Toque de queda y las buenas nuevas de la pandemia del coronavirus en la Sierra Zapoteca de Oaxaca

Salvador Aquino Centeno
ciesas Pacifico Sur

Ante las noticias de que el coronavirus podría extenderse rápidamente en las comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca, entre el 22 y 26 de marzo de 2020, tres municipalidades serranas tomaron la decisión de cerrar sus comunidades, es decir, no permitir entradas ni salidas de personas excepto por situaciones de emergencia. Esta decisión, no obstante, permitió mirar varios contrastes, retos, acciones y reflexiones más allá de la emergencia sanitaria y de sus secuelas en la salud humana como la precariedad de las instalaciones médicas que prevalecen en las municipalidades de la Sierra. El 24 de marzo, el ayuntamiento de San Juan Chicomezúchitl comunicó lo siguiente: “A todas las personas que viven en nuestra comunidad se les recomienda eviten viajar a la ciudad de Oaxaca y demás pueblos o ciudades a menos que sea estrictamente necesario […] se invita a realizar sus compras con los productos locales con el fin de mantener activa nuestra economía”. Comunicado del 24 de marzo de 2020. En este mensaje surgía una primera preocupación relacionada con el consumo de “productos locales”. Las municipalidades usaron Facebook, WhatsApp, y otras redes para comunicar su decisión a sus ciudadanos. Quienes estaban adentro de las comunidades no podían salir, y quienes estaban afuera no podían entrar aun siendo miembros de las comunidades, con excepción de situaciones de emergencia. El 2 de abril, las autoridades de Chicomezúchitl emitieron un segundo comunicado:

Las personas que deseen llegar a nuestra comunidad lo pueden hacer, pero con el compromiso de que si llegan no podrán salir a los pueblos circunvecinos o a la ciudad […] se resguardarán en sus hogares con sus familiares y antes de entrar a la comunidad deberán pasar por un filtro […] no se permitirá que estén entrando y saliendo sin motivo necesario alguno. Personas que tengan que salir por alguna enfermedad deberán presentar su justificante médico […] al que se sorprenda no dando cumplimiento al presente se tomarán medidas necesarias (habrá sanción). Comunicado del H. Ayuntamiento de San Juan Chicomezúchitl del 2 de abril de 2020 enviado por WhatsApp.

Por su parte, el ayuntamiento de Capulálpam comunicó lo siguiente:

Nuestro querido pueblo Indígena de Capulalpam de Méndez siempre ha sido casa abierta para propios y extraños, pero ahora […] se invita a los paisanos que viven en Capulalpam, a los radicados en diferentes partes de nuestro Estado y en otros lugares de México, a permanecer en sus lugares de residencia, para no arriesgar la vida de sus familias […] Para los que se encuentran en la comunidad no podrán salir de la misma hasta que se levante la contingencia sanitaria y tendrán que permanecer en la casa de sus familiares acatando las disposiciones […] no salir de sus casas, más que a lo estrictamente necesario y solamente adultos […] no desperdiciar el agua […] se declara desde este momento ley seca […] se ratifica ‘Toque de Queda’ a partir de las 22:00 horas […] sabemos de antemano que toda disposición puede generarles molestias, incomodidad o enojo, pero también confiamos en que de manera responsable antepondrán el cuidado y protección de sus familias (Comunicado del Ayuntamiento de Capulálpam del 26 de marzo de 2020) Ver https://es-la.facebook.com/municipiodecapulalpamdemendez/ consultado el 30 de julio de 2020.

El municipio de Ixtlán de Juárez también emitió comunicados similares a su ciudadanía.

Ante estas medidas de protección comunitaria, surgió un desafío mayor: ¿cómo abastecerse de alimentos sin riesgo a contaminarse por coronavirus? El virus podría permanecer en las mercancías provenientes de la ciudad de Oaxaca, o bien podría ser transmitido por comerciantes que cotidianamente llegan de la Ciudad de Oaxaca. En el contexto de estas restricciones, comerciantes de productos básicos tendrían acceso a las municipalidades durante la cuarentena comunitaria.

La decisión de cerrar las comunidades es relevante porque las municipalidades ejercen su derecho a la autonomía, pero al mismo tiempo esta decisión reveló el reto de cómo ejercer la autonomía en una situación crucial, que es el abastecimiento de alimentos en situación de emergencia sanitaria. Y es que durante los últimos años la mayoría de los alimentos que las comunidades consumen proviene de las ciudades de Oaxaca y de Puebla. La respuesta a esta encrucijada podría estar en cómo las comunidades de la Sierra nos transformamos en un periodo de cambios donde prevaleció la migración, donde surgió el ecoturismo vinculado al consumo del paisaje, y donde las políticas forestales gubernamentales consolidaron el monocultivo forestal ligado a las políticas globales de mitigación del cambio climático (Aquino, 2018). Estas transformaciones modificaron las economías comunitarias que, en épocas prehispánicas, durante la época de la Colonia, en el siglo XIX y al menos dos tercios del siglo XX se sustentaron en un esquema equilibrado de solvencia en la producción de alimentos y aprovechamiento de tierras y montes con tecnologías tradicionales altamente sofisticadas (González, 2001; Toledo y Ortiz-Espejel 2014). La llegada masiva de nuevas tecnologías de la comunicación como el internet, el celular, YouTube, WhatsApp en el siglo XXI implica un nuevo desafío en cómo las nuevas generaciones serranas están pensando sus expectativas. Aunque en años recientes las comunidades empezamos a sentir la necesidad de recuperar los cultivos de maíz, la pandemia provocada por el coronavirus y sus devastadoras secuelas podría contribuir a repensar el esquema comunitario de producción de alimentos, incluso como alternativa para recuperar las economías y el empleo en la Sierra.

Desde mediados de los años setenta del siglo XX las comunidades se transformaron de manera sustancial porque la gran mayoría se involucró en la producción forestal. La prioridad se transformó de la producción de alimentos y de un esquema equilibrado de economía comunitaria al aprovechamiento forestal, que fue resultado de las políticas forestales del gobierno federal y que perduran hasta el presente. La prioridad de las comunidades se transformó de manera que nos convertimos en comunidades forestales mientras la producción de alimentos prácticamente desapareció, es más, superficies de tierras forestales desplazaron a las tierras otrora de cultivo de alimentos. Las tareas de los comisariados de bienes comunales básicamente se reorientaron hacia la administración de los bosques, aserraderos, programas de reforestación, control de plagas que surgieron del monocultivo forestal. En la contrastante ecología serrana las tierras otrora de cultivo quedaron sólo como ejemplo del desplazamiento de la agricultura mientras la política forestal se fortalecía. A este cambio contribuyeron las políticas forestales como productoras de ingresos y empleo, así como la certidumbre del corte de pinos en contraste con las dificultades y situación azarosa que implican las siembras de alimentos de temporal. El resultado al paso del tiempo fue que la Sierra se convirtió en una región que depende básicamente de alimentos producidos en otras regiones; la pandemia ha puesto en la mesa de la reflexión esta encrucijada. Si la producción forestal se convirtió en un proceso altamente institucionalizado en los pueblos de la Sierra, me parece que la producción de alimentos podría transitar por un esquema similar, esto es que, la agricultura se convierta en una prioridad de las economías comunitarias mediante un esquema productivo más equilibrado. Este cambio, sin embargo, no es simple, requiere acciones comunitarias que prioricen la producción de alimentos y que resuelvan las contradicciones que ciertamente la pandemia ha revelado. Los pueblos de la Sierra desde tiempos lejanos fuimos productores de alimentos con conocimientos altamente especializados pero la migración, las políticas forestales, y las políticas gubernamentales terminaron por socavar la producción de maíz y una vasta variedad de alimentos.

La Esperanza

Hace un calor intenso en La Esperanza, en contraste con las partes más altas de la Sierra, en donde el clima es frío. Es un día de abril de 2020. La emergencia sanitaria por coronavirus se encuentra en fase tres. Cortamos varios carrizos en el lecho seco del Río Grande en un paraje que quedó abandonado al menos cuarenta años desde que por última vez la cultivadora de La Esperanza sembró maíz allí.

Ilustración 1. La Esperanza en el lecho del Río Grande, tierras sin cultivar por décadas en la Sierra Zapoteca de Oaxaca. Abril 2020. Foto de Salvador Aquino Centeno.

Es un terreno agrícola localizado en el fondo de una cañada en el lecho del Río Grande. Este río recibe aguas de varios arroyos y escurrimientos de las montañas, en época de lluvias la corriente de agua del río crece enormemente. Es abril y aún no llueve, falta más de un mes para que inicie el verano y Enrique Luna espera que “ahora sí llueva suficiente” para cultivar maíz. El año pasado sembró maíz, pero la cosecha se perdió porque no llovió lo suficiente, Enrique gastó más de veinte mil pesos, pero los perdió. La Esperanza es un paraje que se asienta literalmente en el lecho del Río Grande, las faldas montañosas que rodean La Esperanza son semidesérticas, sólo crecen algunos arbustos, biznagas y mezquites, es abril y todo el paisaje es extremadamente seco. Sólo en las partes más altas de la montaña se pueden ver áreas verdes cubiertas de pinos, pero el fondo de la cañada es semidesértico. Y es que son ecosistemas muy frágiles expuestos al impacto de los cambios en el clima. En 2010, las lluvias torrenciales del huracán Matthew modificaron el curso del río y deslavó las montañas, Matthew contribuyó así a la desertificación de La Esperanza y sus alrededores. Enrique decidió sembrar maíz nuevamente a fines de mayo de 2020, en junio llegaron las primeras lluvias, de manera que a fines de julio la milpa alcanzaba un metro de altura y La Esperanza ya era un lugar muy verde.

Ilustración 2. La Esperanza, cultivo de maíz en tiempos de pandemia del coronavirus, Sierra Zapoteca de Oaxaca. Julio de 2020. Foto. Sr. Enrique Luna Díaz.

La Esperanza es parte del territorio de la comunidad agraria de Ixtlán de Juárez, una comunidad especializada en las políticas forestales que se dieron en la Sierra desde 1980. La Esperanza también representa a las innumerables parcelas que quedaron en el abandono a lo largo de la Sierra en la transición de una región agrícola a una región forestal en las últimas décadas. De manera que cultivar maíz en la Sierra requiere más que sólo interés personal en sembrar.

El calor sofoca y el suelo se calienta, aunque el río esta junto. Enrique necesita recursos para que la corriente logre regar la parcela, tiene semillas, pero el azar del temporal implica un riesgo de que nuevamente, como el año pasado, vuelva a perder la cosecha. “El gobierno debería apoyar a los campesinos para que siembren, pero no tengo la esperanza de que me vayan a apoyar con algo” señala Enrique. A sus 60 años recuerda que en el pasado en la Sierra se cultivaban suficientes alimentos. Dice que el coronavirus nos ha hecho pensar que debemos sembrar porque puede haber escasez de alimentos. Y, en efecto, la experiencia de la pandemia ha provocado que varias tierras, como la Esperanza, se estén renovando para cultivo. Similar a la reactivación de La Esperanza otras comunidades vecinas como Capulálpam e Ixtepeji, que se convirtieron en pueblos forestales en los últimos 40 años, están intentando reactivar el cultivo de alimentos. No obstante, la reactivación de cultivos requiere, como el modelo forestal, compromisos más allá de lo individual de decidir sembrar o no, requiere compromisos comunitarios de apoyo a las siembras y requiere el acompañamiento del gobierno federal en decisiones y recursos para la reactivación del campo. El monocultivo forestal que el gobierno federal promovió y que es vigente en la Sierra tendría que convertirse en un modelo más equilibrado, que considere como prioridad la reactivación de la producción de alimentos, modelo que implica un desafío porque las nuevas generaciones se formaron en la cultura forestal mientras la producción de alimentos se colapsó.

Las secuelas de la pandemia del coronavirus han revelado la apremiante necesidad de reactivar la producción de alimentos, pero transformar la cultura forestal, que se enraizó en la Sierra de Ixtlán por un esquema de aprovechamiento de la agricultura, implica decisiones comunitarias que dependen de otros contextos. La agricultura depende de las desiguales circunstancias que impone el azar de las lluvias, de los procesos de desertificación, del acceso a recursos económicos para los cultivos y de las políticas y decisiones institucionales gubernamentales de apoyo. La pandemia ha dejado nuevos retos porque sin los apoyos institucionales para reactivar la producción agrícola, la migración quizá se incrementará en la Sierra, como está ocurriendo en otras regiones del planeta (Lustgarten, 2020). ¿Estarán dispuestas las comunidades a apoyar la reactivación de cultivos en procesos similares al esquema forestal? ¿Estarán dispuestas las nuevas generaciones en tiempos de nuevas tecnologías de comunicación a reactivar los cultivos de alimentos? ¿Qué harán los gobiernos del estado de Oaxaca y el gobierno federal? Si las reflexiones e incipientes reactivaciones de la agricultura que llamo las buenas nuevas de la pandemia se refuerzan, quizá estaríamos en un parteaguas de lo que pueden ser las autonomías y las economías comunitarias en Oaxaca y más allá.

Bibliografía

Aquino, Salvador (2018), “Ruling Nature and Indigenous Communities: Renewed Senses of Community and Contending Politics of Mitigation of Climate Change in the Northern Sierra of Oaxaca, Mexico”, en Silja Klepp y Libertad Chavez Rodriguez (eds.), A Critical Approach to Climate Chance Adaptation. Discourses, Policies and Practices, Nueva York, Routleged, pp. 129-150.

González, Roberto J. (2001), Zapotec Science: Farming and Food in the Northern Sierra of Oaxaca, Austin, Texas, University of Texas Press.

Lustgarten, Abrahm (2020), “The Great Climate Migration”, en The New York Times Magazine ver https://www.nytimes.com/interactive/2020/07/23/magazine/climate-migration.html consultado el 30 de julio de 2020.

Toledo M. Víctor y Ortiz-Espejel (2014), Regiones que caminan hacia la sustentabilidad. Una geopolítica de las resistencias biculturales, Puebla, Universidad Iberoamericana.