Betsabé Piña Morales[1]
CIESAS Ciudad de México
Visualizar
Por siglos, los pueblos de la Mixteca han configurado sus territorios no solo a partir de líneas y fronteras visibles, sino también mediante historias, símbolos y rituales. Caminar junto con la comunidad es una forma de descubrir cómo los espacios cobran sentido más allá de la geografía física. Durante mi trabajo de campo en Yanhuitlán, Oaxaca, acompañé a autoridades y habitantes en recorridos con diferentes objetivos; en estos trayectos se abrían paso memorias, narraciones y gestos que dan vida al territorio.
El paisaje mixteco, de lomas rojizas y barrancas erosionadas, forma parte de una historia de largo aliento. Estos suelos, conocidos como Formación Yanhuitlán, han sido estudiados por geógrafos y geólogos por su origen lacustre y por la huella que la erosión ha dejado en el horizonte. Sin embargo, para las comunidades, más allá de lo geológico, el paisaje es un tejido de narraciones, actividades y experiencias. La urdimbre de la tierra comunal se sostiene por las prácticas sociales como el tequio y la gueza, en las fiestas y en la organización local. Así se sostiene la vida comunitaria.
Pensamos en la territorialidad como una categoría de larga duración que se transforma sutilmente y que sobrevive a los cambios sociales. Se expresa en mitos, rituales y ceremonias, donde los lugares adquieren un valor sagrado y donde las fronteras no son simples líneas, sino símbolos que definen las relaciones comunitarias e intercomunitarias, como lo afirma Alicia Barabas (2004). Así, las fronteras mixtecas son porosas y dinámicas, muy distintas de las geopolíticas.
“Visualizar” es representar mediante imágenes un fenómeno. En este caso, como parte de mi investigación doctoral, he buscado trazar las líneas históricas y simbólicas que atraviesan las prácticas comunitarias aunque no sea posible verlas físicamente.
Las líneas espaciales y temporales del territorio de Santo Domingo Yanhuitlán
I El camino de la peregrinación
Serie fotográfica El camino de la peregrinación. Fotografías tomadas en Santo Domingo Yanhuitlán durante la fiesta de Semana Santa. 2023
El valle de Yanhuitlán, uno de los más extensos de la Mixteca Alta, ha sido habitado por grupos humanos al menos desde hace 5,000 años. En los montes que lo rodean aún se encuentran fragmentos cerámicos prehispánicos, huellas materiales de esas antiguas presencias. Siempre he pensado que el registro visual funciona de manera similar: como un conjunto de datos fragmentados, como fechas o acontecimientos dispersos. Son fotogramas que capturan un instante o un detalle, no para construir una cronología lineal, sino para dar cuenta de fenómenos que emergen en el tiempo. En el corazón de este valle se ubica el municipio homónimo, donde hace quinientos años comenzó la edificación de un complejo conventual dominico.
El complejo conventual de Yanhuitlán tuvo sus orígenes hacia 1540-1541, cuando se menciona por primera vez la fundación del convento; formalmente aprobada en 1548 con el apoyo del encomendero Gonzalo de las Casas. La construcción avanzó hasta erigir la primera fachada de la iglesia en 1575 y culminar en 1579 con el retablo mayor, atribuido a Andrés de Concha. Más de un siglo después, en 1718 y 1720, inscripciones en el ábside señalan posibles obras de construcción o reparación, prueba de que el convento se mantuvo en constantes cambios arquitectónicos.
La construcción del templo no se detuvo ahí. Con el paso del tiempo, los movimientos telúricos y el propio peso de su arquitectura fueron provocando un notable deterioro. Entre 1999 y 2016, el INAH emprendió un amplio proceso de restauración que incluyó la reconstrucción de las cúpulas y de la zona de la hospedería. El espacio que hoy visitamos es el resultado de ese trabajo.
El convento nunca perdió vida. Cada año, la Semana Santa constituye una de las celebraciones más importantes de Yanhuitlán, cuyo momento central es la procesión de los llamados “Ángeles pasionarios”. Estos cristos polícromos permanecen guardados en la iglesia durante todo el año. Cada uno conserva en sus bases inscripciones en mixteco con los nombres Tico, Yuyusa, Danaa, Sayujo, Yuxocoyo, Tinde, Yudayo y también San Miguel. De acuerdo con Manuel Hermann (2016), dichas denominaciones se relacionan con los antiguos barrios, que para finales del siglo XVIII eran pueblos sujetos de Yanhuitlán.
El Sábado Santo, familias del lugar cumplen con la tarea de vestir a los ángeles para la procesión. Estas familias, a lo largo de generaciones, han custodiado las cajas con los atuendos de cada cristo, conservando la responsabilidad de prepararlos para la procesión.
La permanencia de esta práctica no solo evidencia la continuidad de una tradición religiosa, sino también el vínculo entre las estructuras organizativas de Yanhuitlán y sus antiguas divisiones barriales, proyectando hasta el presente una red de cohesión comunitaria que articula tanto a residentes como visitantes, particularmente las familias que han migrado a las grandes ciudades.
II Los límites municipales: relaciones fraternas para el futuro
Serie fotográfica Relaciones fraternas. Fotografías tomadas en el recorrido por los límites municipales de Santo Domingo Yanhuitlán y San Pedro Topiltepec con las autoridades de ambos pueblos. 2023
Yanhuitlán cuenta con una superficie de aproximadamente 7,007 hectáreas y una población cercana a 1,500 personas. Limita con ocho municipios: San Andrés Sinaxtla, San Bartolo Soyaltepec, San Juan Teposcolula, San Pedro Topiltepec, Santa María Chachoapam, Santo Domingo Tonaltepec, Santiago Tillo y San Juan Yucuita. Las autoridades comunales me explican que “deben recorrer al menos una vez durante su administración el perímetro municipal”.
Salimos muy temprano en camioneta hacia el pueblo de Xacañi, hasta llegar al punto en que el cerro nos obliga a continuar a pie. La caminata se vuelve empinada; la hojarasca hace que los pies se resbalen y la vegetación se torna más abundante. Ha pasado tiempo desde que dejamos la última casa del pueblo, y las hojas secas crujen bajo nuestros pasos.
En esta jornada pude observar el recorrido de reconocimiento del límite municipal entre Yanhuitlán y Tiltepec, agencia de San Pedro Topiltepec. Al llegar al primer punto de encuentro, las autoridades, de manera formal y jerárquica, subrayaron la importancia del evento, destacando que esta era una manera de fomentar la fraternidad y el apoyo mutuo en el futuro.
Caminamos por algunas horas, identificando varias mojoneras, piedras o marcas que indican las fronteras entre pueblos y proyectan líneas imaginarias de las líneas territoriales. Las fronteras se conciben como divisiones establecidas mediante negociaciones entre los pobladores y el Estado, aunque el territorio se encuentra en constante configuración y adquiere múltiples dimensiones que reflejan la lucha por la administración de la tierra.
La relación con el territorio es compleja y excede lo puramente productivo. Las fronteras simbólicas reflejan tensiones y alianzas entre pueblos y deben analizarse considerando las diferencias generadas por los grupos frente a las normas institucionales, así como la manera en que estas se entrelazan con los saberes locales. En estas caminatas, se busca que los límites sean reconocidos por ambos pueblos, reavivando así las relaciones intercomunitarias.
III. La Gueza y el mantenimiento de la tierra
Serie fotográfica: Gueza. Fotografías tomadas durante la cosecha de trigo. 2023
El tequio y la gueza son actividades que organizan la vida comunitaria en la Mixteca. La gueza designa una relación recíproca, mediante el ofrecimiento de bienes para un evento. Las personas llevan a los mayordomos de las fiestas productos y dinero para aligerar la carga del compromiso adquirido. También se da la ayuda mediante la fuerza de trabajo, ya sea en un evento o para los trabajos del campo.
Los suelos de Yanhuitlán se han vuelto menos productivos. Se cosecha lo necesario para el autoconsumo. Don Julio me pide que lo alcance en un paraje delante de “Cruz de Tabla”. Me pide que lleve mi cámara. Entiendo que quiere que registre la actividad de la cosecha del trigo, que la información que se recabe se les haga llegar a los jóvenes que no viven en la comunidad.
Cuando llego al lugar los tres hombres que trabajan la parcela me platican que entre los años 1950 y 1970 se sembraban varias hectáreas en el pueblo, y la cosecha implicaba el trabajo de muchos campesinos que cortaban con la hoz de sol a sol, pasando de terreno en terreno hasta terminar todas las parcelas del pueblo. Es decir, los hombres ofrecían la gueza en los terrenos de otras familias y luego esas familias les ayudaban a ellos con su cosecha. No era algo que se tenía que hablar, era algo que se ofrecía y se recibía. “Luego llevaban el trigo a las eras, espacios planos y limpios donde se trillaba con burros; más tarde, con horcas se aireaba el grano y con zarandas se limpiaba hasta dejarlo listo”. Hoy, la actividad se realiza a menor escala: se cultivan menos hectáreas, participan pocas personas y la cosecha es menor, pero la práctica conserva su valor cultural y comunitario al dar gueza.
El valor central de la gueza es la reciprocidad. En estas transacciones no hay ganancia; la reciprocidad es equilibrada y no inmediata: lo que se ofrece mediante la gueza será devuelto en la misma medida en el futuro. Gracias a este sistema, los terrenos podían ser sembrados y cosechados de manera comunitaria.
Las líneas que no se ven
El territorio y las prácticas comunitarias de Yanhuitlán se entrelazan a través de líneas invisibles que marcan historia, relaciones y cohesión social. Las festividades más emblemáticas del pueblo revelan cómo los cristos del siglo XVI convocan a la comunidad desde hace siglos, integrando a migrantes y residentes y reforzando la cohesión social a través de las ceremonias religiosas. Los recorridos con las autoridades comunales muestran cómo los mojones no solo delimitan espacios históricos, sino que también simbolizan acuerdos que se reavivan con los pueblos vecinos en cada administración. Finalmente, el trabajo colectivo en un campo de trigo muestra la práctica de la gueza, con la que se fortalecen los lazos sociales mientras se mantiene la tierra productiva.
Bibliografía
Barabas, A. (2004). La construcción de etnoterritorios en las culturas indígenas de Oaxaca. Desacatos, (14), 145-168.
Hermann, M. (2016). Tierras, caciques y barrios en Yanhuitlán: un proceso jurídico en el siglo diecisiete. Cuadernos del Sur, (40), 46-61.
Ingold, T. (2000). The Perception of the Environment. Routledge.
Ingold, T. (2007). Líneas. Una breve historia. Editorial Gedisa.
Sempio, C. (2020). El Aleph del don. Guezas intercomunitarias en la Mixteca Alta. Aproximaciones etnográficas. Alteridades, 30(59), 19-30.
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Doctorante en Antropología. Correo: b.pina@ciesas.edu.mx ↑