Mauricio Sánchez Álvarez
Laboratorio Audiovisual-CIESAS Ciudad de México
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Imagen del cartel, fuente: Filmaffinity.com
De la vasta y riquísima obra del director japonés Akira Kurosawa, sus películas más conocidas muy posiblemente son Dersú Uzalá y Rashomon (célebre también porque su trama, consistente en presentar diferentes versiones acerca de un mismo acontecimiento, dio nombre a un efecto psicológico). Y como suele ocurrir con Kurosawa, Dersú Uzalá se destaca tanto por su contenido humanístico como por una puesta en escena muy cuidadosa con respecto a imagen y sonido en que el entorno geográfico y distintos saberes relativos a éste juegan un papel clave.
Basada en una historia verídica (o como se dice actualmente: en hechos reales), Dersú Uzalá tiene como eje el encuentro a principios del siglo XX entre el geógrafo militar ruso Vladimir Arséniev y el cazador local Dersú Uzalá, cuando el primero exploraba a nombre del gobierno ruso la cuenca del río Ussuri, situado en el extremo oriental de Asia, y que en parte de su recorrido separa a Rusia de China. Es un momento de expansión rusa hacia la costa del Pacífica, de modo que el grupo de Arséniev va literalmente abriendo brecha entre montañas con bosques espesos y llanuras ralas, que, por supuesto, van cambiando de rostro con cada estación. Kurosawa busca mantener la atención del espectador sobre el paisaje, prefiriendo tomas amplias (en vez de planos cercanos), varias de ellas en verdad tan espectaculares como dramáticas. La naturaleza se ve y se oye, entonces, inmensa y abarcadora, mientras que el ser humano resulta ser una presencia más entre tantas.
Una buena noche, sin más, aparece en el pequeño campamento Dersú Uzalá, un cazador de la etnia hezhen, quien, hambriento, sólo pide un poco de comida y ya. Pero, a medida que va dejando ver su pericia para moverse como pez en el agua por la región, los rusos le piden que les sirva de guía y él gustoso acepta. Desde ese instante el entorno deja de ser un contexto por determinar y se convierte en un mundo vivaz e interactuante. Para Dersú, los árboles, los animales. las montañas, el fuego, el viento, el sol y la luna son ‒al igual que los humanos‒ gente, gente con poder, a la que se le habla, y que puede ser benéfica o maléfica. Aunque esta postura apenas suscita curiosidad entre los militares, aunada al evidente conocimiento que Dersú tiene del paisaje, lo convierte en una figura singular, pocas veces retratada en largometrajes de este tipo. Dichos atributos resultan cruciales en lo que quizás es la escena más especial de la película, cuando Dersú y el capitán Arséniev se extravían del grupo en medio de una tundra helada en donde sólo crece hierba alta, y ya atardeciendo y con un viento inclemente, y siguiendo indicaciones del cazador, rápidamente cortan hierba e improvisan un refugio para pasar la noche, y así sobrevivir. No está de más agregar, como detalle de producción, que este pasaje se filmó tal cual, sin efectos de ningún tipo.
De ahí en adelante, el encuentro inicial entre militar y cazador se va convirtiendo en un vínculo, cada vez más sólido, de amistad que entre dos personas: el capitán y Dersú. Pero puesto contra un telón de fondo que va mostrando el avance de la modernidad, como el transporte en ferrocarril y la vida urbana reglamentada, a la vez que Dersú, afectado por problemas de visión que le impiden seguir cazando, se va percatando de que su propio modo de vida está perdiendo sentido. Como una metáfora nostálgica de la extinción de lo silvestre a manos del progreso.
Dersú Uzalá fue filmada a mediados de los setenta, cuando el mundo empezaba a girar la cabeza hacia la seriedad de los problemas socioambientales, la evidente incidencia humana en éstos y la necesidad de entablar diálogos entre sistemas socioculturales diferentes para enfrentarlos. Se alza entonces como una suerte de manifiesto clarividente: generoso y crítico a la vez, que permite generar muchas interrogantes acerca de nuestro presente y futuro como especie. Y también como un señalamiento de la importancia de la solidaridad humana, a partir de las diferencias, para construir un mundo ostensiblemente mejor.