Isis Violeta Contreras Pastrana
Instituto Latinoamericano Freire Universität Berlin
yolitzinacatl@gmail.com
A sus 23 años Fátima terminó su educación superior en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en la ciudad de Oaxaca, México, de donde egresó, retornó a su comunidad con la convicción de vivir ahí. Esta decisión no parecería fuera de lo común, si no es porque en Tamazulapam del Espíritu Santo, Mixe, en el estado de Oaxaca, existe una tendencia creciente en las y los jóvenes por dejar la comunidad a una edad temprana; “La mitad de la comunidad está afuera” aseguran varios comuneros. La migración es más amplia en relación con otras comunidades ayuuk (mixes), y ha ido en crecimiento; un anciano de la comunidad cuenta que los camiones de jóvenes que parten hacia Estados Unidos son cada vez más constantes: “Acaba de salir uno de aquí arriba, lleno el camión se fue de puros jóvenes, ahora están saliendo cada 15 días, antes era cada mes o más, ahora hay más jóvenes que se van” (Diario de campo, diciembre 2012). Aunado a esto, un número significativo de jóvenes migran a otras ciudades a realizar sus estudios de nivel superior o simplemente existe un desinterés por vivir en la comunidad, como el mismo anciano señala: “A los jóvenes ya no les interesa seguir viviendo aquí, ya no quieren hablar la lengua, no les interesa lo que suceda aquí” (Diario de campo, Tamazulapam, 2012). Es ante la idea de que “a los jóvenes ya no les interesa su comunidad”, que se presentan voces de jóvenes como Fátima, que claman algo distinto: la comunidad como un proyecto de vida, como el espacio desde donde reflexionar la vida social, educativa y política de su comunidad y del país, y por ende, desde donde actuar.[1]
Ahondar en el debate de proyectos educativos en contextos interculturales implica necesariamente mirar lo que las personas en pueblos y comunidades vienen construyendo y fomentando en sus espacios de vida, es decir, cuáles son los conocimientos y saberes que ponen en circulación; así como sus inquietudes más allá de su inserción en el mercado laboral, aunque ésta también sea una condición determinante para sus elecciones. Es por ello que en este artículo me propongo dar cuenta de experiencias juveniles de la comunidad de Tamazulpam del Espíritu Santo, comunidad ayuuk del estado de Oaxaca, en la cual desde sus afinidades musicales y político-comunitarias crean proyectos “alternativos” a sus espacios educativos, para hablar desde “sus necesidades” sentidas en esta etapa de su vida. Es decir, estas son experiencias juveniles no institucionalizadas, fuera del espacio educativo formal, sin embargo, pueden ser comprendidas en el marco de “pedagogías comunitarias” que obedece a lo que se viene postulando como “formas propias de educación” por hacer alusión a los aprendizajes que emanan de las propias comunidades y, en este sentido, acercarnos al debate de la “educación propia” o comunitaria a la cual hacen alusión proyectos de educación superior, quienes buscan retomar filosofías de vida de las comunidades (ver Martínez, 2017).[2] Argumento que estas pedagogías comunitarias son formas de “producción de subjetividades” (Aquino: 2013) que potencializa formas específicas de ser y estar en el mundo y tienen su base en la comunidad, los aprendizajes tienen su reflejo en la vida cotidiana. En este caso me acerco a jóvenes que, desde un entramado comunitario, recuperan y producen nuevas formas de ser y estar en sus comunidades pero con las bases organizativas y de concepción del mundo de las mismas. Desde este punto de partida me interesa ahondar en cuáles son los posicionamientos políticos que emanan de estas experiencias, y cómo dialogan estas experiencias con la comunidad y la región a la que pertenecen.
Para dar cuenta de ello parto del supuesto de que las acciones que emprenden en conjunto, pueden ser comprendidas como una acción colectiva organizada y razonada, entendido éste como un “actor colectivo o sujeto social” (Tajifel, 1984).[3] Así mismo, desde esta acción colectiva, se puede comprender ésta como la producción de los sujetos, actuando de manera organizada, definida en “términos cognitivos, afectivos y relacionales para darle sentido al “estar juntos” y a los fines que persiguen” (Melucci, 1999: 38). Además recupero la perspectiva desde la “producción de lo común”, enfoque desde el cual busco responder a la pregunta general del porqué y de qué forma la comunidad sigue siendo un eje básico de asociación para la reproducción de la vida, a pesar de que la opción individual es una posibilidad, como la migración a las ciudades.[4] Esta perspectiva pone en el centro de la mira el poder creador de mejores condiciones de vida mediante la colectividad “para sortear la adversidad” (Navarro, 2015: 107) y se centra en lo comunitario como una forma de reproducir la vida social (Gutiérrez y Salazar, 2015: 21). Desde esta perspectiva, recupero que “la comunidad se ejerce y se práctica” no es algo dado, y es reconocida y ejercida por la misma colectividad. Así mismo, hablar de producción de lo común implica reconocer en primera instancia la capacidad de creación de los sujetos, es decir, la capacidad de producir mediante una red de relaciones sociales los denominados entramados comunitarios. Estas interacciones están mediadas por las relaciones cara a cara y tienen como base un intercambio recíproco en donde no media el capital (Gutiérrez y Salazar, 2015). En este sentido, busco responder cuál es la comunidad a la cual los jóvenes apelan y cuáles son los sentidos del mundo que se hacen presentes en las negociaciones de sus adscripciones.
1. Colectivo Cultura y Resistencia Ayuuk (CCREA)
Fátima conformó, junto con otros jóvenes de la comunidad, el Colectivo Cultura y Resistencia Ayuuk (CCREA) desde el año 2006, y señala que las acciones del colectivo, como son la organización del Festival de Cultura Reggae “Ayuuk Jaay” y la Feria del Pulque, surgen por la inquietud de “hacer algo para el pueblo, nunca parte del individualismo, siempre hacer algo en beneficio del pueblo pero a partir de la cultura y las raíces” (Fátima, Tamazulapam, noviembre de 2012). Fátima ha formado parte del “movimiento rasta” de Tamazulapam que, a su vez, se identifica plenamente con la comunidad ayuuk, entendida ésta como el referente inmediato que dota de sentido a sus acciones, es decir, como principal “productora de sentido”. Este colectivo retoma un principio comunitario con el que han crecido, que emana de la utopía ayuuk: el bien comunitario. Dicho principio se encuentra presente en los discursos de las generaciones adultas y es refrendado en prácticas como el “servicio al pueblo”, mismo que en ocasiones es cuestionado por los jóvenes cuando éstas se alejan del ideal del bien colectivo.
Foto: Cartel del tercer concierto de reggae en Tamazulapam, Bob Marley con gabán mixe. Autor y fuente: CCREA.
Los integrantes del CCREA manifiestan explícitamente su interés por continuar en la comunidad y “hacer algo”, para ello retoman elementos de la organización comunitaria, teniendo como eje rector la congruencia con el ideal del bien común. A partir del año 2007, los jóvenes del Colectivo Cultura y Resistencia promueven el Festival de Cultura y Reggae Ayuuk Jääy[5] con la intención explícita de refrendar sus intereses en común: la música reggae y su adscripción a la comunidad. En este momento deciden agregar “ayuuk” al nombre de su colectivo, quedando a partir de entonces como Colectivo Cultura y Resistencia Ayuuk, “porque siempre dijimos que nuestra finalidad era el trabajo en la comunidad” (Timio, Tamazulapam, 2012). A este festival han llegado desde la Ciudad de México bandas de música reggae como Antidoping, Los Rastrillos, El Aron, Ganja, Lengua Alerta y Nognes. Estos grupos están ligados a “movimientos de liberación” y de “reivindicación de las raíces” de acuerdo con sus discursos y letras musicales. Estos grupos además han compartido escenario con los jóvenes ayuujk de la comunidad que crean y componen sus propias canciones desde este género o hip-hop, tanto en castellano como en lengua ayuuk. La dificultad más importante se viene presentando frente a la comunidad que en diferentes momentos ha visto con desagrado la realización de este evento “Los que organizan el evento de reggae de la comunidad promueven el consumo de marihuana entre los jóvenes” o “eso no es de la comunidad, se creen de la ciudad”. A pesar de las posturas de rechazo, el Festival de Cultura y Reggae Ayuuk Jää’y y otras a favor, este festival se viene realizado a partir del año 2007 con nueve emisiones, con una gran afluencia de jóvenes de diferentes procedencias y con la expectativa de realizarse en el mes de diciembre de 2020.
El festival ha generado gran expectativa entre los jóvenes de la comunidad, la región y la capital oaxaqueña, en especial entre los seguidores de este género de música reggae. Y es aquí en donde las negociaciones se vienen desarrollando permanentemente, entre jóvenes y comuneros, siendo estos espacios también parte de la conformación de la experiencia comunitaria, pues implica hablar en asambleas, presentar argumentos y apelar al bien común. Por ejemplo, en el año 2011, cuando el colectivo sufrió fuertes cuestionamientos por parte de las autoridades de la comunidad, llevando al pleno de la asamblea comunitaria la propuesta de que “los eventos de música para jóvenes no se realicen más en la comunidad de Tamazulapam” (Diario de campo, octubre de 2012). Los jóvenes del colectivo presentaron escritos para apelar esta decisión y se reunieron con las autoridades municipales para explicar las finalidades del evento en cuestión:
En este evento el colectivo promueve una convivencia entre culturas, porque se presentan bandas de música reggae que fomentan un pensamiento libre y consciente y esto se realiza los días de fiesta de la comunidad para que la gente que no es de aquí venga y conozca cómo es la convivencia de nuestro pueblo, sus costumbres y cómo se vive (Timio, Tamazulapam, 2012).
Estos festivales se vienen realizando en el marco de las fiestas comunitarias, por lo cual también se pensó como un espacio de encuentro entre la gente de afuera, quienes pueden acercarse a conocer más acerca de las prácticas de la comunidad, así como “compartir” o celebrar en comunidad; así como las personas de la comunidad también pueden acercarse al evento y participar de él. Así mismo, los integrantes del colectivo usualmente se han repartido “por comisiones”, al igual que los adultos en las fiestas comunitarias, para que se lleve a cabo este festival. Los jóvenes de la comunidad afines a este género se han aglutinado en torno a la organización de este evento y se han sumado al colectivo. De tal forma que este festival potencia un “espacio no institucionalizado” (Hobsbawn en Gárces, 2003) al interior de la comunidad, o la “producción cultural no institucionalizada” (Reguillo, 2000) como punto de encuentro de estos jóvenes, es decir, el festival como un espacio alternativo para jóvenes con intereses en este género y representaciones.
Las autoridades municipales y parte de la población constantemente han manifestado a los integrantes del colectivo que “no les interesa” o que “no encuentran sentido al festival porque eso no es parte de la comunidad” (Diario de campo, noviembre de 2012). Sin embargo, el colectivo ha gestionado espacios y apoyos para continuar realizando estos festivales. Este festival representa una negociación de las representaciones de lo ayuuk y de los espacios para jóvenes. Uno de los elementos centrales a debate es el ámbito de la performatividad entendida como una forma política, en donde la estética del cuerpo, su uso y ornamentación implica la reafirmación y pertenencia de sus autoadscripciones en el espacio público comunitario. El CCREA, a través de esta acción afirmativa en la comunidad ha fortalecido los debates frente a lo ayuuk, marcando a las generaciones que vienen atrás y que han manifestado su interés por conformarse también como colectivos.
2. La feria del pulque
Otro evento que el CCREA impulsa es la Feria del Pulque, encontrando, a diferencia del festival de reggae, respaldo por parte de la comunidad y de sus autoridades. En ella promueven el consumo del pulque, el cual consideran como una bebida tradicional. La Feria del Pulque surge en el año 2006, con el interés de promover y fomentar el consumo de este producto, bebida que se consume en la comunidad, pero cada vez en menor medida, dando paso a un consumo privilegiado de bebidas de compañías externas a la misma como Corona o refrescos como Coca Cola, que vienen acaparando el mercado de consumo de bebidas de la región. Después de reuniones entre amigos las señoras que producen pulque que, de acuerdo con los integrantes del colectivo, “cada vez bajaban menos para venderlo”,[6] “comenzaron a llegar con sus garrafas de pulque otra vez.” Este es el principal motivo por el cual continúan realizando año con año este festival, con la idea de continuar fortaleciendo el consumo de esta bebida elaborada a partir del maguey. Para desarrollar este evento han gestionado el espacio con las autoridades municipales, así como el equipo necesario como bocinas, tarimas, sillas e invitaron a las mujeres pulqueras y artesanas a llevar sus productos al centro de la comunidad en la fecha del evento.
Esta acción colectiva sintetiza intereses y aspiraciones de los miembros de este colectivo, ya que las actividades que han sido programadas con base en inquietudes de cada uno de sus integrantes, son consensuadas dentro del colectivo. El consenso funciona como un sistema ideal de organización, explícito en discursos. Este principio guía el actuar colectivo como el de las tomas de decisión. Las actividades que se han programado en esta feria son talleres de reciclado y encuadernación, venta de artesanías de barro y de textiles elaborados y comercializados directamente por las artesanas de la comunidad. También se han programado conferencias con gente de la región Sierra que viene desarrollando propuestas analíticas, como Jaime Martínez Luna, teórico de la comunalidad, originario de la localidad zapoteca de Guelatao y actual rector del proyecto de Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca (UACO). De la misma forma, se ha contado con la participación de maestros o miembros de la comunidad y comunidades vecinas que debaten con los asistentes sus análisis o propuestas sobre la vida en las comunidades. En este mismo espacio se han programado actividades como el trueque de discos, revistas, pegotes y parches, también se organizan eventos de música “tradicional” de grupos locales y regionales, también participan otros jóvenes de otros colectivos como los anarquistas o los grupos y colectivos de música de diversos géneros del rock de grupos locales o de comunidades vecinas, como Tlahuitoltepec y Ayutla. En suma, desde este evento se recuperan experiencias de integrantes de la comunidad, o personas afines, que comparten reflexiones o trabajos que fortalecen también las propias preocupaciones de los miembros del colectivo. Este espacio es un pretexto para construir lazos intercomunitarios entre aquellos interesados en debatir sobre la vida en las comunidades serranas. Por consiguiente, este evento también permite refrendar frente a la comunidad su interés por ésta y, por consiguiente, su adscripción a ella.
De las acciones aquí presentadas, el Festival de Cultura Reggae Ayuuk jää’y y la Feria del Pulque, finalmente me interesa contrastar el significado que cobran en el contexto comunitario y las dinámicas bajo las cuales son recibidos ambos eventos en la comunidad. En el primero, el festival de reggae, hay una oposición importante de comuneros, principalmente autoridades que se niegan a prestar espacios a los jóvenes, los cuestionan e incluso los prohíben. El segundo evento, la Feria del Pulque, es bien acogida por las autoridades, es apoyada y respaldada. Mientras que el festival tiene un significado contestatario porque afirma lo ayuuk y lo reinventa a partir de una fusión con lo rasta (algo que dentro de las representaciones sociales comunitarias no es ayuuk). En la Feria del Pulque se afirma lo ayuujk desde los referentes aceptables.
El festival es exclusivamente para aquellos que comparten las representaciones y los símbolos del reggae, principalmente, aunque no exclusivamente, jóvenes. Mientras que la segunda, la Feria del Pulque, es una actividad que involucra a cualquier integrante de la comunidad, entre ellos autoridades comunitarias. En este sentido, las representaciones comunitarias entendidas como aquellos ámbitos que dotan de sentido a las acciones, o que ordenan el mundo, son mucho más cercanos de las representaciones comunitarias a la Feria del Pulque que al festival de música reggae.
3. La organización comunitaria como debate, utopía y el bien colectivo
A lo largo de las voces y experiencias de jóvenes de la comunidad he dado cuenta de la dinámica comunitaria y de la gestación de formas propias de entenderla, cuestionarla y reconstituirla. La comunidad continúa siendo un eje indisociable de sus formas de ser actores sociales activos de las mismas. En este sentido, es común escuchar entre los jóvenes en estos años que “La comunidad es una forma de pedagogía”, es decir, que desde ella se gestan aprendizajes a manera de cosmovisiones, pero también de saberes para la vida, en este caso en comunidad. Y es desde esta perspectiva que se organizan, movilizan sus recursos, cuestionan a la misma comunidad y plantean proyectos o acciones al interior de ella.
Así, por ejemplo, desde esta mirada crítica, el CCREA se ha caracterizado por poner sobre la mesa debates que impactan a su comunidad, como lo menciona Fátima, “Empezamos a notar más lo que son las injusticias, pero desde nuestra comunidad”. Desde esta mirada la organización comunitaria también es valorada, y puesta en práctica en las actividades que realizan. Retoman de la organización comunitaria los principios asambleístas de la comunidad con algunas modificaciones, como el hecho de que cualquier miembro puede convocar a ésta, así como la participación de todas y todos los miembros del colectivo. Pues en la comunidad esta participación es representativa y, por lo general, quienes participan son hombres adultos que representan a sus familias. También puede convocar a reunión cualquiera de sus miembros en cualquier momento que se considere necesaria la participación de los miembros.
Otro elemento que retoman de esta organización comunitaria es el consenso de decisiones, y que los integrantes valoran como una forma de su organización interna. Esto obedece a la dinámica de “acuerdos que obligan” que en palabras de Gutiérrez y Salazar (2015: 38) “La pertenencia a una trama comunitaria no ´concede derechos´ sino que obliga a hacerse cargo de una parte de las decisiones colectivas”. En términos del análisis que realizan en la comunidad ayuuk de Tlahuitoltepec, sobre la forma de concebir el mundo, estudiosos de lo que han denominado “conocimiento comunitario” afirman que para ellos es “una forma específica de vivir la vida”, que implica, al mismo tiempo, una práctica o una acción que aspira al ëy jujk’äjtën que podría ser traducido como ‘vivir bien’ (Vargas, 2009 et al.).
El sentido de mirar hacia las raíces como parte de los discursos juveniles también apela al reconocimiento de la memoria y a reforzar elementos de la vida comunitaria que consideran importantes como formas de vida. Sin embargo, también implica cuestionamientos, frente al cambio, a la incorporación de otras formas de ser y estar en la comunidad. El gestar sus propios espacios y construir toda una propuesta alrededor de ello también pone en práctica estas formas de comunalidad. Y es aquí en donde me detengo para contribuir a los debates actuales sobre educación comunitaria que vienen emergiendo en Oaxaca. Darse a sí mismos lo que se necesita es una práctica extendida en la región ayuuk, los jóvenes que aquí describo lo saben y hacen uso de ello, si bien implica negociaciones múltiples, las prácticas y los ejercicios que emanan desde las acciones colectivas es lo que ha llevado a la producción de toda una serie de prácticas que dotan de sentido a las comunidades y, en este caso, a jóvenes que en ellas desarrollan su vida. Desde este hacer común siguen sosteniendo la vida, y reproduciendo de maneras innovadoras las relaciones y prácticas comunitarias a las que apelan las generaciones anteriores.
Bibliografía
Aquino, Alejandra (2013), “La subjetividad a debate”, en Sociológica, año 28, número 80, pp. 259-278.
Contreras, Isis, V. (2014), “Colectivos Juveniles ayuujk: Nuevas formas de ser y estar en comunidad”, tesis de maestría, CIESAS Unidad Pacífico Sur.
Garcés, Ángela (2003), “Identidad fragmentada… identidad performativa: del estilo a las culturas juveniles”, en Anagramas, Medellín, Colombia, pp. 25-41.
Giménez, Gilberto (2009), Identidades sociales, México, Conaculta, Instituto Mexiquense de Cultura, Intersecciones.
Gutiérrez, Raquel y Salazar Huesca (2015), “Reproducción comunitaria de la vida. Pensando la transformación social en el presente”, en Salazar, H. y Linsalata, L. (coords.) El Apantle, común, ¿para qué?, pp. 17-49.
Martínez, Elena (2017), “Ja ko’pk wejkajtäjk. Enseñanzas de la montaña. Apuestas desde la Universidad Comunal”, en Sonia Comboni y Nicolás Cárdenas, Repensar las prácticas sociales en el mundo rural, México, UAM-X, pp. 99-130.
Melucci, Alberto (1999), Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, México, El Colegio de México.
———————–(2001) Challenging Codes. Collective Action in the Information Age, Cambridge, Cambridge University Press.
Navarro Mina, Lorena (2015), Hacer común contra la fragmentación en la ciudad. Experiencias de autonomía urbana, Puebla, ICS y H/BUAP.
Tajifel, Henri (1984), Grupos Humanos y Categorías Sociales, Herder, Barcelona.
Vargas, X. N., Vásquez, G. y Pérez, L. (2008), Wejën kajën. Las dimensiones del pensamiento y generación del conocimiento comunal, Oaxaca, H. Ayuntamiento Constitucional de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca.
- Este artículo es parte de mi tesis de Maestría en Antropología Social del CIESAS Oaxaca, denominada Colectivos ayuujk: nuevas formas de ser y estar en comunidad (2014). ↑
- Un ejemplo de ello queda analizado en el trabajo de Elena Martínez, quien detalla este proceso de filosofía comunitaria de Talhuitoltepec, Oaxaca: “Inicialmente llamamos jää”wën jotmay al proceso metodológico de construcción de conocimiento que tiene su reflejo en la vida cotidiana ayuujk. En un intento de interpretarlo, se puede decir que tiene dimensiones generadoras de un proceso: a) dialógico, b) de búsqueda y c) logro de equilibrio momentáneo… Se dice que jää’wën jotmay es pensar y sentir desde el estómago, o el corazón, pues estas reflexiones provienen no sólo de la razón, de la capacidad de pensar o darse cuenta de las situaciones o problemáticas, sino también del desequilibrio de las emociones al sentir rabia, coraje, preocupación, emoción o interés ante la situación que afecta a la persona porque además afecta y desequilibra la vida del nosotros, la colectividad, la comunidad, por esto el “corazón bombea el equilibrio”, como una búsqueda constante. (Martínez, 2017: 216-218) ↑
- Para Melucci (2001: 20) la acción colectiva es un conjunto de prácticas sociales que: a) involucran simultáneamente a cierto número de individuos o en un nivel más complejo de grupos; b) exhiben características morfológicas similares en la contigüidad temporal y espacial; c) implican un campo de relaciones sociales, así como también d) la capacidad de la gente involucrada para conferir un sentido a lo que está haciendo o va a hacer. ↑
- Aunque esta también puede ser una elección colectiva y de producción de comunidad en otros espacios. ↑
- El Festival de Cultura y Reggae “Ayuuk jää’y” toma su denominación del gentilicio de los integrantes del pueblo ayuuk y ha sido traducido como “gente de la palabra florida” o “gente de la palabra de la selva”. ↑
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Las mujeres “pulqueras” de Tamazulapam vienen de rancherías en donde se produce el pulque, por eso el hacer alusión a bajar hace referencia a su ubicación más elevada de su poblado y la llegada al centro de la comunidad. ↑