción, una visión desigual de las relaciones entre los grupos hablantes de lenguas originarias y la sociedad hispanohablante, donde los hablantes de estas lenguas son discriminados por no hablar español o hablarlo “incorrectamente”, y tienen que aprender castellano obligatoriamente y acercarse a la cultura “nacional”, mientras los hispanohablantes pueden omitir semejante acercamiento a la diversidad lingüística originaria. El tlacuache se encarga, jugando, de romper con estas ideologías perniciosas y en el mejor (¿o peor?) de los casos mistificadoras.

Los sueños del Tlacuache

Continuando con la saga del tlacuache, en esta serie de animaciones el tlacuache ya viene acompañado de su familia, la señora tlacuacha y tlacuachitos y tlacuachitas, como protagonistas de los sueños. En sus disquisiciones oníricas, el tlacuache visita un tianguis —“mercado”— una poderosa herencia viva de los pueblos en el México contemporáneo, fiestas de pueblo, donde encuentra a sus personas favoritas, aquellas que se deleitan con los platillos de la comida mexicana, degustando por ejemplo un buen pozole (aunque no sea de cuche cuitero), e incluso la megalópolis, de donde decide mejor regresar al pueblo, paseando por los pueblos del Balsas, dándole vuelo al náhuatl, tocando y cantando con un ukulele, regalo de un amigo maorí, recordando a sus antepasados y primos lejanos los canguros, profiriendo trabalenguas y adivinanzas nahuas dignas de cada ocasión, como la de toponi ken motsinko, “lo que revienta cuando vas al baño”, a propósito de las fiestas, y ¿por qué no? bailando.

Su método es simple y sencillo: en una economía de la brevedad lingüística que a la vez que con poco hace mucho, es totalmente intercooooltural, como su respiración y frecuencia cardíaca, que puede llevar a un estado de coma al sentirse amenazado, lo que lo convierte en el gran actor que por momentos visita el Mictlán, “el país de los muertos”, con la deferencia de la afirmación de la diferencia de manera bilingüe, español-náhuatl, pensando en la inclusión y ejerciéndola. Descubrimos con él que palabras como “órale” provienen del náhuatl, y que cada palabra tiene una historia, con las que podemos deleitarnos e incursionar en ricas historias pasadas, historias que podemos compartir con nuestras abuelas, y ellas con nosotros, como las de nuestras antepasadas, que habitan en el presente de una u otra o múltiples maneras, a la vez que proyectarnos en el futuro, porque el tiempo y el espacio oníricos lo abarcan todo, como sueños lúcidos de interculturalidad lograda.

Para seguir pensando

El tlacuache como un ser polisémico, en sus andanzas y sus machincuepas, desarrolla una serie de alegorías que le permiten incursionar en el pasado que habita el presente y vislumbra la posibilidad de un verdadero futuro intercultural. Acercándonos a lo que podría parecer distante, habita y nos habilita como uno solo en cada uno o una de nosotras o nosotros —el lenguaje inclusivo tampoco le es ajeno—, apelando a la interculturalidad más allá de las academias rígidas y anquilosadas que quieren prescribir lo imprescriptible, desatando los juegos del lenguaje en su dinamicidad y juego sempiterno. Con mente abierta que nos provoca a pensar en los múltiples orígenes y significados que pueden tener las palabras, como la palabra “Malinche” o “gachupín”, por ejemplo, el tlacuache juega serio, o seriamente juega a deconstruir presuntas oposiciones para convertirlas en ilusiones interculturales convergentes, reflexivas y críticas, ejerciendo la crítica constructiva, acercándonos a la mente polifacética del hablante, convirtiéndose en un excelso mediador entre culturas, sin sacar ni mucho menos hincar los dientes, posibilitando el paso de la hostilidad a la risa, arrancándonos por lo menos una sonrisa.

Así, en sus anhelos oníricos nos conduce e invita al sueño lúcido, donde la utopía de la interculturalidad es posible, tendiendo puentes entre culturas divergentes (también es poeta-poetisa), como las dos capas de pelo de las que es portador, una gruesa y otra suave, capaces de simbolizar la cohabitación de estructuras contrastantes, acaso la hegemónica representada por el español, y otra subalterna, representada por las lenguas originarias, a pesar de una larga historia de conflictos y de relaciones jerárquicas.

El tlacuache sabe que está más allá de la escuela que entre otras instituciones ha perpetuado las versiones recibidas del conocimiento, como la reproducción de los símbolos patrios, desacralizándolos jocosa, informativa y reflexivamente, como en el caso de Cuitláhuac narrado anteriormente. En contraposición, la figura del tlacuache permite, a través de una serie de alegorías, producir mediaciones y acercamientos notables a la diversidad cultural y lingüística. De ahí su interés como parte y aporte para la construcción de procesos de interculturalidad en la práctica o como aportación a la práctica de la interculturalidad.

Para leer, ver y escuchar más:


  1. xosen@hotmail.com

  2. https://ciesas.edu.mx/investigacion/laboratorio-de-lengua-y-cultura-llc/

  3. Para algunas ilustraciones, véase: https://ciesasdocencia.academia.edu/Jos%C3%A9AntonioFloresFarf%C3%A1n/Books, https://www.youtube.com/watch?v=XU4heFuTaYc&t=39s&ab_channel=CanalOnce, https://www.youtube.com/@LabLenguasYCultura

  4. El tlacuache es un animal multifacético. Por ejemplo, existe el tlacuache de historia, presente en las esculturas y los códices, el tlacuache mítico, pero también toda una etiología del animal físico, el único marsupial mesoamericano, con una serie de propiedades medicinales que conocen hasta hoy en día los curanderos en diversas regiones del país. Contiene, sobre todo en su cola, oxitocina, un poderoso favorecedor del parto; está presente en la tradición de la mayoría de los pueblos mesoamericanos, en la que hace gala de sabiduría y astucia, es nuestro trickster, palabra difícil de traducir, equivalente a un embaucador, borracho, parrandero y jugador. Es efectivamente borracho, su bebida preferida desde chiquito es el aguamiel, precursor del pulque. Es como Quetzalcóatl, un ladrón, les roba el pulque a los tlachiqueros y es azote de los gallineros. Y es un sabio apestoso, puede despedir un olor putrefacto en caso de que no le funcione su acto de hacerse el muertito al encontrarse amenazado…

  5. https://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_L%C3%B3pez_Austin

  6. Véase https://www.youtube.com/watch?v=tvS1gqTFG5I&t=44s&ab_channel=LabLenguasYCultura

  7. https://www.google.com.mx/books/edition/Las_machincuepas_del_Tlacuache/iofH6jQqI-0C?hl=es-419&gbpv=1&pg=PP1&printsec=frontcover

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