Sammia Quisintuña Chango[1]
National Indian American Museum / Fundación SWISSAID
Cementerio de Salasaka, tumba de la Familia Cullqui (Tungurahua, Ecuador).
Foto: Archivo personal, 2020.
Desde mi niñez he habitado en pueblos kichwas[2] donde los ancestros no están muertos, donde todo lo que habita en esta Pacha[3] está vivo y relacionándose constantemente, donde la vida y la muerte son solo el inicio de otra etapa por la que pasamos todos los seres. Por otra parte, también he habitado el mundo occidental donde la muerte es el fin de todo, donde la individualidad predomina y las personas prefieren desvincularse de otros seres.
Este habitar en múltiples realidades me ha llevado a comprender que cada mundo tiene distintas maneras de concebir su entorno y relacionarse con lo que le rodea. Eventualmente al comprender esta diferencia entendí que existe una relación de poder que ha ejercido el mundo occidental sobre los otros mundos, sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes, insertándose en nuestras vidas y alineándonos a un solo tipo de conocimiento o forma de vida, incluso en dimensiones tan profundas como la de la muerte.
Este sentir y pensar acerca de lo que se concibe como muerto desde el mundo occidental no lo he logrado, desde niña, comprender, porque mi familia me ha recordado constantemente, en el aya puncha[4] y en conversaciones familiares, que los muertos no están muertos, sino que están vivos en otro espacio y que vienen a disfrutar y convivir con nosotros en la época de los primeros días de noviembre.
Todas las vivencias de mi niñez y actuales me han llevado a reflexionar y cuestionar el mundo occidental, desde los mundos de mis pueblos, desde la sabiduría guardada y perpetuada por mis comunidades. Por lo cual planteé hacer una tesis de maestría enfocada en la relación sagrada que tenemos con nuestros ancestros, a la que nombré: “Relacionalidad entre Runa y Aya: Aya Puncha en el Pueblo Salasaka”. Debo mencionar que el trabajo de campo, en 2021, coincidió con la pandemia del COVID-19, lo cual influyó en el sentir y pensar de mis dialogantes.
Antes de entrar al tema central quisiera mencionar por qué es importante hacer investigación desde el sentir y pensar de una runa[5] warmi.[6] De acuerdo con lo que menciona Linda Tuhiwai Smith, “la investigación es un espacio de confrontación no solo en el nivel de la epistemología o metodología sino también, en su sentido mas amplio, como la actividad académica profundamente conectada con el poder” (2012: 194). Considero valioso compartir este texto porque soy parte de una ola de investigadores e investigadoras sociales de pueblos originarios que estamos en un proceso de resignificación de todas las áreas del conocimiento y cuestionando la relación de poder que se ha establecido por más de 500 años. A continuación, responderé tres preguntas: ¿qué significa ser runa warmi y hacer investigación?, ¿cómo llevé a cabo el trabajo de campo con mis ancestros en tiempos de muerte?, y ¿cuáles son los desafíos que encontré en el camino?
Sammia Quisintuña en la tumba de mi familia materna.
Foto: Archivo personal, 2021.
¿Qué significa ser runa warmi y hacer investigación?
Antes de realizar una investigación es crucial posicionarse. Esto significa comprender desde dónde y para quiénes estará dirigido el escrito. En mi caso como runa warmi comprendí que el ser parte de la comunidad y ser mujer marcaría la manera en la que abordaría el tema.
Ser parte de dos pueblos kichwas en constante resistencia me permitía comprender y sentir las luchas de mis pueblos por sus territorios y por salvaguardar los saberes de nuestros ancestros y ancestras. Asimismo, el haber vivido el ritual del aya puncha desde mis primeros meses de vida me ayudó a conocer de primera mano la importancia y significado que tiene la relación entre el runa y el aya[7] para la comunidad. Reconocer que soy parte de este pueblo, conocer sus luchas, y estar interesada en la academia, me llevó a tomar una posición política y también a investigar sobre otros autores y autoras[8] de pueblos originarios que ya dieron inicio a esto hace mucho tiempo.
En cuanto a la academia, este posicionamiento permite replantear la investigación y “enfocarnos sobre los problemas importantes que nosotros mismos identificamos. Se trata de respetar nuestras costumbres y honrar nuestros ritos y más esenciales procesos sociales a través de los cuales nosotros vivimos, actuamos y aprendemos” (Martin y Mirraboopa, 2003: 210). Por esto, mi investigación se centró en recuperar, visibilizar y sentipensar conocimientos de los salasakas, consistentes en mitos, cantos, cuentos y otros. Decidí tomarlos como fuente de información principal ya que no serían tomados en cuenta por la academia occidental.
De igual importancia fue posicionarme desde mi ser mujer porque en la actualidad, ya sea en el mundo occidental o en los mundos de mis pueblos, ello conlleva ciertos desafíos, pero también permite percibir la realidad desde otra mirada. El estar inserta en los espacios académicos hace posible cuestionar el rol que se le ha dado a la mujer, tanto en las comunidades como en otros espacios.
Últimamente se ha idealizado a la mujer indígena como cuidadora de los saberes y tierras de los ancestros y ancestras. Como lo indica Cañamar (2020: 42) las mujeres de pueblos originarios “estamos cumpliendo este rol bajo un costo sobre la salud de nuestros cuerpos porque tales roles están siendo asignados obedeciendo a un sistema patriarcal-colonial, sin una integración masculina en paridad para el cuidado cotidiano de las tierras”.
Este ideal ha afectado a las mujeres porque solo se les posiciona en el papel de personas que mantienen y transmiten los conocimientos y no como creadoras o transformadoras de conocimiento. Por lo cual, las compañeras de pueblos originarios que son parte de la academia están cuestionando este rol en las comunidades. Por mi parte, me permitió reflexionar acerca del trabajo de las mujeres en el ritual y no idealizar su excesivo esfuerzo que está también siendo reforzado por la propia comunidad al nombrarlas guardianas de los saberes.
¿Cómo llevé a cabo el trabajo de campo con mis ancestros en tiempos de muerte?
Mujeres salasakas de mi familia en el cementerio
Foto: Archivo personal, 2021.
En el primer año de la maestría se celebró el aya puncha en mi pueblo y por primera vez no pude estar presente en el ritual, lo cual me causó nostalgia. Los últimos días de octubre y primeros días de noviembre de 2020 estuve pendiente de mi familia, me comentaron que el cementerio no se iba a abrir y pude sentir su preocupación porque no podían imaginar a sus ancestros esperando solos en el cementerio. Recuerdo claramente lo que dijo mi abuela entre lágrimas: “imashina rinamikani, ñuka mamita y turikuna shamunkami, chaymunta rinakani” (como sea debo ir, mi mamá y mis hermanos van a venir, como sea debo ir).
Después me contaron que varias familias habían entrado al cementerio para dejar ofrendas. Otras familias habían optado por hacer la ofrenda en sus casas. Pero lo que resonaba era que el año de 2021 iba a ser el mejor de todos porque por fin podrían estar con sus ancestros sin restricciones por la pandemia. Esto me puso a reflexionar lo importante que era esta relación ya que las familias idearon varias formas para seguir con el ritual. Esto me llenó de vitalidad porque sabía que la energía de todos iba a estar desbordándose, y yo iba a estar presente para recoger todos los sentires y pensares de mi pueblo.
Pasaron siete meses y llegó el momento de iniciar mi trabajo de campo, por lo cual, en medio de una pandemia que había cobrado miles de vidas en Ecuador, viajé a Salasaka. Llegué donde mi familia con decenas de sentimientos, entre ellos miedo y calma, y también con dos protocolos que habíamos ideado con mi tutora. El primero se conformaba por diálogos virtuales y un trabajo de campo virtual, el segundo consistía en salir, convivir con los dialogantes, sentir y sobre todo acompañar a mi familia al ritual. Para ser honesta el primero lo descarté rápidamente porque era importante para mí conectar con mis dialogantes. Además la mayoría eran personas de tercera edad que no tenían celular y la relación con los ancestros solo podía ser sentida, por lo que debía estar presente.
Entonces inicié con los diálogos, con las medidas de seguridad correspondientes al inicio, pero a mis dialogantes les resultaba incómodo utilizar mascarilla y estar lejos. Por lo que los siguientes diálogos se realizaron como si estuviéramos en la normalidad. Mientras manteníamos los diálogos surgían temas relacionados con la pandemia, pues ellos habían pasado un año sombrío y lleno de experiencias inesperadas.
Una de las destacables fue de una mujer que me contó que su hermano había muerto de COVID-19 en Estados Unidos y que, por cuestiones de la pandemia, no habían podido traer el cuerpo completo a Ecuador, sino solo las cenizas. Me comentó que fue difícil para toda la familia y que estaban preocupados por su samy,[9] ya que es importante que el cuerpo se entierre en territorio propio para que se reúna con todos sus ancestros. Por lo cual en el aya puncha que venía iban a realizar un llamado a su samy para que no se pierda.
También me pareció interesante lo que pasaba con las personas que murieron durante la pandemia porque la familia no pudo hacer todo el funeral correspondiente y me comentaban que el espíritu se quedaría atrapado y solo. Por lo cual, en el aya puncha por celebrarse debían darle más ofrenda para que encontrara su camino.
Por otra parte, pude observar que la dinámica en la preparación del ritual fue particular, la mayoría de los dialogantes estaba preparándose de manera especial porque verían a sus ancestros y a sus familias luego de un año. Algunas familias estaban preparando más ofrendas para las personas que murieron en la pandemia, otras estaban tejiendo con colores vivos, y otras más estaban limpiando y sembrando flores en las tumbas.
A pesar de que mi trabajo de campo fue durante un tiempo difícil, considero que fue un momento particular que pude vivir y reflejar en el escrito de mi tesis. Al principio pensé que sería complicado, pero facilitó las cosas el ser parte del pueblo y dialogar con personas que me vieron crecer. Por otra parte, también pude sentir el anhelo por reunirse en familia y convivir con sus ancestros que seguramente también estaban preparándose para venir a visitarnos.
¿Cuáles fueron los desafíos que encontré en el camino?
Esta investigación fue el resultado de un tejido de múltiples hilos, hilos de varios colores que no siempre resultaban fáciles de incorporar. En cada hilo que encontraba me di cuenta de que no podía solo construir el tejido con las hebras hermosas, sino que también debía hacer el esfuerzo por incorporar otros hilos que fueron de gran importancia para darle una visión analítica a la tesis. Entre los desafíos que encontré fueron la ética, el uso de categorías en kichwa y el manejo de las emociones.
Después de haber pasado por un largo periodo donde me centré en escoger el tema, plantear el problema, encontrar perspectivas que se alinearan con el tipo de investigación que quería realizar, y proponer lo que haría en el trabajo de campo, regresé a mi territorio y me encontré con mi familia que ya estaba preparándose para el ritual. Es necesario mencionar que la preparación del mismo es de casi 10 meses. Una vez ya establecida en mi hogar, inicié la búsqueda de mujeres, jóvenes, sabios y sabias que quisieran colaborar con la investigación. Para mi suerte, las personas con las que hablaba estaban dispuestas a participar. Sin embargo, en el primer diálogo me percaté que debía hacer un protocolo de ética, porque mi hatun mama[10] me contó que cuando era joven, unos franceses hicieron unos estudios sobre el pueblo y nunca supo para qué los usaron.
Entonces era indispensable tener un protocolo para no repetir la historia de investigadores que nunca les comunicaron a sus informantes sobre el estudio y mucho menos les compartieron los resultados. Ante esto, decidí que antes de cada diálogo les informaría cuáles eran los objetivos y cómo se usaría la información que daban. Además les preguntaba si accedían a ser grabados. Muchos me dijeron que no, pero sí podía tomar notas, esto fue un desafió porque a pesar de tener una relación estrecha, porque eran personas con las que había convivido años, existía cierto temor porque podía ser utilizada su información de manera inadecuada. A pesar de esto, al final comprendí que fue mejor comentarles sobre la investigación, pedir permiso y no grabar sus voces, porque al hablar conmigo no se cohibían.
En cuanto al uso de categorías en kichwa, desde el inicio tenía claro que no era suficiente utilizar español, porque había varias palabras que no se podrían traducir, y además quería tomar distancia del idioma colonial que es el español. El desafió fue proponer las palabras en kichwa como categorías analíticas. Al darles esta importancia, debían tener no solo una traducción lingüística, sino que convenía que fueran construidas desde los sabios, sabias y académicos andinos. Esto era indispensable porque “las comunidades desarrollan su pensamiento desde la lengua y la lengua que contiene a su vez el pensamiento. La riqueza del conocimiento pertenece a la lengua donde se crea y recrea las experiencias vivenciales, se sistematiza el saber y hereda. La destrucción de la lengua es la pérdida del saber de los pueblos indígenas y el riesgo de su propia existencia” (Arévalo, 2013: 67).
El uso de los idiomas nativos para realizar investigaciones dentro de los pueblos no solo aporta riqueza, sino que permite plasmar de mejor manera los saberes de estos mundos. Pero también conlleva un trabajo arduo para lograr componer un texto que sea de fácil lectura y comprensible, lo cual lo logré gracias al glosario y notas al pie.
Al dialogar con mujeres mayores hablábamos de temas delicados; al ser el objetivo hablar de la relación con sus ancestros y su trabajo arduo para el ritual, surgían emociones de melancolía, tristeza, anhelo, felicidad y otros más. El desafió fue manejar emociones de tristeza o frustración que surgían durante el diálogo, yo no sabía cómo hacerlo, para mí era complicado dar contención. En esos instantes entendí que para realizar este tipo de diálogos la investigadora o investigador debe tener herramientas para poder darles contención y así manejar la situación.
Los diálogos llenos de emociones también ayudaron a comprender el papel de las mujeres y el gran peso que llevan todos los años para que se realice el ritual. Comprendí que las mujeres son las que sostenían la vida en comunidad, pero que también esto les causaba angustia y se sentían exhaustas. El apoyo de la familia no se notaba en algunos casos y más cuando sus hijos eran solo hombres ya que no ayudaban en la preparación del ritual.
Por último para cerrar
Llevar a cabo el trabajo de campo en medio de la pandemia me ayudó a observar y sentir de primera mano la importancia del ritual para que la relación con los ancestros se sostenga y, por lo tanto, la vida en comunidad siga fortaleciéndose. Se mencionó que los desafíos fueron varios. En el camino entendí que estos me ayudaron a darle una mirada analítica a la investigación. Surgieron también temas como el papel de la mujer en los rituales. Tema en el que quisiera profundizar, así como en el del papel de los jóvenes en el ritual. Asimismo, entendí que para realizar este tipo de investigación es necesario prepararse para todo tipo de situaciones, principalmente saber cómo manejar situaciones de tristeza o de emociones fuertes.
La academia en la actualidad se está nutriendo de todo tipo de perspectivas. Desde que los “Otros” accedieron a estos espacios han estado cuestionando y proponiendo constantemente métodos, epistemologías, ontologías, etcétera. El ser parte de esta ola me da mucha satisfacción porque puedo escribir y analizar nuestros rituales desde el sentir y no solo desde la observación. Para mí es crucial escribir sobre este ritual y siempre tener en cuenta que la investigación es primero para mi pueblo, ya que son los que mantienen y perpetúan todas estas formas de vida. Y no olvidar que la investigación se debe siempre hacer con una mirada analítica.
Bibliografía
Arévalo, Gabriel
2013, “Reportando desde un frente decolonial: la emergencia del paradigma indígena de la investigación”, en Gabriel Andrés Arévalo Robles e Ingrid Zabaleta Chaustre (ed.), Experiencias, luchas y resistencias en la diversidad y multiplicidad, Bogotá, Mundu Berriak (Cuadernos de trabajo, 2), pp.51-78.
Cañamar, Tsaywa
2020 Runa Warmikuna Sinchiyarinchik: fortale(ser)nos como mujeres runas, tesis de maestría en Estudios de la Cultura, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Quito.
Martin, Karen y Booran Mirraboopa
2003 “Ways of knowing, being and doing: A theoretical framework and methods for indigenous and indigenist re-search”, Journal of Australian Studies, vol. 27, núm. 76, pp. 203-214, https://doi.org/10.1080/14443050309387838.
Smith, Linda Tuhiwai
2012 “Caminando sobre terreno resbaladizo. La investigación de los pueblos nativos en la era de la incertidumbre”, en Norman K. Denzin e Yvonna S. Lindoln (comps.), Manual de investigación cualitativa, vol.1, Madrid, Editorial Gedisa, pp.190-230.
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Correo electrónico: sammyaky@yahoo.es ↑
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La nacionalidad kichwa se encuentra en la parte de los Andes del Ecuador, se compone por 23 pueblos entre los cuales están Salasaka y Chibuleo. ↑
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Es espacio-tiempo en kichwa. ↑
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El ritual ocurre el 2 de noviembre, en español se lo conoce como Día de los difuntos. Es la época de regreso de los ancestros, el ritual consiste en dedicar tres días enteros para pasar con los ellos y ellas. El gran día se pasa en el cementerio haciendo ofrendas y comiendo. ↑
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Persona. ↑
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Mujer. ↑
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Ancestro. ↑
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Como ejemplo señalo algunos investigadores que fueron importantes para comprender esto: María Patricia Pérez, Lorena Cabnal, Tsaywa Cañamar, Barry Smith, Luis Cachiguango, Inti Cartuche, Carmen Jerez, Atuq Manga, José Masaquiza. ↑
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Espíritu. ↑
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Abuela. ↑