Esmeralda Pliego Alvarado[1]
Investigadora posdoctoral en CIESAS Sureste
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado” (Marx, 2003)
«Alternativas». Fotografía: Esmeralda Pliego, 2021. Centro de San Cristóbal de las Casas.
Este artículo tiene como objetivo realizar una descripción socio-analítica sobre mi proceso de construcción del proyecto de investigación, dar cuenta de mis retos y adaptaciones relacionadas inicialmente con mi condición personal, pero de manera paralela con los efectos de eventos sociales más extensos y transversales como la pandemia por Covid-19; que además se relaciona directamente con y en mi proyecto de investigación que da cuenta del extractivismo hídrico subterráneo, las reacciones de los activistas y colectivos en defensa del agua en San Cristóbal de las Casas. Asimismo, realizo una reflexión sobre cómo algunas ideas han impactado y condicionado mi proceso de investigación, por lo que busco realizar un acercamiento narrativo de reflexividad metodológica ‒desde la perspectiva de Pierre Bourdieu‒ donde intento proponer un socio-análisis que dé cuenta de algunas ideas centrales que han tenido efectos en la coyuntura para el diseño, análisis y escritura.
Introducción
En este artículo intento acercarme a la reflexividad sobre el proceso de realización de mi investigación, donde los referentes analíticos, recursos y pasos me parecían tan claros y viables cuando realicé el diseño preliminar del proyecto para ser aceptada en el posdoctorado. Recién había leído unos artículos relacionados con el extractivismo hídrico, gobernanza del despojo, política ambiental, entre otros. El planteamiento y las posibilidades de explorar con esta visión el caso en Chiapas me hacía respirar profundo ‒por la posibilidad de volver‒ y retador ‒por los cambios que implicaba‒. Alentada por la investigadora, quien se convertiría en mi colaboradora, inicié con el proceso administrativo y académico, que incluía la elaboración de un proyecto suficientemente coherente y aceptable; cuando planteaba esta investigación ‒a mediados del 2020‒ pensé en integrar en la primera parte unos meses donde no tuviera que ir a campo. Yo estaba convencida de que la pandemia no duraría tanto, a pesar de los datos impresionantes que me contradecían; al realizar el cronograma, pensé ‒voy a escribir que la primera parte sea revisión bibliográfica y webgrafía, para esperar que todo pase‒, pero no pasó. El proyecto fue aprobado e inicie en noviembre 2020.
En este documento pretendo realizar un retorno consciente de lo que ha sido la construcción de mi proceso de investigación, los retos y ajustes que he tenido, partiendo de mirarme como sujeto que investiga y que, por lo tanto, se encuentra intervenido por una realidad que es común. Decidí realizarlo desde la propuesta que hace Pierre Bourdieu sobre la reflexividad metodológica, como el proceso de socio-análisis sobre el investigador, de donde se deben aceptar los sesgos que obstaculizan el conocimiento y que derivan de las condiciones sociales; y finalmente, en este texto describo cómo el contexto condiciona el diseño, el análisis y escritura de este emprendimiento.
Encuadre metodológico
En el registro que realiza Baranger (2018) de los distintos significados de la reflexividad sociológica, alude a que no son fundamentalmente diferentes a los de la antropología y menciona que Lynch[2] da cuenta de seis tipos -mecánica, sustantiva, metodológica, meta-teórica, interpretativa y etnometodologica; subdivididas en quince subclases-. A su vez, el autor declara dos grandes categorías, la reflexividad sustantiva y la epistémica o metodológica. En este ejercicio pretendo hacer la segunda y adicionalmente realizarlo desde el enfoque que Pierre Bourdieu describe como antropología o sociología reflexiva.[3] En este contexto, Bourdieu es identificado como representante de la objetivación reflexiva como subclase del género reflexividad meta teórica (Baranger, 2018), el valor de su aproximación subyace a la necesidad de retorno sobre el proceso de conocimiento, en consecuencia, sobre sí mismo. Implica poder mirarse y reconocer la subjetividad; sin embargo, el acercamiento a este proceso de conocimiento de la realidad debe ser relacional y sin fines narcisistas.
Si bien, reconozco que como todo ser humano y más aún el intelectual, ha habido detractores de la postura de Bourdieu ‒no es objeto de este documento‒ algunas ideas de referencia son sobre su misma práctica de la reflexividad, donde su acercamiento fue progresivo y que, si bien construye las ideas de cómo hacerlo, éstas no fueron realizadas por él con claridad y consistencia (Baranger, 2018; Vázquez, 2006). Las preguntas alrededor de lo que hace el científico, incluso por el mismo científico, han sido tratadas en distintos momentos; la sociología de la sociología en general y del sociólogo en particular. En este sentido, se han planteado vertientes diversas ¿cómo construimos y nos acercamos a lo que llamamos objeto de estudio, estrategia metodológica y campo? ¿Cómo se vinculan con nuestros intereses personales y emocionales? ¿Cómo nuestras trayectorias y condiciones sociales delimitan lo que somos y hacemos?, entre otras. Lo que se puede decir es que podemos ‒y debemos‒ reconocer que existe una vinculación peculiar de nuestro trabajo con nuestra experiencia humana, la sociología del sociólogo “de su proyecto de científico, de sus ambiciones y omisiones, de sus audacias y miedos […] la toma de conciencia de las disposiciones favorables o desfavorables, asociadas a los propios orígenes sociales, con su trasfondo académico y de género” (Bourdieu y Wacquant, 2005: 309). Es decir, que somos parte ‒en algunas ocasiones‒ de lo mismo que estudiamos, pero también creo que se pueden identificar transformaciones o impactos sociales que pueden o tienden a ser totalizantes, como una pandemia.
En este punto considero indispensable decir que soy socióloga y, en cierto momento, esto me hizo cuestionarme sobre la viabilidad que tenía mi proyecto en un centro de investigaciones inmerso en la práctica antropológica, donde la experiencia etnográfica es central. La pregunta sobre si lo que hacía o hice en otras experiencias investigativas era etnografía surgió de manera constante. Se me clarificó al escuchar que la antropología no tiene la exclusividad del trabajo etnográfico y, por el contrario, en otras disciplinas incluyendo a la sociología se han dado muy buenas descripciones e investigaciones etnográficas (Restrepo, 2022). En este sentido, pude releer, trabajos como Wacqnat “Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador”, donde se realiza una impresionante descripción etnográfica a partir de la vivencia experiencial del investigador (Wacquant, 2006). Este tipo de trabajos son los que nos muestran que las posibilidades fuera de los marcajes disciplinares potencializan las investigaciones sociales.
Desarrollo
Mi proyecto de investigación tuvo como objetivo analizar la gestión del agua, y a su vez, cómo ésta ha acentuado los conflictos hídricos en Chiapas, se realizó un estudio de caso que inició con la petición de la revocación de la concesión de la empresa FEMSA (Coca-Cola) en San Cristóbal de las Casas, como ejemplo de la intensificación de conflictos relacionados con la gestión del agua, todo esto durante la expansión de la pandemia. La investigación se desarrolló con una metodología mixta: primero, a partir del análisis de datos sobre el acceso al agua potable, los efectos de la pandemia y los conflictos sociales mediante una búsqueda bibliográfica, de datos estadísticos y la elaboración de bases de datos a nivel estatal; y, en un segundo momento, se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas a actores clave para el estudio de caso, para identificar y clasificar las principales acciones y actores en el contexto del Covid-19. Aunque parecía que era una investigación clara, fue diseñada en pandemia y me llevó a plantear una revisión documental más extensa. La situación se complicó temporalmente, pues duró más de lo que las autoridades de salud previeron.
El papel de la pandemia en mi investigación
Las primeras notas sobre una enfermedad surgida en el Oriente parecían tan lejanas en el 2019, fue a finales de ese año que el mundo se enteró de la gravedad de la enfermedad, y el Coronavirus-19 se expandió a nivel mundial vertiginosamente. Los gobiernos se enfrentaron a los efectos sociales, económicos y de salud que implicaba una pandemia global. Ante esta situación se tomaron decisiones gubernamentales, pero también desde los colectivos, la organización civil y sobre todo de manera individual. La convulsión afectó globalmente, pero las acciones y las vulnerabilidades se vieron exacerbadas en sectores y regiones particulares.
Las primeras recomendaciones versaron sobre la importancia de la sanitización del entorno y del lavado de manos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer por distintos medios las recomendaciones al respecto, incluyendo las declaraciones del director, el doctor Tedros, el 13 de marzo del 2020, que con el video ¡Manos Limpias! indica la manera correcta de lavarse las manos y ha puesto sobre la mesa varias discusiones sanitarias, una de ellas es la relación del agua y la salud. Pero este es el principio, ya que otro elemento central del acceso al agua en el marco de la pandemia de Covid-19, es el consumo de ésta sobre otros líquidos, y los efectos negativos de las bebidas azucaradas y procesadas en la salud humana. Haciendo alusión a las declaraciones del gobierno federal, en las conferencias de prensa encabezadas por el subsecretario de salud el doctor Hugo López-Gatell, los principales decesos se dan por la comorbilidad relacionada con la obesidad, diabetes, hipertensión y tabaquismo, entre otros factores de riesgo. Una de las vías de comunicación en redes sociales se ha hecho énfasis en las complicaciones que se generan al tener comorbilidades:
Las comorbilidades asociadas a defunciones por #COVID19 son hipertensión, 41.99%; diabetes, 37%; obesidad, 25.08%; tabaquismo, 8.84%; insuficiencia renal crónica, 6.76%; EPOC, 5.34%; enfermedad cardiovascular, 4.98%; inmunosupresión, 2.83%; asma, 2.02% y VIH o SIDA, 0.54% (López-Gatell, 2020).
Este tipo de enfermedades adicionales a la pandemia y otros padecimientos colapsaron el sistema de salud y se tuvieron que implementar medidas que incluían la declaración de hospitales Covid, la apertura de espacios nuevos como las Unidades Médicas Temporales, los convenios con hospitales privados en la atención de otras enfermedades. En México, los efectos de las recomendaciones ante el coronavirus como el confinamiento llevaron a consecuencias diversas; a nivel académico, se limitaron proyectos, se suspendieron las actividades de docencia presencial, se generalizó el uso de plataformas virtuales. En mi caso, he realizado gran parte de la investigación desde casa, pero también llegó el momento de ir a campo,[4] y me encontré con dos circunstancias: primero, los integrantes de los colectivos cambiaron sus dinámicas ante el confinamiento por pandemia; segundo, yo misma tenía que cuidar a mi familia y moverme con precauciones necesarias en el trabajo en campo.[5]
En consecuencia, muchas de las acciones surgidos en los colectivos y activistas se comenzaron a realizar mediante el uso de plataformas, utilizaron las redes sociales con mayor intensidad; Twitter, YouTube y Facebook se convirtieron en los medios favoritos para difundir información y para recibir apoyo. Además, también las y los activistas reconocen que la opción de realizar actividades virtuales abrió la posibilidad de realizar trabajos colaborativos en línea, por ejemplo, el uso de las plataformas para realizar las reuniones formales:
con la pandemia tuvimos que guardarnos un rato, las actividades no han sido tan masivas todavía […] hemos logrado una mesa interinstitucional de trabajo que aún a pesar de la pandemia, mantuvimos una presión política con las instituciones y esta mesa interinstitucional incluso sesionaba de manera virtual, tenemos reuniones con funcionarios y funcionarias de los tres niveles de gobierno y de alto nivel para atender el problema de los humedales y entonces de manera virtual y creemos que hasta eso ayudaba porque permitía que estuvieran presentes los de la Semarnat desde la Ciudad de México, o se había gente de Directores de la CONANP, que estaban presentes en las reuniones porque facilitaban porque eran reuniones virtuales, entonces podíamos estar en una sesión de trabajo con instituciones desde Tuxtla, desde Ciudad de México y aquí con las autoridades municipales (entrevista a activista).
Los colectivos y grupos que me interesaban pudieron ‒y tuvieron que‒ adaptarse y utilizar la tecnología a su favor para no quedarse totalmente paralizados, por lo que, en mis propios ajustes en el diseño y ejecución de mi proyecto, se tuvieron que realizar algunas acciones paralelas y complementarias en torno al trabajo de campo.
El proceso de investigación y ajustes
En principio, mientras realizaba el diseño del proyecto, noté que las convocatorias ‒no sólo en la que quería entrar‒ se encontraban constreñidas a temáticas específicas. Por lo tanto, mi proyecto tendría que cubrir estos requerimientos, y no basarse sólo en mi interés y experiencia previa, sino fundamentalmente a la pertinencia y la tendencia marcada por el aparato gubernamental de la ciencia en México. Afortunadamente, había compatibilidad y lo que quería hacer se encontraba entre los temas prioritarios indicados.
Posteriormente, el proceso de trabajo de campo se vio retrasado, debido a que las reuniones presenciales de los actores que quería entrevistar se habían limitado; también porque algunos habían enfermado y preferían que realizáramos la entrevista de manera virtual. Puedo decir que, desde ese momento, se enfatizó en el uso de redes sociales, plataformas y aplicaciones. Cuando inicié el trabajo de campo en 2021, ya había revisado, clasificado, ordenado, cada material que me encontré en la web previamente; pero sentí que algo cambió, los temas predominantes versaban sobre la pandemia y sus efectos; las organizaciones desarrollaban una vida virtual muy activa y ahora el Covid-19 era parte mi investigación, no sólo como objeto de reflexión, sino que interpelaba mis datos de manera directa; tanto en el proceso de investigación como en las decisiones personales que implicaban el contacto con personas o grupos.
Por otro lado, una de las reflexiones que me han ayudado para avanzar en el análisis de mis datos tiene que ver con el aspecto teórico-metodológico, cuyas implicaciones pasan por reconocer que quería realizar una investigación sobre las concesiones de agua subterránea en un caso concreto, por lo que para mí, la revisión documental era central y las entrevistas sobre una temática concreta; pero incluso en tan poco tiempo, quería poder vincularme con los colectivos y activistas que de manera personal aportaban a la discusión. En este sentido, la posibilidad de realizar un estudio etnográfico y sus implicaciones me llamaron la atención; encontré que para Reygadas (2014) “la etnografía es una descripción de una cultura, de una sociedad o de procesos sociales y culturales” (Oehmichen, 2014: 91). Asimismo, en el libro de Oechmichen, el capítulo “Todos somos etnógrafos. Igualdad y poder en la construcción del conocimiento antropológico” de Luis Reygadas, éste cuestiona el papel de los antropólogos en el esfuerzo recurrente de buscar relaciones más horizontales entre el investigador y el investigado; reconoce que la división del trabajo entre éstos ha generado relaciones de poder distintas que han ido cambiando, que tienen matices, pero en las que básicamente el investigador era dominante y los informantes subalternos. En los extremos tenemos dos modelos; el colonial y el alternativo.[6] Actualmente, desde muchas trincheras se ha buscado equilibrar las relaciones de poder o incluso generar otro tipo de relaciones más en la contribución y menos como informantes coyunturales.
La antropología en particular, así como las ciencias sociales en general, se han transformado, surgiendo nuevas maneras de hacer ciencia, con elementos que antes no eran siquiera pensados, como las afectaciones del investigador, posicionamientos políticos, la emocionalidad y dilemas éticos[7]. Por lo tanto, se puede ver que no hay un camino único y determinado, por el contrario, es de reconsiderar que hay diversos ejercicios etnográficos “Desde un punto de vista académico, el rigor conceptual y la coherencia metodológica pueden ser criterios muy importantes para valorar las distintas etnografías, pero no son los únicos parámetros posibles” (Oehmichen, 2014: 92), pensemos no sólo en nuevas formas ser investigador social, también en hacer ciencias sociales.
En este sentido, ha sido común que la adhesión rígida a tal o cual método de recolección de datos ha determinado la membresía en una “escuela”, por lo que, algunas de las maneras en cómo hacemos ciencia pueden excluirnos de otra, en este sentido Bourdieu nos dice que:
los interaccionistas simbólicos, por ejemplo, reconocibles por el culto que rinden a la observación participante, los etnometodólogos por su pasión por el análisis convencional, los investigadores del logro de estatus por su uso sistemático del análisis de la trayectoria, etc. ¡Y el hecho de combinar el análisis del discurso con la descripción etnográfica será tomado como una ruptura y un audaz desafío al monoteísmo metodológico! (Bourdieu y Wacquant, 2005: 280).
Yo he podido leer trabajos que realizan acercamientos innovadores, que generan discusiones y trabajos novedosos que producen rupturas -o por lo menos críticas-, por ejemplo, los trabajos de y desde Latinoamérica con perspectiva de género, la interseccionalidad, la economía feminista y la poscolonialidad, entre otros.
Paralelamente inicié con el trabajo de escritura, que ha sido más real y constante en los últimos meses. Aquí me parece indispensable declarar, que soy madre, y los niños se han encontrado en la casa de manera permanente. Por lo tanto, las tareas de investigación se conjugaban con las asesorías en actividades iniciales de lectura, escritura y matemáticas; para salir a flote en las tareas de la primaria. En plena pandemia mudarnos por un año ‒o dos‒ era la realidad, organizar y buscar un espacio adecuado para ellos fue la prioridad.
Realizar cualquier investigación requiere tiempo, horas de lectura y de escritura. También y hacia el final del proceso requiere que se culmine en una publicación que regularmente es un capítulo, artículo científico o informe. Por lo tanto, requiere concentración y dedicación, lo que puede limitar las actividades domésticas y de la maternidad. En este sentido creo que muchas escritoras han reflexionado sobre el tema, las perspectivas provenientes del ecofeminismo y de la economía feminista, nos indican varias vías argumentales que nos ayudan a pensar las limitaciones sistémicas y estructurales.
Conclusiones
La realización de esta investigación en este contexto pandémico y con la interseccionalidad de ser mujer, madre, socióloga entre otras características identitarias han marcado de manera crucial la configuración de mi investigación. Mi papel en esta investigación ha sido el de tomar decisiones que sean compatibles con mis identidades y que promuevan la posibilidad de gestar nuevas miradas, en las que he aprendido de manera constante a adaptarme y a dejarme intervenir por mi proceso de investigación, por el contexto y las mujeres que también viven y resuelven estas contradicciones.
Efectivamente, no realizo etnografía en mi trabajo de investigación actual, pero podría. No lo planteé como el objetivo primordial de mi trabajo en la estancia posdoctoral, pero la actividad realizada y diseñada desde el enfoque sociológico basado en entrevistas semiestructuradas, adaptándome con un acercamiento inicial y tardío, pero continuando con el uso de las tecnologías, redes, plataformas ‒sin que se sustituya lo primero‒ ha llevado a un ejercicio mixto y con la posibilidad de asomarme a la actividad antropológica. Los sociólogos si pueden realizar ejercicios etnográficos, ya que se ha trascendido la disciplina antropológica; la invitación es a poder leer de manera distinta las posibilidades de la etnografía, que no se sujete a la doxa y más bien busque ‒y lo está haciendo‒ nuevos caminos, algunos empujados por fenómenos tan inesperados como la pandemia y otros siguiendo un proceso natural de nuevas formas de acercamiento, de registro y análisis.
Bibliografía
Baranger, Denis (2018), «Notas sobre la noción de reflexividad en sociología y en la obra de Bourdieu», en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (coords) ¿Condenados a la reflexividad?, Buenos Aires, Clacso, Biblos
Bourdieu, Pierre y Loïc Wacquant (2005),»Una invitación a la sociología reflexiva», en Science, Buenos Aires Siglo XXI Editores.
López Gatell, Hugo (2020), Hugo López-Gatell Ramírez en Twitter. Twitter. https://twitter.com/hlgatell/status/1275247702947893248?lang=es
Marx, Karl (2003), El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852), Fundación Federico Engels. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
Oehmichen Bazán, Cristina (2014), La etnografía y el trabajo de campo en las ciencias sociales, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas.
Vázquez García, Francisco (2006), «El problema de la reflexividad en Pierre Bourdieu de la epistemología a la ética», en Opinión Jurídica, vol. 5, núm.10, pp. 87-104,. http://hdl.handle.net/10498/14573
Wacquant, Loïc (2006), Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador, Buenos Aires, Siglo XXI Editores.
[1] epliegoa@outlook.es
[2] Para este autor, la reflexividad implica “ser consciente de los propios supuestos y prejuicios, y focalizar en las incertidumbres, las posibles fuentes de sesgos, y los problemas de acceso y reactividad” (Lynch, 2000 citado por Baranger, 2018).
[3] Es interesante ver que Baranger identifica que el mismo texto de Bourdieu en la traducción en inglés como sociología reflexiva en Estados Unidas y Brasil; y como antropología reflexiva en Francia. La idea de que Bourdieu no realizaba esta división disciplinar o que incluso de una ciencia social única; demostrado adicionalmente en El oficio del sociólogo que publicó en colaboración con Passeron pero que en 1968 -como único autor- publicó un artículo en el que retomaba formulaciones idénticas a la obra mencionada, aunque ahora refiriéndose a la antropología.
[4] Considero necesario indicar que he estado de manera intermitente en San Cristóbal de las Casas, que el tema que abordé ha sido recurrente en mi trayectoria académica y que ya tenía contactos previos sobre la temática.
[5] El trabajo en campo consistía en realizar entrevistas semiestructuradas a los integrantes de los colectivos, movimientos o activistas que se encontraban en contra de la extracción del agua en San Cristóbal de las Casas.
[6] Reygadas muestra modelos ejemplificadores, donde se observan distintas relaciones de poder y división del trabajo: la colaboración asimétrica de Franz Boas y George Hunt, la antropología militante, la antropología posmoderna y las epistemologías del Sur propuestas por Boaventura de Sousa Santos.
[7] La revisión ética surge en la biomedicina después de la Segunda Guerra Mundial, hay esfuerzos internacionales claros: el Código Nüremberg, el Código de normas éticas de la APA (1947), la Declaración de Helsinki (1964) y el Informe Belmont (1979). En los ochenta se inicia la discusión en las ciencias sociales y se han dado reflexiones a partir de la aplicabilidad y necesidad de flexibilidad ya que son otras las características disciplinarias.