El Centro Sismológico de Tokio, siempre pendiente de indicios de anomalías que revelen la presencia de un eventual movimiento telúrico, ha detectado que en la bahía Comeau en el oriente de Canadá, la marea se ha retirado inexplicablemente. Y sin pensarlo dos veces, envía para investigar el asunto a una de sus especialistas, Alice Brady, quien curiosamente también nació en ese lugar, que apenas recuerda. Así que Alice llega con su montón de aparatos para integrarse a la pequeña legión de científicos y periodistas que indagan el extraño incidente, y con no poca curiosidad personal. Lo que encuentra, además de mediciones que poco revelan, es la madeja de un verdadero Macondo, cuyo hilo sigue para deshilvanar el misterio de la desaparición de la marea. Una niña sonámbula, Camille, que camina las calles del pueblo a las horas en que debería subir y bajar el mar, y cuyo padre, Marc, piloto de avión contraincendios, sigue buscando rastros de su esposa, Marie, desaparecida tras un terrible accidente aéreo en las inmediaciones del pueblo. Una mujer que prefiere atender su restaurante de noche para no estar cerca de los golfistas que ahora practican en la playa desierta de agua. Y otro hombre que tras la retirada del mar se siente ahora atraído hacia otros hombres. Todo en medio de un calor desmedido en un sitio donde, en tiempos habituales, no se requiere aire acondicionado, por lo cual todo el mundo suda. Un lugar en el que, como dice Catherine, la amiga periodista de Alice, quien cubre el tema para una revista etno-eco-feminista, el aire huele a sexo.