Uso de textiles de los pueblos originarios: Los Voladores de Papantla

T’ajsen Jiménez Ramírez[1]
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Voladores de Papantla, Papantla de Olarte, 2022. Fotografía propia


Kgosní xla kachikín Papantla – Los Voladores de Papantla

Deben transcurrir varios años para que, en el camino, se aprenda el significado y la ejecución de la ceremonia; las técnicas, el vuelo, la danza, la música, los rezos y, algo importante, la confección de la indumentaria utilizada en la ceremonia de Los Voladores de Papantla, específicamente, o kgosni como se nombran en tutunakú de la costa.

Cuentan las y los abuelos que hace cientos de años, en una época de sequía nunca vista, nuestros ancestros se sentaron a conversar sobre por qué se hacía cada vez más difícil la siembra y la cosecha. Después de una larga discusión determinaron que las deidades estaban molestas por la insensibilidad de las personas, de aquellas que, en un sentido filosófico, van mirando al katiyatni (la tierra, el suelo) y nunca hacia el akgapún (el cielo). Por ello buscaron la manera de acercarse más a chichiní a través de un gran árbol y cinco jóvenes con el alma pura.

Para los y las tutunakú de Papantla, la Ceremonia de Los Voladores, o kgosniinicia con la búsqueda de un tsakátkiwi (árbol) de entre dieciocho y veintitantos metros de altura, que servirá como el púkgosni o palo volador. Una vez encontrado el árbol y antes de cortarlo, se realiza una ofrenda para pedir permiso al kiwíkgolo y la kiwichat; guardián y guardiana del monte. Anteriormente, dicen los y las abuelas, el árbol era arrastrado de comunidad en comunidad durante aproximadamente 8 días dependiendo dónde se encontrara hasta llegar al municipio de Papantla, lo cual daba un sentido más comunitario a esta ceremonia. Con el tiempo y la urbanización esto dejó de ocurrir y en la actualidad se traslada en camiones o grúas para facilitar su transporte, en otros casos se utilizan mástiles de metal.

Una vez trasladado y situado el tsakátkiwi, se realiza una reverencia; dentro de un agujero de aproximadamente tres metros de profundidad se deposita una gallina negra con vida que servirá para alimentar con sangre la tierra, además de otros elementos como flores y veladoras como parte de la ofrenda. De esta manera, dicen los abuelos y abuelas, los kgosni tendrán la protección para no sufrir accidentes mientras realizan el vuelo. Cuando se da por terminado este acto se levanta el árbol con tijeras hechas de troncos de entre cuatro, seis y hasta ocho metros de altura; las personas lo elevan poco a poco hasta dejarlo derecho al tiempo que la gallina es aplastada.

Talhakgán kgosni –  El traje de Volador

Cuando llega el momento y el púkgosni ha sido preparado, seis personas realizan una danza con música de viento y un tambor ‒representando el latir de la tierra y de las y los tutunakú‒ al rededor del palo volador. Todas las personas portan su traje confeccionado principalmente a mano; por debajo su tatanu blanco y encima un pantalón corto de terciopelo rojo con bordados en colores brillantes, similares a los del lúxu (pañuelo) de la región. Cubriendo la pantorrilla, el pantalón tiene un remate de flecos con hilos amarillos y en la cintura una especie de mandil o huipil rojo con bordados de flores en lentejuelas y chaquiras, flecos blancos cubren una parte del pantalón.

Parte posterior del traje de Volador de Papantla, frente a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Papantla de Olarte, 2022. Fotografía propia.

En la parte de arriba portan una camisa blanca similar a la de un marinero, muy característica de la indumentaria tutunakú de la costa, ésta se cubre con un mandil o huipil similar al que hay en la cintura; bordado en terciopelo rojo, más amplio que el inferior y con flecos amarillos de seda. El cuello va cubierto con un lúxu de colores brillantes, bordado y enredado como si fuera una serpiente. Un gorro rojo en forma de cono cubre la cabeza del kgosni, éste se cubre flores y espejos incrustados, en el pico tiene un remate similar a un abanico con un espejo al centro. Por la parte inferior del remate, caen listones de los colores del arcoíris de aproximadamente un metro por la espalda de la o el danzante.

Detalle del gorro o sombrero del traje de Los Voladores de Papantla, Papantla de Olarte, 2022.
Fotografía propia.

Entonces, danzan al ritmo de la flauta mientras rodean al palo volador; minutos después suben por el mismo más o menos veinte metros. Una vez arriba el caporal ‒quien es la máxima autoridad del grupo‒ hace un último canto y reverencia sobre el tronco de aproximadamente veinte centímetros de diámetro sin ningún tipo de protección; comienza a tocar la flauta y danza sobre el púkgosni dando pequeños saltos. Después de unos minutos el caporal da la orden y los voladores o voladoras se lanzan al vacío con no más que una soga que los sostiene de la cintura. Al ritmo de la flauta y del viento, caen simulando rayos solares o lluvia pidiendo a chichiní (el hermano sol) y a las cuatro deidades por la abundancia, las lluvias y las buenas cosechas para los próximos meses. Actualmente, algunas personas ejecutan la ceremonia como parte de una profesión importante dentro de la comunidad; otras, como forma de supervivencia, se marchan del pueblo hacia las grandes ciudades donde la ceremonia se convierte en un espectáculo para la diversión y entretenimiento de las y los turistas, esto ante el abandono del Estado mexicano y las desigualdades sociales de las que son víctimas.


Volador de Papantla en pleno vuelo frente a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Papantla de Olarte, 2022. Fotografía propia.

En 2009 esta ceremonia fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, por su importancia no sólo a nivel espiritual sino a nivel social, económico y político.[2] En diciembre de 2018, en un evento de Estado, las autoridades estatales y comunitarias refrendaron la declaratoria, enfatizando la importancia de la preservación y cuidado de esta ceremonia.

Luwanán lhakganán kintalhakgán

En septiembre del 2021 los Voladores de Papantla volvieron a ser noticia, tan sólo unos meses después de un acontecimiento con la empresa privada Moneyman, donde el actor Arath de la Torre fue parte de una campaña publicitaria que denostaba uno de los aspectos fundamentales de la ceremonia; el número de vueltas que dan las y los voladores de Papantla:  ‒¡Paper la más! ¡Paper la más!‒ aclamaban por un lado un grupo de personas en medio de la arena de las redes sociales ‒¡esos ancianos no saben de moda, malagradecidos! ¡A ver si el Consejo de Ancianos puede con nosotras, somos las más perras!‒ continuaban mientras por el otro lado algunas personas ponían en evidencia el acontecimiento que a todas luces se trataba del uso indebido de elementos textiles pertenecientes a este pueblo.[3]

La noticia voló tan rápido que unas horas después, salió de la virtualidad y llego a la comunidad de El T’ajín; donde algunas de las personas que forman parte del Consejo de Salvaguarda de la Ceremonia Ritual de Los Voladores y el Consejo de Ancianos, veían atónitos, dentro de un programa de entrenamiento, una réplica de su traje siendo utilizado en una pasarela de competencia buscando ser “la más folclórica”. En esa discusión, algunas de las personas pertenecientes a la nación tutunakú de diversos pueblos y otras naciones originarias, aprovechamos la crisis mediática para exponer una situación recurrente: la apropiación o uso indebido de los textiles de los pueblos originarios.

Algo similar ocurrió en agosto del 2020, casi un año antes, cuando un participante utilizó, dentro del mismo programa de entretenimiento, el traje del pueblo jñatrjo (mazahua) para participar en el reto “La más famosa”, haciendo referencia al personaje de La India María ‒representado originalmente por la fallecida actriz María Elena Velasco Fragossi‒. Lo anterior no podía dejar de lado la realidad de este personaje, conocido por reforzar estereotipos clasistas y racistas sobre las poblaciones originarias (https://youtu.be/7f4NtE5IcbI?t=3970).

El problema de este caso, como muchos otros, fue pensar en lo “indígena” como un todo, como algo homogéneo que nos pertenece a todas las personas por el simple hecho de vivir en el territorio que recientemente se ha denominado México, por ser mexicanas o mexicanos. El participante, descendiente del pueblo o’ob (pima) y rarámuri (tarahumara), declaraba haber hecho un homenaje a su cultura, a su pueblo y descendencia, sin embargo había un pequeño detalle,  el traje utilizado por el participante, o por la India María, no correspondía a la indumentaria del pueblo al que presumía pertenecer.

Otro suceso importante ocurrió en 2015, cuando se dio a conocer el plagio de los bordados característicos de Santa María Tlahuitoltepec Mixe, perteneciente a la nación ayuuk en la Sierra de Oaxaca, por parte de la diseñadora Isabel Marant, quien utilizó estos elementos en toda una colección en el mismo año. Diversas organizaciones denunciaron el hecho, sin embargo, fueron las autoridades comunitarias y activistas locales, como la politóloga mixe Tajëew Díaz Robles, quienes pusieron en la discusión pública esta situación.

En el caso particular del traje de Voladores de Papantla usado en el programa “La más draga”, se evidencia pues es importante reconocer que los elementos textiles utilizados como parte de una ceremonia sagrada fueron sacados de un contexto colectivo y ritual sin permiso de la comunidad, que a su vez hacen perder el sentido original de la ceremonia y por supuesto del traje mismo, en ese sentido podemos hablar de una forma de despojo y apropiación cultural inducida por las propias narrativas del Estado mexicano.

Lakgkgolon

En Papantla, especialmente en la localidad de El T’ajín (o Dajín según su pronunciación en tachiwíntutunakú), es el Consejo de ancianos y ancianas, luego de las instituciones estatales, la máxima autoridad comunitaria de toda la región del Totonacapan, respetados y respaldadas no sólo por comunidades papantecas sino también por comunidades de toda la región, desde el actual estado de Puebla, Hidalgo y Veracruz. En el Kantinyán se discuten los temas más importantes sobre el futuro de las y los niños, sobre nuestro pueblo y las problemáticas sociales, ambientales y,  por supuesto, políticas; ellas y ellos son quienes guían nuestro camino hacia un estado de bienestar.

Papa (abuelo) del Consejo de Ancianos dentro del Kantiyán, localidad de El T’ajín, Papantla de Olarte, 2022. Fotografía propia.

A raíz de las críticas hacia el programa, durante meses llovieron insultos y quejas infundadas hacia un pueblo y una nación entera por defender el uso de su indumentaria, pero sobre todo hacia la máxima autoridad comunitaria de la nación tutunakú: el Consejo de Ancianos y Ancianas del Kantiyán. Semanas después, el mismo el Consejo de Salvaguarda de la Ceremonia Ritual de los Voladores, preparaba una demanda legal contra el programa que había permitido el uso irresponsable e indebido del traje de Volador de Papantla. Además, se exigía una disculpa pública a todo el pueblo tutunakú, una compensación económica que serviría para impulsar la ceremonia y el reconocimiento de su indumentaria, cosa que hasta la fecha no ha ocurrido.

Si bien la respuesta de las autoridades comunitarias se basa en el sistema hegemónico y en las formas de justicia punitivista, propias del sistema capitalista, lo interesante es saber y reconocer que aún con las estructuras del Estado la comunidad sigue resistiendo ante los atropellos de los que son víctimas, se sigue organizando y realizando acciones que ayuden a preservar sus formas de vida y organización sociopolítica. Otro ejemplo de resistencia es la Escuela de Niños Voladores del Centro de las Artes Indígenas (CAI) y la misma comunidad de El T´ajín quienes se encargan de preservar, transmitir e impulsar esta ceremonia.


Lakgtsiyuna (abuelas) del Consejo de Ancianos y Ancianas en el Kantiyán, localidad de El T’ajín, Papantla de Olarte, 2022. Fotografía propia.

Tasipanit – la mala voluntad

La narrativa del mestizaje, dicho por le historiador Federico Navarrete (2020) ‒quien recientemente se ha identificado como persona no binaria‒; fue creada por el Estado mexicano con el fin de homogeneizar a los pueblos originarios creando una identidad cultural artificial; la mexicana. Es decir, el Estado nos ha hecho creer durante toda la vida que todas las personas somos mexicanas y descendemos de los pueblos originarios; por tal motivo tenemos toda la libertad y derecho de utilizar estos elementos a nuestro modo y conveniencia, pues forman parte de “nuestra cultura mexicana”. Un discurso que sigue fomentando la subordinación, la invisibilización y opresión hacia los pueblos originarios desde el propio Estado, esos más o menos 68 pueblos que no pudieron conformar Estados independientes y fueron encapsulados en lo que ahora conocemos como México, como lo dice la lingüista mixe Yásnaya Aguilar G. (2018).

Tan solo imaginemos que en algún momento todas esas personas autonombradas mexicanas o mestizas pertenecieron al pueblo wixarika, tenek, nahua, tutunakú, ñähñu, jñatrjo, guarijío, qeqchis, ñuu savi o cucapá; pueblos totalmente diferentes entre sí, sólo por mencionar algunos, y que gracias a un proyecto de Estado  y una serie de acciones sistemáticas, dejaron de lado sus costumbres, su forma de organización, su cultura, su vestimenta y, sobre todo, su lengua para cederlas a la “cultura mexicana” siendo el Estado mexicano el principal saqueador y apropiador cultural de los pueblos.

Entonces, si no somos mexicanos y mexicanas ¿qué somos? ¿Nos quedamos sin identidad? Son algunas de las preguntas que muchas personas se hacen cada vez que se pretende cuestionar al mestizaje y su homogeneización, mi respuesta sería: yo soy tutunakúQuizá la respuesta de muchas personas está más cerca de lo que se piensa, basta con revisar su árbol genealógico, cuestionar y reencontrar la identidad que el Estado mexicano les robó y despojó a sus padres, madres, abuelas y abuelos, tatarabuelas y tatarabuelos, a las y los ancestros.

De ahí la importancia de erradicar el discurso vasconcelista que habla de una “Raza cósmica”, y la idea del mestizaje que ha sido impulsada por todos los gobiernos federales, locales y municipales, y ahora mucho más con el de la Cuarta Transformación, quien no solamente ha despojado de su territorio a diversos pueblos a costa del capital, sino que ha puesto en venta las tradiciones y formas de vida de estos pueblos.

Nakkachikín xla kkakiwín

Aunque existen diversas disposiciones como la Ley Federal de Protección del patrimonio cultural de los pueblos y comunidades indígenas afromexicanas” poco se ha hecho para combatir el problema de fondo, por ejemplo, en mayo de 2021 la Secretaría de Cultura pidió una explicación a las marcas Zara, Anthropologie y Patowl por apropiación cultural en diversos diseños textiles de “diversas comunidades oxaqueañas”, aunque se mencionan los pueblos a los que pertenecen los textiles, nuevamente es el gobierno federal quien perpetúa practicas apropiadoras al reclamarlos como parte de la “cultura mexicana.”

Sin embargo, lo que el Estado Mexicano ha hecho es refrendar la opresión de los pueblos originarios al hablar por ellos en lugar de brindar todas las facilidades para que cada uno ejerza libremente su autonomía y determinación en sus territorios. Es el mismo Estado quien replica prácticas de extracción, saqueo y consumo hacia los pueblos originarios, como por ejemplo la folclorización de éstos en eventos de entretenimiento, como la Guelaguetza en Oaxaca, La Cumbre Tajín en Veracruz, la más reciente conmemoración de los 500 años de “resistencia indígena en México-Tenochtitlán” en la capital o, peor aún, la iniciativa de la Secretaría de Turismo, presidida por Miguel Torruco Garza, del gobierno en turno, que busca impulsar el “Turismo de Romance”; ejercicio que básicamente vende las tradiciones de pueblos originarios para eventos sociales, como bodas, fiestas de XV años y otros.[4]

Quedan muchas deudas por saldar ante este sistema capitalista que únicamente ha servido para despojar a los pueblos de sus tierras, recursos, formas de vida, indumentaria e inclusive su forma de hablar; pero, sobre todo, nos queda una gran reflexión sobre cómo el Estado mexicano ha invisibilidad y tratado de homogeneizar a las más de 68 naciones originarias con un discurso y prácticas de no más de 300 años, pues como dice la lingüista mixe Yásnaya Gil “Los pueblos originarios no somos la raíz de México, somos su negación constante”.


Bibliografia

Entrevista a: Cruz Ramirez Vega, Coordinador de la Escuela de Niños Voladores, del Centro de las Artes Indígenas, localidad de El Tajín, Papantla de Olarte, Veracruz 2022.

Aguilar Gil, Yásnaya Elena (2018 ), Un nosotrxs sin Estado, s.l., Ona Ediciones.

Jáuregui, Jesús (2010), «Una comparación estructural del ritual del Volador», en  Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, núm. 41, enero-junio pp. 141-150.

García Ramos, Crescencio (2007), “Diccionario totonaco – español, español totonaco”, Xalapa, Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas.

Vela, Enrique, Vestimenta en la Danza de los Voladores”, en Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 88, pp. 69-71.

https://vanguardia.com.mx/show/voladores-de-papantla-buscan-demandar-al-show-la-mas-draga-por-apropiacion-cultural-GG899668

https://elpopular.mx/comunidad/2021/09/29/apropiacion-cultural-participante-de-la-mas-draga-podria-ser-demandada
https://xeu.mx/espectaculos/1179120/polemica-por-uso-de-traje-de-voladores-de-papantla-durante-reality-drag-video


[1] tlen@tajsen.com
@tajsenxanat

[2] Recuperado de: https://ich.unesco.org/es/RL/la-ceremonia-ritual-de-los-voladores-00175

[3] Recuperado de: https://www.revistafundamentos.com.mx/resumen.php?id=34784

[4] https://www.gob.mx/sectur/prensa/sectur-impulsa-el-turismo-de-romance-para-diversificar-la-oferta-y-detonar-la-economia-de-las-comunidades