Norma Helen Juárez[1]
Universidad de Guadalajara
En la naturaleza, el niño encuentra libertad, fantasía y privacidad: un lugar alejado del mundo de los adultos, una paz separada. (Louv, 2005)
Ilustración Ichan Tecolotl.
El mundo moderno en el cual vivimos es una etapa muy reciente en el proceso de evolución del ser humano. El ser humano durante millones de años cubrió sus necesidades alimenticias y de reproducción social en armonía con los ciclos naturales, vivía una relación de dependencia con los elementos del entorno y con un mínimo de herramientas. En este proceso el ser humano desarrolló todas las capacidades físicas e intelectuales que caracterizan al hombre moderno. El ser humano, al ser una especie más en el planeta, mantiene aún un vínculo profundo con los elementos de la naturaleza que le estimulan e impulsan a desarrollar su fuerza vital, en una estrecha relación con otros seres vivos, es decir los animales y las plantas de su entorno. Algunos autores llaman biofilia a esta fascinación del hombre por la naturaleza (Wilson, 1998). Con un sentir más profundo, los indígenas del norte de América consideran a la naturaleza como “la madre de todos nosotros”. Desde esta mirada, afirman que “somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos […], todos pertenecen a la misma familia” (Jefe Seattle, 1985).
Pese a nuestro profundo vínculo con la naturaleza, en algún lejano momento de la historia una parte de los seres humanos se concentró en espacios que con el tiempo fueron formando pequeñas ciudades, en donde un grupo creciente de seres humanos se alejó de las actividades agrícolas y comenzó a ocupar su tiempo en actividades manuales e intelectuales cada vez más especializadas. El surgimiento de grupos sociales dedicados a ejercer ciertos oficios, gobernar, comercializar, etc., generó un creciente sector de la población alejado de las dinámicas productivas y el entorno natural.
Cuando una persona se aleja de los espacios de naturaleza, retornar a ellos ayuda a mejorar su salud, esta es una práctica utilizada desde tiempos antiguos. En Egipto por ejemplo, cuando los miembros de la realeza desarrollaban enfermedades mentales, los médicos prescribían caminatas en jardines (Rani, 2015). En épocas más recientes, a finales del siglo XVII se han encontrado registros médicos donde se señala que los pacientes con problemas mentales que cultivaban y trabajaban mejoraban su estado de salud mental mucho más rápido que otros pacientes. Los monjes budistas encuentran también en el contacto con la naturaleza un escenario para una profunda meditación que permita trascender el espíritu y encontrar soluciones al sufrimiento humano (Torrealba,2023).
Volver a la naturaleza surge como un elemento sanador en el momento histórico en que el ser humano comienza a estructurar modos de vida artificiales y alejados de ella. Al respecto, se ha encontrado que el modo de vida moderno al concentrar a millones de seres humanos en grandes ciudades genera condiciones de hacinamiento, contaminación, ruido, iluminación inadecuada, falta de áreas con vegetación y otros factores ambientales que pueden exacerbar trastornos de la salud mental como depresión y ansiedad (Nadakavukaren y Caravanos, 2011). El incremento de problemas de salud mental asociados a la vida urbana nos lleva a prestar mucha mayor atención a las posibles alternativas para mitigar e incluso revertir esta problemática de salud.
El efecto de la naturaleza en la salud humana
En las últimas décadas, con un enfoque más científico, diversos estudios han evidenciado los múltiples beneficios a la salud física y mental que se pueden obtener al interactuar con la naturaleza. Estos beneficios aparecen en tres niveles de interacción; el primer nivel es la observación, que implica la sola contemplación de imágenes, o paisaje con elementos naturales (árboles, agua, montañas etc.) desde un lugar donde no hay naturaleza (una habitación, el interior de una casa, un hospital, etc.). El siguiente nivel de interacción es la exposición incidental, que alude a acudir a espacios naturales de manera cotidiana o vivir en espacios con naturaleza. Un tercer nivel es la participación directa en espacios de naturaleza, que contempla toda actividad que implica una participación en espacios verdes, desde jardinería u horticultura, hasta caminatas de montaña, acampar, escalar, etc.
Cada uno de estos tres niveles de interacción tiene beneficios en la salud de las personas. Como ejemplo encontramos uno de los primeros estudios que dio evidencias sobre el poder sanador de la observación de la naturaleza. En 1984 se demostró estadísticamente que los pacientes en proceso de recuperación postquirúrgica que estaban en una habitación con vista las áreas naturales externas se recuperaban con mayor rapidez y requerían menor cantidad de medicamentos para el dolor que los pacientes que se recuperaban de la misma cirugía en una habitación con una ventana que mostraba el muro de otro edificio (Ulrich, 1984).
Otros estudios han encontrado que las actividades como contemplar o hacer caminatas en bosques generan múltiples beneficios, como disminución de la presión sanguínea, inhibición del cortisol (hormona del estrés) y apaciguamiento de procesos cerebrales de la corteza prefrontal. Esto quiere decir que una caminata en un bosque disminuye los estados de ansiedad, agresividad y el agotamiento mental (Park et al., 2013).
A nivel fisiológico el contacto con la naturaleza también estimula nuestro sistema inmunológico. Esto se explica por los hallazgos científicos de los últimos años que han dado mayor importancia a la relación entre microorganismos y la salud humana. Hoy en día se sabe que cada uno de nosotros esta formado de cien billones de microorganismos. En nuestro cuerpo hay diez veces más microbios que células humanas y en cada centímetro de nuestra piel hay por lo menos unas 10,000 bacterias. Es decir, el cuerpo humano está compuesto por un ecosistema de organismos unicelulares que desempeñan un papel importante en nuestra salud (Marcano, 2008). Cada que interactuamos con un entorno natural revitalizamos esta microbiología que llevamos en nuestro organismo.
Las actividades en huertos y espacios de naturaleza han sido ampliamente utilizadas en años recientes para la rehabilitación de diversos tipos de pacientes con discapacidades físicas e intelectuales, con problemas psiquiátricos o cuadros de depresión y ansiedad. Incluso hoy sabemos que caminar en un bosque o trabajar en un huerto ayuda a activar nuestro sistema inmunológico, interactuar con espacios naturales es una magnifica forma de acceso a microorganismos. Por ejemplo, la Mycobacterium vaccae, abundante en bosques y áreas naturales ha llamado la atención de los científicos por sus efectos inmunoreguladores, y su capacidad de mejorar patologías inducidas y el estrés. Además se ha encontrado que genera resistencia a la ansiedad y favorece la generación de nuevas neuronas (Matthews y Jenks 2013; Smith et al., 2019). Esta bacteria es el centro de múltiples investigaciones con fines farmacológicos, sin embargo está al alcance de cualquier persona que decida pasar tiempo en el bosque, así como estar en contacto con la tierra a través de un huerto o la jardinería.
Terapias de naturaleza
Las terapias de naturaleza o “Green Care” son dos conceptos que engloban una amplia variedad de actividades asistidas como la horticultura terapéutica, la terapia asistida con animales, la ecoterapia, etc. Estos diversos enfoques terapéuticos son parte de un movimiento de cuidado del medio ambiente que reconoce la profunda interrelación entre la salud humana y su entorno natural (Sempik, Hine y Wilcox, 2010).
Dentro las terapias asistidas con animales las más populares son la equinoterapia, la delfinoterapia y la terapia canina. Existen también las granjas terapéuticas de “Care Farming”, lugares donde personas con diversas afecciones físicas, cognitivas o psicológicas interactúan con animales entrenados o de granja y realizan con ellos ejercicios o tareas de alimentación y cuidados. La terapia con animales ha demostrado que ofrece mejoras físicas, mentales y sociales entre los pacientes, y por tal motivo se considera una terapia complementaria (Benedito et al., 2017).
Las actividades enfocadas a espacios naturales se dividen entre aquellas terapias que implican programas de actividades de contemplación y las de interacción con elementos naturales. Un ejemplo de las primeras es, en Japón, la terapia de bosque, conocida como Shinrin-yoku, término que refiere a ir al bosque a respirar aire puro y conectar con la naturaleza. De igual manera, los recorridos a pie, acampamentos en bosques, o hacer ejercicio en parques o entornos con árboles, follaje y vistas a un paisaje, confieren una mayor reposición del estrés, enojo, y depresión, que el hacer ejercicio y quemar las mismas calorías en un gimnasio u otros lugares con construcciones (Arvay, 2016).
Con un enfoque más interactivo, se encuentran las terapias en donde las actividades están enfocadas a manipular elementos naturales. El mejor ejemplo de este grupo es la jardinería y horticultura terapéuticas. Las actividades en huertos y jardines han demostrado su gran efectividad para mejorar diversas afecciones mentales, físicas y emocionales (Sheeba, 2015). La evidencia científica es abundante, por ejemplo se ha mostrado que el trabajo en el huerto genera beneficios emocionales como reducción del estrés, aumento de la sensación de tranquilidad, estabilización del estado de ánimo y disfrute (Han y Yoo, 2014), y también permite reducir la fatiga y restaurar la atención. Es decir, al estabilizarse el estado de ánimo se ha encontrado que también se mejora la capacidad cognitiva (Berman et al., 2008), aumenta la autoeficacia, la autoestima y la calidad de vida, además de mejorar la toma de decisiones y generar una sensación de control y empoderamiento (Kenmochi et al., 2019).
La horticultura con enfoque terapéutico dirigida por profesionales se reconoce por la Asociación Americana de Terapia Hortícola, fundada desde 1973 en Estados Unidos y por la Sociedad para Terapia Hortícola de Reino Unido, de 1978 . Estas son las primeras sociedades que forman y congregan a los profesionales de la terapia hortícola. Actualmente existen otras asociaciones que forman terapeutas hortícolas en Australia, Canadá, España y Perú.
Enfoques en la intervención basada en actividades en la naturaleza
Si bien he resaltado los beneficios de las terapias de naturaleza para la salud, este tipo de terapias se han implementado con distintos objetivos complementarios. De acuerdo con Sempik, Hine y Wilcox (2010), son cuatro los enfoques u objetivos con los cuales se han implementado los programas de intervención con la naturaleza. El principal es el enfoque de salud, desde donde las actividades están encaminadas a tratar terapéuticamente alguna condición de física o mental específica. Este tipo de programas de intervención se suelen llevar a cabo en instituciones psiquiátricas, casas de ancianos, instituciones u organizaciones civiles enfocadas a brindar servicios de salud, etc. El segundo uso es el contacto con la naturaleza con fines de rehabilitación social. Desde este enfoque se implementa un programa en donde las actividades en espacios naturales inducen a los participantes a una mayor reconexión y desarrollo de habilidades sociales. Los lugares donde se implementan este tipo de programas son centros de rehabilitación de consumo de sustancias, prisiones, etc. El tercer enfoque es el educativo, encaminado a generar un espacio para el aprendizaje acorde a necesidades especiales o específicas, comúnmente en niños y jóvenes. Los lugares donde se llevan a cabo este tipo de intervenciones son escuelas, u otro tipo de organizaciones educativas. El cuarto enfoque es de trabajo, en este se apoya a grupos vulnerables para que los participantes desarrollen habilidades y hábitos como la disciplina, disposición al trabajo, etc. Este tipo de programas se llevan a cabo en centros penitenciarios, centros de rehabilitación de consumo de sustancias, organizaciones civiles que trabajan con población vulnerable etc.
Cada uno de los enfoques mencionados busca llevar de manera individual o colectiva a un disfrute del contacto con la naturaleza, aunado a un programa específico de trabajo para desarrollar o estimular habilidades físicas y sociales previamente establecidas, a partir de un diagnóstico previo de las necesidades de los participantes.
Infancia y naturaleza
De acuerdo con las Naciones Unidas actualmente el 55% de las personas en el mudo vive en ciudades y la tendencia va en aumento, por la tasa de natalidad pero también por el desplazamiento de población rural a las zonas urbanas. Esto significa que ha aumentado el número de la población infantil que habita en contextos urbanos, la mayoría de las veces con poco acceso a áreas naturales en donde puedan desarrollar actividades de manera cotidiana.
Para quienes hoy en día somos adultos, en muchos casos la experiencia de contacto con la naturaleza sucedió de múltiples formas, algunos de nosotros jugamos subiendo árboles en las calles, parques, jardines o en localidades rurales, jugamos con tierra e inventamos juegos con cualquier elemento alrededor (palos, rocas, flores, hojas, etc.). Quienes vivimos en ciudades, hemos visto como estos espacios se han modificado radicalmente, se han reducido y a veces incluso desaparecido. No somos del todo conscientes que aquello que vivimos y que nos permitió desarrollar múltiples habilidades motrices, sociales y psicoemocionales; muchos de los niños de hoy ya no lo tienen en su experiencia de vida.
La falta de acceso a entornos naturales en la infancia provoca lo que Richard Louv (2008) llama “trastorno por déficit de naturaleza”. Con este trastorno describe los costos humanos de la alienación de la naturaleza. Entre estos trastornos se encuentra la disminución del uso de los sentidos, dificultad de atención y mayores tasas de enfermedades físicas y emocionales. El autor encuentra preocupante que cada vez más niños en edad escolar encuentran más atractivo quedarse en casa para tener a la mano internet o dónde conectar su dispositivo electrónico que salir a jugar con otros niños. Permanecer encerrado en el hogar, sentado o acostado jugando con dispositivos electrónicos no solo favorece el sedentarismo, sino también genera un ambiente que reduce drásticamente el acceso a estímulos externos, lo cual provoca un adormecimiento de la capacidad de percibir e interactuar con el entorno.
Privar a los niños del contacto con la naturaleza en compañía de otros niños, o en dinámicas familiares de paseo y disfrute, es quitarles la oportunidad de despertar sus sentidos, su espíritu creativo, la curiosidad y los múltiples estímulos fisiológicos, cognitivos y motrices que se generan al estar y hacer actividades en espacios de naturaleza. No olvidemos que la inteligencia de nuestra especie se desarrolló a través de miles de años en contacto con el entorno natural.
El cuidado y cualquier estrategia enfocada en la protección de las infancias debe reconocer e integrar la sagrada relación y codependencia que existe entre el ser humano y la naturaleza. La inclusión y defensa de los espacios naturales en entornos urbanos y rurales debe considerarse como parte del cuidado y resguardo de la calidad de vida de las infancias. A partir de lo ya descrito en este artículo, los beneficios del contacto con la naturaleza son no solo una necesidad, sino un derecho al cual debe de tener acceso toda persona que quiera mejorar su estado de salud física y mental, ya que en palabras de Eliseo Reclus “El Hombre es la Naturaleza tomando conciencia de sí misma”
Literatura citada
Arvay, C. (2016). El efecto Biofilia: El poder curativo de los árboles y las plantas. Urano.
Benedito, M. C., Monleón, V., Caballero Martínez, J. A., y López, A. (2017). Terapia asistida con perros en niños y adolescentes. Revista Española de Pediatría, 73(2), 109–111.
Berman, M. G., Jonides, J., y Kaplan, S. (2008). The cognitive benefits of interacting with nature. Psychological science, 19(12), 1207–1212. https://doi.org/10.1111/j.1467-9280.2008.02225.x
Han, M. H., y Yoo, Y. K. (2014). Effect of Horticultural Activity on the Emotional Intelligence, Social Competency and School Adjustment in Saturday After-school Program for Elementary School Students. Journal of People, Plants, and Environment 17(4), 275-279. https://doi.org/10.11628/ksppe.2014.17.4.275
Kenmochi, T., Kenmochi, A. y Hoshiyama, M. (2019). The effects of horticultural therapy on symptoms and future perspective of patients with schizophrenia in the chronic stage. Journal of Therapeutic Horticulture 29(1): 1–9.
Louv, R. (2008). Last child in the woods: saving our children from nature-deficit disorder. Algonquin Books.
Matthews, D. M., y Jenks, S. M. (2013). Ingestion of Mycobacterium vaccae decreases anxiety-related behavior and improves learning in mice. Behavioural Processes, 96, 27-35. doi: https://doi.org/10.1016/j.beproc.2013.02.007
Marcano, D. (2008). El lado positivo de las bacterias. Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, 39(2), 63-65.
Nadakavukaren, A. y Caravanos, J. (2011). Our global environment: A health perspective. Waveland Press.
Park, B.-J., Furuya, K., Kasetani, T., Takayama, N., Kagawa, T., y Miyazaki, Y. (2013). Psychological Evaluation of forest environment and physical variables. En Q. Li (ed.), Forest medicine (pp. 37-54). Nova Biomedical.
Rani S. (2015). Effectiveness of horticulture therapy on depression among elderly at selected old-age home in Madurai [tesis de maestría]. College of Nursing, Madurai Medical College.
Sempik, J., Hine, R. y Wilcox, D. (eds.) (2010). Green Care: A Conceptual Framework. A Report of the Working Group on the Health Benefits of Green Care, COST Action 866, Green Care in Agriculture. Centre for Child as Family Research, Loughborough University
Smith, D. G., Martinelli, R., Besra, G. S., Illarionov, P. A., Szatmari, I., Brazda, P., Allen, M. A., Xu, W., Wang, X., Nagy, L., Dowell, R. D., Rook, G. A. W., Brunet, L. R., y Lowry, C. A. (2019). Identification and characterization of a novel anti-inflammatory lipid isolated from Mycobacterium vaccae, a soil-derived bacterium with immunoregulatory and stress resilience properties. Psychopharmacology, 236(5), 1653-1670. https://doi.org/10.1007/s00213-019-05253-9
Torrealba, A. (2023). El mundo como un mandala: La visión sagrada del Hombre y de la Naturaleza desde el Budismo. Almogaren: revista del Centro Teológico de Las Palmas, (71), 23-31.
Ulrich, R. S. (1984). View through a window may influence recovery from surgery. Science, 224(4647), 420–421. https://doi.org/10.1126/science.6143402
Wilson, E. O. (1986). Biophilia. Harvard.
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