Panzós: el parentesco del despojo

Liza Grandia [1]


Foto: Nelton Rivera. Prensa Comunitaria Km.169 (Año 2020).


Este artículo muestra cómo las dinastías políticas terratenientes que estuvieron detrás de la masacre de Panzós siguen impulsando la violencia en la región de El Estor. Esta área es un microcosmos de prácticamente todas las amenazas neoliberales en el territorio q’eqchi’: minería, hidroeléctrica, palma, banano, café, cocaína, ganado, azúcar y áreas protegidas, mientras la dinámica de la tierra en esta región sigue siendo más feudalmente represiva que capitalista. Aunque las fusiones y adquisiciones transnacionales han galardonado a “personas corporativas” extranjeras con el parentesco de la oligarquía guatemalteca, la tenaz resistencia q’eqchi’ a la minería también ha renovado un parentesco de solidaridad desde las bases.

El parentesco de los Kaxlan Winq

En nuestra formación metodológica, los antropólogos culturales aprendemos a hacer diagramas de parentesco para comprender cómo la consanguinidad (relaciones de nacimiento) y la afinidad (relaciones de matrimonio) dan forma a la vida cotidiana. Sin embargo, para comprender realmente las fuerzas impulsoras del despojo, debemos mapear el parentesco de los depredadores: los criollos españoles se casaron con otros colonos euroamericanos para formar las cincuenta dinastías familiares oligárquicas que aún gobiernan Guatemala (Krznaric, 2021). Los conquistadores españoles fueron reemplazados a fines del siglo XV por una red de inmigrantes “hidalgos” que se mezclaron a través de matrimonios de primos para concentrar la riqueza familiar (Valverde, Casasola Vargas, & White, s.f.). En el siglo XIX, los europeos que llegaron se casaron con estas redes nacionales para crear extrañas mezclas de apellidos españoles y germánicos, “muy europeos”. Últimamente también aparecen nombres gringos, por ejemplo, el matrimonio de la hija del dictador Ríos Montt con el excongresista Jerry Weller, convirtiéndola en Zury Mayté Ríos Sosa de Weller. Ya sean criollos o de origen euroamericano, los oligarcas guatemaltecos se perciben a sí mismos como extranjeros blancos en su propio país (Krznaric, 2021: 48). Uno no puede entender la dinámica de la colonización colonial ni la «conquista por corporación» contemporánea (Knowlton, 2017: 2) sin prestar atención a este parentesco kaxlan.

El idioma q’eqchi’ no diferencia entre las élites comerciales nacionales e internacionales: todos son considerados “hombres gallina” (kaxlan winq) que manejan el acero o la fuerza (chiich) para robar su tierra. Durante un tiempo, los q’eqchi’s mantuvieron a los kaxlan winq fuera de sus tierras natales. Panzós estaba en el lado este del territorio firmemente rebelde (Tezulutlán) que los españoles no pudieron conquistar por la fuerza, y Carlos V concedió la región al obispo Bartolomé de las Casas para la conversión religiosa, sacando al primer grupo de españoles que habían establecido una colonia, Nueva Sevilla, sobre el río Polochic.

Después de la independencia de Guatemala, Panzós se convirtió en un puerto codiciado para el nuevo sistema de exportación agraria debido a su fácil acceso desde el mar. Las embarcaciones podían ingresar por el Río Dulce hasta el Lago de Izabal, desembarcando en el pueblo de El Estor (del inglés The Store – “La Tienda”) o continuar por el Río Polochic hasta Panzós, dejando sólo unos noventa kilómetros para el transporte por tierra hasta/desde la capital departamental de Cobán (Collins, 2001). El ferrocarril Verapaz de Cobán a Panzós conectó las fincas y unificó los intereses económicos de los colonos euroamericanos. La región q’eqchi’ mantuvo lazos económicos más estrechos con Europa en el periodo poscolonial que con el resto de Guatemala. El café necesitaba grandes infraestructuras como bancos, vías férreas, carreteras, muelles de carga; y Panzós apareció por primera vez en los mapas sólo después de que se completó un puente sobre el río Polochic en 1888 (Sanford, 2010: 32). Casi de la noche a la mañana, las comunidades q’eqchi’ se vieron obligadas a la servidumbre por deudas en las plantaciones alemanas de café a través del “colonato”.

Cuando la revolución democrática de 1944 en Guatemala las liberó de este sistema de esclavitud de facto, las comunidades se organizaron para hacer reclamos de tierras tanto colectivos como individuales para sus propios cultivos (Secaira, 1992). Los salarios de los jornaleros aumentaron dramáticamente de 5 centavos por día a casi un quetzal. La oligarquía entró en pánico. Los gringos acudieron a su rescate con un golpe de Estado, confeccionaron listas de líderes campesinos para ser ejecutados (Grandin, Levenson, y Oglesby, 2011) y programas de ayuda a la colonización (Grandia, 2009). Se fomentó la ganadería en la llamada Franja Transversal del Norte, lo que permitió a las élites reconcentrar grandes extensiones de tierra con poca inversión (Grandia, 2009). USAID también brindó apoyo para mapear depósitos minerales, lo que atrajo una asociación entre Hanna Mining Company y Canadian International Nickel Company of Canada, Ltd. (Fitzpatrick Behrens, 2009).[2]

La parábola de Panzós

Al frente de la resistencia a este conjunto de intereses ganaderos-mineros-petroleros (Aguilera, 1979) se encontraba la Qana’ Adelina Caal Maquín, formidable organizadora q’eqchi’ más conocida como Mama Maquín. Nacida en 1915 en una finca de café en San Pedro Carchá, se mudó al Polochic en busca de tierras para milpa y durante la reforma agraria se convirtió en una líder (Grandin, 2004; Méndez, 2015). Su rival era Flavio Monzón, alcalde de Panzós que había acumulado casi doscientas caballerías abusando de su poder político.[3] Para proteger sus fincas y las de otros latifundistas, Monzón se alió con los militares y los ayudó establecer un destacamento a las afueras de Panzós en un lugar conocido como Quinich (Sanford, 2010). En el momento de la masacre de Panzós, el vicepresidente del INTA era Hans, hermano del general y presidente Kjell Laugerud, ambos descendientes de colonos noruegos (Sanford, 2000; Simons, 2007).

Encabezados por Adelina Caal Maquín, unos setecientos campesinos q’eqchi’s ingresaron a la plaza de Panzós la mañana del 29 de mayo de 1978, para entregar una petición al nuevo alcalde, Walter Overdick sobre estas injusticias. A pesar de su linaje alemán, Overdick defendió las reformas agrarias de Arbenz y simpatizaba con el pueblo q’eqchi’ en la recuperación de sus tierras ancestrales (Gálvez, 2014; Sanford, 2000). La noche anterior, los ancianos q’eqchi’ habían realizado un mayejak, una ceremonia para bendecir su petición a Overdick. Monzón y los militares también se habían preparado para el encuentro de antemano, ubicando un gran contingente de soldados desde el destacamento hasta el edificio municipal (Krznaric, 2021). Los tiradores estaban apostados en los techos que rodeaban la plaza (Sanford, 2010) y Monzón también había contratado trabajadores para excavar una fosa común esa mañana (Bird, 2011).

Mientras Qana’ Adelina subía los escalones del edificio municipal, los soldados abrieron fuego directo contra la multitud. Muchos murieron de inmediato, y perecieron aún más cuando los helicópteros persiguieron a quienes huían del lugar (Konefal, 2010). Los trabajadores de Monzón utilizaron un camión municipal para arrojar los cuerpos a la fosa común (Bird, 2011). En los allanamientos que siguieron, el ejército mató y desapareció a casi todos los líderes que hablaban español, y podrían haber testificado sobre la masacre (Sanford, 2000). El historiador Greg Grandin (2004) argumentó que Panzós fue la “última masacre colonial”, es decir, el momento de cambio desde la represión colonial descentralizada a un genocidio sistemático en nombre de la seguridad nacional.

El presidente Laugerud culpó de la masacre a los campesinos adoctrinados por Fidel Castro, mientras que su ministro de defensa, Otto Spiegeler (¡oh! los apellidos europeos!) acusó a los sacerdotes y monjas locales de ser agentes de propaganda comunista. Dos meses después, Francisco Villagrán Kramer (¡otro apellido europeo!), el vicepresidente entrante del general Romeo Lucas García, se reunió con funcionarios de la embajada de EE. UU. para pedir más suministros de gas lacrimógeno «en nombre de los derechos humanos». El agregado gringo estuvo de acuerdo con sorprendente franqueza:

El uso de gases lacrimógenos en lugar de armas hubiera salvado vidas en Panzós, por poner un ejemplo reciente… los gases lacrimógenos, … tienen una sensibilidad especial a la vista humana, creemos que es más humano poner a disposición este medio de control que obligar a los gobiernos a recurrir a otras medidas para asegurar el cumplimiento de requisitos que nosotros mismos imponemos [énfasis mío]” (Wikileaks cables, 1978a).

La noticia de este suceso viajó de boca en boca, llegando incluso a las aldeas más remotas de Ixcán (Manz, 2004). En toda Guatemala, este fue un periodo de organización indígena y reconocimiento de la opresión compartida (Konefal, 2003). Al menos dos reinas de concursos de belleza q’eqchi’ condenaron la masacre en sus discursos y una perdió su título (Sanford, 2000). El Comité de Unidad Campesina (CUC), la organización de trabajadores rurales indígenas más antigua e influyente de Guatemala, encabezó protestas en Ciudad de Guatemala y la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) se unió a la causa, en una marcha de 80 000 personas el 8 de junio de 1978, la manifestación más grande que había habido en Guatemala en dos décadas (Konefal, 2010; Simons, 2007). Un líder del movimiento campesino condenó la masacre como “un eslabón más en una cadena más grande … una continuación de la represión, el despojo, la explotación, el aniquilamiento del indio” (Konefal, 2010).

Para la revista Ixim (maíz), los organizadores del CUC viajaron desde el altiplano guatemalteco para realizar entrevistas clandestinas con los sobrevivientes de Panzós y reproducir otras denuncias (Konefal, 2003). En un profético editorial de junio/julio de 1978, se lamentaban: “Guatemala, oh Guatemala Hermosa, tierra donde se siembra maíz y se recogen cadáveres, . . . tierra de la eterna primavera, tierra del eterno Panzós” (Konefal, 2010).

Panzós, mina y élites ahora

Los intereses mineros dieron forma al contexto de violencia en Panzós. Con base en un borrador preparado por un ingeniero de minas de la INCO, Guatemala había actualizado su Código de Minería en 1965 y había premiado a la misma empresa con un contrato de arrendamiento por 40 años y un permiso para explotar a cielo abierto casi cuatrocientos kilómetros cuadrados de tierras agrícolas q’eqchi’ entre Panzós y El Estor, con autoridad para expulsar a las comunidades de la tierra y hasta deducir el costo de la represión como un gasto comercial (Klippensteins, s.f.). Cuando cuatro académicos universitarios publicaron un estudio que cuestionaba las bajas regalías (5% para el Estado, 1% para el terrateniente y 1% para los municipios), dos profesores fueron asesinados (Urkidi, 2011). La subsidiaria guatemalteca de INCO, Exmibal, operó el arrendamiento entre 1977 y 1982 y reportó $10 millones en ganancias (Adams, 1982; Solano, 2005), pero no pagó regalías. Cuando el gobierno militar intentó hacer valer sus regalías del 5%, INCO cerró la mina. Las comunidades q’eqchi’ regresaron a sus tierras ancestrales para cultivar.

En lugar de aprobar las reformas contenidas en los Acuerdos de Paz de 1996, que deberían haber otorgado a estas comunidades q’eqchi’ el derecho a títulos colectivos, en 1997 el Congreso guatemalteco creó un nuevo código minero que simplificó los procesos de concesión de licencias y redujo las regalías al 1% (Urkidi , 2011). Con mejoras globales en tecnología y otros incentivos fiscales, desde entonces Guatemala se ha convertido en un imán para la industria minera. Skye Resources adquirió la concesión de cuarenta años de Exmibal a fines de 2004, y tres años más tarde, un conglomerado canadiense, Hudbay Minerals, adquirió Skye (Binks-Collier, 2020). En 2014, una corporación suiza con vínculos entre Rusia y Estonia, Solway Investment Group, tomó el control de la mina a través de su subsidiaria local, la CGN o Guatemalan Nickel Company (El Observador, 2020).

Presentando a las comunidades q’eqchi’ como “invasoras” u “ocupantes” de su propio territorio, en 2007 la CGN se coordinó con la Policía Nacional Civil para desalojarlas. En un acto que recuerda la política de tierra arrasada del ejército guatemalteco, sus matones violaron en grupo a once mujeres q’eqchi’s antes de quemar sus casas. En 2009, Mynor Padilla, militar convertido en jefe de seguridad, asesinó al maestro de escuela Adolfo Ich Chamán. Su viuda, Angélica Choc, es ahora la valiente demandante contra la empresa matriz de CGN con sede en Toronto, Hudbay (Rodríguez, 2021).

Más allá de la minería, la región Panzós-El Estor acoge a muchas empresas agroindustriales ‒ plátano, ganado, azúcar/etanol, aceite de palma‒, represas hidroeléctricas y tráfico de cocaína. El desalojo generalizado de los campesinos q’eqchi’s de sus tierras tradicionales ha creado un ejército de reserva de mano de obra barata para las plantaciones y/o la migración transnacional del que se benefician todas las élites económicas (Galeano, 1967). Al igual que los contratistas coloniales de antaño, las empresas dependen de los “coyotes corporativos” para monitorear constantemente las posibilidades de adquisición de tierras (Alonso-Fradejas, 2015: 509).

La mayoría de las familias de élite propietarias de estos negocios son descendientes de europeos que llegaron con el auge del café del siglo XIX. Viven en comunidades cerradas y hacen tratos de beneficio mutuo en clubes, partidos de futbol escolares, restaurantes y eventos familiares (Krznaric, 2021). Aunque compiten entre sí en los negocios, cuando se trata de política de tierras, CACIF y otras asociaciones empresariales presentan un frente unido organizado.[4] Evitan pagar salarios dignos a sus trabajadores, pero subsidian generosamente la “mano de obra barata” de sus propios funcionarios, recompensan a sus apoderados militares con beneficios especiales y “dobletes” (Gutiérrez, 2016: 9) y financian escuadrones de la muerte cuando es necesario (Krznaric, 2021).

Para dar sólo un par de ejemplos emblemáticos de los oscuros pactos de las élites, Rodolfo Sosa, abogado de la CGN, fue alguna vez socio legal del expresidente Oscar Berger (periodo 2004-2008) (El Observador, 2020); sus hijos se casaron, convieritendose en “concuños” con muchas otras conexiones (Binks-Collier, 2020). Berger, descendiente de colonos belgas que emigraron a Guatemala en busca de concesiones liberales de tierras a los europeos, se casó con Wendy, la hija del barón azucarero Walter Widman (Solano, 2008). Esta familia de cafetaleros alemanes del siglo XIX posee una controvertida refinería de azúcar grotescamente llamada Chabil Utzaj (“buen azúcar” en q’eqchi’) (Bastos y de León, 2014; Solano, 2011). Para salvar el negocio familiar, Carlos Widmann usó sus conexiones políticas y obtuvo un préstamo de $31 millones del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) con una falsa presentación de responsabilidad social empresarial: “levantar a la vez proyectos en salud, educación, caminos rurales, agua y saneamiento” (Oglesby, 2004; Bird, 2011; Solano, 2011: 4). En 2007, estas familias emparentadas entre sí formaron una organización sin fines de lucro para cabildear sus intereses y asfaltar una vía de comunicación. Tiene un nombre con sentido ambiental: la Fundación para el Fomento de los Recursos Naturales y el Desarrollo Sostenible de la Cuenca del Polochic ​​ (CMI-G, 2019).

La genealogía de élite, sin embargo, no tiene por qué ser destino. Walter Overdick, alcalde de Panzós en el momento de la masacre de 1978, desciende de Hans Overdick Kern alemán que emigró a Guatemala en el boom del café. Al reemplazar a Flavio Monzón, simpatizaba con los campesinos q’eqchi’s y brindó un testimonio importante ante las comisiones de esclarecimiento histórico y un caso judicial de 2011, en el que nombró a cuatro terratenientes que habían conspirado con oficiales militares (GHCR, s.f.).

Sin embargo, su hijo, Horst Walther, usó su “herencia de poder” para derramar más sangre en Guatemala (Gálvez, 2014). A través de las conexiones de su familia por el comercio de cardamomo, Horst Walther comenzó a contrabandear cocaína en 1999 con las familias Turcios y Lorenzana. Se conviritió en “El Tigre”, el capo que se alió con el ultraviolento cártel mexicano de Los Zetas en 2008 para desplazar a los ganaderos que anteriormente habían controlado el narcotráfico regional (Anónimo, 2011; Gálvez, 2014). Arrestado y extraditado a EE. UU. en 2012, fue deportado inexplicablemente a Guatemala en 2019, donde se desconoce su paradero (Prensa Libre, 2019a). Kevin, uno de sus hijos, también fue arrestado en 2011 en una fiesta organizada por Los Zetas (Prensa Libre, 2019b). Horst Walter (otro hijo con el nombre del abuelo,) fue apresado recientemente por agresión de género (Chumil, 2019). Digna de un drama de Shakespeare, esta familia muestra cómo los individuos pueden cambiar de alianza en el laberinto sombrío de la política de esta región.

Un ejemplo distinto de cambio de lealtades es el líder guerrillero “César Montes” (Julio César Macías), que regresó a esta región después de los Acuerdos de Paz para dirigir una organización sin fines de lucro, la Fundación Luis Augusto Turcios Lima, nombrada así en honor al fundador de las Fuerzsa Aramdas Rebeledes, (FAR), militar que recibió entrenamiento en la “Escuela de las Américas” pero se rebeló contra los élites (Solano, 2007). A pesar de la retórica de apoyo al desarrollo agrario integrado para los pueblos mayas, se informa que Montes ahora apoya a diversas empresas (azúcar, caucho, dos empresas de níquel, aceite de palma, aserradero). De hecho, las declaraciones del caso canadiense Hudbay incluyen correos electrónicos en los que Montes recomendó que la empresa usara sobrevuelos en helicóptero para infundir miedo en la población q’eqchi’ “sin costar nada extra” (Binks-Collier, 2020).

Cuando un exguerrillero se cambia de bando después de años en la montaña, ¿en quién confiar entonces? Quizás en nadie y en todos. La desconfianza hacia individuos que pueden ser corrompidos es una de las fortalezas del liderazgo maya.

El Estor y la redes actuales

Los colonizadores saben desde hace mucho tiempo que la mejor manera de mantener el poder es dividir y conquistar. Los invasores españoles lo hicieron reubicando a los pueblos mayas en reducciones que se convirtieron en municipios. En cambios dramáticos como ése, la represión puede crear nuevas identidades y nuevas comunidades en lo que Bastos llama “reetnización” (2021a). Aunque los Acuerdos de Paz renovaron las oportunidades para que el movimiento maya se reuniera y organizara más allá del pueblo o del grupo lingüístico, muchas organizaciones mayas permanecieron divididas, en parte porque tenían que competir por los escasos recursos de los donantes.

Sin embargo, algo parece haber cambiado en la última resistencia a los desalojos q’eqchi’s en El Estor. La masacre de Panzós sólo la investigaron los organizadores del CUC, pero ahora las comunidades q’eqchi’ ahora tienen sus propios periodistas como Carlos Choc (Bastos, 2021b) y publicaciones como Prensa Comunitaria. En el calendario maya, los nacidos el día de Aj K’at (red tejida) son conectores y líderes. La cosmología q’eqchi’ honra este tipo de liderazgo al nombrar a sus líderes Aj Pop, aquellos que se sientan sobre una estera tejida que representa la voluntad común de las fibras de la sociedad. Los periodistas indígenas que tejen y conectan historias que la prensa convencional no quieren contar son conectores heroicos.

Recientemente, Bernardo Caal Xol cumplió sus cincuenta años estando en prisión, como preso político por defender el río sagrado Cahabón que se une al Polochic que desemboca en el lago Izabal. Antes de ser encarcelado injustamente, Bernardo se desempeñó como traductor de la emotiva presentación del libro de la antropóloga Victoria Stanford a la comunidad de Panzós en el 32 aniversario de la masacre. La nieta de Adelina Caal, María Maquin, dio un emotivo discurso sobre cómo sobrevivió a la masacre siendo una niña de 12 años (Sanford, 2011). Tales conmemoraciones son esenciales porque la mitad de la población de Guatemala nació después de la guerra civil.

Se podría argumentar que la masacre de Panzós fue única no solo porque fue la primera de una larga lista de comunidades mayas masacradas, sino porque muchas personas en Guatemala se organizaron de inmediato para denunciarla. Una vez más hoy, los jóvenes están reorganizando su parentesco y sus relaciones a través de las redes sociales. Para los investigadores que se preocupan por indagar, las élites también revelan sus linajes y alianzas en selfies, páginas de Facebook, y sitios genealógicos. Con múltiples autores anónimos, el ensayo de Wikipedia sobre Panzós, por ejemplo, es uno de los relatos más precisos y completos de la masacre. La voz común crea la verdad.

Los activistas urbanos, especialmente los estudiantes, se solidarizan con los movimientos rurales mayas como no lo han hecho en mucho tiempo. A principios de este año 2022, unas 252 organizaciones, incluida la Organización de Mujeres Guatemaltecas Mama Maquin, condenaron el hostigamiento de los periodistas q’eqchi’s y defensores ambientales. Cuando las comunidades q’eqchi’s desafiaron a la oligarquía para bloquear el paso a la mina de níquel, cientos de jóvenes, organizaciones mayas aliadas, aliados internacionales e incluso columnistas de los principales periódicos siguieron los acontecimientos. Cuando el presidente Giammattei (¡otro apellido europeo!) declaró el estado de sitio el 25 de octubre de 2021, estos aliados llegaron para documentar la represión en El Estor.

Debido a la pandemia, solamente he podido seguir de lejos las manifestaciones y denuncias por las redes sociales, unidas por un símbolo tejido, las #hastags, #ElEstorResiste y #Todos SomosElEstor. El hecho de que tanta gente en Guatemala que nunca ha puesto un pie en El Estor estén uniéndose en nombre de las comunidades q’eqchi’, me sugiere que algo profundo está cambiando en Guatemala. Al igual que la masacre de Panzós, la lucha actual en El Estor se ha convertido en un símbolo de resistencia a la extracción y el falso parentesco corporativo. El discurso y la creatividad que he presenciado en Twitter me da esperanzas de que un día cercano el movimiento social y popular de Guatemala se una para seguir los pasos de Chile y ganar una asamblea constituyente plurinacional.

A medida que los mayas entrelacen sus movimientos con un tejido más compacto para enfrentar a oligarquía que ha gobernado Guatemala durante demasiado tiempo, las montañas temblarán más de lo que cualquier dinamita minera corporativa podría hacerle a las sagradas colinas vivas del Polochic.

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  1. Universidad de California, Departamento de Estudios de Pueblos Nativos Americanos. lgrandia@ucdavis.edu. Nacida un 2 (Ka) K’at quien por lo tanto tiende a notar dualidad y conexiones transnacionales. Escrito 13 de enero 2022, 50 cumpleaños de Bernardo Caal, 12 oct, 13.0.9.3.10
  2. Por último, pero no menos importante, los fondos estadounidenses ayudaron a financiar el oleoducto y la vigilancia militar en la Franja Transversal del Norte.
  3. Engañó a los q’eqchi’, al “ayudar» a solicitar títulos de propiedad de tierras al INTA (Instituto Nacional de Transformación Agraria), que «accidentalmente» salieron a su nombre (Sanford, 2010: 57). Además, obligó a sus vecinos q’eqchi’s a proporcionar una semana gratis de trabajo por mes en sus propiedades privadas a cambio del «privilegio» de cultivar tierras municipales (Sanford, 2010).
  4. Como señaló un expresidente de CACIF, “cuando salimos de las reuniones por las que estamos peleados, ‘¿por qué dijiste esto? o ‘¿por qué propusiste eso?’ Pero cuando hablamos con la gente tenemos una sola voz, somos un solo cuerpo” (Krznaric, 2021: 41).