El lado de B del Sueño Japonés: Representaciones de la vida cotidiana de los Nikkei dekasegi chiapanecos

Ulises Alberto Rincón Zárate[1]
FLACSO-México

Introducción

Los viajes traen consigo un eterno retorno entre expectativas, imaginarios y disrupciones, traen consigo a enfrentarte con una otredad, mas esto es latente cuando uno pretende regresar al terruño de ancestros lejanos. ¿Dónde se encuentra nuestro hogar verdadero? ¿Dónde nacimos o anhelos vivir?

A veces el viaje a otro país en una primera instancia era breve, pero se puede prolongar por décadas hasta construir un sentido de permanencia en ese nuevo lugar al cual llamamos hogar; o por el contrario, uno tenía la intención de empezar una nueva vida en otro país, pero los cambios socioculturales, morales y en su modo de vivir hacen que uno difícilmente se pueda adaptar, al punto de sentir uno nunca deja de ser forastero en ese espacio nuevo, lo cual termine por suspender los planos de prolongar la estadía, debido a la añoranza de su lugar de origen.

Esa paradoja en ir a otro lugar, en búsqueda de los nexos culturales y familiares de tu ancestro, encontrar algo diferente a lo esperado, para luego retornar a tu país de nacimiento, lo cual te genera una serie de contradicciones identitarias de quién crees eres desde tus nexos étnicos y culturales y cómo realmente eres después de ese viaje. También se habría de pensar cómo las dinámicas laborales en otro país con otra cultura laboral cambian tu perfección de tu arraigo a ese país.

 Ese proceso de resignificación étnica la viven los descendientes japoneses al viajar a Japón. Siendo un proceso que identifiqué en mi quehacer etnográfico cuando realicé mi investigación sobre los descendientes japoneses en la costa de Chiapas, al encontrar casos de chiapanecos con ancestros japoneses vivieron en Japón al menos por seis meses, o en algunos casos se prolongó por años o una década, lo cual reconfiguró su etnicidad como nikkei retornar a Chiapas, dentro de los municipios del Soconusco.[2] Esta información resultado de entrevistas profundas y semiestructuradas, a un grupo concreto de entrevistados en Acacoyagua, Escuintla y Tapachula me permitió articular ciertas reflexiones sobre lo que implica vivir y trabajar en Japón para un descendiente japonés,[3] desde ciertas representaciones tuvieron sobre Japón, concretamente en Narita, Tokio y Osaka.

Para la naturaleza de este escrito, primeramente, se exponen los imaginarios que tenían los nikkei de sí mismos, como descendientes japoneses en el sureste de Chiapas, sus expectativas e imaginarios – el Sueño Japonés- sobrevivir el país nipón.  En un segundo nivel, se analizan las distinciones y cambios de sus imaginarios experimentaron los descendientes japoneses en Japón, como nikkei dekasegi al trabajar y convivir con japoneses. En un tercer nivel, se presenta la problemática de cómo chiapanecos descendientes de japoneses chiapanecos resignifican su etnicidad en Japón, al pasar por un proceso de añoranza y nostalgia de su terruño; como resultado provoca que estos migrantes busquen redes de pertenencia de comunidades nikkei hispanoamericanos en la metrópoli de Tokio, Nagoya y Osaka con quienes comparten su espacio laboral. Finalmente, cómo los nikkei dekasegi cambian elementos de su etnicidad al retornar a sus localidades de origen en la costa de Chiapas.

Lado A: El sueño japonés para los nikkei chiapanecos: visiones y estereotipos sobre la vida en Japón

El soñar despierto. Los viajes para iniciar un nuevo proyecto de vida en otro país, no inician con la llegada de ese país, se articula en senderos previamente edificados sobre los nexos imaginarios que construimos sobre ese destino, resultado el consumo de industrias culturales de esa nación en medios de comunicación, los espacios turísticos promovidos, su historia, gastronomía, tradiciones o lo forma de vida de vida que uno ha leído sobre ese lugar.

En una primera instancia, los nikkei chiapanecos interesados en ir a trabajar a Japón, se vieron influenciados por la cultura nikkei difundida por sus comunidades locales era la misma a la desarrollada en Japón, al ser influenciados por la industria cultural japonesa. Esa visión, en una primera instancia, fue promovida institucionalmente por el gobierno japonés y sus organismos internacionales, por medio la palabra nikkei-jin, apela a un proceso de nominación institucional, cuando el gobierno de Japón utilizó el concepto nikkeijin oficialmente 1957, para clasificar a la colectividad japonesa nacida fuera de su país, para después volverse en décadas posteriores situarse esa categoría para autodenominarse quienes son los descendientes japoneses, y darle un sentido cultural y étnico esencialista a todos quienes sean nikkei-jin (Gavirati, e Ishida, 2017). Es decir, se ser una clasificación institucional gubernamental entre japoneses afuera de Japón, para distinguir a los “nisei produjo que el término se utilizara para diferenciarse de los issei (los padres, inmigrantes japoneses)” (Gavirati, e Ishida, 2017: 63). Mientras esa categoría sirvió para organizarse comunitariamente con un elemento distintivo, independientemente del país y la cultura local practicada.

A finales de la década los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, y debido a la crisis laboral y económica que se vivió en el país nipón, se facilitaron las leyes migratorias para migración laboral de nikkei-jin, con el hecho de acreditar que poseían ascendencia japonesa (Dall’Ava, 2021). Eso posibilitó la migración de nikkei iberoamericanos, entre ellos mexicanos con descendencia japonesa.

La Ley de Migración de Japón replantéo, en 1990, la categoría nikkei-jin, enunciado por algunos autores como falso nikkei a quienes no tenían los documentos para acreditar su descendencia de acuerdo con el registro familiar de koseki, mientras los nikkei con los documentos requeridos para acreditarse los denominó el gobierno japonés como los verdaderos nikkei (Gavirati e Ishida, 2017).[4] A estos últimos descendientes chiapanecos, fueron a quienes se les posibilitó ir a trabajar temporalmente en Japón, con la creencia de que los nikkei-jin auténticos eran capaces de re-aprender la cultura laboral japonesa a diferencia de otros extranjeros (gaijin-gaijines), no se adapta a la modo de vida y valores japoneses. Principalmente el verbo ganbaru, que apela significa trabajar duro o dar lo mejor de ti mismo (Dall’Ava, 2021). Por otro lado, esta política migratoria se focalizaba en la ideología del Tanitsu Minzoku Kokka (una nación, una etnia), al pretender mantener un imaginario del esencialismo cultural y nacional, de pureza de la cultura japonesa para administrar la diversidad de migraciones (Cruz, 2020: 152; Melgar, 2015b, 2014; Rossi, 2011).

Esa posibilidad laboral articula la posibilidad para muchos nikkei chiapanecos, en estas localidades rurales en la costa de Chiapas, donde la oferta laboral estaba limitada al trabajo agrícola y ganadero, o movilizarse en una ciudad como Tapachula, resultaba muy atractivo para alguien con formación de bachillerato o una licenciatura, lograr ir al país de sus ancestros para obtener un trabajo mejor pagado que en el Soconusco, lo cual les permitía ahorrar y ganar dinero en Japón, para mandar remesas a sus familias en Chiapas e invertirlo en México. Ese mismo fenómeno se suscitó con los nikkei iberoamericanos en Brasil, Argentina y Perú (Dall’Ava, 2021; Sueyoshi, 2017; Gavirati e Ishida, 2017). Así surgió una migración circular de nikkei, de poder migrar junto a sus familiares a Japón, llamados nikkei dekasegi, desde la oferta laboral clasificada desde “residente temporal (teijūsha), persona en capacitación (tenshū), persona con habilidades técnicas (gijutsu), estudiante (gakusei),” o bien, como trabajador temporal” ( Cruz, 2020: 154), desde la contratación previa por medio de reclutadores. Estos trabajadores chiapanecos, al llegar a Japón, su contacto con su contratista fue clave para vincularse laboralmente y posicionarse dónde iban a residir temporalmente y conseguir su visado. Se podría decir que el contratista es el primer sujeto establece las reglas oficiales y sociales debe comportarse laboralmente en su nuevo espacio de trabajo, para lograr una óptima adaptación al paisaje social japonés.

En ese proceso de adaptación de los nikkei, inicia el juego de los sueños, previamente inculcado por sus familiares, organizaciones de nikkei en Chiapas o su ancestro japonés sobre cómo es vivir en Japón. En la mayoría de los entrevistados, antes de ir al país nipón, prevaleció una imagen mítica, donde se presuponía un restablecimiento de los contactos con las familias de su ancestro (Cruz Nakamura, 2020).

Al introducirse a su medio social y laboral, el nikkei chiapaneco se percata al convivir en su trabajo con nikkei de otras partes de México y Latinoamérica, se articula un nexo común entre los nikkei iberoamericanos, al construirse la representación de una comunidad imaginada de la pan-nikkeidad. al delinearse un discurso de la identidad nikkei no territorial, engloba a todos los migrantes descendientes de japoneses de América Latina (Melgar, 2009).

Lado B: El despertar del sueño. Entre el ser y querer ser japonés: distinciones y discriminación de los nikkei en el espacio social y laboral en Japón

Ese ir y venir se forma un espacio liminar entre los sueños y la realidad donde nunca terminan de cimentarse sus posiciones, como expresó Milan Kundera en su novela La ignorancia, abandonar tu terruño trae consigo un sentimiento ausencia permanente que se pretende llenar con simple nostalgia, aunque ese cometido es infructuoso, lo cual genera que el viajero busque el significado de cuál es tu identidad al estar en tu hogar y quién crees ser al moverte en la extrañeza en un país extranjero. Este elemento de ignorar que busca el viajero, se presenta en los nikkei que viajaron a Japón, quienes fueron allá con la finalidad de una formación educativa, reestablecer contactos con la familia de sus ancestros japoneses y para trabajar temporalmente y ahorrar dinero.

La migración de trabajadores nikkei chiapanecos a Japón se marca por el contraste de ser una serie de trabajos destinados por la misma población juvenil japonesa en las grandes ciudades de su país, especialmente en el cinturón industrial de la región de Tokaido (Japón central) y en zonas de Kanto (alrededores de Tokio)( Fonseca, 2010). Esta clasificación de los trabajos consiste “en sankei, las tres “k”: kitanai (sucio), kitsui (fuerte) y kiken (peligroso); y Gokei Roudou, las cinco “k”: kitanai (sucio), kitsui (fuerte), kiken (peligroso), kibishii (exigente) y kirai (indeseable)”(Cruz, 2020: 152; Villafuerte, 2006: 85). Ya en este mundo, los sueños construidos sobre un crecimiento laboral sostenido desde trabajos profesionales se desdibujan, para los nikkei chiapanecos estudiaron una profesión.

En esa búsqueda del nikkei de reafirmar su identidad en un espacio transnacional surge la contradicción de estos migrantes chiapanecos, al acentuar su otredad como nikkeijin, por mostrar elementos culturales propios de México y el Soconusco. En palabras de Cruz Nakamura, “los patrones de conducta que la sociedad nipona mantiene, y que consideran como homogeneidad social, hacen resaltar el distanciamiento cultural entre japoneses y Nikkei” (2020: 165). Bajo esta situación, los nikkei son vistos por sus jefes japoneses como elementos exóticos, al fusionar algunos elementos de su cultura y de América Latina, resultado de los estigmas sociales tienen sobre los Dekasegi latinoamericanos, especialmente brasileños y peruanos, con lo cual los mexicanos son homogenizados en ese estigma.

En ese primer contacto laboral, los nikkei son vistos como una exterioridad de la sociedad japonesa, al representar el núcleo duro de su pureza identitaria y nacional, Como consecuencia los nikkei chiapanecos comienzan a percatarse de la existencia de un espacio liminar de trato social con japoneses basado en la distinción, se podría expresar en sutiles de formas de rechazo y negación al convivir en espacio públicos, aunque no cae en la extrañeza como podría ser un imin (inmigrante), como sucede con otros gaijin (extranjeros). Así se elabora una ambigüedad entra la familiaridad y lejanía con el nikkei, al no situar al descendiente japonés como kao no mienai teijūka (los residentes que no se ven), aunque no son considerados como elementos visibles del imaginario de la sociedad, aunque sean una importante minoría étnica en Japón. El nikkei chiapaneco, en palabras de los descendientes japoneses vivieron en Japón, es visto como un latinoamericano más, con la salvedad de contar con algunos valores próximos, pero no los mismos a la pureza japonesa.

El medio social japonés hostil para los forasteros, al prevalecer la violencia simbólica del capital social y cultural japonés en contra de lo externo a su cultura, justifica en la construcción discursiva de la supuesta pureza étnica japonesa la cual genera la exclusión cotidiana de los nikkei, al englobar a todos los descendientes japoneses nacidos en América Latina, como parte de ese grupo homogéneo llamado nikkei latinoamericanos (Melgar, 2015b). La estrategia consistente entre los descendientes japoneses chiapanecos para adaptarse lo mejor posible al entorno social, con reglas sociales distintivas, es agruparse dentro de grupos de nikkei latinoamericanos. Gracias a esa afiliación emocional o social entre los nikkei iberoamericanos, basado en esa representación de la pan-nikkeidad, lograr sobrellevar los abusos laborales y tener un entorno propio social para convivencia en Japón (Melgar, 2015a; Lagones, 2016). Es importante enfatizar que aquí sucede un esencialismo cultural al apelar a la pan-nikkeidad, donde “el sentido de mestizaje que reivindican las agrupaciones nikkei es más cultural que biológico” (Melgar, 2015b: 232), esta perspectiva esencialista de agrupación oculta las diferencias intra-énicas.

El Sueño Japonés para los nikkei chiapanecos para construir vínculos con Japón desde su etnización, conforme pasan los meses y años se desdibuja, al darse un proceso de re-etnización de su afiliación étnica con el resto de nikkei latinoamericanos, mientras sus elementos japoneses por una des-etnización de sus vínculos con el país nipón desde su ancestro, debido a la exclusión cotidiana y diferenciación suscitada por su mestizaje con lo no-japonés (cfr. Melgar Tísoc, 2015b).

Simbolización y psicosomatización de las normas sociales japonesas en el espacio laboral en Narita y Tokio

La experiencia del gangabaru para los testimonios chiapanecos vivieron en Japón, se focaliza en un grupo mayoritaria que coincide en compartir percepciones en la forma de movilizarse laboralmente distinta a como lo hacen en México. Debido al poco balance entre la vida personal-laboral, la empresa es tu familia, y estás obligado el trabajador a asistir a eventos de sus compañeros y superiores, donde el marco legal de trabajar horas extras remunerados por empresas japonesa, el individuo renuncia a la construcción de su vida personal, más allá de momentos para preparar su comida, descansar y dormir, mientras sus días libres los utiliza para reunirse con otros nikkei localizados en las ciudades donde residen.

En la cultura laboral japonesa tiene un arraigo a la sobreexplotación laboral desde la década cincuenta, cuando grandes corporaciones japonesas buscaban contratar ciudadanos japoneses capaces de entregar su vida a su empresa, al tener lealtad y una entrega laboral absoluta para alcanzar el potencia industrial, se normalizó en la cultura laboral japonesa era requerido trabajar “de 10 a 12 horas al día, los siete días de la semana, año tras año, para optimizar la rentabilidad y aumentar la participación de mercado”(Kobayashi, Tamie y Middlemiss, 2008: 256). Dentro el imaginario de la sociedad japonesa, el trabajo extra no es forzado, es una decisión del trabajador, un acuerdo verbal con su empresa, es un compromiso colectivista por el desarrollo del país.

Esa simbolización de entregarse el trabajo, ya sea la experiencia de un cargador de equipaje de aviones en el aeropuerto de Narita, trabajadores en plantas manufactureras en Tokio, Nagoya y Osaka, para algunos de los nikkei chiapanecos apelo a desarrollar trastornos psicopáticos derivados del efecto exceso de trabajo, donde difícilmente normalizan trabajar horas extras por el beneficio de la empresa o la nación japonesa, sino para ganar más dinero para ahorrarlo y después utilizarlo en una inversión a Chiapas. Es decir, el modo de necesidad por trabajar entre los japoneses y Nikkei Dekasegi es distinto, lo cual se evidencia en su forma de relacionarse entre sí en un espacio laboral. Mientras los japoneses llaman la atención a los trabajadores nikkei para que se perfeccionen en su oficio laboral, como parte de su gangabaru, “aguantar y hacer lo mejor que puedas”; esa invitación constante de sus superiores o jefes a asimilar los valores japoneses en su dinámica laboral fue significada por algunos de los trabajadores como hostigamiento o acaso laboral, en espacios laborales donde el trabajo físico era demandante.

La forma de concebir el trabajo entre japoneses y nikkei dekasagi, produce una distinción social entre lo japonés y lo forastero, al ejemplificarse en los valores y forma de vivir el trabajo “el espíritu japonés” o el “espíritu gambarê” en la historia y el comportamiento de su comunidad (López-Calvo, 2018: 218). Aunque sí enfatizó en los testimonios de los nikkei chiapanecos entrevistados, el énfasis de sus jefes japoneses en el trabajo de temple de aguantar, significada en su capacidad de autocontrol de sus emociones, algo más difícil de presentarse en los otros gaijin (extranjeros no nikkeijin).

Las estrategias existentes entre los nikkei para sobrellevar la demanda física y mental de su vida laboral, apelan a la nostalgia del terruño, al construir un consumo nostálgico de productos gastronómicos, semillas, cereales, perfumes, vestimenta, libros, documentales, musical y películas de México, de ser posible de Chiapas.[5]

La nostalgia hacia el terruño, por parte de los nikkei chiapanecos, termina siendo el remedio que los protege de los males de la psicosomatización de la sobreexplotación laboral japonesa. La añoranza a sus terruños en sus localidades en Chiapas, les permite establecer un contacto con los otros chiapanecos y mexicanos en Japón, con lo cual inconscientemente el viajero termina por edificar otro terruño en su ciudad japonesa desde su afiliación a clubes sociales o grupos de amigos latinoamericanos, matizada por unirse a otros individuos que compartan sus elementos culturales le recuerdan a su hogar en el Soconusco (cfr. Minia, 2017).

Resignificación de ser nikei en Japón y al retornar a Chiapas

Los nikkei dekasagi son una demostración de los fenómenos transnacionales existentes, al estudiar la migración circular laboral, de Chiapas a Japón. En el plano étnico, este grupo poblacional dentro los nikkei chiapanecos demuestran la existencia de un tercer espacio de liminalidad, hibridez e intercepciones en la construcción de comunidad imaginada, al crearse un nuevo espacio de enunciación de lo ´nikkei´, al unirse la cultura japonesa y la chiapaneca de la costa de Chiapas, desde experiencias laborales concretar. “Desafía nuestro sentido de la identidad histórica de la cultura como fuerza homogeneizadora, unificadora, autenticada por el pasado originario, mantenida viva en la tradición nacional del pueblo” (Bhabha, 1994: 37).

En el momento las fuerzas emocionales y mentales son agotadas, algunos nikkei dekasegi chiapanecos me mencionaron que entre viajes breves a su lugar de origen, necesidad de reincorporarse a sus familias en Chiapas ante la ausencia de sus seres queridos (hijos principalmente), procesos continuos de renovación de contratos laborales en Japón por la mediación de contratistas, vivir la adversidad de adaptarse a la sociedad japonesa se percataron su cura final a su nostalgia su terruño es la migración de retorno, de manera definitiva y voluntaria. Este último viaje antecede a otros más, donde ya se plantea el retorno definitivo, por medio de visitas regulares a sus coterráneos y la inquietud a reincorporarse a sus comunidades y reintegración (Hirai, 2013). Al regresar estos viajeros, su viaje no ha terminado, porque continuamente retornan a Japón, cada vez transmiten sus experiencias, recuerdos y conocimientos sobre el país nipón.

En algunos casos, los nikkei chiapanecos después de pasar un proceso de encantamiento del modo de vida japonés y su posterior desencantamiento al verse confrontados por ese espacio cultural distinto, su asimilación de gustos por Japón no es suficiente para afirmar que se sienten japoneses, así también no sentir sus valores adquiridos es parte de las comunidades nikkei en el Soconusco. Por el contrario, la interacción con miembros de comunidades nikkei de ascendencia peruana y brasileña en ciudades japonesas, redefine su sentimiento de solidaridad es más próximo por ser parte de países iberoamericanos, y no tanto con los imaginarios comunitarios construidos en sus terruños. Eso se evidencia, gran parte de estos nikkei dekasegi al retornar a Chiapas, no están interesados en los procesos y dinámicas de asociacionismo construido por las asociaciones civiles y organizaciones locales de nikkei, quienes generalmente sitúan su etnicidad comunitaria desde un proceso de autoesencialización de la cultura material. Posiblemente algunos nikkei dekasegi se percaten de las diferencias intra-étnicas dentro de sus comunidades locales.

Las experiencias subjetivas de estos migrantes circulares chiapanecos después de comprender qué hay más allá del Sueño Japonés, provoca que ya no se autodenominen nikkeijin sin cuestionarse por la estrategia retórica de ese término usada por el gobierno japonés. Su énfasis se focaliza más por visibilizar los procesos de micro-discriminación sufrieron en su ámbito laboral y social al vivir en Japón, y no tanto en reafirmar su japoneseidad, desde un esencialismo cultural, de identificarse más japoneses por saber preparar gastronomía japonesa, modos de comportarse en la sociedad japonesa o valores morales modificados mientras estuvieron allá.

Los nikkei dekasegi chiapanecos, en algunos casos concretos que documenté, pasan por un proceso de metamorfosis sobre su identificación étnica. Al mismo tiempo hay una doble conciencia, “la minoría nikkei oprimida que aparece en estas obras complica el concepto de verse a sí misma a través de los ojos del Otro como ontológicamente inferiores o como forasteros en su propio país, puesto que en muchos casos nunca abandonan su propio sentimiento de superioridad étnica” (López-Calvo, 2018: 212). Estos casos particulares de nikkei se cuestionan las categorías de discriminación racial, desde un nacionalismo cultural, detrás del uso del concepto nikkeijin por parte la cultura japonesa producto; así mismo reconoce que pasaron por un proceso transcultural al interactuar con otros nikkei en Iberoamérica, donde a veces practicaron más el idioma castellano en ciudades japonesas que el propio japonés.

La apelación a su etnicidad de los nikkei dekasegi al retornar a Chiapas, son narrativas que ejemplifican los procesos de desetnificación y reetnificación, los cuales nos permiten analizar la construcción de identidades híbridas, al cuestionar la formas de esencializar la cultura y nacionalidad (cfr. López-Calvo, 2018).

En algunos de estos exploradores se embarcaron hacia lo desconocido, se percatarán desde su retorno, ya no pertenecen a su tierra y tampoco a Japón, ahora forman parte de la intersección de algo más que no puede denominar simplemente con ser chiapaneco, mexicano, japonés o nikkei. Estos argonautas dialogan consigo mismos con símbolos que alguna vez fueron familiares, para repetidamente pasar por una re-etnización y des-etnización de su experiencia intersubjetiva, así juegan con los significados, para vincularse con uno u otro colectivo étnico, dependiendo de las necesidades requieran articular en el ahora.


Bibliografía

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Cruz Nakamura, Martin Yoshio (2020), “Más allá del mar: la comunidad Nikkei de México, caso Soconusco, Chiapas y Ciudad de México”, Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

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[1] Egresado de la Maestría en Antropología Social en CIESAS Sureste/Noreste. En la actualidad, es estudiante de doctorado en FLACSO-México.

[2] Ciertamente existe una distinción entre los descendientes japoneses de acuerdo con el grado generacional tiene parentesco con su ancestro japonés, entre los miembros de las comunidades en esos territorios en Chiapas, se asignan todos con el nombre nikkei. El término Nikkei se denomina a los descendientes japoneses no nacidos en Japón, para especificar más mencionamos cuatro distinciones generacionales: Issei, emigrantes japoneses residen fuera del país nipón; nisei, la segunda generación de nacidos fuera de Japón, con al menos un progenitor japonés; sansei, tercera generación, nacidos fuera de Japón con al menos un progenitor nisei; yonsei, cuarta generación, descendientes japoneses con al menos un progenitor sansei.

[3] Nikkei dekasegi, se refiere a los descendientes japoneses, en Japón son trabajadores temporales.

[4] “Permitió el ingreso a todos los descendientes de origen japonés o Nikkeijin hasta la tercera generación (Sansei), con posibilidad de obtener el visado de larga permanencia (teijuusha) y sin restricciones en el tipo de empleo” (Rossi, 2011: 3)

[5] Ese consumo nostálgico sucede con nikkei de otros países latinoamericanos (cfr. Melgar, 2014).