Un acercamiento a la experiencia de Susana y las Diosidencias de su vida

Gabriela García Figueroa
El Colegio de Sonora
ggarcia@colson.edu.mx


Introducción

Para Susana hay una sola forma de ser católica(o), y ella se asume como una cristiana católica practicante. Proveniente de una familia de clase media, del norte del país, sin mucha formación religiosa, ha experimentado una profunda transformación en esta materia al convertirse en esposa de un supernumerario del Opus Dei,[1] y en la madre de siete hijos que no estaban en su plan inicial de vida.

Desde una posición integral, es una convencida de que los valores católicos deberían guiar algunas de las instituciones públicas del país, sobre todo a la Secretaría de Educación, para que los niños “aprendan a querer a Nuestro Señor.” Es también una mujer que ha vivido profundas contradicciones y enfrentamientos con su familia de origen por su maternidad recurrente, sin embargo, desde su convicción de estar en la forma de correcta de vivir la religión, ha podido encontrar formas de resistencia para tomar decisiones propias y defender sus espacios de libertad.

Cooperadora, sí; supernumeraria del Opus Dei, no (ceder pero no tanto)

Susana declara su profunda admiración por su marido, con quien está casada desde hace 41 años, pero también revela cómo inicialmente, dada su forma de pensar más abierta, las prácticas religiosas de su pareja le parecieron extremas y le costó trabajo adaptarse a su nueva realidad. Sin embargo, gracias a la convicción que fue adquiriendo por medio del ejemplo que él le daba, asumió las limitaciones de diversa índole que trajo consigo una familia numerosa. Por esta redefinición identitaria hoy se encuentra convencida de que los sacrificios que ha implicado esa transformación han valido la pena, porque gracias a ello le espera la vida eterna.

La evidencia de que no fue un proceso fácil queda clara cuando señala que “si me hubieran dicho antes del casorio “vas a tener siete hijos”, ¡no le entro!”, no obstante, agrega, “pero llega un momento en que de verdad te va convenciendo el ejemplo que te dan, y dices, ¡mira, pues vale la pena!, ¿Qué tanto es talonear 80-85 años? ¡si te espera una vida eterna!”

Con este convencimiento Susana ha adoptado las reglas de vida que establece el Opus Dei y desde su figura de cooperadora de la Obra[2] (como también se le llama a esta prelatura) ,tiene ahora una rutina perfectamente introyectada, normalizada y adaptada a las prácticas religiosas que dispone la prelatura. Dicho de otro modo, su enlace matrimonial implicó también un enlace con una ortodoxia religiosa que ha hecho propia, con la que se identifica y que le define hábitos, rutinas y prácticas intencionales que refuerzan una visión espiritual del mundo (Ammerman, 2014).

Su plan de vida cotidiano contempla ir a misa y comulgar todos los días al mediodía, además de colaborar en varios voluntariados relacionados con la iglesia /o con la Obra, asistir a círculos de formación de la misma, así como acudir a asesoría espiritual con los sacerdotes del Opus Dei.

Para ella Jesús es un amigo que no falla, por eso, todos los días, al terminar la misa se queda unos 10-15 minutos en donde está el Santísimo que el sacerdote acaba de consagrar, porque piensa que Dios sigue allí. Así, trata con él los asuntos más trascendentes de su vida, u ofrece la misa o la comunión para que le resuelva algún problema. Se trata de un diálogo divino que entabla cotidianamente con Dios, y él le responde claramente, dice:

Me responde súper bien. Súper, súper bien. Yo siento que si llevaba una carga muy grande, si llevaba un saco así, arrastrando por la calle o arrastrando la cobija por cualquier cosa que fuera importante para mí, salgo liviana, ¡salgo muy liviana! Le digo, ayúdame a cargar el saco, no seas gacho. A nuestro señor yo le hablo así; a nuestro señor yo le hablo como si estuviera hablando con un amigo […], e inmediatamente siento, de verdad, el apoyo.

Respecto a este ritual y conversación espiritual, ese “momento en el que rezas, te reconectas, te alejas del mundo para sentarte en silencio y meditar sobre lo que quieras”, plantea Ammerman, incluso esos momentos están formados por los entornos institucionales y las rutinas que han definido el ritual (2014: 95). Es decir, es la institución religiosa la que define este espacio y tiempo del diálogo con lo divino y Susana lo asume y lo reivindica.

Sin embargo, pese a esta identificación con la prelatura y sus normas, Susana defiende firmemente el espacio de autonomía que le brinda el no formar parte oficial de esta tribu espiritual, y lo reitera en cada oportunidad: “Yo no, yo no soy de la Obra, no soy del Opus Dei, soy cooperadora.”

Afirma que con esa figura se siente satisfecha, más libre, menos encasillada, y que ha defendido ese espacio y posición ante varios integrantes de la prelatura que la han criticado y presionado para convertirse en supernumeraria,[3] porque no tiene pensado ceder más y no quiere tener el nivel de exigencia que sí tienen los supernumerarios, sino que busca una relación “más light”, sin encasillarse o encerrarse, porque le gusta conservar su libertad para moverse en varios espacios, sin presiones:

Tienes que ser fiel a tu camiseta y cumplir con lo tuyo, pero a mí me gusta que esa camiseta me la pongo cuando voy al círculo, pero me gusta tener la camiseta blanca para poder moverme en otras partes. La verdad, ahí sí ya no cedí. Y con el paso de los años, varias veces sacerdotes de allí…, me decían…, bueno, pero por qué no pides tu admisión? Y cuando te dicen pedir admisión es ya ser supernumeraria: “Padre, porque la verdad, la verdad, llámelo como quiera, a lo mejor soy muy egoísta, pero no me interesa ser supernumeraria. […] Hay gente que lo bautiza como poca generosidad. “Ay qué gacha, qué poca generosidad, por qué no te metes?” […] a mí por lo pronto no me presionen, porque si me vas a empezar a presionar yo ya no vuelvo”. Así de fácil. Nuestro señor es universal. Entonces yo me siento un poco más, pues con, con ganas de tener más libertad.

Conclusiones: compromisos institucionales y resistencias personales

La religiosidad de Susana está permeada por la tradición y la ortodoxia católica. Se trata de una forma de religiosidad integrista, virtuosa y de élite que no era la suya, pero de la que se ha apropiado, no sin dificultades, para darle un sentido que articula sus prácticas a sus propios fines; que justifica su sacrificio y la renuncia a sus proyectos personales-profesionales.

Se trata de una religiosidad acorde a los principios católicos de una comunidad religiosa que ha penetrado su vida; sin embargo, es al mismo tiempo una tribu espiritual (Ammerman, 2014) en la que no se reconoce, pese a que dicha tribu ha comprometido su mundo de forma integral.

La religiosidad vivida corresponde, entre otras cosas, a las prácticas que la gente utiliza para adaptarse y crear relatos a partir de los cuales viven (MacGuire, 2008:118). En el caso de Susana esta adaptación que entiende y relata como diosidencia, es una historia de colonización religiosa de una mujer liberal que, “para su fortuna”, encontró en su camino quien la ubicó en la religión verdadera.

Es así que su esposo ocupa un lugar fundamental en su vida y su narrativa, donde aparece no sólo como su pareja y padre de sus hijos, sino como modelo a seguir en sus prácticas de fe, como el hombre que la libró del camino equivocado. De manera que aparentemente Susana responde más a su compromiso personal con él que a la comunidad del Opus Dei, y ha sido por él por quien ha aceptado las reglas de la Obra. De esta forma podría explicarse quizá su rol como colaboradora que se resiste a entregarse de lleno a la prelatura, a la que ya ha cedido mucho, pero a la que no está dispuesta a ceder lo que todavía le resta de libertad, de acuerdo con su propia visión.

El enfoque de la religiosidad vivida permite percibir lo anterior, pero también observar tanto dentro como fuera de lo institucional las distintas prácticas religiosas y los sentidos que Susana les otorga, así como los espacios en que éstas se desarrollan cotidianamente. Así, Susana parece moverse en un enorme atrio acotado por la ortodoxia, que orienta buena parte de sus actividades cotidianas (voluntariados, asistencia diaria a misa, diplomados, conversaciones con los sacerdotes de la obra, participación en el círculo de las señoras del Opus Dei, etc.), siempre dentro del perímetro sagrado desde donde es posible observar su respeto y seguimiento del rol de madre y esposa cristiana-católica-practicante que sólo se mueve un poco de ese espacio religioso para asistir a su círculo de lectura o el café con las amigas.

Este acercamiento metodológico permite posicionarse en otro sitio para mirar desde otro lado; es decir, ubicarse en el lugar de lo íntimo, de los sentidos percibidos y otorgados a las prácticas religiosas, de modo que en el caso de Susana, su figura de cooperadora le permite verse a sí misma como alguien que tiene la posibilidad de moverse entre distintos espacios religiosos y de convivir con distintas tribus católicas utilizando la camiseta blanca de la libertad y el hecho de no tener compromisos exclusivos con una comunidad religiosa, aunque en los hechos respete las normatividades y participe en todas las actividades de la misma.

Desde esta posición Susana opone resistencias a ciertas demandas de la institucionalidad; es decir, en ella aún hay lugar para la rebeldía, porque aunque está convencida de que su religiosidad y su forma de vivirla es la correcta, su rechazo a definirse como parte del Opus Dei habla de una necesidad de distanciarse de la prelatura, al menos discursivamente. Se trata del ejercicio de agencia personal de alguien que se concibe libre de elegir por sí misma y tomar decisiones sobre la forma de vivir su religión.

Bibliografía

Ammerman, Nancy (2014), Sacred Stories, Spiritual Tribes. Finding Religion in Everyday Life, Oxford, Oxford University Press.

McGuire, Meredith (2008), Lived Religion. Faith and Practice in Everyday Life, Oxford, Oxford University Press.

https://opusdei.org/es/article/los-cooperadores-del-opus-dei/

  1. El Opus Dei es una institución jerárquica de la Iglesia católica, una prelatura personal de ámbito internacional, fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928. Está compuesto por un Prelado, por un clero propio y por fieles laicos (hombres y mujeres). Las modalidades de pertenencia son: 1) Numerarios(as): fieles que, en celibato tienen una máxima disponibilidad para las labores apostólicas. 2) Agregados(as): fieles que, en celibato, atienden necesidades de carácter personal, familiar o profesional. 3) Supernumerarios(as): fieles –casados o solteros, sin compromiso de celibato– que participan plenamente en el apostolado.
  2. Los cooperadores son personas que promueven numerosas iniciativas de carácter formativo y social. Su colaboración puede ser tanto de carácter espiritual como material. Pueden recibir el don de algunas indulgencias y participar en retiros, círculos, u otros medios de formación. Por lo general, provienen de parientes, amigos, colegas y vecinos de los fieles del Opus Dei (https://opusdei.org/es/article/los-cooperadores-del-opus-dei/).
  3. Una supernumeraria debe hacer lo mismo que hace una numeraria, con la excepción de que no vive el celibato; es decir, debe aportar tiempo y recursos económicos a la Obra.