Zainichi: la resistencia identitaria ante el sol naciente

Ángel Noel López Noriega[1]
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM

Ilustración elaborada por Ichan Tecolotl.


En Japón existen cerca de 855 000 coreanos viviendo bajo diferentes términos legales y expresiones identitarias. Ellos, los Zainichi, son descendientes de coreanos que llegaron a Japón desde el periodo de movilidad de estudiantes al país del sol naciente a principios del siglo XX para aprender del acelerado proceso de industrialización japonesa, hasta la conscripción y migración forzada durante las casi cuatro décadas en que la península coreana fue colonia nipona (Lee, 2012).

Pese a las transformaciones de los Zainichi a lo largo de las generaciones, el gobierno japonés ha hecho muy poco por reconocerles como connacionales y, como consecuencia, han acentuado la precariedad social y legal, así como la discriminación por origen étnico a la que los Zainichi se someten; todo ello culminando en la negativa del Estado a reconocer su estatuto como minoría étnica pese al alto grado de asimilación cultural de los coreanos en Japón.

Japón es un país cuya Ley de Nacionalización se rige por el sistema de ius sanguinis, en el que sólo teniendo un lazo sanguíneo directo con un ancestro japonés[2] puede otorgarse la nacionalidad, además de que no admite el derecho a una doble nacionalidad y terminantemente exige la renuncia a una segunda. De tal forma que, pese a que su ascendencia trasciende las generaciones en suelo nipón, los Zainichi siguen siendo legalmente reconocidos como extranjeros.

Zainichi es una palabra japonesa compuesta por los caracteres dentro y sol, y cuyo significado literal puede entenderse como “en/dentro de Japón”, expresión que se usa para hacer referencia a los residentes extranjeros. Sin embargo, debido al proceso sociohistórico de movilidad de personas de la península coreana, el término Zainichi por sí solo adquirió un uso coloquial que hace referencia a la población postcolonial de inmigrantes de la península coreana y sus descendientes en Japón, por lo que su uso en la vida cotidiana hace referencia exclusiva a ellos (Lie, 2008). Cabe mencionar que dicha denominación es usada tanto por los japoneses como por las mismas comunidades coreanas, por lo que la otrora etiqueta constituye en sí misma un proceso de asimilación, apropiación y expresión identitaria arraigada en la etnia.

El limbo de la nacionalidad y la etnia

Durante los años de 1910 a 1945, periodo en el que Corea fue una colonia japonesa, Japón mantuvo una posición ambivalente hacia su interés en atender el estatus legal de los residentes coreanos en su territorio. Si bien la gente de la península coreana era considerada como japonesa en virtud del Tratado de Anexión, los derechos de ciudadanía contenidos en la constitución Meiji garantizaban que los súbditos japoneses podrían desempeñar cargos públicos civiles o militares (Weiner, 1989).

Una vez constituido el régimen colonial, los coreanos fueron legalmente considerados como súbditos de Japón, pero no en un plano de igualdad con la población japonesa, pues la legislación establecía una clara distinción entre la ciudadanía japonesa original y la nacionalidad de ultramar que acentuaba su carácter como colonizado. La “nacionalidad japonesa” otorgada a los sujetos coloniales y difería de la “verdadera” nacionalidad japonesa basada en el lugar de nacimiento y el registro legal refería a una línea de parentesco familiar (De Vos y Lee, 1981).

No sería sino hasta 1952, con la firma del tratado de San Francisco, cuando la soberanía japonesa fue restaurada, que los Zainichi dejaron de ostentar la nacionalidad japonesa de ultramar (Lie, 2008). El problema radicó en que, al quedar dividida la península por el paralelo 38, ya no había una nación a la cual “regresar”.

Ante la dificultad de saber a qué lugar de la península coreana pertenecían, ni tampoco poder ser reconocidos como japoneses, los Zainichi iniciaron el itinerario de un largo viaje en busca de su identidad y reconocimiento legal como un conglomerado con asideros frágiles y borrosos, acompañados de la nostalgia hacia una nación ahora inexistente.

Regreso a… ¿casa?

Al perder la nacionalidad japonesa, los Zainichi eran registrados bajo la nacionalidad de Chosen, el nombre japonés de la península coreana. Pero ante el hecho del establecimiento de dos Estados con diferentes nombres, esta denominación perdió validez jurídica, situación que produjo otro embrollo cuando por presiones estadounidenses, Japón reconoció a Corea del Sur como el Estado que legalmente representaba a toda la península, acción que iba en detrimento de Corea del Norte, y por extensión, de todos aquellos Zainichi afines a este Estado, quienes terminaron reducidos a la condición de apátridas (Weiner, 1989).

Como acto reflejo de intolerancia hacia cualquier minoría étnica visible en su suelo, el gobierno japonés ejerció políticas respecto a los Zainichi: la renuncia a la posesión de apellidos y nombres coreanos (para adoptar un nombre japonés), así como el uso de la lengua coreana en el espacio público (De Vos y Lee, 1981).

Aunque la obligatoriedad ya no sea necesaria[3] en términos legales, ciertos sectores de la sociedad japonesa se muestran renuentes a aceptar como japonés a un coreano que “se esté haciendo pasar” por un connacional. Como es el caso de la venta en el mercado negro de listas con nombres de Zainichi naturalizados, producto de interés para las familias de antiguos linajes o posiciones políticas importantes a fin de evitar relacionarse con un coreano en términos filiales o laborales (Park, 2012). Este tipo de práctica resaltan las barreras de la sociedad japonesa que constriñen la efectividad de cualquier política de asimilación.

Muchos de quienes fueron repatriados a Corea del Sur se vieron marginados al ser utilizados como chivos expiatorios del discurso anti-norcoreano,[4] pues se les señaló como espías del régimen de Kim Il-sung. Esta tendencia explicaría por qué los japoneses asocian a los Zainichi de manera más directa con Corea del Norte (Mitchell, 1967).

Los Zainichi que llegaron a Corea del Norte, se verían a sí mismos desilusionados al encontrar que la vida ahí no era tan favorable como les habían contado. Terminaron desencantados y sin posibilidad de dar marcha atrás. De igual manera ocurrió con quienes se repatriaron en Corea del Sur, ya que se trataba de la vida en dos sistemas totalitarios que contrastaba ostensiblemente con las condiciones de vida en Japón, esto a pesar de la discriminación.

Acabadas las campañas de repatriación, la mayoría de los Zainichi que permanecieron en Japón eran de segunda y tercera generación, es decir, habían nacido o crecido en ese país, muchos de ellos jamás habían visitado la península, teniendo únicamente una relación imaginada con Choson (Kim y Kim, 1967). No obstante, la idea de Choson se mantiene como un ideal y un símbolo de nostalgia, por lo que el sentimiento de kohyang[5] hacia una Corea que ya no existe se sostiene como algo recurrente en la construcción identitaria de los Zainichi (Lie, 2008). Para ellos no existían solamente dos Coreas, sino que existía una tercera: Choson.

El mito del Japón homogéneo

Los japoneses de la posguerra buscaban su identidad en la reafirmación del espacio moral como base de la construcción identitaria de su pueblo. La participación grupal determinaba el carácter de lo que significaba ser japonés en la sociedad, implicando un carácter moralista de la etnia, pero al mismo tiempo este sentido de pertenencia estaba fincado en los vínculos sanguíneos en línea directa con el país del sol naciente, dando origen al mito del Japón mono étnico.

Estas imágenes “crecieron con mayor fuerza en la medida en que la economía japonesa crecía a pasos agigantados” (Oguma, 2002: 316). Es aunado a este proceso que la supremacía del mito del Japón homogéneo sirve como mecanismo de cohesión grupal para guiar la construcción de la identidad japonesa, delegándola a un discreto, pero poderoso mecanismo que exalta la pureza de la nacionalidad.

Se suele pensar que la nacionalidad se define como el lugar de origen en términos de dos elementos: la etnia y el lugar de nacimiento. Lo anterior puede ejemplificarse con el caso de los conceptos acuñados en la sociedad estadounidense como chino-americano o afroamericano, en el que el primer gentilicio denota la etnia y el segundo la nacionalidad. De esta manera, para el chino-americano de segunda generación, la acepción de “chino” denotará su pertenencia cultural, mientras que el “americano” connotará su ciudadanía. En el caso del afroamericano, el primer componente hablaría del reconocimiento de un pasado ancestral, mientras que el segundo denotaría el reconocimiento de sí mismo como estadounidense.

Para el caso del mito del Japón homogéneo, resulta indispensable ir más allá y entender el concepto de etnia formado por dos componentes: el linaje y la cultura. Si aplicamos el razonamiento del ejemplo anterior a los Zainichi, la naturalización conlleva un proceso de aculturación necesario para la adopción de la nacionalidad japonesa. En el imaginario japonés resulta difícil concebir la idea de un “coreano japonés” a pesar de que su arraigo en Japón se remonte a un siglo.

La sociedad japonesa no tolera las identidades ambiguas tales como las de los ejemplos anteriores. En el proceso de negociación social entre Japón y una persona que muestre características que difieran de lo “puramente japonés”, la sociedad responderá de una de estas dos formas: la persona con identidad ambigua será forzada a abandonar las características que se desvían de lo japonés a fin de obligarse a convertirse en tan “puramente japonés” como le sea posible; la segunda opción es ser simplemente clasificado como no-japonés, so pena de residir en el país del sol naciente sin los derechos de membresía que la nacionalidad japonesa confiere (Fukuoka, 1993).

Así, predomina una hegemonía cultural sobre lo que normalmente se entiende como japonés, por lo que muchos coreanos étnicos se ven forzados a ocultar su herencia cultural y pasar como japoneses con el fin de ser incluidos en la esfera social. Dicha hegemonía parte de un constante ejercicio de resignificación del japonés que abona a la reproducción del discurso que coloca a la relación linaje-nacionalidad como la barrera que divide al japonés del otro.

Fracturas identitarias

Al no distinguir entre etnia y nacionalidad, los japoneses no conciben la aceptación de una identidad híbrida. Esta concepción de Japón como un país étnicamente homogéneo ha tenido efectos contraproducentes para ambas partes. La noción de pureza de la sangre fue utilizada como un argumento narrativo frecuentemente invocado por los Zainichi para resistirse a la naturalización (Lim, 2009). La memoria de su desarrollo histórico y de la experiencia colonial los indujo a concebir a la naturalización como un acto de traición, por lo que el apego a la nacionalidad coreana se convirtió en la única forma “legítima” de ser Zainichi.

El problema no radica en la indeterminación, sino en la ficción de derecho contenida en el llamado que el Estado japonés hace a los Zainichi a emprender el tortuoso camino de la nacionalización y la consecuente respuesta de quienes voluntariamente se someten a seguirlo como un acto de denuncia histórica sobre la ignominia de un pasado colonial que nunca vivieron.

Al ser objeto de prejuicios por parte de la sociedad japonesa, muchos jóvenes Zainichi vivían en una confusión identitaria, en la que la categoría social de Zainichi les hacía sentir la disyuntiva de encontrarse viviendo como coreano o japonés. En términos políticos e institucionales, esta dicotomía en el entendimiento de lo que significaba ser coreano en Japón sirvió de pivote para el desarrollo de organizaciones pro-Corea del Sur y pro-Corea del Norte, las cuales han jugado un rol central en la construcción de un discurso de asimilación y de movilidad social entre los Zainichi.

Imagen tomada de Pixabay

Chongryun y Mindan

Chongryun es la organización de coreanos en Japón afiliados a Corea del Norte, de cuyo gobierno recibe subsidios y otras formas de apoyo económico lo que le permite tener una presencia política y hacer cabildeo en Japón. Mindan, es la contraparte alineada con Corea del Sur. De estas dos organizaciones coreanas en Japón, Chongryun es la que ha realizado una actividad más militante en términos de propagación de identidades discursivas, a través de un conjunto de cerca de sesenta escuelas que sostiene Corea del Norte en Japón. Entre algunas de sus actividades figura disuadir a sus miembros de optar por la adquisición de la nacionalidad japonesa y de contraer matrimonio con personas que no tengan afinidad con Corea del Norte (Ceballos, 2014).

En la otra cara de la moneda, Mindan comenzó a crecer a partir de los intereses del régimen de Park Chung-hee por posicionarse mejor en la región. Los miembros de esta organización generalmente se muestran más abiertos a la asimilación confiando en que de esta manera puedan evitar las prácticas discriminatorias de la sociedad japonesa. Es común que los miembros de Mindan tengan dos nombres, uno coreano para fines legales y otro japonés comúnmente usado para interactuar en la cotidianidad de la vida social (Lim, 2009).

En respuesta, las carencias de cada organización han sido explotadas por el gobierno japonés para mantener el “problema coreano” bajo control. La fragmentación de los coreanos en Japón al final de la Segunda Guerra Mundial resultó ser una coyuntura oportuna para crear los medios efectivos para incapacitarlos y prevenir su participación política como un bloque político étnico con poder electoral, usando un subterfugio legítimo para segregar a los Zainichi en todas las esferas sociales.

Evidentemente, tanto Chongryun como Mindan son organizaciones políticas. Ambos grupos han sido subsidiados por los gobiernos de su país correspondiente y por consecuencia, más allá de ser una simple organización que representa los intereses de sus experiencias históricas (Chapman, 2008). Si consideramos que los Zainichi de tercera y cuarta generación, quienes ya no tuvieron ninguna experiencia con la península coreana antes de la colonia y concomitantemente sus lazos culturales con cualquiera de las dos entidades políticas ahí asentadas son endebles, muestran un sentimiento de nostalgia hacia una Corea que ya no existe pero que se retrotrae a la memoria como consecuencia del rechazo.

En el caso de los partidarios de Chongryun, esta misma emoción resulta más sintomática, proyectándose en el momento en que sus miembros profieren palabras exaltadas sobre el ideal de una Corea unificada bajo el régimen norcoreano, anhelo expresado por gente que nunca ha estado en la península, y cuya interacción social en Japón está más bien guiada por la percepción que los medios japoneses ostentan sobre el país vecino, la cual reduce a los Zainichi a meros sujetos políticos para cumplir con las agendas de estas organizaciones (Shipper, 2008).

La identidad como resistencia

El legado colonial se entrelaza con las condiciones bajo las que acontecieron la liberación, la independencia y el desacuerdo entre las fuerzas nacionalistas coreanas que dieron pie para la desestabilización y división de Corea, cuestiones que sirvieron como catalizadores del dilema de identidad, en torno al sentido de pertenencia entre ser coreano o japonés.

Este conjunto de elementos abona a una constante negociación entre las ideologías, las afiliaciones, la memoria colectiva, la etnia, la asimilación cultural, la sociedad y el Estado japonés, a las que se aúnan las organizaciones políticas, la presión social y los prejuicios no sólo por parte de Japón, sino también de Corea, que compiten en la determinación Zainichi.

La identidad no puede definirse como algo preciso y acabado, ni tampoco cual si fuera un ente susceptible de ser referido o señalado en la inmediatez. Se trata más bien de un proceso que en la actualidad atraviesa por una etapa de resignificación, no sólo debido a la brecha generacional entre los Zainichi, sino por las actitudes que Japón sostiene hacia ellos y en sus relaciones con Corea del Norte y Corea del Sur.

Por otro lado, en el caso de coreanos y japoneses, los rasgos fisiológicos no son indicador suficiente de discriminación. La asimilación cultural ha pasado a ser un poco más aceptada en los Zainichi de tercera y cuarta generación, por lo que ahondar en la ascendencia o en las afiliaciones políticas de los Zainichi se vuelve el único referente que divide la etnia “coreana” de la japonesa y, con ello, la pertenencia a una nación.

Las consecuencias de la claudicación de las raíces coreanas para obtener la nacionalidad japonesa son meramente simbólicas, sin embargo, para muchos Zainichi esto representaría un abandono absoluto a lo que ellos entienden que son, por lo que la autodeterminación cobra relevancia sobre la calidad de vida en este intercambio. La negociación gira en torno a las connotaciones latentes en el proceso socio histórico y no en lo que obedece a las necesidades del individuo (Zainichi) o del Estado (Japón).

Esta obstinación se mantiene porque todavía un Zainichi que se precie de serlo, mantiene una lealtad a la tierra de sus ancestros, ya sea por su afiliación a cualquiera de las asociaciones que lo representan, Chongryun o Mindan, o en su defecto, a la imborrable memoria de Choson un país imaginado que, a pesar de su inexistencia, es la fuente del arraigado sentimiento de nacionalismo étnico en el que subyacen sus referentes identitarios. Por tanto, mientras Japón siga segregando a los coreanos que habitan en su suelo negándose a reconocerlos como una minoría étnica, esta memoria persistirá como una forma de resistencia, la que tal vez, pudiera ser la forma más fundamental de la identidad del Zainichi.

Atrapados en el limbo de la indeterminación, quizá los Zainichi hayan encontrado el significado de su etiqueta en algo más allá de las dicotomías, las generalidades y las intenciones de cada institución que les atañe, pero al mismo tiempo les es imposible presentarse a sí mismos, ya sea por acercamiento o distanciamiento voluntario, sin ellas.

Debido a que los Zainichi son conscientes de que su identificación étnica los margina en territorio japonés, las contradicciones entre su aculturación japonesa y su estatuto de extranjero son una constante fuente de imaginación identitaria. Estas contradicciones no son necesariamente congruentes con su nacionalidad, ni su estatuto legal ni sus orientaciones políticas, pues en su incursión multigeneracional en Japón han presenciado constantes cambios en sus comunidades.

Si la identidad Zainichi estuviera dotada de los mismos referentes políticos entre pro-Norcorea y pro-Sudcorea, no habría mayor discusión en torno a su nacionalidad, pues ésta dejaría de ser un problema ya que todos habrían buscado nacionalizarse. Décadas atrás, durante las campañas de repatriación y de naturalización masiva, los Zainichi habrían pasado como una página más en la historia de las relaciones entre la península coreana y Japón. Sin embargo, la forma en que viven está fincada en una constante indeterminación: la de existir como Zainichi ligados a una visión imaginaria de pertenencia a las realidades de lo que hoy representan las tres Coreas.

Bibliografía


Ceballos, Katherine (2014), Zainichi Korean: The Issue of Identity, s.l., Hankuk University of Foreign Studies, Global Cultural Contents.

Chapman, David (2008), Zainichi Korean Identity and Ethnicity, s.p.i.

De Vos, George y Changsoo Lee (1981), Koreans in Japan: Ethnic conflict and Assimilation, California, University of California Press.

Fukuoka, Yasunori (1993), Zainichi Kankoku-Chosenjin: Wakai Sedai no Aidentiti [Coreanos Zainichi: Identidades de las generación joven]. Chuo Koron.

Kim, Eugene, y Kim, Hankyo (1967), Korea and the Politics of Imperialism. 1876-1910, Berkeley, University of California Press, p. 9.

Lee, Sooim (2012), Diversity of Zainichi Koreans and Their Ties to Japan and Korea, Afrasian Research Center, Ryukoku University.

Lie, John (2008), Zainichi: Diasporic Nationalism and Postcolonial Identity, Berkeley, University of California Press.

Lim, Youngmi (2009), Reinventing Korean Roots and Zainichi Routes: The Invisibilized Diaspora Among Naturalized Japanese of Korean Descent. Diaspora without Homeland: Being Korean in Japan, editado por Sonia Ryang y John Lie, s.l., Berkeley University Press.

Mitchell, Richard (1967), The Korean Minority in Japan, University of California Press.

Oguma, Eiji (2002), A Genealogy of Japanese Self-images. Japanese Society, s.l., Trans Pacific Press.

Park, Soeun (2012), «The Power of Names as a Marker of Identity-Zainichi Koreans in Japan», Bi-College (Haverford and Bryn Mawr Colleges), Department of East Asian Studies, tesis.

Shipper, Apichai (2008), Nationalisms of and Against Zainichi Koreans in Japan, en Asian Politics & Policy, vol. 2, núm. 1, pp. 55-75.

Weiner, Michael (1989), “The Origins of the Korean Community in Japan 1910-1923”, en Studies in East Asia, Manchester University Press.

  1. angelnoel_lopeznoriega@hotmail.com
  2. Y que hasta antes de la década de los noventa del siglo pasado, el lazo directo era sólo por vía paterna.
  3. Estas políticas perduraron hasta 1986.
  4. Que busca reafirmar a Corea del Sur como La Corea
  5. Pueblo natal.