Bloque #3: El papel del Estado frente a los músicos

Juan José Olvera: Llegamos a nuestro tercer eje, que es el papel del Estado en sus distintos ámbitos. Nos referimos a todo lo que ha podido hacer el Estado o lo que no ha hecho o que ha dejado de hacer. La calidad y efectividad de lo que sí ha hecho y la manera en cómo los músicos han interactuado con distintas instancias de gobierno. No tiene caso decir que estamos en pandemia, que hay prioridades y que los gobiernos trabajan con base en las prioridades que consideran que están por encima de algunos ámbitos, como el de la cultura y el arte, por ejemplo. Pero, una de las cosas que me llama la atención es que en países como Francia o Canadá hay políticas de Estado que no solamente dirigían apoyos, en 2020, para organizaciones culturales sino apoyos directamente a los artistas.[1] También es cierto que ahí hay un alto grado de organización entre éstos, organización gremial, organización sindical, organización artística y puede ser que este aspecto es algo [de lo] que carecemos en nuestro país.

Erik “Fusca” Mejía: Antes de la pandemia el Estado se había puesto las pilas. Apoyar en el aspecto municipal con la organización de eventos, en lo estatal con las escuelas culturales y en lo federal, con los “Jolgorios”. Comenzaron a visualizar a los raperos y a invitarlos. Pero hay que señalar una problemática con la relación hip hop-Estado. ¿Por qué? Por la censura. El Estado siempre va a condicionar a la cultura hip hop. ¿Con qué? Pues con que en los eventos o en las grabaciones que ellos ofrecen gratuitamente no puedes decir «malas palabras», no puedes hablar del gobierno, no puedes hablar del sistema, entre otras cosas. Por eso el rap se mantiene en muchos aspectos como underground y muchas veces los dirigentes juveniles ven con malos ojos: “no se quieren acercar porque no quieren, pero aquí está el apoyo”. Pero una característica del rap, de la cultura hip hop y otras músicas, es la libertad de expresión. Cuando nos condicionan o nos quitan la voz, censurar eso pierde la esencia de la lucha, de la resistencia, de la cultura hip hop, que es ir contra del sistema, contra lo establecido, ser underground y tener varias visiones en la difusión del rap. Por eso, en la mayoría de los casos, el rapero rechaza estas condiciones que pone el Estado.

Muchas veces, cuando el Estado interviene, el rapero es el que organiza, el que diseña el flyer [cartel], el que invita a los grupos, es el talento. El Estado nada más llega a tomar la fotito: “Estoy haciendo este evento en colaboración con ellos, gracias a mí ¡pam!, marca de partido político…». Y nada más brinda el espacio, el audio, pero ¿dónde está la visibilidad de todo eso que hacemos los raperos? A principios del 2000, en la época de oro del hip hop, cuando empezó a generarse mucho material [audiovisual] y a colaborarse, hasta cierto punto con el Estado, era un estire y afloje. Comenzaba a verse su presencia, a hacer eventos un poco más grandes como en la Macroplaza y en otros puntos donde acudía más público y gratis. Pero no había un pago. Lo que nos daban era una botellita de agua y la mitad de un sándwich. Más bien era como si ellos nos estuvieran haciendo un favor. Después sí se empezó a pagar a algunos raperos, pero no siempre fue así. Fue mínimo. Ya había ahí una relación como de hermanos enojados.

Pero llega la guerra contra el crimen organizado y el Estado abandona totalmente la escena musical del rap y también a otras, abandona el apoyo y la colaboración con los raperos. Se tranquiliza un poco [la situación, a partir de 2013], vuelve el Estado a querer ayudar y el rapero le dice: “no, espérate, ya no voy a colaborar contigo”. ¿Por qué?, por eso mismo, porque durante la guerra contra el crimen organizado nosotros mismos tuvimos que subsanar esos apoyos que nos proporcionaba el Estado por nuestra bolsa y por otras causas. En esta parte de la pandemia no percibí apoyo más que de las instancias culturales, como el Conarte, pero a ciertos sectores. Más allá de ciertos grupos que siempre ponen en Conarte o en estos eventos, hay muchísimos más grupos en las periferias, en García, en Pesquería, que no reciben ese mismo apoyo [de los grupos recurrentes]. Al menos yo no percibí mucho la colaboración por parte del Estado en la escena del rap en el noreste, pero siempre va a haber una relación. ¿Por qué? Porque para realizar un evento el establecimiento debe tener una relación con el Estado. El Estado siempre va a estar ahí. Algunas veces apoyando un poco más, algunas otras sin apoyar. En esta parte no hay estrategia para visibilizar a los raperos, a los jóvenes. Hay elefantes blancos que han hecho las instituciones, como los talleres, los centros culturales, las escuelas culturales, pero siempre hay limitantes. Se apoya con los talleres, pero: “tienes que grabar este día, porque es cuando el ingeniero puede”. “Ah, pero es que yo trabajo y tengo un turno rotativo”; “no, pues éste es el único día que vas a grabar y no puedes hablar mal del Estado ni a decir estas palabras”. Y le quitas parte de su ser al rapero, parte de esta resistencia. Pues mejor “bye, hago yo lo mío”, y así es como nos mantenemos, como resistimos en esta parte.

Sergio Treviño Torres: Para hablar del papel del Estado me van a sobrar nueve minutos con treinta segundos. Pero antes de esto, quisiera hablar un poquito de lo que decía «Fusca» de por qué el rap es tan popular o por qué tiene aceptación. Porque yo creo que el rap es de las poquitas expresiones culturales en las que cada rapero es cronista de su realidad inmediata. A veces muy cruda y eso te llega. Porque alguien más está contando, de una manera artística, lo que tú estás viviendo. Y no son pocos. No es igual hablar de “ay, me dejó, me abandonó”, que decir lo que vives en las periferias, en el centro. Es una expresión muy auténtica y a mí por eso me gustó tanto. Y quiero decirte que, «Fusca», igual tú lo sabes porque son cosas que no trascienden, una vez estaba nuestro amigo Óscar “Zensei”, el gran amigo fallecido, gran artista, gran psicólogo y un sabio. Habíamos hecho un evento de rap en el patio y acá, en el cafecito, estaban tocando Jazz.[2] Entonces se sale Óscar. Tocaban los raperos y él estaba muy interesado… jazzista. Y me dijo: “Oye, a ese chavo me gustaría hacerle unas bases jazzeras para lo que está haciendo”. Entonces llega otro vato y como que se burlaba: “mira, Óscar, éstos que se creen músicos”, y le dice Óscar: “cállate, porque cuando estos están tocando ahí nos van a pagar a los del jazz, donde que no hay gente”. Fue muy divertido. Volviendo al tema del papel del Estado, quiero remitirme a algo que está desde antes de la pandemia, que las instancias de cultura ignoran, no creo porque no lo sepan, lo que es peor; lo saben y no lo hacen: hablar del derecho cultural de toda persona, que está dentro de los derechos humanos. Los cuales, por ahí leí, son universales. Todos tenemos el derecho cultural. Y entre muchos de esos derechos está el de que toda persona debe tener las facilidades de acceder a la cultura, de ser parte de la cultura, como protagonista o como público consumidor. Entonces, el Estado está obligado a hacerlo. Creo que en el DF hay una ley, inclusive, quizá sepa más de esto Luisa que yo, pero está reglamentado que el Estado está obligado a ver por el derecho cultural de las personas. A nivel federal, hubo quien nos pasó el dato de un apoyo, de un préstamo a artistas. Se inscribió también la gente de la noche, cantineros, meseros, taxistas, pero, que yo recuerde, hasta ahí llegó el Estado, la Federación. A nivel local, creo que Conarte lanzó una convocatoria para apoyar y, si no recuerdo mal, fueron como diez apoyos o quince apoyos que se dieron como diez, quince mil pesos. Yo creo que el que más hizo fue [el municipio de] San Nicolás. Hicieron una convocatoria para dar apoyos, se te daba dinero casi de inmediato y después tú hacías la retribución, después de meses. La onda era apoyar.

También creo que quisieron contratar a gente para hacer transmisiones en vivo. Pero me parece que perdieron la oportunidad de hacer para lo que están creados, que es apoyar el arte y la cultura. Ningún municipio hizo nada, excepto San Nicolás. Nada es nada. Entonces el Estado incumple con su obligación. El Estado me refiero al gobierno en sus tres niveles. El Estado se tiene que abstener, como decía «Fusca», de coartar la libertad de expresión. Pero tiene que generar las condiciones propicias para que el arte y la cultura tengan disponibilidad, es decir, que haya disponibles eventos, acciones culturales, para que la gente pueda acceder a ellos. Estoy seguro de que nos quedaron a deber mucho. Y no es una cuestión de paternalismo. Si tomamos en cuenta que los artistas tuvieron una labor destacada ayudando a la salud mental del público en general, ¿por qué no se dieron cuenta de tal cosa y pusieron manos a la obra? Insisto, a menos que yo haya estado en otro mundo y se me haya pasado ver los apoyos del Estado. Sí hubo programas de FinanciARTE pero son los que siempre tienen,[3] ¿no? año con año. Que yo recuerde, a excepción de San Nicolás, ningún municipio hizo algo por el artista. Lo cual no sorprende porque, porque si antes no nos pelaban, pues ahora nos ignoran. Así es su modus operandi, lamentablemente.

Juan José Olvera: Gracias, Sergio. Qué bueno que destacas que siempre que hablamos del impacto en la música popular, en realidad estamos hablando de todos los actores que lo acompañan. Es decir, de los meseros, de los promotores, de los directores artísticos, de los técnicos de audio, de iluminación, etcétera. Al final, ellos en su chamba también pudieron haberse contagiado y tenían riesgo y son parte en general de la industria del espectáculo, viéndolo de una manera un poco más amplia. Y también habría que reconocer que cuando hablamos del Estado, no hablamos del Ejecutivo exclusivamente, hablamos también del papel de los diputados, del Poder Judicial, de lo que hicieron y dejaron de hacer, así como de otras instituciones. Creo que valdría la pena hacer una mesa redonda con representantes oficiales, con servidores públicos, para escucharlos, porque ellos no nada más pueden tener su versión de las cosas que a lo mejor nosotros aquí omitimos por ignorancia, sino también nos pueden explicar las dificultades para llevarlas a cabo en plena pandemia.

Luisa Fernanda Patrón: No quisiera ser redundante en lo irónico que resultó el papel tan significativo de la cultura, el arte, las producciones, y que a la vez evidenció la endeble realidad en cuanto a seguridad social y económica que vivimos los artistas y toda la gente que vive en torno a la cuestión cultural. Quisiera hacer un poquito de antecedentes, porque el problema no empezó en la pandemia exactamente, veníamos de estar peleándonos y pisándole los talones a la Federación para que nos liquidara lo que quedó pendiente de 2019, en el caso nuestro, y seguramente en el de «Fusca» también, de los “Jolgorios”. Y en el caso mío, del Encuentro con la Música Norestense, porque lo hice con apoyo de la Federación. Y, como siempre, en los últimos detalles uno termina siendo patrocinador, luego recupera. Pero se tardaron meses, empezó la pandemia y todavía ni nos terminaban de pagar. De ahí había surgido, no sé si recuerdan, el movimiento No Vivimos del Aplauso,[4] y en esas estábamos cuando pasábamos “un día sin mujeres”, a dos años de incertidumbre, sin trabajo y una terrible depresión. Porque fue el día 8, luego, el día 9 fue el Lockdown[5] y todo el mundo pa’l rincón más oscuro de su casa. ¿Qué me gustaría poner sobre la mesa? Que no se nos permitió participar, sugerir opciones, soluciones. Creo que hubiéramos podido hacer creativamente muchísimas cosas. En el caso particular de mi experiencia con el Grupo Tayer, so pretexto de la reducción de presupuesto, se redujeron muchísimos programas que ya se llevaban a cabo y también se quiso reducir el pago a los artistas. “Bueno, tenemos menos lana, invita menos artistas, ¿no?”, y yo decía: “Pues qué, ¿los guardo en la alacena? Digo, para que esos días hibernen y no coman”. ¡Qué pocas margaritas!, ¿no?

Esta pandemia agarró a las instituciones, como a todos, descuidados. De la noche a la mañana se tuvieron que volver, no sólo en promotores de eventos, sino en realizadores de producciones de audio y de video de pésima calidad, en las cuales nos veíamos y reflejábamos fatales, y por lo cual nos querían pagar la mitad, para solventar esas producciones. Me venían a la mente cuántas décadas nosotros siempre llevábamos nuestro sonido, y el día en que vivimos esta [nueva] realidad pues ¿por qué se lo van a contratar a otro? porque nosotros lo podemos ecualizar para que se oyera bien. En estas transmisiones por Facebook, le preguntaba a mi hijo, que es ingeniero en sonido: “¿Por qué se oye tan gacho esto que grabamos para Facebook?”, “Ay, mamá, es que ni siquiera lo pusieron en el mayor nivel de resolución que Facebook permite”. Eso evidenciaba que tampoco las instituciones le sabían, ¿verdad? Si nos hubieran preguntado, si hubieran convocado a la raza para ver cómo lo solucionábamos juntos, no hubiera tanta basura circundando. Eso desanimaba a muchos de los grupos también, donde nos vemos mal, donde nos oímos mal.

¿Recursos? Claro. No dejaron de haber convocatorias, “Contigo en la Distancia”, una excelente iniciativa a nivel federal, pero estaba mucho en función de quienes tenían la infraestructura para hacer buenos videos, buenos audios, es decir, también conocimientos técnicos, expertis en la que no todos los músicos somos “picudos”.

Ya que hablamos de que los artistas somos creadores de experiencias significativas, me ha dolido muchísimo ver cómo, a nivel educativo, perdimos una oportunidad de oro. Debimos de habernos volcado todos los creadores y protagonistas, no sólo de la escena cultural, sino de todos los ámbitos en una educación para la vida. Una educación para lo extraordinario. Porque a lo mejor a partir de hoy esto es lo que nos va a tocar vivir. Vivir en lo extraordinario. Y no estar empecinados en el nivel machacón educativo escolar que, por lo general, no se caracteriza por producir experiencias significativas, que es como realmente se produce el conocimiento. Pudimos haber echado mano de muchos recursos artísticos para construir las mismas nociones que les enseñan en la escritura, en las matemáticas y en otra bola de cosas, a través de las artes. Teníamos que haber entrado a la educación para la comunicación en familia, para la comunicación con los abuelos, con los padres, con los animales, con el entorno de vida que tenemos, con hacer colecciones de árboles, colecciones de zapatos, colecciones de lo que teníamos adentro de la casa, para que nuestro entorno no se volviera tan insoportable. Porque era estarnos ‒no en mi caso, porque yo ya tengo hijos crecidos con parejas y a mi marido se le ocurrió apachurrar el cencerro en el 2017‒, pero sé que en todas las casas se andaban tropezando unos con otros y mentándose la madre, y podríamos haber construido, de veras, otro tipo de experiencias para construir las mismas nociones que se construyen de cotidiano en la escuela. Es decir, en lugar de encargarles a los niños aprender y repetir lecciones, decirles: “Oye, este fin de semana te toca ver tres conciertos, te toca ver tres eventos culturales, tantos deportivos, tantos de…”, reconstruirnos otra vez de otros recursos. Eso lo desaprovechamos. Y lo viví muy cercanamente porque, tanto radio como televisión de Nuevo León estuvieron haciendo esa labor. Y lo hicieron maravillosamente. Sin embargo, desde la cabeza rectora no hubo esa visión de que esta era una situación extraordinaria, y no fuimos llamados quienes teníamos muchísimo que aportar para tener una experiencia menos frustrante, de estar encerrados, pegados a la pantalla, enajenados. Con eso termino, ya fue mucho veneno [se ríe].

Juan José Olvera: Muchísimas gracias, Luisa. Quisiera pedirles una última reflexión de aquello que se les haya quedado en el tintero, que los comentarios de nuestros propios colegas ya les hayan generado.

Luisa Fernanda Patrón: Quisiera empezar con un mea culpa. Nunca he sido muy partidaria de colgarle ni todos los milagritos ni todos los pecados a las instituciones. Creo que, más bien, debemos tender a una gobernanza en donde la sociedad civil participamos. Pero en esta vorágine, este tren que nos pasó por encima no había tiempo para eso. Es decir, me estoy fijando que no fuimos convocados, pero tampoco yo levanté la mano, es decir, no dio tiempo, la velocidad a la que venía la pandemia no nos lo permitía, pero creo yo que sí hubiera sido importante. Asumo mi mea culpa porque lo estoy diciendo en este momento y no lo dije antes, ni creo que hubiera sido escuchada. Es decir, había un oficialismo tremendo.

Erik “Fusca” Mejía: Yo me quedo con esto de cómo colaborar, no sólo con la música rap sino con todos los géneros musicales, el arte, la cultura, y es con eso mismo que ya hemos mencionado. Apoyar a tu camarada, a tu homie, a tu amigo, a tu familiar, adquiriendo los productos que ellos elaboran. Al final de cuentas vivir estas crisis, como dice Luisa, refuerza, a lo largo de los años, la escena del rap, y aún seguimos presentes. Otro aspecto importante es poder entablar un diálogo con los encargados de esta misma difusión cultural porque, como dijo el doctor Olvera, pues ellos tendrán también su opinión. Me quedo con eso y pues ya saben, hip hop hasta la muerte.

Sergio Treviño Torres: Este tema da para mucho. Cuando decía Luisa Fernanda de lo de la escuela, que se hubiera podido hacer diferente, creo que sí, y un ejemplo es una amiga en común que tenemos, Leonor Parra, que estaba como maestra en un colegio y hacía maravillosas producciones en su casa: teatro guiñol, cantaba, explicaba un tema y hacía una canción. Seguramente usando sus talentos se podría haber hecho de una manera más atractiva la educación, ahora en su modalidad en línea. Y también, agregar que el arte y la cultura son lo que le da sentido al conocimiento. O sea, el conocimiento por sí mismo es importante en la cuestión técnica, avances de tecnología, pero el arte y la cultura les dan sentido, orientación y validación a esos conocimientos. Esa es la importancia de la cultura y el arte que no han visto las autoridades. Por lo mismo, no consideran esenciales estos elementos del ser humano y no se les apoya como debería de ser. Espero que después de esta pandemia, estoy seguro, vamos a salir como una mejor sociedad. Si no aprendimos nada en dos años, pues creo que nunca más tendremos la oportunidad de darnos cuenta de las cosas realmente importantes que tenemos. Espero que esta pandemia nos haga mejor a cada uno y a la vez como sociedad.

Juan José Olvera: Muy bien, bueno, pues, Luisa, Erik, Sergio, muchísimas gracias por compartir su vivencia, su perspectiva, sus emociones. Gracias a Claudia Muñiz, a Jesús Sánchez, a Xiomara que nos ayudaron difundiendo esto y, pues, hasta la próxima.

Bibliografía

Becker, Howard (1982), Mundos del arte, Bernal, Buenos Aires,University of California Press.

Conarte (2022), Memoria 2015-2021.

Paredes, José Luis (2008), “Un país invisible. Escenarios independientes: autogestión, colectivos, cooperativas, microempresas y cultura alternativa”, en Francisco Toledo y José Woldenberg (eds.) La cultura mexicana, revisión y retrospectiva, Ciudad de México, Taurus.

  1. Ver el artículo “Al son de la pandemia”, en este mismo número.
  2. La Tumba, el establecimiento de Treviño, tiene espacios para escuchar distintas músicas de modo simultáneo.
  3. En su Memoria Conarte 2015-2021, se hace un resumen de los programas de la institución en el periodo de la pandemia y de las maneras como ésta transformó sus prácticas. Respecto del primer aspecto indica los apoyos emergentes de Financiarte y otros programas, que se emitieron en abril del 2020 y aquellos que se lanzaron en colaboración con el gobierno federal en julio de ese mismo año. Ambos con una bolsa total de 10.9 millones de pesos. Respecto del segundo punto, relata la transición de sus programas y emisiones hacia los formatos digitales, con una Coordinación de Producción, la adquisición de equipo técnico especial y las nuevas rutinas para transmitir sus eventos a través de las redes sociales. Ver Conarte (2022). También puede consultarse el informe anual 2021 en https://conarte.org.mx/actas-del-consejo-informes-anuales/
  4. Se refiere al movimiento de artistas, iniciado en 2019 para exigir pagos atrasados al gobierno federal y, a la par, una serie de añejas demandas del gremio (ver artículo “Cantar desde el balcón”, en este mismo número).
  5. Ese día el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, indicó que la amenaza de la pandemia “era muy real”.