¿En quiénes pensamos cuando hablamos de las mujeres musulmanas?La develación de nuestra mentalidad colonizada

¿En quiénes pensamos cuando hablamos de las mujeres musulmanas?La develación de nuestra mentalidad colonizada

En abril de 2017, la pensadora musulmana decolonial Sirin Adlbi Sibai presentó en la Ciudad de México La cárcel del feminismo; una obra que busca señalar el impacto de la colonialidad en la producción de la islamofobia, así como su perpetuación a través de diversos tipos de campañas que buscan “liberar” a las mujeres musulmanas con hiyab o velo islámico (Adlbi, 2016). Posteriormente, en Más allá del feminismo islámico: redefiniendo la islamofobia y el patriarcado, la autora definió al entramado “mujer musulmana con hiyab” como “un no-sujeto, un objeto pasivo de estudio e intervención, con características bien definidas: subdesarrollada, analfabeta, reprimida sexualmente, pobre, oprimida, alienada, etc., un constructo inexistente e irreal fuera de las lógicas y la razón occidental-colonial-imperial y que vendría a ejemplificar la Otra por antonomasia de esas Otras por antonomasia mujeres del llamado Tercer Mundo” (Adlbi, 2018: 6). Dado que Adlbi Sibai creó este concepto para referirse a las personas racializadas como musulmanas y generizadas como mujeres que viven en las tierras de mayoría musulmana y en el Norte global, mi intención con este escrito es problematizar el resultado de este complejo entramado colonial a través de la vivencia de Damaris*, una de mis colaboradoras etnográficas que conocí en Los Ángeles, California, Estados Unidos, mientras me encontraba realizando el trabajo de campo para mi investigación doctoral.
Relaciones familiares y comunitarias transnacionales en situaciones de emergencia: otomíes en Texas en la pandemia de Covid-19

Relaciones familiares y comunitarias transnacionales en situaciones de emergencia: otomíes en Texas en la pandemia de Covid-19

La pandemia por Covid 19 hasta el mes de agosto de 2021, habría cobrado 4,5 millones de muertes en todo el mundo, así como un saldo de 219 millones de personas infectadas con dicho virus (RTVE 2021). La pandemia que se expandió por todo el mundo ha afectado en distintas proporciones a los países, siendo Estados Unidos el país que hasta la fecha registra el mayor número de contagios y de personas fallecidas. Al mes de septiembre de 2021, en dicho país se habían registrado un acumulado de 39,360,874 casos de contagios, y un total de 662,853 personas que lamentablemente fallecieron por dicho virus, desde el inicio de la pandemia (BBC, 2021; Statista 2021).
Migración femenina a Estados Unidos desde la región sur de Yucatán

Migración femenina a Estados Unidos desde la región sur de Yucatán

Diversos estudios sobre la migración mexicana a Estados Unidos han documentado cómo el género permea todos los aspectos del proceso migratorio. Generalmente, la decisión de emigrar se da con base en las necesidades económicas o metas de los grupos domésticos y en relación con la posición, las expectativas y los mandatos de género que tienen las personas como padres, madres, hermanos, hijos o hijas. Así mismo, las y los migrantes se integran a trabajar a los lugares de destino de acuerdo con las demandas que impone el mercado laboral y con base en una división sexual del trabajo. Tras el asentamiento temporal o permanente en los países de destino, las y los migrantes experimentan una serie de adaptaciones, aprendizajes, y cambios sociales, culturales y económicos que reconfiguran su identidad, roles, expectativas y prácticas de género.

Activismo digital feminista en Instagram

El movimiento feminista en América Latina se ha convertido, sin lugar a duda, en uno de los movimientos sociales más dinámicos y presentes en la agenda y el espacio público de estas latitudes. Diversas autoras en la región han discutido las características principales y específicas de este reciente auge feminista. Para algunas, incluso, siendo valedor de un cambio tal que se habla de una cuarta ola del feminismo, y en México, de “nuevos feminismos” (Portillo y Beltrán , 2021). En general estos cambios se atribuyen al marcado uso de la tecnología, en particular de las redes sociodigitales para la construcción de campañas de interacción y denuncia global (Cerva, 2020b), a la incorporación sin precedentes (Bartra, 1999) de un amplio sector juvenil de mujeres (Larrondo y Ponce, 2019; Mingo, 2020), al fuerte rechazo y denuncia pública del acoso sexual y la violencia contra las mujeres (Alvarez , 2020; Gil, 2020), aunados a la masividad y frecuencia de las protestas en espacios públicos (tanto físicos como digitales) y el uso de nuevas estrategias de desobediencia civil de larga tradición en Latinoamérica, pero que hasta ahora no eran utilizadas por los movimientos feministas (Castillo, en prensa).