Victoria Novelo: la amistad que perdura

Andrés Fábregas Puig
ciesas Occidente


Victoria Novelo en la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Foto de Ana Luisa Cruz.

Victoria Novelo en la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Foto de Ana Luisa Cruz.

Me parece que fue Leo Huberman quien escribió “La amistad es el don más preciado que tenemos”. Hace tiempo que no leo aquel bello libro de Huberman, Nosotros, el pueblo. Una historia socialista de los Estados Unidos, publicado originalmente por Montly Review Press en 1964, en donde, creo, escribió esa frase. Cada vez que me acuerdo del libro de Leo Huberman, lo asocio con esa frase sobre la amistad y con personajes como Victoria Novelo. Fue una experiencia enriquecedora conocer a Victoria Novelo además de un privilegio. Nuestra amistad comenzó en los años estudiantiles en la legendaria Escuela Nacional de Antropología e Historia, a la que ingresé en 1965, mientras Victoria lo hizo en 1966. Pertenecí al mismo grupo conformado por personajes como Adolfo Sánchez Rebolledo, “Fito”, Virgilio Caballero Pedraza, Javier Guerrero, Gastón Kerriou, Estela Quan, Beatriz Bueno, José Lameiras Olvera, Shoko Dodde Matsumoto, Bolívar Hernández, y tantos compañeros más que junto con estudiantes que iban más adelantados como Brigite Boehm o que ingresaron después como Victoria Novelo, forjamos la Generación del 1968. Inolvidable generación, inolvidables momentos. Conocí a Victoria Novelo a través de mi entrañable amigo José “Pepe” Lameiras, quienes compartían una sólida amistad. No tardamos en identificarnos con Viki, en aquellos tiempos, casada con el Médico Ricardo Loewe que hizo una formidable labor en el campo de la medicina pública preventiva. Además de nuestra convivencia cotidiana en las entrañables aulas de la ENAH, nos veíamos fuera de la Escuela, en la casa de Pepe Lameiras y su esposa, Brigite Boehm, en una calle de nombre surrealista: Triunfo de la Libertad, en Tlalpan. Cuando no estábamos en esa casa, nos encontrábamos en la de Viki Novelo, en la calle de Chimalcoyotl, también en Tlalpan, en el añorado D.F. Viki nos aportaba su alegría, su inteligencia para observar y calificar los problemas sociales, sus amplios conocimientos sobre el arte en general. Junto con Pepe Lameiras, había estudiado en la Facultad de Arquitectura de la unam, y ambos poseían un amplio conocimiento en el terreno de las artes y de la música. Gracias a ellos, fui adquiriendo un sentido cosmopolita, adentrándome en los mundos de la historia mexicana, el cine, la música, el arte. No sólo fueron mis grandes amigos, sino mis grandes maestros. Siempre recuerdo a Viki Novelo con su guitarra, su voz suave, penetrante, como murmullo de arroyos que corren bajando las montañas, cantando con el corazón en llamas, con la convicción de que en toda trinchera hay que luchar por un mundo mejor. Me parecía escuchar a Joan Báez, pero en versión latinoamericana, arraigada a las profundidades de este México que Guillermo Bonfil llamó profundo. Cuando nos llegó el año 1968 con todos sus acontecimientos, Viki Novelo estuvo allí, hombro con hombro, junto a todos los compañeros y compañeras que marchamos contra el autoritarismo, la desigualdad, la simulación, la corrupción, la explotación de los desposeídos. Nos unimos más, todos, en el orbe de aquella lucha. Viki cantaba en las asambleas, junto con Diana Molina, su gran amiga de Puerto Rico, estudiante como nosotros en la ENAH. No fueron pocas las veces en que la casa de Viki Novelo fue refugio mientras huíamos con la policía diazordacista pisándonos los talones. Pasábamos las noches, las madrugadas, platicando, analizando los acontecimientos de los que éramos protagonistas, hasta que el alba nos llamaba a cumplir las tareas asignadas por la Asamblea de Estudiantes de la enah o el Consejo Nacional de Huelga. Viki y Diana eran de la “Comisión de festejos” porque en los mítines o en las asambleas, cantaban uniendo sus voces a las de Chavela Vargas u Óscar Chávez, o ellas solas, amenizando las discusiones y las trifulcas ideológicas de los estudiantes.

Pasaron los años estudiantiles. Viki Novelo escribió una tesis que le dirigió Rodolfo Stavenhagen y se convirtió en un libro clásico de la antropología en México: Artesanías y capitalismo en México. Todavía recuerdo con viveza la reunión festiva en la casa de Chimalcoyotl para festejar el título de Etnóloga de Viki Novelo. Tengo en la cabeza la conversación que sostenían ella y Stavenhagen mientras hacíamos un círculo con los tragos en las manos. “Y qué sigue” dijo Rodolfo, interrogando a Viki. La respuesta: “El estudio de la clase obrera”. Y así fue. Junto a otro grande de la antropología, Juan Luis Sariego, Viki se convirtió en una de las voces más acertadas y autorizadas para explicar la situación de la clase trabajadora en México. Sus trabajos son no sólo vigentes, sino enseñanza de la posibilidad de hacer una antropología con sentido, una ciencia social sin simulaciones.

Con Viki Novelo viajamos a varios lugares. A Cuba, a Ecuador, a España. Nos quisimos mucho, con cariño fraterno. Siempre fuimos amigos. Me cuesta escribir estos renglones sabiendo que no podré leérselos. Me llamó “la sabiduría sonriente” el día en que leyó un texto sobre mi persona mientras me imponían el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. La recuerdo en Colima dirigiendo el Centro Nacional de Capacitación para Artesanos. Allí la visité muchas veces y pudimos, juntos, disfrutar de la conversación no sólo entre nosotros sino con nuestra maestra, Beatriz Braniff, que vivía en una bella casa frente al edificio en el que Viki tenía sus oficinas. La visité también en Yucatán, tierra a la que amó profundamente, parte de su ser Novelo. Escribió un gran libro sobre los Yucatecos en Cuba. Etnografía de una migración, resultado de un trabajo de campo acucioso, en dos tierras para ella entrañables: La Isla Bella y Yucatán. Por ella conocí Tepoztlán y no puedo olvidar su generosidad al invitarme tantas y tantas veces a su casa, a disfrutar las cervezas Victoria, el jardín, el sol tepozteco, las risas, los recuerdos de las corretizas del 68, los inolvidables momentos de nuestra vida estudiantil, las conversaciones con Alberto Híjar, tan amigo de Viki, tan brillante intelectual crítico. En nuestro último viaje, a Colima, a donde la acompañé a recibir el reconocimiento de la comunidad intelectual y artesanal, me conmovió profundamente que en un momento me miró fijamente y me dijo: “Eres mi hermano, verdad”.

Victoria Fernanda Novelo Oppenheim murió el miércoles 22 de julio de 2020 en Tepoztlán, estado de Morelos. Con ella pasa también una época marcada por la Generación del 68 en México. Para mi fortuna tengo varios de sus libros dedicados a puño y letra. Algo de ella está ahí. En la que fue nuestra última conversación telefónica, una semana antes de su muerte, Viki Novelo se despidió diciéndome “Adios, Andresón”. Adios Viki Novelo, buen viaje por los rumbos de lo desconocido.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 12 de agosto de 2020.

Bibliografía
Huberman, Leo (1964), Nosotros, el pueblo. Una historia socialista de los Estados Unidos, Montly Review Press.

Novelo Oppenheim, Victoria (2009) Yucatecos en Cuba. Etnografía de una migración, México, ciesas-Instituto de Cultura de Yucatán.