Publicado enAño 33 Núm. 357 Puntos de encuentro
La salud de los pueblos indígenas en tiempos de Covid-19: Antropoceno, antropodemia y estrategias para el sostenimiento de la vida
Los pueblos indígenas de América Latina y de México han llevado a cabo a lo largo de la historia diversas formas de resistencia y acción transformadora ante las múltiples opresiones que, desde la colonización europea, han amenazado su reproducción biológica, social y cultural. No solo han luchado y luchan por el sostenimiento de sus vidas, diversos colectivos y comunidades indígenas lo hacen también por el sostenimiento de la vida. Me refiero a la resistencia ante procesos significativos de la era geológica llamada “Antropoceno”, ocasionados por el ser humano e intensificados a partir, especialmente, de sus actividades lesivas para el medioambiente vinculadas a la industrialización en el sistema capitalista. Algo que Donna Haraway y Andreas Malm (Haraway, 2015), para evitar cierta despolitización del término, denominarán como capitaloceno. Algunos ejemplos de ello son las luchas contra la deforestación, los megaproyectos, el extractivismo petrolero, las mineras o el narcotráfico. La actual pandemia de Covid-19 no es un fenómeno biomédico o epidemiológico desvinculado de la actividad económica y política del ser humano, se inscribe en la acción antropogénica de un sector de la población mundial[1] sobre el planeta, que imagina y da forma a mundos sociales cuya existencia implica fenómenos como la pérdida masiva de biodiversidad o el calentamiento global[2]. Se trata, en este sentido, de una antropodemia, entendida como una pandemia cuyas condiciones para su emergencia son propiciadas por la actividad ecológicamente dañina de ciertos seres humanos, y cuyo comportamiento, impredeciblemente destructivo y difícil de contener, es potencializado por las relaciones sociales dominantes en el actual sistema mundo capitalista[3]. Sería el actual un periodo epidemiológico antropodémico en el que los grandes avances científicos y humanísticos que permitieron una transición epidemiológica de las enfermedades agudas a las crónicas (al menos para un sector privilegiado de la población) y la promesa de su universalización, son cada vez más inciertos. Pero el Covid-19, en términos epidemiológicos, no es una pandemia, tampoco es una sindemia[4] global, opera como un conjunto de sindemias, con comportamientos locales específicos que dependen de diversos procesos como la gestión política (Mendanhall, 2020) y afectan de manera diferenciada a distintos grupos de población, como es el caso de aquellas personas indígenas con padecimientos previos y en condiciones sociales desfavorecidas.