El legítimo maíz: más que una historia de manejo

David Montoya[1]
ENES Mérida, UNAM

Segunda fertilización. Bahosil, 2023. Fotografía del autor

Resumen

En este artículo, centrado en los vínculos del legítimo maíz o bats’i ixim, exploro cómo una serie de principios colaborativos opera como uno de los pilares con que funcionan complejos ensamblajes en los que interactúan tanto especies, humanos entre ellas, como entidades. Al hacer énfasis en que el cuidado y las colaboraciones son, a la vez, una forma de asumir una posición política, es una invitación obligada a cuestionar el uso de conceptos como «manejo» o «recursos naturales», entre otras formas de dominación, para describir todo tipo de relación en la que intervienen los humanos.

Palabras clave: legítimo maíz, colaboración, cuidado, ensamblajes, manejo.

Hacia finales del 2022, a la par que comencé una investigación sobre el uso de agroquímicos en algunas milpas del municipio de Chamula, en la región de los Altos de Chiapas, me adentré en las complejas relaciones entre las familias tsotsiles y sus legítimos maíces: los llamados bats’i ixim. Si bien existe abundante información sobre esta y otras importantes especies agrícolas en esta región, es una constante que la atención se centre en las muy variadas formas en que los humanos manejan a esas especies. Poco se dice, sin embargo, sobre cómo estas influyen en la vida de sus manejadores y cómo es que intervienen especies animales, como las ovejas, así como ciertas entidades, en el cuidado del bats’i ixim.

Durante mi estancia en esa región comprendí que las interacciones no solo no se dan en un solo sentido, sino que una suerte de filosofía de cuidado, de principios colaborativos, opera como uno de los pilares de esa compleja relación. Cuidar y colaborar, según entendí, es un principio que involucra una serie de cualidades como sociabilidad, intencionalidad, sensibilidad, o vulnerabilidad, por mencionar algunas, con las que operan complejos ensamblajes donde interactúan tanto especies —humanos entre ellas— como entidades. De alguna forma, todas ellas cuidadas y cuidadoras a la vez. Claramente, las familias tsotsiles son conscientes de esto, puesto que no solo admiten sus propias limitaciones como humanos en las labores agrícolas, sino que reconocen la agencia de otros existentes con quienes interactúan diplomáticamente con el propósito de que esa red de relaciones o ensamblaje se mantenga, precisamente, bajo una atmósfera de cuidado, y no se torne en un ambiente hostil, pues de no sentirse lo suficientemente atendidas, es posible que la mayoría de las entidades actúe de manera depredatoria (Montoya, 2020).

La humanidad del maíz

Para las familias tsotsiles las interacciones se realizan como si cada existente fuera una persona. Esto es, con sentimientos e intenciones bien definidas. Por ello, no es casual que, a lo largo del ciclo agrícola, el maíz reciba los cuidados que obtendría una persona humana desde su nacimiento hasta su muerte. De ahí que se afirme: “si no tiene un buen trato, como cualquiera, [el maíz] puede ponerse triste”. La sensibilidad del maíz es tal que es común que alguien asegure haberlo escuchado llorar, ya sea en su propia milpa o en la de algún vecino: “igualito que como un niño, solo que en la noche no hay nadie en la milpa, nomás los puros maicitos están” (Conversación con Chepe Gómez, febrero 2022).

Compartir estas cualidades humanas también los hace susceptibles a amenazas semejantes. Antes de la siembra, como medida de protección, las mazorcas son resguardadas en costales y almacenadas en la intimidad de los hogares, donde las familias descansan, preparan y consumen sus alimentos, donde se cuentan historias y anécdotas y donde, también, reside el altar doméstico, un complejo dispositivo empleado para interactuar con santos y vírgenes, entre otros, y que, si no es cuidado de manera adecuada, puede generar enfermedad e, inclusive, la muerte (Zamora, 2020).

El hogar es un ambiente cálido, libre de amenazas, como roedores, pero también de las miradas peligrosas, esas que “son fuertes, echan el mal o son envidiosas” (Conversación con Mikel Pérez, noviembre 2018). Cualquier descuido, ya sea previo a la hora de cultivar o durante los primeros tres meses de la siembra, puede generar efectos negativos en su madurez, como producir mazorcas pequeñas o tristes, con afecciones anímicas, propias del ch’ulel.[2] Inclusive, si en esta etapa el agricultor cometió alguna transgresión como tener relaciones sexuales, o simplemente no haberse alimentado lo suficiente el día de la siembra, su maíz puede ser castigado. Por ejemplo, puede quedar cegado con la llamada “nube de milpa” o tok ta chombtik, un hongo parasitario sumamente valorado en otras regiones, comúnmente conocido como cuitlacoche, pero despreciado en los Altos de Chiapas por perjudicar al maíz y, de cierta manera, evidenciar la mala reputación del sembrador.

El maíz como cuidador

El cuidado del bats’i ixim se lleva a cabo de manera más o menos homogénea en gran parte del municipio. No obstante, cada familia tiene pequeños detalles que hace que su maíz sea único. Estas ligeras diferencias son de gran importancia porque influyen, además de las condiciones climáticas y de los suelos, en que una mata sea vigorosa, simplemente se logre o no se dé. En respuesta, los efectos que genera cada maíz al ser consumido también son únicos para cada familia. Así lo evidencian algunas personas que destacan por la facilidad que tienen para comunicarse, que destacan por su retórica, son capaces de persuadir (cualidades asociadas al carácter y a la fortaleza de cada persona) e, inclusive, aquellas para las que los asuntos monetarios no representan problema alguno. En contraste con las que producen poco maíz o malogrado, consideradas pobres y débiles de carácter.

El bats’i ixim no solo procura aspectos relacionados con la corporalidad y el carácter, sino que también brinda protección. Decenas de mazorcas multicolores colocadas a lo largo de las fachadas de las viviendas así lo presumen. Esos coloridos mosaicos son delicadamente colocados con el propósito de mantener a raya ciertas entidades peligrosas, ya sea naguales, espíritus o personas envidiosas, esas que, como se dice en la región, simplemente desean y echan el mal a los demás. En especial las mazorcas dobles, también llamadas Corazón, las mazorcas Madre, y el maíz rojo, todas consideradas un don. El Corazón y la Madre brindan protección en el hogar, son muy apreciadas porque son señales de que el maíz creció contento.

Una mazorca Madre implica que la milpa fue cuidada con mucho corazón, con cariño. En reciprocidad, varias matas dan más de una mazorca: la más grande es la mamá; las más pequeñas, sus hijas. El maíz rojo también es muy valorado porque su color guarda relación con la sangre de Cristo y ese fluido es fuertemente asociado con la fertilidad. Así que, aunque se simbra y se consume, su principal virtud es proteger, no solo al maíz, sino a todos los seres que interactúan en la milpa. De manera general, tanto los cuidados que brinda cada familia como los que les otorga el maíz generan prestigio social. Razón suficiente para atraer envidias y males echados.

Entidades protectoras del maíz

A principios de mayo, justo con la llegada de las primeras lluvias, las familias acuden a los manantiales y ojos de agua, como muestra de agradecimiento por las lluvias otorgadas, y para propiciar la continuidad de la época húmeda. Entre cantos, plegarias y música, se alimenta al agua con bloques de sal y pétalos de rosas, mismos que son depositados directamente sobre la boca de los manantiales. Frente a estos, respetuosamente, músicos y rezadores se dirigen a diversas entidades —la propia Cruz, entre ellas— para solicitar protección al maíz que pronto será sembrado. Con plegarias se reconoce y agradece el esfuerzo que hace jme’tik Banumil, la madre tierra, de permitir la presencia humana, de tolerar que irremediablemente sea pisada, y ensuciada con excremento y orines.

Estas formas de reconocer múltiples agencias para el crecimiento y cuidado del maíz son muy parecidas a las que se realizan durante el bautizo: nombrar a un humano durante sus primeros meses de vida es una forma de iniciar su sociabilidad con Dios, los santos, vírgenes y demás entidades, así como de reconocer tanto su vulnerabilidad como lo importante que es recibir los cuidados de estas entidades para librar la enfermedad y el peligro que constantemente acecha.

Una vez en la siembra, con el terreno previamente preparado —solo chapeado, porque no se voltea ni se quiebra la tierra, entre otros motivos, para no molestar a jme’tik Banumil— se colocan cuatro o cinco semillas, acompañadas por tres o cuatro de frijol. Después de ser recubiertas con tierra, reciben la primera dosis de abono, preferentemente estiércol de chij, esa oveja de vello largo tan característica de la región. Que se dé preferencia a este abono no necesariamente es con fines de reutilizar la materia orgánica disponible, sino al vínculo tan grande que hay entre las propias familias y las ovejas, así como entre estas y san Juan Bautista, su santo patrono.

Las ovejas como alter ego de san Juan Bautista

Cada familia cuenta con rebaños de entre siete y doce chij y, generalmente, su cuidado está a cargo de las mujeres, quienes se ocupan de nombrarlas, de llevarlas a pastar y de resguardarlas de la lluvia, ya sea vistiéndolas con impermeables en caso de llovizna o de refugiarlas en el corral, si de tormenta se trata. Cuando algún integrante del rebaño llega a enfermarse gravemente, igual que se haría con algún familiar con un estado de salud delicado, se lleva a la iglesia principal en compañía de un rezador para que solicite al propio san Juan o a san Sebastián que intervenga por su recuperación.

Una de las cualidades más importante de estas ovejas es que son muy cercanas a san Juan Bautista, tanto así, que posiblemente se trate de su doble animal o alter ego. Por ello la importancia de que las prendas de vestir más representativas de los habitantes de Chamula no solo se elaboren a partir del vello de las ovejas, sino de que reproduzcan la textura misma del pelaje. De ahí que la destreza con la que las mujeres manipulan y transforman la lana esté relacionada directamente con el prestigio (Padilla, 2022), pues es una forma de hacer evidente una suerte de parentesco entre las personas con el propio san Juan. Por su cercanía con el santo patrono de Chamula, el excremento de las ovejas es capaz de transmitir la fuerza necesaria para el crecimiento del maíz, muy superior a lo que cualquier fertilizante pudiera ofrecer. No obstante, el uso de fertilizantes químicos como agentes transmisores de fuerza es cada vez más frecuente, no solo porque el número de ovejas sea insuficiente para satisfacer las necesidades de las milpas en todo el municipio, sino porque otras alternativas menos perjudiciales no se han podido integrar de manera adecuada a la red de relaciones de estos ensamblajes. Si los fertilizantes químicos lo lograron, no solo fue por décadas de ser promovidos y facilitados por el Estado, sino, precisamente, por sus vínculos con el poder, por su cercanía a gente poderosa como los gobernadores y otra gente de la política estatal y federal.

La llegada de las ánimas y la muerte del maíz

Para octubre, las matas de maíz han madurado lo suficiente, así que ha llegado el momento de la cosecha. No es deseable que la celebración a las ánimas o día de muertos, a comienzos de noviembre, inicie sin haber recogido todo el maíz. De manera paralela a la llegada de las ánimas, esta práctica también anuncia el momento de la muerte de las matas. El parentesco entre los humanos y el maíz no solo se expresa en el cuidado durante el crecimiento de las matas, sino también con el tratamiento del cuerpo mismo.

Durante la selección de las semillas o desgrane, kiximtik, los olotes, o bak (hueso), no son simplemente desechados. En cambio reciben un cuidado especial: se hace lo posible para que no se rompan, se resguardan al interior de un costal y se colocan sobre alguna superficie elevada hasta la siguiente cosecha. Esto con la finalidad de protegerlos de los perros, ardillas y otros posibles depredadores. Al año siguiente, después de la cosecha, los olotes, como el cuerpo de un familiar, son depositados en la tierra.

Parentescos raros

Comúnmente, el maíz es heredado vía paterna a los hijos varones, a la vez de que las particularidades sobre sus cuidados son transmitidas y casi siempre adaptadas y perfeccionadas de generación en generación. De tal forma que hablar o ver bien o mal al bats’i ixim de alguna persona, de manera obligada remite a los ancestros, pues fueron ellos quienes, con su cuidado, forjaron el legado que sirve de sustento, quienes moldearon el cuerpo y el carácter de su linaje, quienes propiciaron la fuerza y asentaron las bases del prestigio familiar, quienes sostienen la legitimidad de los maíces. Bajo estos términos, cultivar bats’i ixim o maíz legítimo no debe ser entendido exclusivamente como una práctica agrícola realizada con la única finalidad de satisfacer necesidades calóricas, sino también y, no menos importante, como una forma de continuar tejiendo esa red de parentesco que, como hemos visto, no se limita a lo humano, sino que, realmente, se trata de parentescos raros, en alusión a Donna Haraway (2016).

Conocer la complejidad de las relaciones de cuidado humano-maíz en esta y cualquier otra región, necesariamente implica seguir los hilos que conducen una serie de enredos entre múltiples especies y entidades, de manera que este texto no puede ser más que un esbozo de esta gran madeja relacional que no solo nos invita a cuestionar la pertinencia de la excepcionalidad humana, sino a replantear la manera en que percibimos y generamos vínculos con otros existentes. De contar con suficiente apertura y sensibilidad para reconocer las agencias de seres vegetales, animales no humanos y hongos, entre otros no menos importantes, seguramente el panorama relacional entre humanos y otros más que humanos no se mediría, casi exclusivamente, en términos de manejo y domesticación o cualquier otra forma de dominación. Además de que serían evidentes los efectos negativos de reducir lo anterior a términos de manejo de recursos naturales, palabras nada inocentes que, al ser parte del vocabulario cotidiano adquirido desde edades muy tempranas, solo invisibilizan, justifican y naturalizan la destrucción capitalista.

Referencias

Haraway, D. J. (2020). Seguir con el problema: generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni

Montoya, D. (2020). Hostilidad perpetua, transformaciones transitorias: persona, cuerpo y moralidad entre los tsotsiles de Chamula, Chiapas. Trace, (78), 67-87. https://doi.org/10.22134/trace.78.2020.735

Padilla, G. (2022). Los borregos y tsots syu’elal de las mujeres en Chamula, Chiapas. Ichan Tecolotl, 33(362). https://ichan.ciesas.edu.mx/los-borregos-y-el-tsots-syuelal-de-las-mujeres-en-chamula-chiapas/

Zamora, A. (2020). Coyote drums and jaguar altars: Ontologies of the living and the artificial among the K’iche’ Maya. Journal of Material Culture, 25(3), 327-347. https://doi.org/10.1177/1359183520907937


  1. Estancia Posdoctoral por México SECIHTI – ENES Mérida, UNAM

    Correo electrónico: david.montoya@enesmerida.unam.mx, utaandavid@gmail.com

  2. Prácticamente todo existente tiene ch’ulel y generalmente es traducido al español como alma o espíritu. En los humanos, también guarda relación con el carácter y la conciencia.