Los estudios sobre juventud se desarrollaron principalmente en dos vertientes: una que prioriza el análisis de las identidades juveniles y, por ende, se concentra en dimensiones culturales, y otra, que se interesa por las formas que asume la transición a la vida adulta tomando en consideración sus condicionantes estructurales e institucionales. Si bien ambas tradiciones han transcurrido por caminos paralelos y relativamente distantes, su devenir ha generado en los últimos años un mayor acercamiento y potencial cruce de intereses que puede graficarse en la cercanía entre dos conceptos de uso muy frecuente en estudios recientes como son: experiencia y biografía. Ambos conceptos comparten al menos dos aspectos que los acerca: uno y otro hacen referencia a dimensiones culturales y a la vez estructurales e institucionales; y los dos otorgan centralidad al “sujeto” como unidad de análisis. Este proceso ha permitido una renovación de los estudios sobre temas clásicos en este campo, como las culturas juveniles o las trayectorias y experiencias escolares y laborales, y al mismo tiempo habilitó la emergencia de temáticas nuevas como las desigualdades, el sentido de pertenencia, las identidades de género, el ocio y tiempo libre, o la sociabilidad y nuevas tenologías, entre otras.