Publicado enAño 33 Núm. 358 Puntos de encuentro
Nuevos escenarios de la (in)movilidad: las mujeres migrantes y el ejercicio de la maternidad
La movilidad es inherente a los seres humanos. Trasladarse de un lugar a otro en busca de mejores condiciones de vida es una práctica tan antigua como la humanidad. Ha persistido a lo largo de los siglos y se ha enriquecido notoriamente. La riqueza cultural de la diversidad humana se expresa diáfanamente en la migración. En la actualidad, por el proceso ya consolidado de globalización y el notorio desarrollo de tecnologías en los medios de comunicación y los transportes, nos hemos acostumbrado a una circulación cada vez más fácil y accesible por el mundo, al menos –hay que reiterarlo– en lo que se refiere estrictamente a las tecnologías. Es casi un lugar común decir que las mercancías y los capitales viajan con mucho menos restricciones que los seres humanos. El grado de movilidad de cada persona depende de las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales de su entorno. En un contexto de dificultades variadas y fronteras endurecidas por las políticas migratorias, surgió de manera inesperada y se expandió con rapidez, en todo el mundo, la pandemia por el Covid-19. Este fenómeno nos colocó en un estado de inmovilidad obligatorio. El mandato era claro: quédate en casa. Sin embargo, si dirigimos la mirada hacia la situación de algunos grupos poblacionales –por ejemplo, migrantes de México o Centroamérica sin documentos– podemos advertir que su libertad de circulación ha sido trastocada siempre por las circunstancias económicas y políticas, principalmente de los países de destino. Las restricciones impuestas por las políticas migratorias son más severas que las derivadas de la pandemia.