¿Preparados para la peste?
Notas de las crisis por epidemias durante la debacle mesoamericana, la Nueva España y algunos rasgos en la actualidad.

 Eréndira Martínez Almonte y Betsabé Piña Morales


Imagen 1. Nahuas enfermos de viruela. Siglo XVI. Bernardino de Sahagún. Códice Florentino. Libro XII foja 53.

El paso de los años y el conocimiento que tenemos referente a los hechos del pasado, nos ha demostrado que el ser humano es sumamente vulnerable, pues, algo tan intangible como virus y bacterias son capaces de poner en riesgo a nuestra especie. La historia está marcada por grandes catástrofes y caídas demográficas ocasionadas por epidemias -así como por pandemias[1]– que siempre llegan sin avisar, nos toman por sorpresa y dejan al descubierto el hecho de que nunca estamos listos para enfrentarlas. Paradójicamente, estos hechos catastróficos para los humanos, son muestra de la constante interacción de diferentes organismos que cohabitan en el ecosistema, reproduciéndose y adaptándose de formas muy diversas.

Los agentes infecciosos, como bacterias, virus, hongos, parásitos, etcétera, causantes de un gran número de epidemias, han acompañado al hombre desde siempre; este fenómeno está asociado a diferentes factores climáticos y ecológicos que favorecen su propagación, teniendo en cuenta que existe un mayor impacto en algunos escenarios como las guerra, los viajes de exploración, los procesos de urbanización, los intercambios comerciales, entre otros (Molina, 2016). El objetivo de este breve ensayo consiste en mostrar los efectos de las epidemias en las poblaciones y los resultados demográficos, políticos y económicos, teniendo como punto de partida el contacto europeo con las poblaciones del continente americano. Por otro lado, es indispensable señalar la importancia del estudio multidisciplinario de estos fenómenos para comprender el papel de las enfermedades en la vida del hombre.

El impacto de las epidemias en la población mesoamericana y de la Nueva España

Uno de los mayores impactos durante las epidemias es el descenso poblacional, tal como está registrado en diferentes investigaciones. En el siglo XVI, en el continente americano, el fenómeno epidémico se relaciona con el proceso de conquista de los pobladores venidos del viejo continente. Fue debido al contacto con nuevos agentes patógenos que la población originaria sufrió una baja demográfica significativa[2]. El contagio tuvo un factor de riesgo mayoritario para la población mesoamericana quienes, al no haber tenido contacto con enfermedades como la viruela, no habían desarrollado inmunidad ante éstas, por lo que su propagación costó numerosas vidas. El debilitamiento poblacional de los grupos originarios debido a las epidemias generadas, fue un factor clave para consolidar la conquista española (Malvido, 2003).

Durante el periodo novohispano, la viruela azotó a la población, junto con otras enfermedades como el sarampión, la tosferina, el cocoliztil, tifoidea y otras pestes en distintos momentos, que además estaba acompañados por muertes por hambre[3] (Malvido y Viesca; 1985).

Sin lugar a dudas, algo importante por señalar es que las muertes que trajo la viruela estuvieron presentes durante los tres siglos de dominio colonial. Así mismo, nos encontramos ante el hecho de que en los primeros años que se presentó en el territorio atacaba de igual manera a grandes y poderosos señores, sacerdotes y guerreros, como fueron el penúltimo tlatoani mexica Cuitláhuac y el penúltimo irecha Zuangua[5] del territorio michoaque, así como hasta los estratos más bajos de las sociedades prehispánicas. Posteriormente, ya consolidado el dominio hispánica y tras el proceso de macehualización, los más afectados fueron los más vulnerables, aquellos sujetos explotados brutalmente, quienes eran enviados a las minas y a los campos de algodón o de caña, en donde las condiciones de vida eran infrahumanas. Fue en estos lugares donde la epidemia golpeó con más fuerza y acabó con más vidas, sin mencionar que en cada uno de estos periodos estaba acompañado de la falta de manos campesinas, impidiendo pagar los tributos requeridos y la falta de alimento a nivel local, generando crisis económicas difíciles de sobrellevar.

A pesar de las órdenes firmadas por el Rey de España, en las que se pedía evitar el abuso y sobreexplotación de la población indígena, las autoridades virreinales, así como los encomenderos, dueños de las grandes plantaciones y minas, solían echar mano de la conocida figura jurídica del “obedézcase pero no se cumpla” (Rubio, 2005:82), haciendo oídos sordos a las recomendaciones provenientes de viejo continente. La preparación por parte de las autoridades coloniales para hacer frente a la epidemia o para contrarrestar los efectos de la viruela eran nulas, la mano de obra era reemplazable, la economía no debía detenerse y las ganancias no podían disminuir. Ante este panorama, encontramos miles de familias separadas, comunidades disgregadas y cientos de miles de muertos. Sin embargo, es importante puntualizar que, a pesar de esta vorágine, los pueblos originarios han logrado mantenerse y resistir ante los constantes embates del colonialismo.

Los trabajos de investigación en torno a las epidemias

Imagen 2. Entierro 7 y 8 del siglo XVII del Rescate Arqueológico del templo de Santiago Aportol, Ocuituco, Morelos. Fotografía: Arqueólogo Jorge Linares. 2013. Fondo PICZAT-INAH Morelos.

Consideramos importante señalar que, las investigaciones sobre las epidemias han sido abordadas desde una mirada multidisciplinaria, desde la medicina, la economía y la política; por su parte, la antropología y la historia, juegan un papel importante para analizar esta problemática con una visión de larga duración. Por un lado, la historia y la etnohistoria se encuentran sustentadas y basadas en el análisis de fuentes, sobretodo documentos generados durante la Colonia, como son matrículas de tributos, relaciones geográficas, las crónicas de conquistadores y misioneros, y principalmente, los registros parroquiales y de los hospitales[6] , y por otro lado, la arqueología y la antropología física analizan los restos materiales y óseos, mediante los cuales es posible complementar y contrastar la información de las fuentes con los datos que se obtienen de los restos que sobrevivieron hasta nuestros tiempos de las poblaciones afectadas.

Muchas son las excavaciones donde se encuentran entierros colectivos, pero la interpretación de las fuentes como la disposición del contexto material permiten inferir si la muerte de los individuos responde a una epidemia. Tal es el caso del “Proyecto Atrio de la Catedral” a cargo del INAH, que en 1982 tenía el objetivo de explorar las primeras fases constructivas de la Catedral capitalina. Las excavaciones pusieron al descubierto los cimiento del recinto, el cual fue fundado entre 1523 y 1524 por instrucciones de Hernán Cortés. Además, se localizaron una serie de entierros (157 en total en dos osarios) que, por su forma y posición en la que fueron colocados, dieron indicios de que las muertes de estos individuos estaban asociadas al motín por hambre de 1692 o a la epidemia de viruela de 1797. Los antropólogos físicos del proyecto, identificaron que 51 (35%) del sexo masculino, 51 (35%) de sexo femenino y 44 (30%) menores de 15 años en los que no fue posible identificar el sexo, mostrando la alta mortandad de la población infantil (Hernández, 2011).

La epidemia de viruela que azotó a la ciudad en 1797, tuvo un menor impacto a la población con respecto a las anteriores, debido a la práctica de inoculación a la que las personas recurrieron, es decir, los primeros avances que permitieron la inmunización. De acuerdo a la investigación de Trejo (2016), los archivos señalan que la epidemia surgió en sureste del territorio novohispano en 1795, llegando prontamente a territorios Oaxaqueños donde la población tuvo grandes pérdidas; para evitar que el contagio llegara a Puebla y Veracruz se establecieron cercos sanitarios. En 1797 se declararon los primeros contagios de viruela en la capital de la Nueva España. La población entró en cuarentena, la ciudad se dividió por sectores para controlar la propagación de la viruela, las casas con infectados eran marcadas para atender a los enfermos, se establecieron puntos específicos para enterrar a los enfermos, se atendió a la gente de acuerdo al manual llamado: Instrucción que puede servir para que se cure a los enfermos de las viruelas epidémicas. El invierno de ese año se agudizó y con ello el número de infectados, generando una fuerte crisis económica en la población; ante estas dificultades se formaron sociedades caritativas que recaudaron dinero para llevar alimento a los enfermos y a sus familias pobres. Las estimaciones demográficas señalan que la epidemia alcanzó 50 muertos por cada mil habitantes (Trejo, 2016).

Reflexiones

Como hemos señalado, la etnohistoria, arqueología y la antropología física pueden ofrecer información valiosa al estudio de las epidemias durante el proceso de conquista de los pueblos mesoamericanos y la época Colonial. El impacto que tuvo la llegada de la viruela a este lado del mundo trajo consecuencias catastróficas para la población originaria, se perdieron grandes cantidades de vidas y con ello desaparecieron cientos de lenguas, de pueblos, de conocimientos, de saberes, de técnicas, y de maneras de entender el mundo.

Ahora bien, como parte del carácter antropológico de las disciplinas ya mencionadas, consideramos necesario traer al momento actual esta información, es así que podemos apreciar algunos escenarios similares en el contexto de la epidemia. Es claro que, a lo largo de la historia y hasta el presente nos encontramos ante el hecho de que ningún pueblo, ciudad o país ha estado preparada para contener una epidemia, y menos para enfrentarse a una pandemia; razón por la que, muchas de las decisiones se van tomando conforme se va esparciendo la misma.

La respuesta y las acciones que se toman están directamente relacionadas con las prioridades que cada sistema administrativo establece. Hoy en día nos encontramos ante diferentes panoramas, donde se intentan minimizar los impactos económicos, políticos y sociales, y encontrar el punto de balance es súmamente complicado. Sin embargo, una cosa es segura, aquellos que históricamente se han encontrado bajo un constante proceso de colonización, explotación y discriminación van a ser los más afectados y trastocados por los efectos negativos, no sólo de la enfermedad, sino también de las decisiones que se tomen en las altas esferas de poder. Y por otro lado, la historia nos muestra que en estos fenómenos, las brechas de desigualdad se agudizan y por lo tanto, en las poblaciones más vulnerables la tasa de contagio y de mortalidad es más alta.

De igual forma, los grandes empresarios muestran nuevamente como para ellos los cuerpos de sus trabajadores son reemplazables. Pues como hemos visto, ante la llegada del COVID-19 muchas grandes empresas no han querido parar, pese a las recomendaciones del gobierno. Para estos grandes emporios la está la constante necesidad de anteponer sus ganancias a la vida humana.

Dicho lo anterior, podemos observar que el estudio de las epidemias y pandemias nos acercan a la reproducción de la realidad desde una óptica de los actores, la ciencia y los sistemas institucionales y su actuación desde la articulación del poder y la vigilancia, lo cual se refleja en la atención médica y estrategias de atención sanitaria diferenciadas.

Finalmente, debemos anotar que en este periodo la historia y las ciencias antropológicas también se encuentran ante nuevos retos. Las fuentes con las que se suele trabajar se van perdiendo en la pandemia -entre ambigüedades en las políticas, la pérdida de cuerpos, Fake News, etcétera- la discrepancia en la información dificulta nuestro trabajo y nos hace pensar que a futuro las investigaciones sobre el acontecimiento que estamos viviendo será un verdadero reto para todas la disciplinas dedicadas al registro histórico.

Bibliografía

Alcalá, Jerónimo. ([1539-1541] 2013). Relación de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán.

Cook, Sherbune y Woodrow Borah. (1960). The Indian Population of Central Mexico 1531-1610. Berkeley, University of California Press.

Hernández, Patricia. (2011). “Las posibles víctimas de la epidemia de viruela de 1797. Una muestra de la población mestiza del siglo XVIII”, Arqueología Mexicana núm. 110, pp. 72-75.

Malvido, Elsa. (2003). “La epidemiología, una propuesta para explicar la despoblación americana”. Revista de Indias, 2003, vol. LXIII, núm. 227. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Pp. 65-78.

Malvido, Elsa y Carlos Viesca. (1985) “La epidemia de cocoliztli de 1576”. Revista de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. N° 11. Octubre-Diciembre, 1985. México.

Molina, América. (2016). “El estudio de las epidemias: enfoques sociodemográficos y culturales. Fuentes y abordajes metodológicos con énfasis en el caso Mexicano”. Presente y Pasado. Revista de Historia. Año 21. Nº 42. Julio-Diciembre, 2016. Escuela de Historia, Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela.

Rubio Mañe, José Ignacio (2005). El virreinato: Orígenes y jurisdicciones, y dinámica social de los virreyes, México, Fondo de Cultura Económica.

Sahagún, Bernardino. ([1540-1585] 2013). Historia General de las cosas de la Nueva España, México, Porrúa.

Trejo, Jessica. (2016). La epidemia de viruela del 1797 en el Sagrario de la Ciudad de México, vista a través de los registros parroquiales de defunción. Tesis de Maestría en Historia Moderna y Contemporánea. Instituto de Investigaciones Dr. José Luis Mora.

  1. La Organización Mundial de la Salud asegura que una pandemia, tal como la estamos experimenta con el COVID-19, consiste en la propagación de una nueva enfermedad en más de un continente y provocados por la transmisión del padecimiento manera comunitaria. Por el contrario, una epidemia surge de un brote descontrolado que se propaga y se mantienen en un área específica y por un tiempo determinado.
  2. Ciertamente, se tiene registro de brotes epidémicos, sequías y hambruna antes de la llegada de los españoles que causaron grande dificultades a la población, algunas fuentes señalan esto como es el Códice Durán, el Códice Chimalpopoca, el Códice Florentino o La Historia General de las cosas de la Nueva España, entre muchos más; así como investigaciones al respecto como Carlos Viescas (1982) “Hambruna y epidemia en Anáhuac (1450-1454) en la época de Moctezuma Ilhuicamina”; Rosaura Hernández (1982)”Epidemias y calamidades en el México prehispánico» y Angélica Mandujano, Luis Camarillo y Mario Mandujano “Historia de las epidemias en el México Antiguo. Algunos aspectos biológicos y sociales”.
  3. Para una consulta más detallada, el trabajo de Jessica Trejo (2016), La epidemia de viruela del 1797 en el Sagrario de la Ciudad de México, vista a través de los registros parroquiales de defunción, realiza una recopilación de las epidemias y años basado en de diversas fuentes.
  4. En torno a este tema se puede consultar el trabajo de Chiaramonte (1976). En torno a la recuperación demográfica y la depresión económica novohispana durante el siglo XVII. William Sanders (1976) The Population of the Central Mexican symbiotic region. The basin of Mexico and the Teotihuacan valley in the sixteenth century, quien realiza un debate en torno a los datos demográficos y sus fuentes. Malvido (2003), La epidemiología, una propuesta para explicar la despoblación americana.
  5. El penúltimo gobernante del territorio michoaque murió antes de la llegada a su territorio de los invasores europeos, lo que demuestra la gran velocidad con la que se viajan las enfermedades (Alcalá, [1539-1541] 2013: 244-247).
  6. Gran parte de estos últimos se encuentran resguardados en el Archivo General de la Nación. Las epidemias que azotaron la Nueva España tuvieron un gran impacto en lo económico y social, lo cual es visible en la enorme cantidad de documentos existentes que hacen referencia a las muertes causadas por las enfermedades traídas del Viejo continente.