Mujeres indígenas y vejez. De la desigualdad social a los legados intergeneracionales

Patricia Rea Ángeles[1]
Cátedra Conacyt-IIS-UNAM
patriciarea@sociales.unam.mxpatriciareaangeles@gmail.com

Para Rosita. Mujer de la nación de la lluvia que
perdió la batalla ante el Covid-19.

Introducción

Este breve artículo tiene por objetivo central mostrar la desigualdad social a la que las mujeres indígenas, y de manera especial, las Mujeres Indígenas Personas Adultas Mayores (MIPAM), han estado sujetas históricamente. Un segundo objetivo es mostrar la enorme riqueza y patrimonio vivo que representa este sector de la población para México y el mundo. Para ello, retomo parte de la sociodemografía de las MIPAM para explicar las distintas problemáticas que enfrentan en materia de salud, educación, empleo, racismo, discriminación y otros aspectos que las vulneran y contribuyen a su exclusión de las políticas sociales. Los datos que retomo provienen de distintas fuentes de información como Conapo, INEGI, Coneval, INALI, INPI, ENADIS, entre otras. Así como del trabajo de investigación que he realizado sobre vejez indígena y género durante los últimos seis años como parte del programa Cátedras Conacyt, actualmente llamado Investigadoras e Investigadores por México del Conacyt.

Una segunda parte de este artículo muestra las enormes contribuciones que hacen a sus familias, grupos de pertenencia, a la sociedad mexicana y al mundo entero. Visibilizo su trabajo y sus aportes en la conservación de la soberanía alimentaria, la salud, el equilibrio con la naturaleza y otros aspectos indispensables para la supervivencia de la vida humana.

Cierro haciendo una reflexión sobre las condiciones en que se encuentran y sobre lo que pueden hacer los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general para contribuir con su bienestar y calidad de vida.

Sociodemografía de las mujeres indígenas adultas mayores en México

Diversos autores han enfatizado la triple y hasta cuádruple opresión que viven las mujeres indígenas por su condición de etnia, clase y género (Sánchez, 2009; Rea et al., 2021). Ser indígena, pobre y mujer, provoca distintas desigualdades sociales y acceso a oportunidades. A esta condición se pueden sumar otras como contar con una discapacidad, formar parte de la comunidad LGBTTTIQ, ser migrante y ser persona adulta mayor, lo cual las coloca en una situación aún más compleja ante la falta de políticas públicas focalizadas, transversales y con perspectiva de género que atiendan sus necesidades y contribuyan a mejorar su calidad de vida. Los datos estadísticos comprueban la situación de precariedad en la que se encuentran, que ha sido poco visibilizada y atendida por las autoridades pertinentes en la materia.

Siglos de colonialismo, aunado al actual sistema político-económico neoliberal, la falta de voluntad política para atenuar las brechas de desigualdad social, así como las prácticas patriarcales predominantes de la cultura occidental e indígena, han provocado que las mujeres que acumulan más desventajas tengan menos oportunidades de acceso a la educación, empleo, ingresos, servicios de salud, vivienda digna, pensiones, jubilaciones, entre muchos derechos más plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los principales instrumentos internacionales que el gobierno mexicano ha ratificado.

El ámbito de la salud es quizás en el que se refleja la mayor desigualdad social hacia las mujeres indígenas personas adultas mayores (MIPAM). Si bien datos de los últimos censos arrojan una alta afiliación a los sistemas de salud, las investigaciones sociológicas y antropológicas muestran que aún hay mucho trabajo por hacer para tener una cobertura total en los mismos, contar con servicios de calidad en este rubro, así como con un sistema de salud intercultural y con perspectiva de género que atienda las problemáticas de salud específicas que presentan.

Así, por ejemplo, en el año 2010 el INEGI confirmaba que un poco más de la tercera parte de la población adulta mayor indígena se encontraba afiliada al sistema de protección social del Seguro Popular. Un programa de orden federal que estaba dirigido principalmente a las familias con más escasos recursos, que no contaban con IMSS, ISSSTE o algún otro tipo de seguridad social. Si bien es cierto que este programa logró atender las principales necesidades en materia de salud, también es cierto que evidenció el nulo acceso al empleo formal y a la seguridad social para la población indígena en México. Hasta hoy, esto se ha traducido en poco o nulo acceso de las MIPAM a servicios de vivienda digna, jubilaciones, préstamos, aguinaldo o pensiones de vejez que garanticen la protección frente a los riesgos de pérdida de ingresos en la edad avanzada o ante las crisis económicas recurrentes en el siglo actual.

Actualmente, datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI indican que en México 6.1% de los hombres y 6.1% de las mujeres de 3 años y más hablan alguna lengua indígena. Es decir, 7 364 645 personas, de las cuales, 48.6% son hombres y 51.4% son mujeres (INEGI, 2020). De estas 7 364 645 personas indígenas, 1 244 624 son mayores de 60 años, 604 037 hombres y 640 587 mujeres, lo cual indica el predominio de la población adulta mayor indígena femenina sobre la masculina (INEGI, 2020). De estas 640 587 mujeres indígenas mayores de 60 años, 505 694 se encuentran afiliadas a servicios de salud, mientras que 134 778 no cuentan con estos servicios (ver tabla 1). No obstante, es importante advertir que, pese a que la mayoría de la población femenina indígena adulta mayor cuenta con estos servicios, dicha afiliación no siempre es garantía de mejores condiciones de vida o de una buena salud.

Tabla 1. Población femenina adulta mayor de 3 años y más que habla lengua indígena con y sin afiliación a servicios de salud, 2020.

Edad Con afiliación a servicios de salud Sin afiliación a servicios de salud
De 60 a 64 años 136 449 38 607
De 65 a 69 años 122 139 31 438
De 70 a 74 años 89 384 21 234
De 75 a 79 años 67 996 16 584
De 80 a 84 años 45 338 12 353
85 años y más 44 388 14 562

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda 2020, INEGI.


Al respecto, investigaciones de Campos (S/A), Vásquez (2003), Reyes (2012, 2014 y 2016), Reyes y Villasana (2010), Hurtado et al. (2013), Villaruel (2014), Pelcastre (2014), Ronzón, Vázquez y Munguía (2017), entre otras realizadas entre población adulta mayor indígena, muestran las terribles deficiencias y vacíos en la calidad de estos servicios.

Dichos especialistas indican que entre los problemas más graves que dificultan el acceso a los servicios de salud de calidad para las personas adultas mayores indígenas se encuentran la insuficiencia de hospitales, centros de salud y clínicas dentro de las regiones indígenas, falta de un sistema de salud intercultural y con perspectiva de género, largos tiempos de espera en la atención, carencia de medicamentos o inexistencia de los mismos, racismo, discriminación, falta de atención en lenguas indígenas ‒teniendo en consideración que muchas mujeres indígenas mayores son monolingües‒ así como los problemas derivados de la actual pandemia: interrupción de los tratamientos médicos, falta de atención y seguimiento a enfermedades crónicas, interrupción y ausencia de citas de especialidad, falta de infraestructura, medicamentos para atender a personas contagiadas de Covid-19, entre otros más.

Respecto al tema de la salud también sobresale la falta de atención a la salud mental y la visibilización de esta problemática entre las mujeres indígenas personas adultas mayores. Datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, indican que, de las 640 587 mujeres indígenas mayores de 60 años, 386 852 tienen alguna limitación, discapacidad o algún problema o condición mental (ver tabla 2). Esta situación es alarmante si pensamos que más de la mitad de esta población presenta esta condición y que son las mujeres de 85 años y más, las más vulneradas en este sentido.

Tabla 2. Población femenina adulta mayor indígena con limitación, discapacidad o algún problema o condición mental, por rangos de edad, 2020.

Rangos de edad Mujeres
60 a 64 años 81 684
65 a 69 años 81 494
70 a 74 años 68 849
75 a 79 años 58 862
80 a 84 años 45 141
85 años y más 50 822

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda 2020, INEGI.


Discapacidad y enfermedades mentales entre la población indígena son aspectos que han sido poco considerados dentro de los programas gubernamentales o en las investigaciones de corte académico, pero se trata de afectaciones que están impactando a todas las poblaciones alrededor del mundo y de manera especial a las mujeres mayores. Entre los trastornos neuro-psiquiátricos más comunes encontramos la demencia, la depresión y la ansiedad en ese grupo de edad (OMS, 2020).

Estas enfermedades pueden causar grandes sufrimientos y trastornos en la vida de las mujeres indígenas, pero especialmente en aquellas de mayor edad, quienes han acumulado una serie de desventajas sociales a lo largo de su ciclo vital. De manera general, la Organización Mundial de la Salud (2020) registra que la depresión unipolar afecta a un 7% de la población de personas mayores en el mundo y representa un 5.7% de los años vividos con una discapacidad entre las personas de 60 años de edad y mayores. Uno de los principales problemas en torno al padecimiento de la depresión es que en las unidades de atención primaria de salud ésta no se diagnostica ni se trata como debiera. En contextos indígenas, se trata de padecimientos poco diagnosticados y atendidos por los sistemas de salud, pero que se han incrementado por las condiciones actuales de aislamiento social, las nuevas condiciones de vida y las muertes irreparables que provocó el Covid-19. De ahí la enorme insistencia en visibilizar esta problemática que afecta de manera recurrente la vida de las mujeres indígenas mayores.

Aunado al tema de la salud y la salud mental, existen otras problemáticas que las mujeres indígenas mayores enfrentan y que expresan la desigualdad social a la que han estado históricamente sujetas. El ámbito de la educación es una de ellas. Datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI apuntan que de las 640 587 mujeres indígenas personas mayores, 366 681 no tienen escolaridad, es decir, el 57% (ver gráfica 1).

Gráfica 1. Población femenina indígena adulta mayor sin escolaridad

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda 2020, INEGI.

Como muestran los datos, conforme incrementa la edad, incrementan también las posibilidades de no tener escolaridad y ser monolingüe. Y en un país donde hablar una lengua indígena[2] debería de representar una enorme fortaleza, dignidad y orgullo, más bien representa una posibilidad de vivir racismo, discriminación y falta de oportunidades. Datos del INEGI confirmaron que, en el año 2010, el 19% de la población indígena era monolingüe, situación que favorecía la discriminación de las mujeres y que el 60% era analfabeta, lo que desfavorecía su inserción en los mercados de trabajo de la economía formal (INEGI, 2010).

Aunado a ello, la Encuesta Nacional sobre Discriminación del INEGI (2017), arrojó que son sobre todo las mujeres quienes llegan a experimentar discriminación por el color de la piel y la manera de hablar, principalmente (ver tabla 3).

Tabla 3. Porcentaje de la población indígena de 12 años y más que declaró haber sido discriminada en los últimos 12 meses por característica que la motivó, según sexo

Motivo de discriminación Sexo
Mujeres   Hombres
Tono de piel 13.4 10.0
Manera de hablar 8.6 6.8
Peso o estatura 8.0 10.5
Forma de vestir o arreglo personal (tatuajes) 6.6 7.2
Clase social 10.0 9.3
Lugar donde vive 9.4 9.0
Creencias religiosas 6.6 7.3
Mujer (Hombre) 8.2 17.1
Edad 10.2 9.0
Preferencia sexual 31.7 26.1

Fuente: INEGI. Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017.

Es bien conocido que el Estado mexicano y su apuesta por la conformación de una sola nación en la época posrevolucionaria, fomentó no sólo la extinción de las lenguas indígenas, sino también un proceso de racismo de la población mexicana hacia las minorías, especialmente hacia los pueblos indígenas y afromexicanos. Se trata de una huella histórica que ha sido muy difícil deconstruir y transformar, pese a los intentos que el propio Estado hace por recuperar las lenguas que un día intentó exterminar.

Finalmente, la tasa de participación económica de la población femenina indígena de 60 años y más, es otro de los indicadores de la falta de oportunidades para ellas. En los datos que nos proporciona el INEGI es interesante advertir que los porcentajes son muy bajos y que incluso han decrecido. Pasando de 15.26% de su participación en el sector económico en el año 2000 a 10.89% en el año 2015 (ver tabla 4).

Tabla 4. Tasa de participación económica de la población femenina indígena de 60 y más años, 2000-2015.

Año Porcentaje de mujeres indígenas de 60 y más años
2000 15.26
2010 14.01
2015 10.89

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de los Censos de Población y Vivienda 2000 y 2010 y de la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI.


El descenso de las tasas de participación económica de las MIPAM puede tener una relación directa con los apoyos de programas sociales destinados a personas mayores, pero esto no lo sabemos a ciencia cierta. Lo que es un hecho es que se trata de una espiral de desigualdad social que se replica al infinito: las mujeres indígenas desde una temprana edad no tienen acceso a la educación, mucho menos a la educación superior que les permita ingresar al empleo formal y la seguridad social, mejorar la calidad de vida de ellas y sus familias para poder tener una vejez digna al final de su ciclo vital.

En el proceso de cuidar de sus familias y de ellas, las mujeres indígenas mayores se encuentran acompañadas y protegidas en gran parte por su entorno social, sus comunidades, sus familias, sus pares, mujeres indígenas mayores, en su misma condición. En un Estado con una enorme riqueza que debería garantizar sus derechos como mujeres, como indígenas, como mexicanas, como legado invaluable para la humanidad, pero que hasta la fecha sólo ha generado políticas de corte asistencialista y no de resolución de la pobreza en las regiones y territorios que habitan.

Hasta la fecha, la creación de un Sistema Nacional de Cuidados que garantice su derecho a ser cuidadas, sobre todo en casos de enfermedad o vejez, sigue pendiente. Distintas instancias, organizaciones de la sociedad civil y la academia, hemos insistido en su creación que corresponsabilizaría al Estado mexicano, a la sociedad civil y a las familias en la labor de cuidar, pero hasta el año 2022, momento en que se escriben estas líneas, ha habido poco avance en este sentido. ¿Quién cuidará de las mujeres, no sólo de las mujeres indígenas, cuando ellas ya no puedan cuidar de otres, ni de sí mismas? (Rea, 2020a, 2020b) La pregunta sigue quedando en el aire.

Título: Abuela de la Nación Comcaac. Punta Chueca, Sonora, 2 abril del 2021. Foto: Patricia Rea Ángeles.


Mujeres indígenas personas adultas mayores y legados intergeneracionales para la humanidad

Ante la indefensión en la que se encuentran las mujeres indígenas mayores, ellas han sido capaces de crear sus propias estrategias de resistencia frente a una sociedad que las excluye y las margina. Hoy en día, forman parte de amplias comunidades que las protegen y donde su actuar político cotidiano es una realidad.

Actualmente son las depositarias de conocimientos muy antiguos no sólo para su supervivencia o la de sus comunidades, sino para la supervivencia de la humanidad. Son aspectos que han sido poco valorados, reconocidos o visibilizados, pero ellas representan un patrimonio intangible de la humanidad invaluable. Basta mencionar algunos ejemplos de las importantes labores que realizan a favor del bienestar de la sociedad mexicana y del mundo.

Datos de la ONU (2018) indican que son los pueblos indígenas, pero especialmente las mujeres indígenas, quienes protegen el 80% de la biodiversidad del planeta. Aunado a esta importante labor, contribuyen de manera significativa a la conservación de la soberanía alimentaria a través de diversos saberes y conocimientos sobre el cuidado y la reproducción de los cultivos, los animales, los territorios y las tierras donde se reproduce la mayor cantidad de flora y fauna del planeta.

De manera especial, las mujeres indígenas mayores tienen un papel activo en la agricultura sustentable, no de la explotación por la explotación de la tierra, sino la obtención de recursos para la supervivencia humana y la renovación de sus ciclos. Su participación en los periodos de cultivo garantiza contar con alimentos sanos y de primera calidad, lo cual contribuye a mantener una buena salud y calidad de vida. A nivel global, estas prácticas locales permiten hacer frente a la crisis alimentaria, ecológica, climática y financiera que ha desatado el sistema capitalista y el modelo económico neoliberal que sólo fomenta la agricultura de carácter intensivo, de gran escala, dependiente de insumos agroquímicos y liderada por multinacionales. En ese sentido los saberes ancestrales de las mujeres y particularmente de las MIPAM, intervienen para equilibrar estos procesos sumamente invasivos y violentos que se ejercen de parte de los grandes consorcios internacionales en contra del planeta Tierra.

Ellas también intervienen en la producción, distribución y reproducción de los alimentos saludables; son las grandes polinizadoras de la alimentación cuando mantienen, experimentan, intercambian, venden y compran semillas, hongos, plantas, flores y animales en los mercados locales garantizando una alimentación segura, sana, nutritiva y de calidad, no sólo para los pueblos indígenas, sino para la población de todo el país. Se trata de modelos sustentables que garantizan la creación de bancos de alimentos tan importantes como el maíz y todas sus variedades. Respecto a éste, su trabajo en las milpas y en los mercados locales ayuda a preservar las 64 razas que hay en México, de las cuales 59 son nativas. Por tanto, tienen una importante labor no sólo en la preservación de la diversidad cultural, étnica y lingüística sino también de la diversidad genética. Entonces hay un ciclo de la vida que se repite al infinito y que repercute en cada uno de los hogares de nuestro país.

Título: “Maíz Mixe”. Oaxaca, diciembre del 2021. Foto: Patricia Rea Ángeles.


Además, tienen una labor elemental en la defensa de las tierras y los territorios donde se encuentra la mayor biodiversidad del planeta. Es bien conocido que la economía neoliberal y sus proyectos –mineras, hidroeléctricas, eólicos y otros–, han tenido un ataque franco y directo contra los líderes que los resguardan y los protegen, y, son precisamente las mujeres indígenas mayores quienes han estado a la cabeza de las luchas junto a sus compañeros varones, sus hijas, hijos y nietos. Asimismo, quienes han enseñado a las más jóvenes a organizarse, luchar, resistir y ganar batallas.

Hay muchos otros ámbitos donde las mujeres indígenas adultas mayores, “las abuelas” o “las mayoras”, como las nombramos dentro de nuestros pueblos originarios, participan: en la difusión de los conocimientos y saberes sobre medicina tradicional, en la reducción, control y prevención de desastres –mal nombrados desastres naturales–, la protección de los bosques, los mares, los manglares y la riqueza biocultural, así como en la mitigación del cambio climático a nivel global.

Título: “Artesanías Comcaac”. Punta Chueca, Sonora, 2 abril del 2021. Foto: Patricia Rea Ángeles.


Mujeres indígenas personas adultas mayores. Retos para la construcción de políticas públicas incluyentes

En la atención de las MIPAM hay importantes retos. Las políticas públicas que se diseñen para su atención tienen que contemplar el panorama actual de la falta de acceso a derechos elementales e implementar una perspectiva de género, intercultural, intergeneracional y de derechos humanos.

Es indispensable ampliar la cobertura de acceso a la educación, y en especial a la educación media superior y superior para las mujeres más jóvenes; asegurar campañas de información, de acceso a procesos educativos, a becas y subsecuentemente garantizar las condiciones de ingreso al empleo formal y a la afiliación a la seguridad social. Condiciones que permitirían tener un envejecimiento digno y protegido.

En el tema de la salud apremia la creación de un Sistema de Salud Intercultural de amplia cobertura, así como procesos de capacitación de los profesionales de la salud que tomen en consideración las necesidades de los distintos grupos étnicos, etarios, y de las mujeres. No es lo mismo la atención de las octogenarias coomcac que de las centenarias mixtecas, por ejemplo. Aunado a esto, hay que poner atención especial en aquellas mujeres mayores que enfrentan enfermedades crónicas y degenerativas, y a aquellas que padecen enfermedades mentales y neurales e invertir en investigación y políticas públicas focalizadas en estos temas.

Una labor enorme será la elaboración de políticas sostenibles sobre la asistencia a largo plazo y los cuidados paliativos e insistir en la creación del Sistema Nacional de Cuidados que corresponsabilice a gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y familias en esta labor. Asimismo, es importante promover políticas para el envejecimiento digno y activo (OMS, 2002), ya que se trata de un sector de la población que vivirá más años, pero no en las mejores condiciones como han señalado algunos especialistas. Son muchas las acciones que pueden realizarse en favor no sólo de este sector de la población, sino de todos aquellos que viven en serias condiciones de desigualdad social en el presente siglo.

Este pequeño artículo es un homenaje a las guardianas de este planeta, a las mujeres indígenas, a las abuelas, que han posibilitado la reproducción de la vida; van estas sencillas letras para las guardianas que continúan con nosotros y para las que se han ido en tiempos de pandemia dejando un legado imprescindible y un vacío irreparable para la humanidad.

Bibliografía


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Pelcastre Villafuerte et al. (2014),Los retos de la atención a la salud para adultos mayores en zonas indígenas”, en Pablo Jasso, Bernardino Jaciel Montoya, Adán Barreto y Tomás Serrano (coords.), Hitos demográficos del siglo XXI: Envejecimiento, tomo II, México, Universidad Autónoma del Estado de México, pp. 113-132.

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——————– (2020b), participación en el Seminario: Género, Igualdad y Participación Social, conferencia “Personas adultas mayores, cuidados de largo plazo y género frente al COVID 19 en Sonora”, Instituto Municipal de Cultura y Arte de Hermosillo, Sonora, Facebook Live, Sonora, 26 de octubre. Disponible en: https://www.facebook.com/patricia.reaangeles/posts/10158031057499580

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  1. Líneas de investigación: 1) Vejez, pueblos indígenas, género y políticas públicas; y 2) Envejecimiento demográfico, género, cuidados y redes de apoyo.
  2. Las entidades con mayor porcentaje de hablantes de lengua indígena de 3 años y más son: Oaxaca (31.2%), Chiapas (28.2%), Yucatán (23.7%), Guerrero (15.5%) y Quintana Roo (11.7%). Las entidades donde las mujeres representan más de la mitad de la población hablante de lengua indígena son: Guerrero (53.3%), Ciudad de México (53.5%), Oaxaca (52.9%), Puebla (52.9%), Estado de México (52.7%), Veracruz (51.8%), Hidalgo (51.5%), Morelos (51.2%), Chihuahua (51.1%), Chiapas (51.0%) y Michoacán (51.0%) (Inmujeres, 2021).