La salud de los pueblos indígenas en tiempos de Covid-19: Antropoceno, antropodemia y estrategias para el sostenimiento de la vida

La salud de los pueblos indígenas en tiempos de Covid-19: Antropoceno, antropodemia y estrategias para el sostenimiento de la vida

Los pueblos indígenas de América Latina y de México han llevado a cabo a lo largo de la historia diversas formas de resistencia y acción transformadora ante las múltiples opresiones que, desde la colonización europea, han amenazado su reproducción biológica, social y cultural. No solo han luchado y luchan por el sostenimiento de sus vidas, diversos colectivos y comunidades indígenas lo hacen también por el sostenimiento de la vida. Me refiero a la resistencia ante procesos significativos de la era geológica llamada “Antropoceno”, ocasionados por el ser humano e intensificados a partir, especialmente, de sus actividades lesivas para el medioambiente vinculadas a la industrialización en el sistema capitalista. Algo que Donna Haraway y Andreas Malm (Haraway, 2015), para evitar cierta despolitización del término, denominarán como capitaloceno. Algunos ejemplos de ello son las luchas contra la deforestación, los megaproyectos, el extractivismo petrolero, las mineras o el narcotráfico. La actual pandemia de Covid-19 no es un fenómeno biomédico o epidemiológico desvinculado de la actividad económica y política del ser humano, se inscribe en la acción antropogénica de un sector de la población mundial[1] sobre el planeta, que imagina y da forma a mundos sociales cuya existencia implica fenómenos como la pérdida masiva de biodiversidad o el calentamiento global[2]. Se trata, en este sentido, de una antropodemia, entendida como una pandemia cuyas condiciones para su emergencia son propiciadas por la actividad ecológicamente dañina de ciertos seres humanos, y cuyo comportamiento, impredeciblemente destructivo y difícil de contener, es potencializado por las relaciones sociales dominantes en el actual sistema mundo capitalista[3]. Sería el actual un periodo epidemiológico antropodémico en el que los grandes avances científicos y humanísticos que permitieron una transición epidemiológica de las enfermedades agudas a las crónicas (al menos para un sector privilegiado de la población) y la promesa de su universalización, son cada vez más inciertos. Pero el Covid-19, en términos epidemiológicos, no es una pandemia, tampoco es una sindemia[4] global, opera como un conjunto de sindemias, con comportamientos locales específicos que dependen de diversos procesos como la gestión política (Mendanhall, 2020) y afectan de manera diferenciada a distintos grupos de población, como es el caso de aquellas personas indígenas con padecimientos previos y en condiciones sociales desfavorecidas.
U jach k’a’ana’anil u t’anik u paalal máak ich u naay yéetel u na’tsil t’aan<sup><a id="post-21126-footnote-ref-0" href="#post-21126-footnote-0">[1]</a></sup> <em> La importancia de la transmisión intergeneracional de las lenguas originarias</em>

U jach k’a’ana’anil u t’anik u paalal máak ich u naay yéetel u na’tsil t’aan[1] La importancia de la transmisión intergeneracional de las lenguas originarias

Hilario Chi Canul Universidad de Quintana Roo/CIESAS Ti’ u ts’aktal u jejeláasil t’aano’ob Meejikoe’ k’a’ana’an u ch’a’jo’olta’al u t’ilkunsa’al u t’a’ana’al le mejen paalalo’ob yéetel u na’tsil le t’aano’ob te’…
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De pionero a sabonim: legados de Alfredo Romero en los estudios de la migración coreana en América Latina

Recuerdo el día cuando por primera vez lo conocí. Fue a inicios del 2014, en la sala Lucio Mendieta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en un evento organizado por una estudiante de Relaciones Internacionales en colaboración con una comisión de derechos humanos de la ONU, en el que se presentaron las condiciones de los migrantes y refugiados norcoreanos. La charla no fue muy afortunada y la participación de Alfredo Romero como comentarista fue crítica pero amable, señalando los vacíos y exageraciones con las que se suele representar a Corea del Norte.
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Valorización del patrimonio cultural coreano en Cuba

La historia de Cuba está marcada por múltiples migraciones: europea, africana, asiática y caribeña. Estos inmigrantes han generado una peculiar y variopinta riqueza cultural matizada por la incorporación de elementos propios muy diferentes entre nacionalidades. La cultura cubana en su proceso de formación y desarrollo no puede sustraerse a la convergencia de todas ellas y es por eso que resulta tan diversa y especial, pudiéndose encontrar actualmente un chino babalao o un italiano profesor de salsa.

Racismo y xenofobia. Breves reflexiones en torno a las experiencias de migrantes y descendientes coreanos en México

A menudo hemos escuchado, como atributos dignos de presumir, que México es un país con una enorme riqueza cultural y de puertas abiertas. Parte de estas afirmaciones son ciertas, México es un país en el que coexistimos diversas culturas y aunque éste se reconoce como pluricultural, ha invisibilizado a diversos grupos culturales a lo largo de la historia como son los pueblos originarios y los/las inmigrantes.

Zainichi: la resistencia identitaria ante el sol naciente

En Japón existen cerca de 855,000 coreanos viviendo bajo diferentes términos legales y expresiones identitarias. Ellos, los Zainichi, son descendientes de coreanos que llegaron a Japón desde el periodo de movilidad de estudiantes al país del sol naciente a principios del siglo XX para aprender del acelerado proceso de industrialización japonesa, hasta la conscripción y migración forzada durante las casi cuatro décadas en que la península coreana fue colonia nipona (Lee, 2012).

Experiencias de racialización de las inmigraciones coreanas en Estados Unidos

La población coreano-estadounidense es una minoría reducida pero significativa en la historia de los EE. UU. y las dos Coreas. Los primeros inmigrantes de la península coreana llegaron a los EE. UU. a principios de siglo XX, incluyendo importantes figuras como Syngman Rhee, el primer presidente de Corea del Sur, y Dosan Ahn Chang-ho, un activista independiente respetado por sus actividades y escritos filosóficos en las dos Coreas. Tras la devastación provocada por la Guerra de Corea (1950-1953), durante la cual la décima parte de la población civil falleció, el gobierno estadounidense promulgó políticas migratorias destinadas a promover la emigración de los individuos más vinculados con la intervención militar estadounidense. Aunque las leyes estadounidenses restringían la entrada de inmigrantes asiáticas, el gobierno hizo excepciones por “las novias de guerra” ‒las esposas coreanas de soldados estadounidenses‒y “los adoptados de raza mixta” ‒los niños de mujeres coreanas y soldados estadounidenses‒. Estas inmigraciones militarizadas de género han dado forma a la comunidad de inmigrantes coreanos hoy en día (Yuh 2002).