Publicado enAño 33 Núm. 354 Puntos de encuentro
La Revolución Industrial también comenzó en México. Evolución del paisaje económico y ambiental en El Bajío novohispano tardocolonial
Debido al éxito de la historiografía tradicional europea del último siglo y medio, es habitual al abrir cualquier manual de historia económica contemporánea “universal”, que nos encontremos con un apartado dedicado a la Revolución Industrial durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. De manera más concreta, normalmente, a su desarrollo en Gran Bretaña y, por su difusión, a algunos de los demás países europeos y a Estados Unidos. Desde luego, tiene sentido, toda vez que fue en esa región del mundo donde finalmente se consolidaron sus efectos y la aparición de los que serían los cimientos económicos, laborales, sociales y culturales propios de la nueva historia contemporánea de la mayor parte del planeta. Fue entonces cuando Europa y Estados Unidos sustituyeron a Oriente, esencialmente al imperio chino, como principales centros económicos, productores, exportadores, consumidores y acumuladores de capital del mundo. Ello conllevó, a su vez, la integración dentro de esos centros motores capitalistas a sus entornos económicos periféricos, es decir, aquellos que les suministraban de forma directa las materias primas necesarias para la transformación industrial y a donde podían dirigir, como mercado complementario de remanentes, los productos ya elaborados para su consumo. En definitiva, la aparición de un nuevo sistema de relaciones a nivel planetario donde los equilibrios y desequilibrios económicos entre regiones volvieron a reconfigurarse, derivando en nuevas imposiciones y dependencias económicas entre los distintos países. Muchos de esos países, precisamente, de nuevo cuño a principios del siglo XIX.[1]