La escuela, por muchas y diferentes razones, es una de las instituciones de mayor importancia en las sociedades modernas; además, a lo largo de su historia ha persistido con un formato bastante similar al que hoy conocemos de un maestro frente a un grupo de alumnos. La centralidad y persistencia de esta “forma escolar” es de tal magnitud, que solemos pasar por alto que en torno a ella se organiza buena parte de nuestra vida cotidiana durante un lapso cada vez más extenso de años. Casi la totalidad de los niños y un número ya mayoritario de adolescentes asisten todos los días de la semana a la escuela y comparten entre 4 y 7 horas con compañeros y otros adultos ajenos a sus familias. De repente, esta “institución total” que habíamos naturalizado se vio sacudida por la pandemia de Covid-19: millones de estudiantes en el mundo vieron que esta “forma escolar” imprevistamente se suspendía, y sin un claro horizonte de cuándo y cómo regresaría; tan sólo en México son casi 33 millones de niñas, niños y adolescentes los afectados.