Guerra, tifo y cerco sanitario en la ciudad de México 1911-1917

América Molina del Villar, Guerra, tifo y cerco sanitario en la ciudad de México 1911-1917, México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2016.

Ana Luisa Cruz


Las primeras dos décadas de siglo XX en México marcaron un cambio en la historia política y social del país. El inicio de conflicto armado con la caída del antiguo régimen porfirista y las fases de la confrontación militar marcadas por diferentes proyectos nacionales, propiciaron un entorno de incertidumbre social, económica y política. La inestabilidad no sólo se manifestó en la confrontación militar, sino también en un deterioro de las condiciones de vida de la población, principalmente en un aumento de la pobreza. La pobreza uno de los temas principales del libro de la Dra. América Molina del Villar (CIESAS-DF), en el cual el foco de atención está centrado en el agravamiento y las dificultades de grandes sectores para sobrevivir y preservar su salud, que se manifestaron en un recrudecimiento de enfermedades infecciosas, como el tifo.[1] El padecimiento está fuertemente asociado a la guerra, la insalubridad y la pobreza. Durante ese periodo también se presentaron otras enfermedades como viruela, tuberculosis y escarlatina en el centro, norte y en el Golfo de México, así como fiebre amarilla en Yucatán.

La investigación se centra en uno de los momentos más críticos y sangrientos de la Revolución mexicana y en el transcurso de 1911 a 1917, tema que ya había desarrollado con anterioridad la Dra. Molina del Villar en el artículo “El tifo en la ciudad de México en tiempos de la Revolución Mexicana, 1913-1916” (en Historia Mexicana, vol. LXIV, 3, 2015:1163-1247).

  • Primer momento: 1910 a 1914, caracterizado por la presencia de grandes rebeliones, batallas, activismo político, diplomacia y varios gobiernos.
  • Segundo momento: 1915 a 1920, cuando se resolvió el enigma político-militar de quién tomaría las riendas en el país con el triunfo de Carranza y la caída de Villa y Zapata.

Dicha periodización le permite a la autora contextualizar la crisis sanitaria generada por la guerra, los cambios de gobierno, el hambre, la pobreza, destrucción y movilización de personas. Desde 1911 y hasta el 1917 en la capital del país y en otras zonas hubo un aumento en la incidencia de enfermedades infecciosas asociadas a la guerra, la miseria y la insalubridad, como fue el caso del tifo, el cual en algunas regiones coexistió con brotes de viruela y escarlatina.

En 1915 y 1916 irrumpió con fuerza el tifo exantemático[2] en el centro, el Bajío y el norte del país. Esta enfermedad, endémica en México produjo un terrible brote epidémico a consecuencia de la guerra, la carestía y el hambre de 1914 a 1915.

El tifo que se propagó en los tiempos revolucionarios ofreció una excelente ocasión para que las autoridades del gobierno recién instaurado promovieran el éxito de la campaña sanitaria, de atención a las apremiantes necesidades de la población: a los pobres y huérfanos de las enfermedades y de la guerra. Esta situación era importante para contrastar el desempeño del gobierno carrancista durante la emergencia sanitaria con otras crisis, como los años del hambre en 1914 y 1915, cuando Huerta y los gobiernos de la Convención fueron criticados por su mala actuación.

  • Ideas principales de la obra

Capítulo 1. El tifo entre las “tres parcas mortíferas” en México: pobreza, hambre y guerra. En el siglo XVI, en México, el tifo fue conocido como: tabardillo, cocoliztli y matlazahuatl entre otros. El nivel alimenticio de una población juega un papel importante en el desarrollo del tifo, por ejemplo, en Inglaterra, esta enfermedad era conocida como la fiebre del hambre. El tifo es un padecimiento fuertemente asociado a las condiciones económicas y sociales, principalmente con la pobreza, la insalubridad y la guerra, era un padecimiento bio-social.

El vector de los gérmenes patógenos era mediante el piojo del cuerpo humano y de ahí la relación del nivel higiénico de los miembros de una sociedad con respecto a su expansión epidémica. El huésped artrópodo para esta cepa de tifo en los humanos es el piojo blanco o piojo del cuerpo. La investigación en torno a esta cepa se tornó más complicada en virtud de que no es el piquete del piojo lo que provoca la infección, sino que cuando el piojo pica al humano defeca y si el individuo se rasca las heces se introducen en la herida y pasan al torrente sanguíneo.

La Dra. América Molina explica que, a diferencia del periodo colonial, en el que se observó que los brotes de tabardillo y matlazahuatl coinciden con periodos de escasez y carestía, en el inicio de siglo XIX a los brotes de tifo se agregaron otros ingredientes: la guerra y los conflictos armados. La huida de la población, la concentración masiva en las poblaciones y el paso de los ejércitos, empeoraba por lo general las condiciones de salubridad de las localidades que les daban alojamiento, al mismo tiempo que mermaba los recursos económicos. Así los ejércitos se convierten en los principales diseminadores de epidemias y enfermedades, las aglomeraciones humanas en cuarteles y barrancas, el clima frío, las condiciones antihigiénicas, son condiciones indiscutibles para la presencia de epidemia de tifo y otras graves pandemias, como el cólera y la influenza.

El 4 de enero de 1841 se creó el Consejo Superior de Salubridad del Departamento de México. El Porfiriato fue el periodo en el que se llevaron a cabo el mayor número de investigaciones en torno al tifo, y en cual la enfermedad se mantuvo endémica. El año de 1910 es clave, ya que ante una nueva y severa epidemia de tifo en la capitala del país y en el marco de las celebraciones del centenario de la Independencia, Porfirio Díaz lanzó otra convocatoria de un premio de 50 000 pesos de oro para quien descubriera la etiología y cura de la enfermedad. Esta cantidad era considerable, pues representaba cerca de 25 años de salario de un profesor universitario estadounidense, el ofrecimiento desató una fuerte competencia, sin embargo, el premio fue declarado desierto por la Academia Mexicana de Medicina y el descubrimiento del agente tífico se daría hasta 1916.

La Revolución interrumpió el curso de las investigaciones de principios del siglo XX, sin embargo, la lucha contra los brotes de tifo continuó bajo los mismos parámetros, es decir a partir de la política sanitaria higienista. La respuesta del gobierno adquirió un carácter enérgico y fue bautizada bajo las propias características del sistema, alrededor de 1880 se instauró la “dictadura sanitaria”, y fue en ese periodo cuando se introdujeron al país los conceptos de microbios y microfitos. Antes de la caída del régimen de Díaz se editaban boletines y comunicaciones en torno al comportamiento de las enfermedades infecciosas.

Capítulo 2. El flagelo de la guerra devastación y muerte, el tifo de 1911-1914. La insalubridad fue un problema constante en la capital del país y estaba muy presente desde antes que estallara la Revolución. La limpieza e higienización de los muchos barrios marginales de la ciudad no se había concretado, a pesar de los enormes esfuerzos gubernamentales para completar la gran obra del desagüe, el drenaje y el alcantarillado. 50% de las casas de la Ciudad de México se registró como choza: cuartos o habitaciones con pisos de tierra y carentes de divisiones internas. Había retretes colectivos, cuyos desechos se arrojaban a la calle por canales abiertos. En los años que prosiguieron al levantamiento maderista, la ciudad atravesó por serias dificultades para abastecerse de agua potable.

En el corto periodo de gobierno de Madero, desde noviembre de 1911 hasta febrero de 1913, hubo un incremento constante de enfermedades infecciosas en la Ciudad de México: tifo, viruela y escarlatina. La falta de higiene, las dificultades para emprender las campañas sanitarias, el hambre y la falta de agua contribuyeron al agravamiento de padecimientos infecciosos. En ese lapso, el Consejo Superior de Salubridad tuvo que hacer frente a la amenaza de dos pandemias: el cólera en 1911 y la peste bubónica en 1912.

En el año 1913, la Ciudad de México padecía la peor devastación de la Revolución y varias zonas de la capital se convirtieron en campos de batalla. En las sesiones del Consejo Superior de Salubridad se notificó que los combates acaecidos durante la Decena Trágica habían sembrado de cadáveres la ciudad, muchos de los cuales se incineraron sin constatar su identidad. La gran cantidad de muertos fue acompañada por un aumento notorio de tifo, el cual tuvo otro repunte importante en el otoño e invierno. Al igual que en el resto del país, en la capital las enfermedades infecciosas aumentaron conforme se agudizó la inestabilidad política y la guerra.

Capítulo 3. Los prolegómenos de la epidemia: el “mal gobierno” y el hambre, 1913-1915. Huerta asestó un gran golpe al orden social y al poder presidencial el 22 de febrero de 1913, tras haber ordenado la ejecución de Madero y Pino Suárez, crimen que se llevó a cabo después de librarse varios enfrentamientos violentos en la capital. El fuego cruzado redujo los edificios públicos y residenciales particulares a un montón de escombro. Los establecimientos comerciales cerraron sus puertas, los artículos de consumo escasearon y los precios se elevaron. La ciudad era un caos, las calles de la capital estaban regadas de coches quemados, pieza de armamentos y las víctimas civiles se contaban por cientos.

El caos y el desorden en el gobierno de Huerta repercutieron en materia de sanidad. Se enfrentó una severa crisis económica y ante la falta de recursos en las finanzas del gobierno las obras de saneamiento y mantenimiento urbano debieron interrumpirse. Desde fines de 1913 se temía el resurgimiento de graves epidemias, como tifo y viruela. La pobreza se acrecentó, la migración a la capital aumentó y el hambre sobrevino después. Ante una derrota inminente, Victoriano Huerta renunció el 8 de julio de 1914 y huyó del país.

A mediados de marzo de 1915 los constitucionalistas abandonaron la capital y trasladaron el poder a Veracruz. La capital fue retomada por los convencionistas, quienes tuvieron que hacer frente a la carestía y el hambre. La llegada del nuevo escenario originado por la guerra fue motivo de preocupación y pretexto para elogiar o denostar al gobierno Convencionista en la prensa. El tema del hambre y la carestía fue utilizado entre distintas facciones revolucionarias para criticar al bando contrario, o bien para cambiar la imagen del país ante la mirada extranjera. La prensa, afecta o no a los distintos grupos revolucionario, fue un medio ideal para ventilar estas posturas.

En agosto de 1915 se recrudeció el desabasto de alimentos a la capital y la mortalidad aumentó a causa del hambre y las enfermedades. Pero, una vez recuperada la capital por las fuerzas constitucionalistas, el gobierno recién instaurado utilizó la distribución de los alimentos como arma de control político y social. Explica la Dra. América Molina, que su investigación le permite vislumbrar un manejo político y de control social durante la campaña sanitaria para combatir el tifo.

Las fuerzas carrancista recuperaron la ciudad el 2 de agosto de 1915 y desalojaron a los zapatistas de los puntos estratégicos del Distrito Federal. A partir de octubre de 1915 aumentó de manera vertiginosa el número de enfermos de tifo en la ciudad y, desde ese momento, afianzado el gobierno constitucionalista, la campaña higienista para combatir el tifo también mostró un cambio radical, sobre todo en la relación con su carácter compulsivo y de control para contener los contagios.

El brote violento de tifo en agosto de 1915 fue precedido por un año de gran inestabilidad, debido a la crisis política derivada del golpe de Estado de Huerta, lo que, sin duda, repercutió negativamente en el levantamiento de las estadísticas de enfermos y muertos, así como en las campañas sanitarias. A estos problemas se sumó el hambre, en medio de una especie de estado de sitio de la ciudad, debido a la gran cantidad de militares que resguardaban sus alrededores.

Capítulo 4. La crisis política y las estadísticas oficiales del impacto del tifo y otras enfermedades infecciosas en la Ciudad de México. A principios de 1915 se activó la alerta en el Consejo Superior ante brotes de tifo, por lo cual los médicos advirtieron del problema e iniciaron las inspecciones a barrios y municipalidades que registraron casos de tifo y otras enfermedades infecciosas. En una de las primeras sesiones del consejo, nueve funcionarios y encargados del mismo órgano sanitario, entre ellos el doctor Domingo Orvañanos.

En octubre de 1915, el doctor Orvañanos asevera que la causa principal de la enfermedad había sido el arribo del Ejército Constitucionalista a la capital en virtud de que algunos soldados enfermos de tifo diseminaron el contagio en los carros en donde fueron recluidos. Esta opinión se puede respaldar si consideramos que el gran número de hombres que ingresaron a la Ciudad de México al mando de Álvaro Obregón era de 18,000 individuos. De acuerdo con la estadística disponible, 50% de los enfermos eran militares o bien sus propios familiares. La escasez de alimentos y el “desaseo de la ciudad” durante la permanencia de los zapatistas eran considerados por este médico como el factor del incremento de casos de tifo, enfermedad endémica en la capital y que siempre se agudizaba en el mes de noviembre. Los casos de tifo no disminuyeron y aumentaron de manera sorprendente en los meses siguientes.

De acuerdo con algunas estimaciones generales, de 1914 a 1919 murió un millón de mexicanos, la cuarta parte en los campos de batalla y ejecutados, mientras las otras tres cuartas partes debido a la hambruna, el tifo y la influenza.

La drástica caída en la incidencia de la viruela ocurrió en el segundo semestre de 1915 y fue en ese periodo cuando el tifo comenzó a repuntar. En 1915 y 1916 el tifo cobró un mayor número de víctimas, por lo que las medidas de control sanitario y traslados de enfermos adquieren mayor energía. Se ordenaba llevar a cabo un registro pormenorizado de los enfermos de tifo y de otras enfermedades infecciosas, para que fueran identificados por los policías y enviados a los hospitales de la Ciudad de México, se localizaba al enfermo y al familiar para hacer la desinfección, colocando un letrero en la casa que indicaba que el lugar estaba en aislamiento. “El enfermo de tifo era denunciado por algún familiar, vecino o conocido para ser aislado en los hospitales de la ciudad.”[3]

Durante 1915 y 1916, hombres y mujeres afectados por otras enfermedades infecciosas fueron remitidos a los hospitales General y Tlalpan. Si bien se presentaron padecimientos diferentes, como la viruela y la escarlatina, el tifo superó por mucho a la suma total de las afecciones con 95% de casos detectados. La viruela y la escarlatina, que en años anteriores reportaron un mayor número de casos, tuvieron una menor incidencia.

Capítulo 5. La diseminación de la epidemia de tifo en los cuarteles y municipalidades de la Ciudad de México, 1915-1916. En la primera década del siglo XX se visualizaban dos ciudades: una moderna habitada por una minoría de la población localizada al sureste de la Plaza Mayor y, la otra, una ciudad caótica que estaba en los márgenes de la moderna capital. Los sectores más pobres de la ciudad residían en el este y noreste, zonas que estaban constantemente amenazadas por las inundaciones del Lago de Texcoco. La sección marginal llegó a ser el foco de atención de las inspecciones sanitarias. Para 1910 la tendencia de la élite y las clases medias fue abandonar sus residencias en el centro de la ciudad para trasladarse a los suburbios ricos en el oeste, aunque el centro y el Zócalo todavía atraían a algunos hombres adinerados.

El crecimiento de habitantes de la capital, a partir de 1913, al extenderse la Revolución, la ciudad se congestionó con una población flotante y, después, definitiva. La guerra modificó la estructura de la demanda. La ciudad con cerca de 50 mil habitantes, vio incrementada su población por hombres, mujeres y niños que huían de la guerra, además de la movilización de efectivos militares.

Durante la epidemia los inspectores del Consejo Superior de Salubridad dirigieron toda su atención hacia los cuarteles que presentaron mayor número de contagios como es el caso de Tacuba y Tacubaya, ambas colonias colindaban con los cuarteles VI y VIII. El caso del centro de la ciudad, las colonias Guerrero, Tepito, Morelos, Manzanares, La Bolsa, Valle Gómez y La Merced, ubicadas en el cuartel VIII, en donde se reportó un gran número de enfermos y que concentraba la gente más pobre. Ahí las calles, plazas y arrabales estaban infestos de humedad, salitre y desechos de animales. Estas colonias conformaron el principal sitio para las clases trabajadoras. Las colonias La Bolsa y Tepito eran, además, barrios peligrosos, pues de acuerdo con la prensa de la época conformaban nidos de ladrones, “mundo sórdido y terrible”, en donde las familias se habían dedicado al crimen por varias generaciones. El mercado de La Merced y la calle Cuahutemotzin (zona de prostitución) eran considerados “focos de peligro”.

Capítulo 6. “Guerra contra la epidemia”. La campaña sanitaria para combatir el brote de tifo de 1915-1916. La autora del libro considera que el manejo de la emergencia sanitaria contribuyó a fortalecer el gobierno de Carranza en un momento crítico, porque aun libraba batallas contra otras fuerzas políticas del país y todavía no había logrado el reconocimiento internacional, principalmente de los Estados unidos. La campaña para combatir el tifo en 1915-1916 bajo la dirección de uno de sus más cercanos colaboradores, el médico coahuilense José María Rodríguez. A partir del afianzamiento del gobierno carrancista en la capital del país, en agosto de 1915, se perfiló una campaña sanitaria más enérgica y con ciertos tintes de control militar y social.

El combate a la epidemia se perfiló a partir de varios frentes. Una de las primeras acciones fue la identificación de los casos, la reclusión y el aislamiento de los enfermos en los hospitales y lazaretos de la Ciudad de México. Otro frente fue luchar contra la insalubridad urbana, lo que llevó a desinfectar espacios públicos, escuelas, plazas, viviendas y todo escondrijo con indicios de enfermos y suciedad. La campaña también se dirigió a la higiene personal pues en estos años miles de personas de todos los sectores sociales fueron bañadas y rapadas.

Después de denunciar a un enfermo de tifo, la casa quedaba señalada, del mismo modo, en las calles, esquinas o lugares públicos cercanos a los hogares en donde se denunciaron casos se pegaban carteles con instrucciones “para precaverse del tifo”. En el traslado de los enfermos se presentó otro gran problema y era que los carros de ambulancias no reunían las condiciones higiénicas adecuadas. Los traslados se hicieron en carros jalados por caballos y mulas, cuya alimentación era difícil debido a las grandes dificultades de pasturas. Los animales estaban padeciendo un gran desgaste por el número de viajes que hacía. Los vehículos se agotaron pronto ante la gran cantidad de enfermos.

Un grave problema en el traslado de enfermos era la larga espera de los pacientes en las casas. En los meses más intensos de la epidemia, un individuo podía permanecer por varios días en su hogar antes de recibir la atención médica. Los meses de noviembre y diciembre fueron intensos y hubo una gran demanda de atención médica. Oficios, quejas y llamadas inundaron las oficinas del Consejo. En diciembre de 1915 la situación del Hospital General era insuficiente. Para entonces había recibido un total de 2 593 ingresos, por lo que en ese mes inició el acondicionamiento en otros hospitales y lazaretos. El lazareto de Tlalpan entró en funciones en enero de 1916, y a partir de este momento empezó a relucir en la prensa como uno de los locales más higiénicos de que se podía disponer. El edificio se encontraba en la ex escuela de aspirantes de Tlalpan, en las inmediaciones de la ciudad. Para el mes de febrero ya se habían remitido al Hospital de Tlalpan un total de 3 943 enfermos. Algunas estadísticas de los ingresos, egresos y fallecimientos acaecidos en el hospital reveló que, gracias a la atención hospitalaria en este lazareto, un gran número de pacientes salvó la vida.

Capítulo 7. El baño obligatorio y la atención médica. Cambio en las pautas de higiene y atención a la salud. La tercera fase de la campaña para combatir el tifo, fue el baño obligatorio y el rapado del cabello de las personas. Al igual que las acciones para recluir y desinfectar casas y lugares públicos, en esta etapa de la empresa higienista, también es posible observar opiniones y actitudes de cierta discriminación hacia los enfermos más vulnerables, es decir, los pobres e indigentes, fenómeno presente en otros brotes epidémicos de tifo de principios del siglo XX.

Más baños, más peluqueros y más individuos bañados y rapados formaron parte de esta campaña vigorosa de limpieza e higiene para exterminar el piojo. Si la gente no acudía voluntariamente, se pedía la intervención de los agentes de policía, quienes proporcionaron gendarmes. Es interesante referir el caso de las mujeres, pues algunas de ellas se negaron a cortarse el pelo a rape, las mujeres que se habían tenido que cortar el cabello cubrían sus cabezas con un turbante de seda.

Los medicamentos contra la enfermedad eran paliativos ya que, hasta entonces, no se había logrado aislar al agente etiológico que permitiera elaborar una vacuna eficaz. Se ensayaron diversos métodos, como el uso de productos europeos, en particular, aquellos medicamentos utilizados en los campamentos militares, en donde los soldados eran víctimas regulares del tifo, por ejemplo, las inyecciones de yodo llamadas Vecchi, que habían sido empleadas en el ejército italiano.

Una característica singular acerca de esta campaña sanitaria fue la enorme participación de la sociedad en las brigadas sanitarias. Médicos civiles, médicos militares, organizaciones obreras, peluqueros, ingenieros y ricos conformaron los contingentes de agentes sanitarios para identificar los casos de tifo en la i procurando el baño, rapado y la asistencia a la población. Esta amplia participación es algo digno de destacarse, en especial en un periodo crítico del país y ante la incertidumbre social generada por el gobierno constitucionalista recién instaurado y que todavía no lograba legitimarse en el poder.

  1. El tifo es una enfermedad infecciosa provocada por un cocobacilo y sus síntomas son: fiebre de 39 a 40 grados, dolor de cabeza, escalofríos, exantema en las axilas, cara, muñecas, tobillos, cara interna de los brazos y muslos, tos seca, delirio, náuseas, dolor abdominal y diarrea. El fallecimiento puede ocurrir entre 10 o 20 días de contraer la enfermedad. América Molina del Villar, Guerra, tifo y cerco sanitario en la ciudad de México 1911-1917, México: CIESAS, 2016, pág. 21

  2. El tifo es una enfermedad recurrente en nuestro país y ha estado presente en sus dos manifestaciones: el tifo endémico (murino) y epidémico o exantemático. El tifo endémico o murino es contagiado a través de la picadura de la pulga de la rata al hombre, o bien mediante la transpiración. En su manifestación epidémica, el tifo se propaga en la temporada de frío y alcanza su mayor mortalidad a fines del invierno y principios de la primavera. Op. Cit., páginas 22-23.

  3. Ibídem, pág. 229