Vitalidad y desplazamiento de las lenguas originarias en el norte de México

José Luis Moctezuma Zamarrón
Centro INAH Sonora | moctezumajose56@gmail.com


Pie de foto: Vestidos yaquis. Huírivis, Guaymas, Sonora. José Luis Moctezuma (2015)


Introducción

A pesar de las presiones que han experimentado las lenguas originarias del norte de México desde la época colonial, la capacidad de resistencia de algunas les ha permitido mantenerse hasta entrado el siglo XXI. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo pasado los procesos de desplazamiento lingüístico que han experimentado la mayoría de ellas muestran una clara diferencia con las otras regiones del país. Varias se encuentran en un franco proceso de muerte de lengua, mientras otras experimentan un proceso gradual de desplazamiento cada vez más acelerado y sólo una ha tenido una dinámica similar a las de las lenguas más vitales, como las del Gran Nayar u otras del sur de la república, es el caso del tepehuano del norte, hablado en el estado de Chihuahua.

Aquí presentaremos un breve panorama de las lenguas, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, así como el entorno social y de políticas lingüísticas que apenas les ha permitido un margen mínimo para su uso cotidiano, no sólo en los espacios públicos sino tampoco en los comunitarios e incluso familiares.

Políticas lingüísticas en el norte de México

Desde la llegada de los europeos al norte de México se delinearon diversas políticas del lenguaje que han dado como resultado la desaparición de muchas de las lenguas originarias de esta vasta región, lo cual incluyó la pérdida de todas las lenguas del noreste de México y muchas otras en el resto de la región. Algunas desaparecieron por las epidemias que asolaron poblados enteros, otras por el genocidio en manos del ejército español y por el trato inhumano de los avasallados en reales de minas y haciendas. Otras más por la política de incorporar a los hablantes de lenguas con menor número de hablantes a las llamadas más generales (Moctezuma, 2011a).

Las que sobrevivieron a la época de la Colonia lograron llegar hasta nuestros días, a excepción de la lengua ópata, que a pesar de ser la que contaba con la mayor población en el noroeste de México. Desde finales de la Colonia ya estaba en franco proceso de desaparición, pero no hay datos precisos del tiempo en que perecieron sus últimos hablantes, a pesar de que en el imaginario colectivo existe la idea de que hasta hace poco tiempo se hablaba en la sierra de Sonora, incluso de que existen hablantes todavía, pero sin contar con materiales lingüísticos recientes y los únicos documentados son de la época misional.

El  noroeste de México, donde se localizan la mayoría de las lenguas originarias, fue hasta entrado el siglo XX un territorio aislado del centro y norte de México, así como poco relacionado con los Estrados Unidos de Norteamérica. Eso permitió una segregación de las poblaciones indígenas frente a los blancos y mestizos. Los extensos territorios, el clima hostil y la poca población de habla española influyeron para posibilitar la presencia de un elevado monolingüismo en casi todas las lenguas de la región, además de la capacidad de resistencia mostrada por estos pueblos originarios, en algunos casos defendiendo con las armas sus recursos naturales y sus estructuras sociales, destacando yaquis y seris, pero acompañados por otros grupos, sobre todo los primeros. Es así como por un largo periodo de tiempo la reproducción de las lenguas era lo común al interior de los poblados indígenas, con un incipiente bilingüismo. Los yaquis fueron los más proclives a cierto grado de bilingüismo debido a sus migraciones para trabajar a distintos lugares fuera de su territorio tradicional, aunque como lo hacían en grupo permitía la transmisión de la lengua aún en lugares lejanos, incluyendo los estados de Chihuahua y Baja California.

Pie de foto: Cantantes mayos. El Júpare, Huatabampo, Sonora. José Luis Moctezuma (2010)

Hacia inicios del siglo XX el monolingüismo era tan alto en la mayoría de las regiones indígenas quecomerciantes y hacendados tenían que aprender las lenguas originarias para poder establecer comunicación con la población con la que trataban. Eso es patente en el caso del general Álvaro Obregón, presidente de México durante la época revolucionaria. Hijo de hacendados mestizos de Huatabampo, un pequeño poblado hacia finales del siglo XIX, donde la lengua mayo era hablada por la mayoría de sus habitantes. Así, para convivir con los hijos de los peones, tuvo que aprender esa lengua. Al liderar al Ejército del Noroeste tuvo entre sus filas a miles de hablantes de mayo y yaqui, inteligibles entre sí, a con quienes se comunicaba en la lengua originaria debido al monolingüismo de sus subordinados.

Paradójicamente, poco después de terminado el movimiento revolucionario, durante la época presidencial de Lázaro Cárdenas, da comienzo una política del lenguaje muy agresiva en contra de las lenguas originarias y sus hablantes. Antes de 1940 inició la integración de los pueblos indígenas a la llamada sociedad mexicana. Entre los múltiples factores, sobresalen dos. El primero es un cambio en la tenencia de la tierra, con la creación de los ejidos en territorios indígenas y el reparto agrario donde participan por igual sus dueños originales y hablantes de español, con escasas excepciones, como yaquis y seris. El segundo tuvo como eje central la implementación de las escuelas rurales a gran escala. En ese proceso, los maestros y los materiales educativos tenían como herramienta central el español. En esta región no hubo discusión para al implementar la educación mediante el método directo o indirecto para castellanizar a los alumnos. Los golpes y las vejaciones fueron una constante en las escuelas con estudiantes de lengua indígena. Las historias de quienes asistieron en esos tiempos a la escuela está llena de todo tipo anécdotas de sufrimiento en un rápido proceso de un monolingüismo en lengua originaria a un bilingüismo acompañado por el español. El término “castilla”, como se le conocía en esa época, es sinónimo de agresión y un cambio en el panorama de la continuidad de las lenguas originarias, tal como lo habían experimentado hasta antes del programa de educación masivo en la región.

Los cambios comenzaron rápidamente al interior de las comunidades, otrora aisladas físicamente o segregadas de los hablantes de español. Poco a poco, las transformaciones políticas, económicas y sociales impactan directamente a los pueblos indígenas y se vieron reflejados en cambios culturales y lingüísticos, en varios casos de manera acelerada. Durante la segunda mitad del siglo XX se hace evidente una configuración lingüística muy distinta a épocas anteriores. El español comienza a ganar terreno a una velocidad asombrosa, muy diferente a la de las otras partes de México. Pocas lenguas y sus hablantes logran resistir ese embate y da comienzo un proceso de un monolingüismo en lengua nativa a un vertiginoso bilingüismo (Moctezuma 2009). En algunos casos fue tan radical que ocurrió una situación común entre los grupos migrantes; el paso de un monolingüismo en una lengua a un monolingüismo en otra, pasando por una generación bilingüe, común en familias de hablantes de español en los Estados Unidos. La primera generación habla español y apenas logra aprender lo básico del inglés. Una segunda se convierte en bilingüe y una tercera en monolingüe en inglés.

Esa condición le sucedió a la comunidad mayo en todas las poblaciones de su extenso territorio; situación excepcional a la de otras lenguas con un elevado número de poblados. De ser una de las lenguas con mayor índice de monolingüismo hasta casi mediados del siglo XX, para los años setenta y sobre todo los ochenta, sucede un proceso que en la actualidad es poco usual por su alto nivel de bilingüismo de aquellos que todavía hablan su lengua originaria, el llamado monolingüismo inverso, donde dos hablantes se comunican cada uno en mayo o en español de forma permanente, sin que ocurra un cambio de código o el uso de una de las lenguas en la comunicación. Su bilingüismo funcional les permite comunicarse bajo ese criterio a partir de las ideologías lingüísticas de cada uno. Por un lado, un gran número de hablantes de mayo le fueron totalmente fieles a su lengua materna y rechazaron el bilingüismo a pesar de las fuertes presiones a las que estaban expuestos. Por el otro, la tercera generación tuvo como casi única lengua de comunicación el español, en la medida en que sus padres bilingües fueron receptores de las ideologías diglósicas de su entorno inmediato y prefirieron usar sólo la lengua dominante con su descendencia (Moctezuma, 2001).

A partir de la década de los setenta da inicio la etapa más acelerada del desplazamiento de las lenguas del noroeste. La escuela llamada inicialmente bilingüe-bicultural y posteriormente intercultural bilingüe sólo ha servido para castellanizar a los alumnos que entran en ese sistema. En Sonora la mayoría de los profesores bilingües han sido integrantes del grupo mayo, mientras los yaquis tienen sus propios profesores–. Sin embargo, en ninguno de los casos era necesario el uso de la lengua originaria, debido a una falla estructural en el sistema educativo: el uso casi exclusivo o único del español en la enseñanza. Profesores de origen mayo fueron enviados a otras comunidades indígenas, principalmente con los guarijíos, pimas, tohono o’odham (como ellos mismos se autonombran, en los censos aparecen todavía como pápagos) e incluso grupos migrantes. En la tarahumara sucedió algo parecido, con los maestros de ese grupo indígena que también dieron clase con los pimas, guarijíos, incluso con los tepehuanos del norte, hasta que estos últimos tuvieron sus propios profesores. Entre los grupos yumanos sucedió lo mismo, en un principio había falta de maestros y los pocos que tenían se han integrado al sistema, enseñan en español, incluso desde hace décadas los niños han aprendido el español, en muchos de los casos como primera lengua.

Al mismo tiempo hubo una intrusión extendida de otras instituciones gubernamentales, programas agrarios, ingreso de comerciantes, una mayor presencia de los medios de comunicación y una relación más estrecha con hablantes de español en todos los ámbitos públicos e incluso privados, donde el español ha sido la única lengua de comunicación. Los hablantes de lenguas originarias fueron perdiendo muchos usos y funciones en todos los espacios, incluso el comunitario y el familiar (Moctezuma, 2015a). En la mayoría de las lenguas el conflicto lingüístico ingresó rápidamente en el entorno familiar y es el dominio donde actualmente se lucha por la supervivencia de las lenguas nativas, al igual que en algunos contextos comunitarios, sobre todo de tipo ritual. En los pueblos del noroeste las redes de grupos rituales han representado el mayor campo de resistencia para el uso de las lenguas originarias, aunque expuestas a la negociación constante con el empleo del español.

Las políticas lingüísticas que apuntan a favor de las lenguas originarias obedecen básicamente a las instituciones federales, aunque son incapaces de detener las dinámicas del desplazamiento sin lograr detener los procesos de pérdida de la transmisión de las lenguas en las últimas generaciones. A nivel estatal y municipal las políticas del lenguaje son casi inexistentes, si lo vemos desde el punto de vista del mantenimiento de las lenguas originarias. Más bien están encaminadas a buscar integrar a sus hablantes al dominio del español. Los gobiernos y la sociedad ven a las lenguas originarias como un lastre para el progreso y el bienestar económico y social de los estados norteños. Su participación en el conflicto lingüístico ha sido decisiva para el declive de las lenguas nativas en los últimos tiempos. Para ellos el problema indígena, incluyendo el problema lingüístico, se resuelve con su desaparición y sólo son importantes en términos de su utilización folclórica. Sus demandas, la defensa de sus recursos naturales y la continuidad en el uso de sus lenguas representan un obstáculo para la modernidad.

Datos cuantitativos, aproximación a cierta realidad y sus contradicciones

En términos regionales, en el noroeste se localizan las lenguas originarias con menor número de hablantes y en proceso más acelerado de muerte de lengua. Aunque varias de ellas siempre han tenido un número reducido de integrantes, en algunos casos las dinámicas de desplazamiento lingüístico han sido tan catastróficas y la situación de la lengua mayo ha sido mediante un avance tan acelerado que la ubica como la lengua mediana en cantidad de hablantes del país al borde de su desaparición en poco tiempo.

Los censos y conteos del INEGI dan un panorama de la situación lingüística a nivel cuantitativo, pero el trabajo en campo de varios investigadores, promotores o hablantes nativos ofrece mayor exactitud sobre las cifras o características de la realidad en cuanto al número real de hablantes frente a las cantidades oficiales. Aquí haremos algunas anotaciones sobre la situación en las lenguas del norte de México.

Los datos de los últimos censos y conteos exponen la dinámica que han seguido las lenguas originarias en esta región. En el cuadro siguiente se incluyen los datos de 1990 a 2020 en términos numéricos. Antes del censo de 1990 la mayor parte de las lenguas con pocos hablantes no eran registradas, de allí la falta de datos antes de esa fecha. En particular, para esta región la mayoría de las lenguas no eran incluidas, a excepción del tarahumara, yaqui y mayo. Mientras el tepehuano del norte era considerado junto con el tepehuano del sur, hablado en los estados de Durango y Nayarit. Estas lenguas eran dos dialectos a la llegada de los españoles, pero al distanciarse físicamente se dio un proceso de cambio lingüístico que las llevó a no ser inteligibles entre si y a partir del censo del año 2000 las reconocen por separado. Por otro lado, hasta el censo de 2010 el cochimí se consideró una lengua distinta dentro de las lenguas de la familia yumana, pero a partir de 2015 lo ubican como un dialecto de kumiai, por lo que en los dos últimos registros aparecen como una sola, lo que creó la idea de un aumento en el número de hablantes de esta última.

Cuadro de lenguas del norte de México en los censos de conteos de 1990 a 2020
Lengua 1990 1995 2000 2005 2010 2015 2020
Cochimí 148 113 82 34 88 —– —–
Cucapá 136 141 178 116 145 278 176
Guarijío 3,740 1,609 1,671 1,648 2,136 2,088 2,139
Kickapoo 232 339 138 157 423 124 63
Kiliwa 41 44 52 36 46 144 76
Kumiai 96 172 61 264 289 486 495
Mayo 37,776 39,382 31,513 32,702 39,616 42,601 38,507
Paipai 223 219 201 200 199 216 231
Pápago 128 132 141 116 161 112 203
Pima 732 821 741 738 851 743 1,037
Seri 561 482 458 595 764 754 723
Tarahumara 50,691 62,555 75,545 75,371 85,018 73,856 91,554
Tepehuano 18469 22651 25544 31681 —– —– —–
Tepehuano del norte —– —– 6,178 6,802 7,906 9,568 9,855
Yaqui 11,080 13,061 13,317 14,162 17,116 20,340 19,376

El cuadro revela una situación desalentadora en términos de número de hablantes para la mayoría de las lenguas del norte de México, así como un descenso en su tasa de crecimiento de las que han aumentado un poco, incluso muy lejana de aquellas que han incrementado su porcentaje, si las comparamos con lenguas con mayor vitalidad en otras regiones del país (Cifuentes y Moctezuma 2009). Las lenguas yumanas, junto con el seri y el kickapoo, siempre han tenido pocos hablantes, pero es claro que su número se reduce aún más en los últimos lustros. Es aún más complejo cuando las analicemos desde una perspectiva cualitativa. En casi todos los casos los números no concuerdan con la realidad; la mayoría de ellos han registrado una cantidad a la alza, cuando los investigadores en campo detectamos menos hablantes de los considerados, además de observar otros procesos que están experimentando las lenguas del norte.

Los aumentos y descensos son, en ocasiones, muy abruptos, sobre todo en las lenguas con pocos hablantes y en procesos de desplazamiento muy acelerado. En tales situaciones supondríamos cambios leves de aumento y posibles disminuciones a un ritmo más acelerado, pero si hay un aumento de 112 a 203 hablantes de pápago de 2015 (INEGI, 2015) a 2020 (INEGI 2021) o de 743 a 1 037 pimas en el mismo lapso, pone en serias dudas las metodologías para la recopilación de los datos cada cinco años, si consideramos las políticas del lenguaje que en nada ayudan a la revitalización de estas lenguas en particular; dos de las menos favorecidas para su refuncionalización en todos los niveles institucionales.

Otras lenguas presentan ciertas características que no concuerdan con los resultados del INEGI. Los kickapoo tienen doble nacionalidad y por esa razón tenemos que referirnos a ellos como de Coahuila-Texas. Mi trabajo de investigación con ellos me ha permitido reconocer que son mucho más de los señalados en los censos y conteos. En la actualidad son alrededor de mil hablantes, pero la mayoría de ellos permanece buena parte del año en Texas porque en la década de los 1980 fueron reconocidos como una banda de Texas, por su relación con sus parientes de la reservación de Oklahoma y desde 1996 tienen un casino en ese lugar. Sin embargo, por sus ritos y tradiciones regresan a El Nacimiento, Coahuila, por temporadas, que nunca concuerdan con la recopilación de datos del INEGI (Moctezuma, 2011b).

Las lenguas yumanas: cucapá, kiliwa, paipái y kumiai son, sin duda, las orientadas a la muerte de lengua de no haber un cambio en las políticas del lenguaje que realmente vele por su urgente revitalización. Su número de hablantes, siempre pequeño, ahora no sólo ha descendido drásticamente, lo más sombrío es su falta de transmisión a las últimas generaciones. A pesar de su poca cantidad los censos y conteos han sido muy variables, presentando muchas fluctuaciones en el aumento y descenso de sus hablantes. Los investigadores en campo han hecho ver esas contradicciones y señalar que no existe una verdadera cuantificación de quienes hablan una de estas lenguas. Mientras el kumiai tiene un número mayor, pero con serios problemas para su continuidad, el kiliwa está a punto de desaparecer. La información de los estudiosos establece máximo cuatro hablantes fluidos y un número mucho menor de hablantes con un conocimiento básico, además de no comunicarse entre ellos. Eso la coloca como una de las lenguas que desaparecería en muy poco tiempo (Moctezuma, 2015b).

El cuadro siguiente resume la situación lingüística de las lenguas con pocos hablantes en el norte de México. Los pocos monolingües son de edad avanzada y los niños y jóvenes ya no hablan la lengua, a excepción del kickapoo, pero como veremos en el siguiente apartado, también se encuentra en una posición comprometida para mantener en uso la lengua del grupo étnico.

Cuadro de lenguas con pocos hablantes en el conteo 2015
Lengua Número de hablantes Monolingües Comentarios
Cucapá 278 0 Muy pocos hablan la lengua realmente y hace tipo se detuvo la transmisión a las últimas generaciones.
Kickapoo 124 0 Hay más de mil hablantes pero en la actualidad habitan en la reservación de Texas la mayoría del tiempo.
Kiliwa 194 0 Según varios investigadores, sólo quedan 4 hablantes.
Paipai 205 0 Sólo hay 9 niños y todos asisten a la escuela en español.
Pápago 112 2 Ningún niño del grupo habla la lengua de su etnia.
Pima 719 1 En el grupo de 6 a 14 años, asisten a la escuela, 126 de 128 infantes. La mayoría habla español.
Seri 729 9 Hasta fines del siglo XX era una de las lenguas más vitales en México, ahora está cambiando drásticamente esa situación.

Donde es más notoria la situación del desplazamiento lingüístico de la mayoría de las lenguas del norte es en términos de su transmisión a las generaciones más jóvenes. No sólo entre las lenguas con poco número de hablantes se ha detenido su vínculo, en otras, como el mayo, ha sucedido lo mismo contando con miles de hablantes y entre los yaquis y en menor medida con los tarahumaras el porcentaje de número de hablantes entre las últimas generaciones ha venido disminuyendo en los últimos lustros. El único grupo que presenta una condición distinta es el tepehuano del norte, comparando su vitalidad con la de los grupos del Gran Nayar, aunque sin dejar de percibir un proceso de desplazamiento gradual mientras sigue resistiendo los embates de una sociedad que pugna por su asimilación al español (Moctezuma y Cifuentes, 2014). La tabla siguiente deja claro el escenario de porcentajes menores en las generaciones más jóvenes y mayores en las de mayor edad. Utilizo la de 2015 porque la de 2020 presenta inconsistencias y no sigue la dinámica de los últimos lustros, no sabemos si por la metodología empleada o por el problema de la pandemia iniciada antes de terminar el censo de 2020.

Cuadro del porcentaje de grupos de edad en 2015
Lengua Total 3-4 5-14 15-24 25-34 35-54 55 y más
Cucapá 278 0 17.72 16.64 3.59 52.15 10.07
Guarijío 2,088 4.07 19.97 18.24 14.17 23.51 20.01
Kickapoo 124 0 4.03 2.41 9.75 63.70 13.70
Kiliwa 194 0 7.21 23.71 70.10 21.64 1.03
Kumiai 486 .82 22.22 5.34 15.22 38.88 17.48
Mayo 42,601 .41 4.42 6.10 10.36 33.36 44.74
Paipai 216 .46 4.62 5.55 12.96 38.88 37.5
Pápago 112 0 .89 3.57 4.46 63.39 27.67
Pima 743 2.28 18.03 18.16 17.22 25.95 18.30
Seri 754 3.31 17.9 16.31 12.2 39.52 10.74
Tarahumara 73,856 4.02 22.12 19.77 15.73 24.01 14.32
Tepehuano del Norte 9,568 5.47 28.49 22.87 15.19 18 9.94
Yaqui 20,340 2.62 15.35 17.09 16.28 28.86 19.76

A excepción del tepehuano del norte, todas las lenguas presentan un menor porcentaje de hablantes en las primeras generaciones y suben en el grupo de 35-54 años. En ciertas lenguas la diferencia es abismal, como en el mayo con 4.42% en el grupo de 5-14 y 33.36% en el de 35-54 años. En el pápago es de .89% en el primero y 63.39% en el segundo. Aun el tarahumara, con un proceso de crecimiento queda por debajo en los grupos de edad. El primero tiene 22.12% y el segundo 24.01%. Por el contrario, el tepehuano del norte presenta 28.49% en el primer grupo y 18% en el segundo; una diferencia de más de 10 puntos porcentuales a favor de la generación más joven.

Con estos datos observamos claramente la forma en que se ha venido deteniendo la transmisión de la lengua en las últimas generaciones de manera alarmante. Los datos hablan por sí solos ante la debacle en una de las dinámicas más importantes en el mantenimiento de las lenguas, la enseñanza de las lenguas entre las generaciones, situación común por siglos y que ahora lo vemos trastocarse de forma alarmante. Esta situación hace más difícil la posibilidad de revitalizar las lenguas y se requieren políticas del lenguaje muy agresivas para resarcir la comunicación entre los hablantes de lenguas originarias y su descendencia. Un modelo de inmersión total es fundamental para detener este proceso que sólo lleva a una cosa, la muerte de estas lenguas, de continuar esta dinámica lingüicida para las lenguas del norte de México.

La dinámica del mantenimiento y desplazamiento lingüístico en el norte de México

Los datos cuantitativos nos dan un panorama de la situación que experimentan las lenguas del norte, pero la realidad vista a través del trabajo de campo de sociolingüistas y antropólogos, así como de otros actores sociales, como promotores culturales, maestros bilingües, autoridades tradicionales y los miembros de las comunidades permiten tener una idea más clara del conflicto lingüístico entre las lenguas originarias de esta región y el español.

En primero lugar tenemos que dejar clara la resistencia de las comunidades de hablantes para continuar con su uso a pesar de las inmensas presiones a las que han estado expuestas por siglos y muy en especial desde mediados del siglo XX. El hecho de que se hablen ya entrado el siglo XXI es un gran logro que ha llevado a la permanencia de estas lenguas. A pesar de las políticas lingüísticas contrarias al mantenimiento de las lenguas originarias, ahora más sutiles y dando resultados más efectivos en favor del español, una gran cantidad de hablantes se niegan a dejar de utilizar sus lenguas maternas y a pesar de todo muchos transmiten a su descendencia las lenguas originarias. Esa dinámica sólo es posible gracias a la presencia de ideologías lingüísticas afirmativas, capaces de mantener en uso sus lenguas en un contexto totalmente contrario a su uso. Las estructuras sociales y ciertos emblemas identitarios abonan para conservar sus lenguas.

El poder del español y las instituciones que lo favorecen se han encontrado con una resistencia lingüística que va de la mano con otros aspectos de su identidad, sobre todo el sentirse parte de una comunidad y de algunas instituciones comunitarias que observan en el uso de las lenguas originarias un sentir muy distinto a sólo pensar hacerlo en español. Ante los embates de las instituciones a favor del español y de una sociedad que los estigmatiza y trata de incorporarlos a su órbita, la respuesta es la solidaridad comunitaria en algunos ámbitos. Varían de comunidad a comunidad, pero están presentes en todos los grupos de esta región. La defensa de sus territorios, de sus recursos naturales, de su organización comunitaria y, en algunos casos, de sus derechos culturales implica también el tratar de conservar su lengua materna, porque existe una fuerte relación entre su uso y los otros ámbitos de resistencia. La lengua, entonces, sigue siendo un factor de pertenencia, incluso aunque no la hable una buena parte de sus integrantes. Lengua, cultura y sociedad son tres ámbitos que se entrelazan y permiten la sobrevivencia de las tres, dando cauce a que las lenguas, las más débiles de la triada, se relacionen de diversas maneras con las otras dos y permita que hasta ahora no haya desparecido ninguna de las lenguas que sobrevivieron a la época colonial.

Si bien la familia ha jugado un papel importante en el mantenimiento de las lenguas originarias, es preciso señalar una dinámica donde ya no es el reducto del uso de la lengua materna. En la mayoría de las comunidades originarias, es en la familia donde ocurre la dinámica del conflicto de manera más intensa, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que prefieren usar el español, o de plano ya es su lengua materna y las generaciones de mayor edad sólo usan la lengua originaria dentro de los hogares y la familia ampliada. Por ello, las negociaciones son permanentes para establecer la comunicación al interior de las familias, sobre todo porque existe un alto bilingüismo en la mayoría de las familias de los grupos del norte. Son otros los contextos de la vida comunitaria y de las redes sociales cerradas que pugnan por mantener la lengua y otras instancias fuera del alcance del mundo mestizo y del español como la lengua de dominio. Las redes cerradas funcionan mayormente en la ritualidad, los procesos productivos con siglos de existencia, al interior de las autoridades tradicionales donde todavía se mantienen y otros pocos contextos comunitarios. Su continuidad está en función de reforzar esos espacios y buscar revertir el desplazamiento lingüístico en otros donde es posible recuperarlos. De lograr detener la sustitución y comenzar la revitalización en contextos familiares y comunitarios, se podrían pasar a la búsqueda de la revitalización en los espacios públicos, dominados completamente por el uso del español.

Las lenguas en serio peligro de desaparecer son las lenguas yumanas, el tohono o’odham, conocido como pápago, el mayo y aunque en el censo de 2020 lo números dicen lo contrario, el pima está en esa misma situación. A excepción del mayo, estos grupos presentan un número reducido de hablantes, sobre todo quienes realmente usan la lengua. A través del trabajo de campo se han detectado un número de hablantes que no concuerda con los datos censales. El kiliwa está al borde de desaparecer porque no llegan a cinco sus hablantes fluidos y poco se encuentran para comunicarse. El resto son bilingües funcionales que saben un poco la lengua o la entienden pero que usan el español para hablar cotidianamente con otros miembros del grupo. El resto de las lenguas yumanas no están en mejor situación y, de seguir la dinámica de los últimos lustros, en poco tiempo desaparecerán, incluso el kumiai que cuenta con más hablantes pero que la transmisión casi está detenida (Moctezuma, 2013).

El tohono o’odham ha padecido un fuerte desgaste en las últimas décadas. Muchos de sus integrantes se han movido a la reservación en Arizona, lo que provocó una ruptura en integración del grupo. En la actualidad se encuentran dispersos en un amplio territorio con muy pocos individuos relacionados entre sí de forma habitual. Ante eso, la transmisión de la lengua se ha detenido totalmente. Al igual que con el kiliwa, quedan menos de 11 hablantes fluidos y algunos semi-hablantes. El proceso fue tan abrupto que todavía cuentan con dos hablantes monolingües en su lengua nativa en el grupo de mayor edad, pero casi aislados para hablar con otras personas del grupo.

Antaño los pimas eran un grupo con miles de hablantes, habitaban una extensa área de la sierra de Sonora y parte de Chihuahua. Poco a poco su territorio, su número y sus hablantes han disminuidos de forma considerable, hasta quedar reducidos a un pequeño espacio alrededor de los poblados de Maycoba, Sonora, Yepachi y Madera, Chihuahua. A esto se agrega el gran problema del crimen organizado en la zona, han asesinado a varios habitantes de la zona, entre ellos varios de la lengua pima. La presencia del padre David, de la orden de los capuchinos, ha impulsado la llamada enculturación en este pueblo, además de buscar la revitalización de la lengua, pero el deterioro y la falta de un programa an favor de la lengua y la cultura han impedido revertir un proceso que se aceleró hace algunas décadas. Por otra parte, en Chihuahua se ha tratado de impulsar un nido de lenguas entre los pimas de Madera, pero varios factores han impedido su consolidación hasta ahora.

La situación más crítica en México de una lengua con miles de hablantes la presenta el mayo. Por mucho es la que se encuentra en peligro de desaparecer a una velocidad sin precedentes en la época actual. Le siguen el otomí y el mazahua, que se hablan en el centro del país, pero en un proceso no tan acelerado. Los números no mienten, pero al parecer están sobrevaluados dadas las características de transmisión de la lengua. Desde los años sesenta del siglo XX inició un agresivo desplazamiento en los cientos de poblados de Sonora y Sinaloa. Si bien en algunos desapareció, en la mayor parte ha seguido el mismo curso; el abrupto detenimiento de la enseñanza de la lengua materna en casi todos los hogares de la región Mayo. Eso trajo consigo un cambio en tres generaciones. En la primera había un alto monolingüismo, sobre todo en términos de uso dentro de las comunidades. La segunda se convirtió en bilingüe, comunicándose con sus hijos en español y la tercera se convirtió en monolingüe en español. En muchos casos hubo un proceso de un bilingüismo funcional, resolviendo la negociación mediante el uso de la lengua mayo por parte de los mayores, mientras los jóvenes y niños lo hacían en español en todo momento. No había en ningún momento un cambio de código de unos o de los otros (Moctezuma, 2001). Ahora el escenario es realmente crítico, sin ninguna política de revitalización ante el estupor de sus integrantes que no aciertan a comprender cómo pasó este proceso. Al igual que otras lenguas en peligro de desaparecer, el mayo podría dejarse de hablar en un periodo de tiempo relativamente rápido frente a la dinámica de otras lenguas que experimentan un proceso gradual de desplazamiento.

Yaquis y tarahumaras muestran un desplazamiento gradual de sus lenguas, pero sin dejar de estar en peligro de un cambio radical en los próximos años dadas las agresivas políticas lingüísticas en favor del español. Su capacidad de resistencia ha permitido su transmisión a pesar de las intensas presiones para integrarlos a la órbita del español. La capacidad yaqui es histórica y su lengua ha jugado un papel importante para conservar su identidad aun en contextos de deportación, diáspora y genocidio. Aunque cuentan con una cantidad considerable de maestros bilingües, el sistema escolar imperante no les permite desarrollar sus capacidades dentro de la escuela y poco hablan en yaqui dentro del salón de clase. Algunos de ellos los mandan a trabajar a otras comunidades originarias porque a pesar de que en la Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (2003) se señala expresamente que los maestros bilingües deben hablar la misma lengua que sus alumnos, sigue siendo letra muerta y los cambios se llevan a cabo sin importar infringir la ley, lo mismo que sucede a mayor escala entre los maestros mayos. De hecho, la capacidad de negociación de los yaquis le ha permitido hacer un convenio con el Gobierno Federal, presidida por el presidente López Obrador en 2020 y entre sus demandas se incluyó la apertura de una universidad intercultural, donde integran la conformación del bachillerato dependiente de la universidad. Un arma de doble filo si no se plantea una educación integrar en lengua yaqui desde preescolar y se sientan las bases para una verdadera universidad, de acuerdo a las necesidades y demandas de la comunidad yaqui. De lo contrario estarían incorporando una especie de Caballo de Troya en el corazón de las comunidades yaquis que modificará de manera radical lo construido hasta ahora al interior del grupo étnico; una estructura social y una organización comunitaria propias, donde la lengua yaqui ha jugado un papel preponderante en su integración como una sociedad resistente.

Los tarahumaras son el grupo más numeroso de la región y también han contenido la entrada del español dentro de sus pueblos, rancherías y ranchos, no sin padecer un embate en los últimos tiempos de múltiples maneras, incluyendo por supuesto las escuelas y los albergues, bastión de la entrada del español a su ámbito comunitario e incluso familiar. El despojo de sus tierras, el uso de sus recursos naturales con fines de lucro de grandes empresas, el turismo y el crimen organizado son algunos de los elementos que también han modificado sensiblemente la relación tarahumara-español. Ante este conflicto, su respuesta la realizan bajo un esquema de resistencia pasiva y formas de organización propia; con un sentido de comunidad y una cosmovisión muy relacionadas con sus prácticas comunicativas con profundas raíces en su lengua materna. La migración a ciudades y campos de cultivo es otro factor que interviene en un crecimiento del bilingüismo, aunque tratan de moverse de modo colectivo y eso les permite seguir comunicándose en su lengua materna hasta donde les es posible. A pesar de su extensión y su condición agreste, la sierra ya no es un sitio aislado y el español gana terreno cotidianamente ante la tenacidad de los tarahumaras. De hecho, en esa zona existe un programa educativo con el tarahumara como casi única forma de comunicación. Es un buen ejemplo de inmersión total y educación propia. Al término de su nivel primario sus estudiantes continúan hablando la lengua rarámuri con suficientes bases académicas según los principios normativos y comunitarios de la población de Kwechi (Betancourt, 2020). Este es un magnífico ejemplo de educación basada en la inmersión total de los alumnos y de las prácticas comunitarias para darle cauce a sus propias formas de enseñanza-aprendizaje.

Los casos del seri y el kickapoo son muy significativos en esta región. Siendo grupos con pocos hablantes a lo largo de su historia se habían caracterizado por poseer las lenguas más vitales de México hasta finales del siglo XX. Su capacidad de resistencia al uso del español (y en el de los kickapoo también del inglés) era paradigmático en los anales del mantenimiento y desplazamiento lingüísticos. Luchas armadas, migraciones y reducciones no terminaron con el uso cotidiano de sus lenguas maternas. Su capacidad sobresalía del resto de los grupos del norte. La lengua fluía en su vida cotidiana y mantenían con el español un cierto grado de bilingüismo estable, con un proceso de desplazamiento lingüístico muy lento, casi imperceptible al interior de las familias y de su vida comunitaria. Esta situación de larga data de pronto cambió y ahora el germen de un posible desplazamiento abrupto ha permeado en la vida cotidiana de sus integrantes (Moctezuma, 2016).

Entre los seris se ha dado una mayor integración a la sociedad regional y al turismo, inmersos dentro del modelo globalizador que impacta en casi todos los rincones del planeta. De ser un pueblo seminómada, pasaron de contar con varias bandas en un extenso territorio a ser ubicados en dos poblados pesqueros durante la tercera década del siglo XX. Aun así, conservaron el uso de su lengua y cultura por muchas décadas más. Había un alto monolingüismo y los niños aprendían la lengua seri y con el tiempo podían convertirse en bilingües. Sin embargo, la lengua originaria era de uso común en lo familiar y comunitario. Pero en la década de 1970 comenzaron los cambios más radicales y el español fue ganando terreno con todo lo que implicó la expansión comercial y la entrada de la escuela llamada bilingüe. El incipiente bilingüismo se transforma rápidamente en un bilingüismo sustitutivo. La lengua comienza a no representar lo que significaba en su relación con la naturaleza y su sentido de comunidad, con una cosmovisión riquísima. Los cambios son tan rápidos que de no haber una refuncionalización de su lengua en poco tiempo estaremos ante la misma situación que viven las lenguas yumanas y otras más de la región. Como lengua aislada, representa una estructura y visión del mundo únicas. Su pérdida sería muy lamentable para el patrimonio inmaterial de la humanidad.

Los kickapoos llegaron a México a mediados del siglo XIX, provenientes de los grandes lagos que dividen Canadá y Estados Unidos. Son el único grupo originario del norte de México que migró del norte. Se quedaron a radicar en Coahuila y en 1912 otro grupo proveniente de Oklahoma llegó a Sonora. La mayoría regresó casi una década después y el último hablante falleció en 1992. Ahora son reconocidos en Sonora como grupo étnico, aunque nadie habla la lengua. Los de Coahuila vivieron por mucho tiempo casi aislados de la sociedad mexicana, pero comenzaron a migrar por temporadas a Estados Unidos a mediados del siglo XX. En 1983 fueron reconocidos como la banda de Texas y desde entonces comenzaron a vivir algunos en la reservación, junto a la frontera, cerca de Eagle Pass. Con la construcción del casino en 1996 todo cambió; antes de eso había un alto monolingüismo y a pesar de que viajaban por algunos meses conservaron el uso de su lengua debido a que se movían en grupos, casi siempre familiares. Después de siglos de una vitalidad excepcional de su lengua materna, a inicios del siglo XXI comienza un proceso gradual del uso del español, ya presente pero rudimentario y del inglés por sus viajes, que se convierte rápidamente en común entre las generaciones más jóvenes del grupo al instalarse casi de forma permanente en la reservación para trabajar en el casino. En ese lugar tienen un espacio de preescolar donde hablan sólo en kickapoo pero, una vez que entran a la educación básica da comienzo el uso del inglés de manera progresiva, mientras los que trabajan en el casino hablan cada vez más ese idioma. En México nunca han aceptado la educación formal en español y eso les permitió mantener su lengua sin ningún problema, pero ahora el germen del desplazamiento está muy presente y al igual que el seri, podría sucumbir rápidamente ante una lengua de dominio tan poderosa que ha sojuzgado a todas las lenguas nativas de Estados Unidos.

Por último, la lengua con mayor vitalidad hasta ahora es el tepehuano del norte. Su estructura social y organización comunitaria han sido factor importante para conservar un proceso de desplazamiento gradual, similar al de otras lenguas con las mismas características del centro y sur. Alto monolingüismo, transmisión de la lengua materna y una educación bilingüe, que al parecer funciona mejor que en otros lugares, ha permitido la vitalidad que no tienen el resto de las lenguas de la región. Por encontrarse enclavada en una zona de alto impacto del crimen organizado es difícil el trabajo académico. Sin duda es uno de los grupos menos investigados en lo antropológico y aún menos en lo lingüístico. No hay datos sociolingüísticos sobre ellos y las referencias vienen de los pocos trabajos que se han realizado con ellos y de la información de maestros bilingües y de una lingüista que acaba de terminar sus estudios de doctorado en la Universidad de Sonora sobre temas de la estructura de la lengua. Los datos cuantitativos y la poca información permiten tener una imagen de su situación sociolingüística, pero falta mucho por estudiar sobre el funcionamiento interno para interpretar de mejor manera la dinámica que han seguido.

A manera de conclusión

Las lenguas del norte de México son las más vulnerables del país. La situación de la mayoría ha pasado por un proceso acelerado de desplazamiento lingüístico y el panorama luce desolador antes la falta de políticas lingüísticas encaminadas a su revitalización. Las instituciones de los estados apenas si siguen los designios dados desde las instituciones federales, muy poco interesadas en lo que sucede lejos de la capital del país. Las culturas y lenguas de esta región se ven como un lastre para el modelo modernizador que tienen las sociedades y gobiernos de los estados fronterizos, de tal manera que tratan de integrarlos mediante diversas formas, desde lo educativo, donde se nota un tremendo fracaso de la educación llamada bilingüe, hasta en racismo hacia ellos y los migrantes indígenas que llegan por oleadas y que en ciertos lugares son mucho más que los grupos y hablantes de lenguas nativas de la región.

Aplicar una política del lenguaje acorde con las necesidades de estas lenguas es el mayor reto que tiene el Estado para tratar de revitalizarlas. Hasta ahora no existe ninguna señal de que suceda y mientras los hablantes y sus lenguas siguen resistiendo los embates de una sociedad que los estigmatiza y los trata de desaparecer, porque representa para ellos el lado oscuro de su anhelado progreso; el que presumen los titanes del norte, sin tener la menor idea de los aportes que han dado estas lenguas y culturas a las sociedades regionales, así como la gran riqueza que representan en un territorio tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de entender su diversidad.

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