Vivir a contracorriente

Antonio Higuera Bonfil
Universidad de Quintana Roo


Introducción

La perspectiva de la religión vivida habilita cierto tipo de relación entre los interlocutores en una investigación antropológica. Acercarse a quien es un(a) creyente sin la parafernalia de los guiones de entrevista abierta ni los cuestionarios cerrados como principal elemento del diálogo, faculta la sincronía con los pensamientos profundos, las sensaciones y ánimo que prevalece en la cotidianidad de quien forma parte de una religión, de quien asume una posición mística y se relaciona directamente con ámbitos suprahumanos.

Es complicado aplicar la metodología de la religión vivida sin una relación previa con nuestros interlocutores, sin la reciprocidad construida durante el trabajo de campo,  falta cierto grado de familiaridad. Creo que esto es así porque no conducimos una entrevista donde los ejes temáticos guíen nuestro diálogo; lo que es indispensable es el conocimiento básico del entorno y de la forma de vida del interlocutor. Así lo refiere Ammerman: “Looking for lived religion does mean that we look for the material, embodied aspects of religion as they occur in everyday life, in addition to listening for how people explain themselves. It includes both the experiences of the body and the mind.” (Ammerman, 2014: 190)

Imagen: Salón del Reino en Palmar, Quintana Roo. Fotografía del autor

Los relatos producidos en estos encuentros son diversos, casi innumerables; varían en género, extensión y medio de expresión. No sólo se accede a la religión vivida mediante la comunicación oral, hay múltiples caminos para adentrarse en la experiencia humana de la religiosidad individual. Corporeidad, asignación de peso específico del relato en la representación de la persona en relación con los demás, valoración de elementos naturales o materiales asociados a las creencias, viabilidad de lo posible, discursos que perfilan a los creyentes, son sólo algunas posibilidades.

Juan Mendoza vive en la frontera entre México y Belice. Es originario de Chiapas por casualidad, pues sus progenitores de origen mixteco tuvieron a su descendencia en diferentes estados de México, toda vez que su padre era trabajador eventual en ica, donde se desempeñaba como albañil. A sus 51 años de edad ha sido testigo de Jehová por casi un cuarto de siglo, la mitad de su vida, y una buena parte de su familia está adscrita a esta religión gracias a la labor realizada por Juan.

Propósito

Las siguientes líneas buscan compartir la experiencia de trabajar con un hombre maduro, soltero por decisión propia, cuya experiencia vital incluye escenarios contrastantes en lo que a la práctica religiosa se refiere. Para condensar las experiencias a que nos referiremos baste decir que Juan Mendoza nació en el seno de una familia católica por tradición, pero no recibió educación religiosa alguna. Como muchos connacionales, asistía a las ceremonias asociadas al ciclo vital: bautizos, primeras comuniones, bodas y funerales. Su vida social se caracterizó durante 25 años por elementos liberales en los que no se establecían compromisos hacia los demás, en todo caso Juan Mendoza vivió relajadamente, sin demasiado apego a normatividades religiosas.

De esta forma, el texto presenta algunos elementos de la manera en que este testigo de Jehová concibe la vida cotidiana y la intervención de seres sobrenaturales en ella. Juan Mendoza no ubica a esas entidades en el lejano relato bíblico, sino en la cotidianidad de cualquier persona. Hay que señalar que esta interacción es entendida como un medio para orientar el comportamiento humano: proceder correcta o incorrectamente, tener pensamientos de solidaridad y apoyo, o bien, de contraposición con los demás, en síntesis, “hacer el bien o el mal”.

Ahora bien, acercarse a la experiencia de este creyente mediante la metodología de la religión vivida permitió adentrarse en su concepción sobre lo que es permanecer en una teocracia, bajo la mirada de una organización religiosa con directrices específicas, pero que son percibidas y procesadas de manera individual. Por ello, Juan entiende que en todo momento la convivencia con el prójimo está permeada por la acción de ángeles y demonios, que inspiran el posible curso de los acontecimientos cotidianos. Ello lo hace extensivo al ámbito personal de los individuos, cuya forma de pensar y tomar decisiones puede acusar dicha influencia.

Haber trabajado con esta metodología permitió conocer específicamente la concepción de un escenario que incluye la acción de diversos númenes. Así, Juan no asume que las entidades sobrehumanas encarnen en personas, no son visibles ni interactúan físicamente con él, pero establecen comunicación certera mediante la revelación en sueños o influyendo sobre el ánimo y la disposición de las personas con las que él tiene contacto diariamente, particularmente cuando se encuentra en la predicación de su religión.

Así, dichas entidades cumplen con cometidos específicos y, aunque, como ya se dijo, no son visibles, se asume conscientemente su presencia y actuación, reforzando con ello su opción religiosa y expresando la manera de pensar y sentir de este individuo.

Es interesante confirmar, desde el punto de vista de Juan Mendoza como testigo de Jehová, que la iniciativa de comunicación del creyente con el ámbito divino no es un ejercicio exento de normas, ya que debe limitarse a Jehová, al que se le piden y expresan sus más profundos sentimientos y pensamientos. No acostumbra orar ni dirigirse a los ángeles o arcángeles, que tienen una jerarquía menor. Por supuesto, el contacto con las entidades malignas, Satanás y sus demonios, queda cancelada para un creyente de esta religión.

Sin embargo, acepta que los incrédulos puedan poner en práctica ese tipo de relación mediante libros de hechicería y rituales satánicos. La magia negra y sus funestas consecuencias son, desde su punto de vista, actividades ordinarias de muchas personas que se ven influidas por Lucifer y sus secuaces. Hay que señalar que entiende que los alcances de esta influencia tocan tanto el ámbito individual como el colectivo.

¿Cómo discernir entonces entre el bien y el mal?, ¿de qué manera se puede interpretar la influencia de ángeles y demonios?, ¿cómo asegurarse de que se está en “el camino correcto? Para Juan Mendoza hay una fuente invaluable, la Biblia. Si bien en general los cristianos encuentran en ese libro la guía para su vida, el caso que nos ocupa pone en relieve un componente particular, que emergió en la investigación gracias a la metodología de la religión vivida. Nuestro personaje es un lector insaciable desde la infancia, lo que lo lleva literalmente no sólo a devorar los textos que caen en sus manos, sino a releer, interpretar e incorporar a su vida lo aprendido en los libros.

Y en lo que a religión, como eje fundamental de la vida, se refiere, la consulta permanente de la Biblia se ha convertido en el filtro a través del cual Juan Mendoza aprecia y vive la vida.

Bibliografía

Ammerman, Nancy (2014), “Finding Religion in Everyday Life, Sociology of Religion”,   vol. 75, núm. 2 pp. 189-207.