A la memoria de Vicky Novelo: una brevísima evocación

Ricardo Pérez Montfort
ciesas Ciudad de México


Victoria Novelo, Cuernavaca, Morelos 2013. Foto de Ana Luisa Cruz.

Victoria Novelo, Cuernavaca, Morelos 2013. Foto de Ana Luisa Cruz.

En agosto de 1964, la Asociación Mexicana de Folklore A.C. produjo un disco LP que tituló: Una selección del folklore musical de lo pueblos. La grabación y los textos que acompañaban aquel fonograma corrió a cargo del entusiasta promotor Beno Liberman, quien anotó en el interior izquierdo del álbum la siguiente nota: Esta edición NO ES DE CARÁCTER COMERCIAL. Consta de un tiraje de doscientos setenta ejemplares numerados y treinta ejemplares literados. El ejemplar que hoy tengo en mis manos es el 191. En el segundo lado del disco, al escuchar su penúltimo segmento, la voz de Vicky Novelo, acompañada por Jorge Fernández M. y el propio Liberman, entona los versos tristes del Romance del enamorado y la Muerte. Las primeras tres estrofas dicen así:

Un sueño soñaba anoche

soñito del alma mía,

soñaba con mis amores

que en mis brazos

los tenía.

Vi entrar señora muy blanca

muy más que la nieve fría.

¿Por dónde has entrado amor?

¿Cómo has entrado mi vida?

Las puertas están cerradas

ventanas y celosías

No soy el amor, amante.

Soy la Muerte, Dios me envía!

La historia que narra dicho romance continúa y la voz que entona quien interpreta al enamorado le pide a la Muerte que le otorgue un día más de vida. La Parca le concede solamente una hora, misma que él ocupa para ir en pos de su amada. Al arribar donde ella vive, le pide que le abra las puertas, a lo cual ella se niega en un principio porque “su padre no está en palacio y mi madre no está dormida…”. El enamorado le explica que la Muerte lo está buscando y que si no la ve esa noche ya no la verá nunca más. Ella entonces urde el plan de lanzarle un cordón de seda desde su ventana para facilitar su última reunión. Sin embargo el cordón se rompe y el encuentro se frustra, justo cuando la Muerte va pasando por ahí diciéndole a aquel soñador:

¡Vamos, el enamorado,

que la hora ya es cumplida!

Es muy probable que, gracias a la grabación de aquel Romance, esa haya sido la primera vez que tuve la oportunidad de escuchar la voz de Vicky Novelo. Debe haber sido justo en la segunda mitad de los años sesenta. Entonces ella empezaba sus estudios en la enah y ya estaba profundamente vinculada a lo que después se llamó “la cultura popular”.

Además de por su amor a la música y el folclore, y no se diga, su pasión por el mundo de los artesanos, sus aficiones cinematográficas, sus intereses por el universo caribeño y sus empeños literarios, poco a poco la vida nos fue acercando. Su erguida estatura destacaba entre los investigadores del cis-inah de finales de los años setenta que me tocó conocer gracias a mi incorporación al grupo de estudiosos de los alemanes en México, dirigido por Brígida von Mentz. Era un gusto escucharla en las críticas reuniones suscitadas entre colegas, cuando al régimen de Miguel de la Madrid se le ocurrió reorganizar aquel cis-inah para convertirlo en ciesas e imponer al más que gris Henrique González Casanova en la dirección del mismo, sustituyendo a Guillermo Bonfil. El recuerdo me trae la ocasión en que Vicky propuso que nos declaráramos en “asamblea permanente” con el fin de enfrentar dicha imposición. Como es bien sabido aquello derivó después en la formación del Sindicato Único de Trabajadores del ciesas.

Y no quisiera hablar de sus múltiples méritos académicos ni de sus logros como antropóloga destacada. Eso habrá que dejárselo a quienes trabajaron más de cerca con ella, a lo largo de su muy fructífera vida. Más bien la evoco ahora como la gran amiga en que se fue convirtiendo a partir de nuestros encuentros en el Museo de Culturas Populares, en Colima, en la Subdirección de Publicaciones del ciesas, en Yucatán, en Coyoacán y últimamente en Tepoztlán. De todos los recursos de los que se vale mi memoria para imaginarla hoy entre nosotros, recojo su irónica sabiduría, su fino y crítico humor, y una vez más, su voz que, acompañada con el movimiento de sus manos elegantes y alargadas, sigue resonando en un continuo rumor que va desde aquel Romance del enamorado y la Muerte hasta la última vez que la vi en Tepoztlán a principios de julio de este malogrado año 2020. Sentada en su solitaria mesa bajo la sombra de un gran árbol que cubre el patio de su espacio tepozteco, Vicky se despidió aquella vez, agitando levemente su hermosa mano derecha, sonriendo con una leve tristeza maternal.

Cuando supe que había muerto súbitamente unos días después no logré más que acudir a la escritura para comunicarme con ella por última vez. He aquí lo que pude trazar de nuestras preocupaciones mutuas, por encima de un llanto que aún persiste:

La muerte no debería ser una opción.

No cuando la reclusión se nos impone.

No cuando la burocracia es un argumento y crece como un maremágnum incontenible

No cuando se nos pide que digamos mentiras para mantener nuestro trabajo.

No cuando nos incomunicamos y dejamos de hablar de lo que de veras nos pasa.

Hemos dejado de protegernos colectivamente

para salvarnos individualmente.

¿Por qué dejamos de hablar con la verdad para mantenernos dentro del sistema?

Podríamos ver un poco más allá, a lo lejos,

para que el aquí, el cerca, dejara de ser sólo eso, lo que se nos requiere.

No parece haber un afán colectivo.

Ante el poder y la apelación al deber cívico somos cada vez más dóciles.

La jerarquía se impuso y ahora la crítica dejó de ser un método

para convertirse en una rebeldía sin capacidad de llamar a la conciencia del otro.

Pero aquí estamos. Es cierto.

¿Porque se nos olvidó que hay llaves y mundos que nos acercan?

Aunque percibimos que las puertas parecen estar cerradas

y la única manera de seguir aquí, desafiando a la muerte,

es olvidar lo que alguna vez fuimos: gente cercana a otra gente.

Habría que tratar de entender cómo hemos dejado de ser,

cómo hoy somos lo que no somos,

desde que el sinsentido nos está rondando, tan mortal, tan sin saberlo…

No te moriste por eso, es cierto, pero igual la muerte acabó con el diálogo.

Uno vive la muerte del otro en su propia soledad.

“Last of a kind”

Ay, mi querida Vicky, ¡cómo hemos dejado de ser lo que éramos!

¡Desde ayer, extraño tu fortaleza, tu amorosa e irónica voz!

¿Habrá alguna salida, mas allá de la muerte?

Se anuncia una depresión tropical,

tal vez será como una de aquellas que disfrutamos durante tus animosas andanzas por el sureste…

Pero hoy no puedo dejar de llorar tu ausencia

con unas incontenibles lágrimas que rondan esta tristísima noche tepozteca.

Creo, sinceramente, que la nada no debería ser una opción…

ante su inminencia sólo queda rebelarse

aunque sea silenciosamente.

Ricardo Pérez Montfort