“Un lienzo en blanco”: imágenes e imaginarios mexicanos del espacio exterior

Anne W. Johnson[1]
Universidad Iberoamericana


Mirando a las estrellas sé muy bien
Que, por mucho que ellas se preocupen, puedo ir al infierno,
Pero en la tierra la indiferencia es lo que menos
Tenemos que temer del hombre o de la bestia.
¿Nos gustaría que hubiera estrellas que ardieran
Por nosotros con una pasión que no pudiéramos corresponder?
Si el afecto equivalente no puede darse
Deja que sea yo el que más ame.
Admirador como creo que soy
De las estrellas, a las que importo un bledo
No puedo decir, ahora que las veo,
Cuánto eché de menos terriblemente a una todo el día.
Si todas las estrellas desaparecieran o murieran,
Aprendería a contemplar un cielo vacío
Y a encontrar sublime su oscuridad total,
Aunque esto podría llevarme algún tiempo.

W. H. Auden, “El que más ama”, 1960

Introducción

El poeta W. H. Auden, británico nacionalizado estadounidense, escribió los versos arriba citados poco después del lanzamiento de Sputnik-1, el primer satélite artificial puesto en órbita por los soviéticos en 1957, y poco antes del vuelo de Yuri Gagarin, el primer ser humano puesto en órbita en 1961. En medio de la emergencia de la tecnología espacial y la “conquista de la frontera final”, Auden se maravillaba ante el gran misterio del universo, aun sabiendo que su pasión no sería correspondida. El espacio es sublime en condición de extrema lejanía, de extrema magnitud, de extrema edad, de extrema inhospitalidad. Como me han comentado muchos interlocutores apasionados del tema, el espacio sirve como “lienzo en blanco” que permite imaginar todas las posibilidades inherentes en un campo tan desconocido y, para la mayoría de los humanos, inaccesible. Inspira esperanza, curiosidad y angustia.

En este ensayo, presento una serie de reflexiones sobre los imaginarios mexicanos del espacio exterior en la actualidad, partiendo específicamente de la noción del espacio como lienzo para la proyección visual de la esperanza en un futuro de desarrollo y bienestar, y el posicionamiento de México en el escenario tecnológico planetario. Inicio con unas ideas de orden conceptual en relación con el imaginario sociotécnico y sus vínculos con el campo visual. Luego, describo como algunas prácticas de divulgación científica de la Agencia Espacial Mexicana –particularmente el patrocinio de un concurso de “arte espacial”– dan cuenta de un conjunto de imaginarios visuales mexicanos con respecto al espacio exterior y el papel de México en su futura exploración y explotación. Concluyo con una llamada a la creación y visibilización de imaginarios alternativos que permitirían visualizar futuros distintos de una manera crítica y propositiva.[2]

Imágenes e imaginarios

Cuando entré por primera vez en la oficina del encargado de divulgación de la Agencia Espacial Mexicana, inmediatamente mi mirada fue atrapada por una fotografía exhibida en el escritorio; evidentemente manipulada digitalmente, se trató de una imagen al principio muy familiar: el posicionamiento de una bandera en la superficie lunar, sostenida en la mano de un astronauta, su rostro y cuerpo escondidos tras el visor espejado y abultado traje blanco de la tripulación del programa espacial Apolo de los años sesenta y setenta. Pero en esta fotografía, la bandera no estaba decorada con las conocidas rayas y estrellas estadounidenses, sino tres bloques de color, verde, blanco y rojo, con la imagen de un águila descansando sobre un nopal, con una serpiente en su pico. Según esta evidencia fotográfica, México ya conquistó la Luna.

En lo que sigue, retomo el concepto de “imaginario sociotécnico” conceptualizado por Sheila Jasanoff y Sang-Hyun Kim (Jasanoff, 2015) como una manera de acercarme a las imágenes producidas en el afán de colocar a la nación mexicana en el espacio exterior en algún futuro no muy lejano.

Jasanoff y Kim (2015: 4) definen los imaginarios sociotécnicos como “visiones colectivas, estabilizadas institucionalmente y exhibidas públicamente, animadas por aprehensiones compartidas de formas de vida y orden social, accesibles a través, y en apoyo de, los avances en la ciencia y la tecnología”. Según los autores, estas visiones privilegian los futuros deseables que se producirán por medio de la tecnología, y la esperanza es su expresión afectiva más común; sin embargo, pueden expresar actitudes ambivalentes, como los “temores compartidos de los posibles daños provocados por la invención y la innovación o, claro, las consecuencias fatales de la falta de la innovación misma” (op. cit.: 5). Los imaginarios sociotécnicos contienen un conjunto de creencias sociales vinculadas a las grandes aspiraciones compartidas por una colectividad, y como tal, forman parte de “las dimensiones performativas de la auto-reproducción de la sociedad” (Ibíd.).

Estos imaginarios incorporan visiones colectivas del pasado, el presente y el futuro que permiten construir un sentido de “nosotros”: quiénes “fuimos”, quiénes “somos” y quiénes “seremos” (o por lo menos, quiénes “deberemos” ser). Evidentemente, como cualquier expresión de identidad colectiva, los imaginarios sociotécnicos forzosamente implican tensiones, conflictos y contradicciones, ya que algunas visiones llegan a opacar otras como resultado de procesos sociales y políticas. Más allá del contenido de los imaginarios, quiénes se excluyen y quiénes se incluyen en estas visiones es un tema fundamental.

Regresando a la fotografía del astronauta con la bandera mexicana que describí al inicio de este ensayo, argumento que el espacio exterior ha servido siempre como escenario de proyección de imaginarios sociotécnicos. “La última frontera” permite imaginar lo más lejano, más desconocido, más extremo que habita los imaginarios humanos. Como me han comentado varios de mis interlocutores que participan en la industria espacial, el espacio “es un lienzo en blanco”. En lo que sigue, describo algunas expresiones de los imaginarios sociotécnicos mexicanos con respecto al espacio exterior, los cuales visibilizan iconográficamente un conjunto de futuros deseables, pero también funcionan como índices de relaciones sociales, discursos políticos y configuraciones económicas actuales.

La Agencia Espacial Mexicana, el arte y la conquista del espacio

Cuando le dije a un colega de mi universidad que iba a entrevistar a un funcionario de la Agencia Espacial Mexicana, exclamó ¡La NASA mexicana! Ubicada en un rascacielos llamado Torre Diamante sobre la Avenida Insurgentes en la Ciudad de México, la AEM se ve impresionante desde fuera. Envuelta en vidrio y acero, y como su nombre indicaría, la Torre Diamante brilla con el sol. Desde abajo, el conjunto de antenas que corona al edificio le da un aura espacial. Una placa a nivel de calle informa a las y los peatones que la construcción fue diseñada por el arquitecto Juan Manuel Díaz Infante Núñez, cuyas obras también incluyen la Bolsa Mexicana de Valores, la TAPO y Kalikosmia, la vivienda particular de Infante localizada en la colonia Roma. Kalikosmia fue diseñada en forma geodésica y construida para aguantar los temblores. No es casual que Díaz Infante, fallecido en 2012, haya trabajado como consultor de la NASA.

Adentro del edificio, la recepcionista me preguntó si iba al piso tres o trece, y me di cuenta de que las oficinas de la AEM solamente ocupaban una pequeña parte del edificio. Cuando le comenté a mi entrevistado sobre la emoción de mi colega, respondió de manera irónica: “Sí, la NASA mexicana. Dos pisos rentados y sesenta gatos”.[3]

Las funciones oficiales de la AEM, establecida formalmente en 2013, se dividen en cuatro áreas: la formación del capital humano en el campo espacial: desarrollo industrial, comercial y competitividad en el sector; asuntos internacionales y seguridad espacial en materia espacial; y financiamiento y gestión de la información en materia espacial.[4] Una de las actividades más exitosas ha sido el desarrollo de programas de educación y divulgación, encargada de “promover la cultura del conocimiento del espacio exterior en México”. De hecho, cuando le platiqué al jefe de esta área que me interesaban los imaginarios mexicanos del espacio exterior, me dijo que era un tema que le interesaba mucho como parte de su quehacer en la AEM, y me mostró una pintura realizada por una estudiante, representaba una niña en un traje de astronauta con la bandera mexicana. La niña trepaba a una escalera que subía desde la tierra hacia una nave muy parecida a las carabelas de Cristóbal Colón, aunque con un cohete como motor, con la leyenda AEM, y la luna al fondo. La obra se titulaba “México, me subo a tu nave”, y fue una de las imágenes ganadoras del concurso anual de arte espacial promovida por la AEM como una manera de promocionar la exploración y explotación mexicana del espacio exterior.

Las convocatorias de los concursos anuales anuncian su objetivo: “Despertar el interés y curiosidad por el espacio, y mediante la pintura y el arte, fomentar la cultura del conocimiento del espacio”.[5] Esta llamada representa un eco, creo, de la política educativa de Vasconcelos en la época posrevolucionaria mexicana. Para este ideólogo, el arte serviría para la construcción y diseminación de imágenes para nutrir el imaginario nacional (Ortiz, 2015: 162). Los grandes muralistas mexicanos, en este afán, seleccionaban entre las escenas historiográficas disponibles íconos que permitían la creación de “una historia útil” (Rochfort, 1993: 84). Y, a pesar de muestras de ambivalencia frente a la ciencia y tecnología, varios pintores presentaban imágenes de avances tecnológicos como motores de un futuro utópico, al lado de imágenes de los conocidos personajes y paisajes del pasado, también imaginados en clave utópico. Como veremos, las imágenes entregadas en respuesta a las convocatorias del concurso de arte espacial, al igual que las imágenes tecno-utópicas de los muralistas mexicanos, visibilizan un futuro marcado por el buen uso de la ciencia y tecnología en pro del desarrollo del país y la humanidad, nacionalista y cosmopolita al mismo tiempo.[6] En lo que sigue, quisiera examinar con mayor detalle algunas de estas imágenes como ejemplos de los imaginarios sociotécnicos mexicanos recientes.

Ilustración 1. «México, me subo a tu nave», de Federica Sánchez y Carrillo Bernal, reproducida con permiso de la Agencia Espacial Mexicana.

La imagen “México, me subo a tu nave” (ilustración 1), de Federica Sánchez y Carrillo Bernal de 11 años, es notable por la mezcla de la representación de la nave, propia del siglo XV y la época del “Descubrimiento del Nuevo Mundo”, con su medio futurista de propulsión por cohete, los satélites mexicanos que orbitan la tierra, la niña mestiza en traje de astronauta con una bandera mexicana (presumiblemente un autorretrato de la artista) subiendo una escalera hacia la nave, con la Tierra y la Luna vistas desde el espacio como trasfondo, perspectiva que solamente ha sido posible desde la publicación de “Earthrise”, la primera fotografía de la tierra tomada en 1968 por astronautas del programa Apolo de la NASA.[7] La nave histórica ahora va hacia el futuro y lo desconocido, heraldo de una nueva época de descubrimiento y conquista, ahora del espacio ultraterrestre.

La segunda imagen presentada aquí, “Los sueños se construyen sobre las raíces y se persiguen con determinación y preparación”, de Juan Carlos Cuevas Méndez, quien fue ganador en la categoría abierta del concurso realizado en 2018 (ilustración 2). El tema de esta edición del concurso fue “México hacia la Luna”, en honor del relanzamiento por la NASA de un programa de misiones tripuladas a la Luna. “Los sueños se construyen sobre las raíces” también tiene como su protagonista a una niña que sube una escalera hacia el espacio, pero aquí la composición no incluye ningún elemento tecnológico; al contrario, la iconografía es completamente prehispánica.

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Ilustración 2, «Los sueños se construyen sobre raíces y se persiguen con determinación y preparación», de Juan Carlos Cuevas Méndez, reproducida con permiso de la Agencia Espacial Mexicana.

La niña está representada como una indígena, con trenzas, rebozo y falda tejida. Se asciende hacia la Luna desde una pirámide en cuyo interior se ve la conocida iconografía de Pakal el Grande, mejor conocido como “El Viajero” o “El astronauta”, líder maya cuya tumba se encuentra en el Templo de las inscripciones, de Palenque, y cuya imagen grabada ha sido interpretada por seguidores New Age como un astronauta en su cabina de pilotaje. Esta Luna no es el satélite natural visto a través de un poderoso telescopio, ni una fotografía tomada desde el espacio, sino un ser poético, acompañado por un conejo y envuelto en un listón que proclama a México como el lugar ubicado “en el ombligo de la Luna”. En el fondo de la imagen está representado el pasaje de los valles centrales de México (aunque la tumba de Pakal se encuentra en tierras yucatecas), nubes y una noche estrellada.

Y una tercera imagen representa una especie híbrida entre la celebración del pasado cósmico prehispánico y el futuro cósmico tecnológico. “Resplandor geométrico”, obra de Claudio Fabrizzio Rousselon Delgado, fue la imagen ganadora de la primera edición del concurso de arte espacial en la categoría abierta (ilustración 3). Al igual que el realizador de “Los sueños tienen raíces”, este artista ha dibujado una pirámide maya en la parte inferior –esta vez el “observatorio” de Chichén Itzá–. Pero desde la punta de la pirámide emerge el disco de un receptor satelital, decorado con motivos prehispánicos, y ligado por cables a representaciones de los satélites puestos en órbita por México, objetos que ocupan la parte superior de la imagen. Como indica el título de la obra, la geometría de los satélites refleja y desdobla la geometría de la pirámide y los motivos decorativos.

Ilustración 3, «Resplandor geométrico», de Claudio Fabrizzio Rousselon Delgado, reproducida con permiso de la Agencia Espacial Mexicana

Por un lado, tenemos a Colón “El Navegador”, explorador y conquistador, modelo para futuras astronautas entrépitas quienes emprenderán lo que muchos de mis interlocutores denominan, sin ningún sentido de ironía, “la Conquista Mexicana del Espacio”. Por otro lado, está Pakal, “El Viajero”, símbolo de la curiosidad y conocimiento ancestral que vincula los imaginarios del pasado y el futuro. Y finalmente, tenemos una extensión discursiva y estética de la arquitectura e instrumentos astronómicos mayas hacia la tecnología satelital moderna. Si bien estas tres obras no agotan las imágenes que fueron entregadas en respuesta a las tres convocatorias, son representativas de las perspectivas temáticas y estilísticas del conjunto, aunque los detalles de cada obra sean únicos. Algunos artistas, por ejemplo, representan a Quetzalcóatl o Kulkulkán lanzándose desde México hacia el espacio, mientras otros trazan vínculos entre el Observatorio de Chichén Itzá al Gran Telescopio Milimétrico de Puebla. Muchos sitúan la bandera mexicana, los colores rojo, blanco y verde, el contorno del país y el águila mexicano en el espacio, mientras otros enfatizan los logros mexicanos en el campo de la tecnología espacial, como el satélite Morelos[8] y el viaje del astronauta Rodolfo Neri Vela. Todavía otros juegan con elementos de la cultura popular mexicana, como los días de muertos, el papel picado y los voladores de Papantla.

Reflexiones: imágenes e imaginarios heterodoxos

El espacio exterior encanta: lo sublime del “más allá” proporciona un lienzo para la proyección de una amplia gama de afectos, expectativas, ansiedades y esperanzas con respecto al futuro, y particularmente, con respecto a las posibilidades de la ciencia y tecnología como impulsores de futuros deseables y no-deseables. Las obras recibidas por la AEM en respuesta a su convocatoria para “imaginar con una idea […] los beneficios y oportunidades que podría representar para México insertarse”[9] en la exploración del espacio exterior muestran el lado positivo de la fe en la tecnología y en el espacio como escenario para la expresión de la capacidad de innovación mexicana y, un poco contradictoriamente, para la coexistencia de la humanidad en un universo sin las fronteras que dividen a las naciones en la Tierra.

A diferencia de las obras de los grandes muralistas del pasado, las imágenes del concurso de arte evitan la ambivalencia y la ansiedad frente a la tecnología para centrarse en la esperanza y la confianza. La combinación de íconos fácilmente reconocibles que provienen tanto de la educación cívica nacional con imágenes circuladas en los medios a partir del programa Apolo da cuenta del poder performativo de los imaginarios sociotécnicos. Al mismo tiempo que estas obras proclaman “nosotros también estaremos allí”, advierten que “nosotros siempre hemos estado allí”.

sin embargo, no todas ni todos los ciudadanos mexicanos comparten esa fe en el futuro y confianza de que algún día México también estará en el espacio exterior. Pienso en la cantidad de mexicanos y mexicanas que vigilan al cielo con ansiedad frente a la posible llegada de alienígenas hostiles, las y los jóvenes que quieren ser astronautas, pero que no pueden porque no poseen la ciudadanía adecuada, las personas que discursan sobre el peligro de las ondas producidas por los teléfonos celulares, o los miembros de movimientos sociales de grupos cuya vida cotidiana está amenazada por la instalación de megaproyectos tecnológicos. Además, hay personas que, por más que se sienten intrigadas por las posibilidades del cosmos, también reconocen sus limitaciones. Como comentó un hombre que veía las constelaciones que decoran la “bóveda celeste” de la estación de metro La Raza, “No, pues, ¿cuándo yo iré a la Luna? Nosotros nunca nos va a tocar, yo creo, la oportunidad de ver todas esas maravillas, ¿no? O a lo mejor yo creo en un futuro. Pero pues no está para todos. Solamente ora sí que el que tiene economía es el que puede, podrá viajar, porque pues [esos viajes] son carísimos”.[10]

Visibilizar las expectativas, los sueños y las pesadillas sobre el futuro a través de la creación y circulación de imágenes es fundamental para poder construir futuros diferentes, que no necesariamente hayan sido provistas y planeadas por funcionarios estatales o empresarios capitalistas. Esto se evidencia en los imaginarios planteados por las y los artistas en el marco del concurso de arte espacial convocado por la AEM; es decir, México también debe tener futuro, debe poder proyectarse al igual que los países con una historia ya trazada en el espacio exterior. Sin embargo, hay muchos imaginarios mexicanos alternativos que deben ser visibilizados.

¿Qué significa imaginar el espacio exterior desde México? ¿La extensión de una imaginada continuidad histórica con los astrónomos prehispánicos? ¿La Conquista Mexicana del Espacio como revancha o revalidación? ¿El establecimiento de un “NewSpace” mexicano? O tal vez implica la expresión de un imaginario todavía no explícito: con los pies en la tierra y la mirada hacia arriba, aterrizada sin banderas, preocupada por las futuras humanas desde el margen, con una visión poética, esperanzadora y crítica a la vez.

Bibliografía

Auden, W.H. (2011, Poemas, Madrid, Visor Libros.

Jasanoff, Sheila (2015), “Future Imperfect: Science, Technology and the Imaginations of Modernity”, en Sheila Jasanoff y Sang-Hyun Kim (eds.), Dreamscapes of Modernity Sociotechnical Imaginaries and the Fabrication of Power, pp. 1-33, Chicago y Londres, The University of Chicago Press.

Lazier, Benjamin (2011), “Earthrise; or, The Globalization of the World Picture”, en The American Historical Review, vol. 116, núm. 3, pp. 602-630.

Ortiz Morales, Andrés (2015), “Imágenes de ciencia y tecnología en la construcción del imaginario colectivo tras la Revolución mexicana”, en Innovación Educativa, vol. 15, núm. 67, pp. 153-168.

Rochfort, Desmond (1993), Mexican Muralists: Orozco, Rivera, Siqueiros, San Francisco, Chronicle Books,.

  1. Posgrado en Antropología Social, Departamento de Ciencias Sociales y Políticas, Universidad Iberoamericana. Correo electrónico: anne.johnson@ibero.mx. Twitter: @awj7. Facebook: https://www.facebook.com/anne.johnson.3979/.
  2. Este ensayo forma parte de una investigación, todavía en proceso, sobre los imaginarios mexicanos del espacio exterior. El proyecto se enfoca en la Agencia Espacial Mexicana y un conjunto de artistas mexicanos contemporáneos que usan materiales y tecnologías “espaciales” en sus obras.
  3. Es importante aclarar que desde que realicé la primera entrevista, en 2018, la AEM ha participado en la construcción de otros centros de actividad espacial, particularmente en Zacatecas y en el Estado de México.
  4. www.aem.gob.mx. Para la primera convocatoria en 2014, patrocinada por la AEM, la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, Universum Museo de las Ciencias, la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica y la Alianza Francesa de México, se recibieron 255 obras en tres categorías, infantil, juvenil y abierta, desde 20 estados de la República Mexicana.
  5. www.gob.mx/aem/acciones-y-programas/segundo-concurso-de-arte-espacial. Las imágenes cumplen con la definición de Jasanoff de imaginarios sociotécnicos, ya que son “establecidas institucionalmente” y “exhibidos públicamente”. Ya forman parte de las exhibiciones de los eventos de divulgación de la AEM, y están también disponibles en la página web de la agencia.
  6. Las tres imágenes aquí reproducidas fueron finalistas en el Concurso de Arte Espacial organizado por el Ing. Mario Arreola Santander, Director de Divulgación de la Agencia Espacial Mexicana. Se incluyen con el permiso de la AEM.
  7. Para un excelente análisis del impacto de la fotografía “Earthrise”, ver Lazier, 2011.
  8. Los satélites —particularmente los satélites miniaturizadas conocidos como Cansats y Cubesats— juegan un papel fundamental en el imaginario futuro de las y los participantes en la industria espacial en México, ya que son vistos como la manera accesible para que el país participe en la exploración y explotación del espacio. Uno de mis interlocutores me explicó que “los satélites son nobles”; la tecnología satelital es una forma de cuidar la tierra desde el espacio, vigilar los recursos naturales y promover el desarrollo económico (entrevista con integrantes de MEX-1, noviembre, 2018).
  9. www.gob.mx/aem/prensa/convoca-aem-a-tercer-concurso-de-arte-espacial-175379
  10. Entrevista realizada por Rosa Inés Padilla y Mariel Carpio, Metro La Raza, junio, 2019.