Trayectorias de investigación de dos antropólogas médicas: aportes, desafíos y campos de estudio

Ana Victoria Morán Pérez [1]
Escuela Nacional de Antropología e Historia
Laura Montesi Altamirano [2]
CIESAS Pacífico Sur

 

Entrevista a adultos mayores sobre la transición epidemiológica y el cambio social en San Dionisio del Mar (Oaxaca). Foto tomada de Wenner Gren Foundation

¿En qué consiste el quehacer de la antropología médica? ¿Cuál es su utilidad social? ¿Cómo inició nuestra trayectoria en el campo de la antropología médica? Estas preguntas condujeron las reflexiones vertidas en el panel inaugural, en la primera sesión del diplomado “Antropología médica y salud: Alcances y prioridades sociales”. En este participamos las integrantes y el integrante del equipo docente del diplomado: Lina Berrio, Laura Montesi, Ana Morán, Paola Sesia y Pedro Yañez. El propósito del panel fue introducir al objeto de estudio de la antropología médica, su práctica profesional y sus aportes al análisis e incidencia de los procesos de salud-enfermedad-atención-prevención (procesos s-e-a-p), desde la experiencia profesional de cada docente.

En este artículo, escrito por dos de las docentes participantes en dicho panel, pretendemos recuperar algunas de las ideas y reflexiones que tuvieron lugar en el encuentro, con el objetivo de mostrar, a partir de nuestras trayectorias de investigación, en qué consiste el quehacer de la antropología médica, cuál es su relevancia social y qué desafíos encara. Lo que sigue se desarrolla en dos secciones, la primera de autoría de Ana y la segunda de Laura. Como se podrá apreciar, los temas, perspectivas y preocupaciones que animan la antropología médica son extremadamente variados. Finalmente, se presenta una reflexión conjunta respecto a algunos de los aportes y desafíos de la subdisciplina.

Del estudio de los saberes médicos maternos a los consultorios adyacentes a farmacias

Acercarse a un campo de estudio puede ser resultado de una búsqueda deliberada o de una serie de acontecimientos relativamente azarosos que se presentan en la trayectoria de quien investiga. Para mí, conocer la antropología médica no fue algo premeditado, a pesar de que siempre tuve interés por las ciencias de la salud, y durante varios años de mi juventud la enfermedad estuvo presente en mi vida en tanto cuidadora de mi madre. Aunque entonces no lo tenía claro, ahora pienso que fue determinante en mi interés por la línea de especialización en antropología médica, ofertada en el programa de maestría en Antropología Social en el CIESAS-CDMX.

Mi primera investigación en este ámbito fue la realizada para mi tesis de maestría, cuyo objetivo era conocer las representaciones sociales y prácticas de mujeres madres sobre las enfermedades de sus hijos pequeños, en un contexto urbano-popular como el del barrio Pedregal de Santo Domingo al sur de la Ciudad de México. A partir de estudiar los saberes médicos maternos,[3] me interesaba entender cómo se expresa el pluralismo médico en dicho espacio, así como la construcción de las racionalidades de dichas mujeres respecto a las enfermedades de sus hijos, tomando en cuenta su posición socioeconómica, de género, de origen y de estructura familiar. Al analizar las prácticas de atención de las mujeres, era evidente que en ese contexto —con una importante presencia de recursos de atención privados— la medicina privada tenía gran relevancia. Asimismo, contaba con una mayor legitimación en las representaciones y prácticas de las madres y su grupo doméstico. Como parte de esta oferta de medicina privada, se encontraban los consultorios adyacentes a farmacias (CAF), caracterizados por ofrecer una consulta de medicina general a bajo costo, ubicarse en distintos puntos de los espacios urbanos y operar bajo la asociación consultorio/farmacia.

Por estos motivos, consideré oportuno profundizar en este fenómeno en mi tesis de doctorado, cuyo objetivo fue analizar las condiciones macro y microsociales que influyeron en la expansión de los CAF, tomando como referente los saberes de médicos y usuarios de consultorios de farmacias ubicados al sur de la Ciudad de México. Con este trabajo, identifiqué tres vetas de análisis que he intentado abordar en trabajos subsecuentes. La primera se enfoca en el estudio de la profesión médica y sus transformaciones, producto de las reformas a los sistemas sanitarios, la privatización y mercantilización de la salud. Una segunda veta de estudio está orientada a retratar el papel de los CAF en el sistema de salud, a partir de conocer cómo éstos son incorporados en las trayectorias de atención a determinados problemas médicos, y de ese modo entender cómo se insertan los CAF en el “sistema real de salud” (Zolla, 2007). La tercera veta identificada consiste en estudiar la relación entre procesos estructurales tales como el fortalecimiento de la industria farmacéutica dentro del contexto global y nacional, con el surgimiento y expansión de los CAF.

Con la idea de dar continuidad a dicha investigación, y en el contexto del inicio de la pandemia de covid-19, consideré pertinente desarrollar una investigación sobre el papel que desempeñaron estos consultorios en la pandemia. Entre los aspectos que he estudiado se encuentran el análisis de la percepción del riesgo y vulnerabilidad entre personal médico de los CAF, la conformación del saber médico en un contexto de crisis, cambio y riesgo, el rol de los CAF como frente de atención al covid-19 y a otras necesidades en salud, y el riesgo y la desconfianza hacia los servicios de salud públicos en las trayectorias de atención de los y las pacientes.

A partir de estas investigaciones podemos reconocer algunos campos de estudio de la antropología médica: la producción y articulación de saberes y formas de atención por parte de curadores especializados, grupos y sujetos legos; el análisis de múltiples sistemas reales de salud configurados localmente por las prácticas y representación de todos los conjuntos sociales; la introducción de industrias como la farmacéutica en ámbitos históricamente ligados a la provisión de servicios médicos, como el sector salud público (Petryna y Kleinman, 2006: 18); el desarrollo de procesos de medicalización, medicamentalización y mercantilización de la salud; la configuración de la percepción del riesgo como respuesta a episodios amenazantes o inciertos; o las tensiones entre discursos producidos por distintos sectores de atención a la salud, como en este caso ocurre entre el sector público y el sector privado de salud.

De la antropología de la religión a la antropología médica… ¿y de vuelta?

Mi llegada al campo de la antropología médica fue relativamente tardía, ya entrando en el doctorado. Anteriormente, mis intereses antropológicos se habían centrado principalmente en la religión, la creencia y el ritual. Crecida en Italia, un país con vestigios históricos de toda época palpables en cada rincón del paisaje, y una arraigada identidad cristiano-católica, desde muy joven nutrí un sincero interés por las preguntas filosóficas occidentales en torno a lo trascendente, lo que me impulsó a interrogarme sobre qué induce a las personas a experimentar una fe, a interrelacionarse con un ser o una dimensión “otra”, y a organizarse socialmente con base en principios y reglas de conducta religiosas. Fue así que mis estudios de licenciatura y maestría en antropología social se centraron en el fenómeno religioso en distintas culturas y en específico me interesé en las experiencias religiosas y los sincretismos de sectores populares y grupos indígenas de México.

En mis andares por Oaxaca, siguiendo las huellas de profesores expertos en culturas y pueblos originarios de México, terminé en una comunidad ikojts en el istmo de Tehuantepec, documentando las conversiones del catolicismo indígena a las emergentes iglesias de corte protestante y el consiguiente pluralismo del campo religioso. Entre mayordomías católicas y cultos evangélicos, me llamó mucho la atención la dimensión físico-emocional de las conversiones y de las experiencias de conexión con Cristo, profesadas por los autodenominados “hermanos”. En un contexto indígena en donde la ecuanimidad, o sea el balance emocional, es valorada y la expresión de las emociones fuertemente normada y cuidada, me impresionó que personas arraigadas a la “costumbre” (como por ejemplo adultos mayores que habían cubierto cargos cívicos y religiosos del sistema político-religioso tradicional) encontraran alivio y satisfacción en la plegaria, el llanto y la expresión abierta y dramática de las emociones, performances alentados por las iglesias evangélicas y pentecostales. Así, la fenomenología y los estudios del cuerpo, las corporalidades y el embodiment (Csordas, 1995) se tornaron para mí esenciales para acercarme a estas nuevas religiosidades.

Además, las narrativas de las conversiones a menudo se hilaban en torno a puntos de quiebre en las vidas de las personas. Por ejemplo, a partir de una violencia sufrida o una enfermedad con un desenlace sin aparente esperanza. La sanación a través de la entrega a Cristo presentó ante mis ojos un hecho obvio, pero que al principio había descuidado: la estrecha relación entre religión, fe y procesos salud-enfermedad-atención. Fue así que busqué la antropología médica y decidí formarme en este campo de estudios, dedicando mi investigación doctoral a una enfermedad emergente: la diabetes mellitus.

Comprender cómo se vive, conceptualiza y enfrenta esta enfermedad tan polifacética, a la vez que indescriptible y cruelmente encarnada, me condujo a explorar narrativas del padecer, observar prácticas de atención y autoatención, y recopilar memorias y representaciones colectivas de la salud y la enfermedad.

A partir de la etnografía de la diabetes entre las y los ikojts, pude dar cuenta de las maneras en que esta condición funciona como una expresión de y para la vulnerabilidad.[4] Retomando el concepto idiom of distress, desarrollado especialmente por Nichter (1981), llegué a la conclusión que entre los ikojts, la diabetes funciona como una expresión de la vulnerabilidad (una manifestación de heridas acumuladas) y para la vulnerabilidad (un medio para comunicar y actuar ante inquietudes pasadas, presentes y futuras). Llegué a mirar a la vulnerabilidad desde una perspectiva fenomenológica y encarnada, históricamente situada, y relacionalmente generada. En el nivel personal, las personas con diabetes vinculaban su enfermedad a emociones fuera de control (susto, enojo, coraje, muina); en el nivel colectivo/comunitario, las narrativas se centraban en la significación de cambios socioculturales, éticos y morales, reflejados en la alimentación (del consumo de lo natural a lo artificial), en la forma de trabajar (de la autosubsistencia a los modos de producción capitalista) y en la forma de relacionarse y hacer política (de la univocalidad asamblearia a los conflictos comunitarios) (Montesi, 2022).

Los procesos de corporeización o embodiment me hicieron comprender cómo objeto y sujeto se compenetran, las formas en que las fuerzas materiales (económicas, sociales, políticas) se instalan en los cuerpos de las personas y los pueblos, y cómo, por lo tanto, la fenomenología (o estudio de la experiencia) no puede ser más que “crítica”.

El desdibujamiento de las fronteras entre “yo” y “entorno” es algo reconocido por muchas culturas no occidentales que, de hecho, enfatizan las interrelaciones entre seres humanos y no humanos, entre personas y cosmos, entre individuo y sociedad. Y es esta interrelación que nos permite encontrar en una afección aparentemente individual —la diabetes— un signo de malestares colectivos más amplios y profundos.

Es en esta interfaz entre enfermedad de uno y malestar de muchos que se colocan actualmente mis intereses para tratar de comprender las crisis socioambientales que estamos sufriendo: la contaminación, las extinciones masivas, los desórdenes climáticos que van de la mano con la descomposición social, las violencias, las crisis sanitarias. Todas estas perspectivas teórico-metodológicas son las que me están ayudando a incursionar en el estudio de la salud en el Antropoceno a la sombra de la crisis civilizatoria. La fe y la esperanza serán cruciales para sobrevivir, así como, para muchos, la religiosidad que, desde su posible raíz latina religare, amarrar-vincular-ligar, nos llama a entretejernos e interrelacionarnos, a cruzar fronteras entre humanos, no humanos y más que humanos.

Aportes y desafíos de la antropología médica

A partir de nuestras experiencias de investigación, reconocemos que uno de los aportes de la antropología médica es su potencial para hacernos otras preguntas sobre los procesos s-e-a-p, y por ende, brindar respuestas alternas a las formuladas desde otras ciencias de la salud como la biomedicina, la salud pública o la epidemiología.

Para la antropología médica es fundamental preguntarse por los sujetos y por el contexto, de tal modo que si se pretende indagar en una enfermedad determinada, como el cáncer, el covid-19 o la diabetes mellitus, no sólo se necesita estudiar los procesos fisiológicos o bioquímicos de la misma, sino que se pregunta ¿quién lo padece?, ¿en qué condiciones socioculturales y económico-políticas vive?, ¿cuáles son los significados que socialmente se le atribuyen a esa enfermedad?, ¿cuáles son las respuestas sociales organizadas para entender, atender, prevenir o paliar tal enfermedad?, ¿qué hace esa persona, su grupo doméstico y la colectividad a la que pertenece?, ¿cómo vive su experiencia de padecer? Esto nos lleva a otros abordajes que posibilitan comprender la enfermedad desde una perspectiva compleja que incluya la dimensión biológica, sociocultural, subjetiva, histórica y económico-política.

Lo anterior conduce a un cuestionamiento sobre qué significa estar sano, estar enfermo, y qué es lo “normal” y lo “patológico”, al igual que un reconocimiento de las distintas racionalidades y prácticas sobre el proceso s-e-a-p. Por ejemplo, uno de los aportes de la investigación sobre saberes maternos es mostrar que desde su marco de referencia sociocultural, así como de los conocimientos empíricamente adquiridos en conjunto con las condiciones materiales de vida, las mujeres desarrollan un tipo de saber médico popular que busca entender, interpretar y actuar frente a las enfermedades de sus hijos.

Otro de los aportes de la antropología médica consiste en su posibilidad de conocer, desde un enfoque predominantemente etnográfico, los sentidos y las experiencias de los sujetos respecto a los procesos s-e-a-p, y el contexto en el cual estos ocurren. Estudiando las prácticas de (auto)atención de personas con diabetes nos damos cuenta de que en ellas conviven lógicas que aparentemente son incompatibles entre sí, como la toma de medicamentos alopáticos, la sanación evangélica por imposición de manos, o las limpias para curar el susto. Esto también significa que la diabetes —como cualquier otra enfermedad— presenta una “ontología múltiple” (Mol, 2003) que no puede asimilarse a una sola realidad biológica subyacente.

A partir de la investigación sobre los consultorios adyacentes a farmacias, se han identificado diversas tensiones entre las representaciones y prácticas de las autoridades sanitarias y las de otros actores como personal médico, usuarios, empresarios y dirigentes de asociaciones de farmacias. Desde el discurso oficial de algunos funcionarios del sector salud, suelen considerarse espacios en los que se llevan a cabo prácticas de sobreprescripción, se cometen malas prácticas que ponen en riesgo la salud de la gente, o están sujetos a una lógica de lucro (Urrutia y Olivares, 2022). No obstante, al investigar las prácticas que acontecen en la cotidianidad de dichos consultorios, así como las perspectivas de los distintos actores, o la heterogeneidad de los mismos, estas afirmaciones diluyen los matices presentes en el fenómeno.

La salud hoy en día no solamente es un campo crítico de análisis y acción por las crisis sanitarias que nos embisten, sino porque más que nunca representa una preocupación compartida por todos los seres del mundo, humanos y no humanos. Justamente, la antropología médica nos impulsa a entender los problemas de salud como problemas globales que en un mundo hiperconectado afectan al orbe entero, como lo hemos visto con enorme claridad con la pandemia de covid-19, aunque con efectos profundamente desiguales. También nos insta a reconocer las interrelaciones y los diversos agenciamientos de diversos actores, unos más visibles que otros, entre bacterias, virus, plantas, hongos y animales humanos y no humanos. El diálogo inter- e, incluso, transdisciplinario será crucial para enfrentar los desafíos de la contemporaneidad y la antropología médica tiene vocación y potencial por la contaminación epistémica.

Asimismo, la antropología médica nos invita a reconocer que aunque las cuestiones sanitarias constituyan preocupaciones globales, esto no implica que pueden aplicarse soluciones globales. Por el contrario, deben buscarse estrategias de salud que tengan operatividad en las especificidades locales. Tales estrategias deben crearse desde el trabajo conjunto con funcionarios, tomadores de decisiones, profesionales de la salud y poblaciones objetivo, y así sumar las capacidades de cada sujeto, experto o lego, para generar propuestas que incorporen las diversas voces, y logren una buena adecuación a los contextos sociales, culturales, ecológicos y socioeconómicos.

Bibliografía

Csordas, Thomas J.
1995 Embodiment and Experience. The Existential Ground of Culture and Self, Cambridge, Cambridge University Press.

Geertz, Clifford
1973 The Interpretation of Cultures: Selected Essays, Nueva York, Basic Books.

Mol, Annemarie
2003 The Body Multiple. Ontology in Medical Practice, Durham / Londres, Duke University Press.

Montesi, Laura
2022 “Almajier asukr: diabetes, vulnerabilidades estructurales y modernidad mórbida entre los ikojts de San Dionisio del Mar”, en Francesco Zanotelli y Laura Montesi (coords.), Los huaves en el tecnoceno. Disputas por la naturaleza, el cuerpo y la lengua en el México contemporáneo, Ciudad de México, INAH / Editpress, pp. 211-228.

Nichter, Mark
1981 “Idioms of Distress: Alternatives in the Expression of Psychosocial Distress: A Case Study from South India”, Culture, Medicine and Psychiatry, vol. 5, pp. 379–408.

Osorio, Rosa María
2013 “La cultura médica materna y la salud infantil. Un análisis de las enfermedades respiratorias desde la epidemiología popular en México”, en Monserrat Cabré y Fernando Salmón Múñiz (coords.), Sexo y género en medicina. Una introducción a los estudios de las mujeres y de género en ciencias de la salud, Santander, Universidad de Cantabria, pp. 229-252.

Petryna, Adriana y Arthur Kleinman
2006 “The pharmaceutical nexus”, en Adriana Petryna, Andrew Lakoff y Arthur Kleinman (eds.), Global Pharmaceuticals. Ethic, markets, practices, Durham, Duke University Press.

Urrutia, Alonso y Emir Olivares
2022 “Consultorios adyacentes a farmacias: un engaño a padecimentos crónicos: SSA”, La Jornada, México, 16 de agosto, https://www.jornada.com.mx/notas/2022/08/16/politica/consultorios-adyacentes-a-farmacias-un-engano-a-padecimientos-cronicos-lopez-gatell/.

Zolla, Carlos
2007 “La salud de los pueblos indígenas de México”, Ciudad de México, UNAM, https://www.nacionmulticultural.unam.mx/portal/pdf/proyectos_academicos/salud_pueblos_indigenas.pdf.


  • 1- ana00.moran@gmail.com

  • 2- lmontesi@conacyt.mx

  • 3- Entendidos como un tipo de saber popular que se conforma por las representaciones sociales y las prácticas de las madres (Osorio, 2013).

  • 4- Clifford Geertz (1973: 87-125), discutiendo el fenómeno religioso, propone leerlo como un modelo de la realidad y para la realidad (model of and for), es decir una representación de la realidad y a la vez un modelo para actuar en ella. Me inspiré en la propuesta de un modelo “de” y “para” con el fin de conceptualizar a la diabetes: una expresión de y para la vulnerabilidad, como explico en el texto.