Karl Marx presenta en el primer capítulo de El Capital (1999) un completo análisis de la mercancía. Esto ya que “la forma de mercancía que adopta el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la sociedad burguesa” (Marx, 1999: xiii)[2]. Al final del capítulo, a partir del concepto de “fetichismo de la mercancía”, sostiene que la sociedad dota a las mercancías con diversos aspectos simbólicos que, aunque conectados con sus valores económicos,[3] no se explican a partir de ellos. Señala que, “si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión” (Marx, 1999: 38). El foco de Marx sobre el fetichismo de las mercancías es que éstas se presentan al entendimiento humano, en la sociedad capitalista, como cosas y relaciones entre cosas. Ello oculta que las mercancías encarnan trabajo, relaciones sociales de producción y uso de recursos naturales; dinámicas que, en el capitalismo, implican la explotación del trabajo por parte del capital y el despojo de la naturaleza.
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