Erika Liliana López López
(UNAM-GIASF) | matrioska.liliana@gmail.com
La madrugada del 3 de mayo de 2017, junto a una caseta telefónica cerca de la Torre de Ingeniería en el campus de Ciudad Universitaria de la UNAM, el personal de vigilancia y el patrullaje interno, encontró el cuerpo muerto de una joven mujer. Era Lesvy Berlín Rivera Osorio, una chica de 22 años integrante de la estudiantina de dicha casa de estudios.
Este hecho tuvo una particular recepción para la comunidad universitaria, sobre todo para las mujeres. Como un golpe seco la escena nos lanzó con crudeza a la realidad de que Ciudad Universitaria no era el oasis de seguridad que muchas pretendíamos. Fue un recordatorio de que la máxima casa de estudios no está al margen de los índices de violencia, generales y de género, que atraviesan la ciudad y el país. En ese sitio, patrimonio cultural de la humanidad, que se ostenta como orgullo nacional y destinado a la construcción del conocimiento, en el que se promueve la libertad de pensamiento, las mujeres tampoco estábamos a salvo. Ahí también una joven podía ser asesinada y su cuerpo expuesto públicamente sin límites como si fuera un desecho y no un ser humano merecedor de dignidad aun en la muerte.
El lugar donde este feminicidio se perpetró profundiza el mensaje de misoginia, en particular para las universitarias. Señala que, en ese lugar, en el que aprendemos a afirmar la autonomía corporal y de pensamiento, en el que también adquirimos herramientas para cuestionar el orden social de género, es el mismo donde se reafirma nuestra subordinación y se muestra que desacatar los mandatos impuestos para nosotras tiene consecuencias, pues nuestra dignidad puede ser vulnerada. Este es precisamente el mensaje que lanza todo feminicidio: el espacio público no es para las mujeres (Pich, 2003), aunque sea el universitario, mucho menos si se conjuga con la temporalidad nocturna. Ese cronotopo,[1] nos recuerda el temor encarnado en nuestros cuerpos (Del Valle, 1990: 213). Ocupar ese espacio se paga con miedo, y a veces, con la vida.
Placa colocada por la comunidad estudiantil al pie de la caseta donde Lesvy fuera asesinada.
Foto: Dian como la Flor.
Muchas de nosotras sentimos justo eso: miedo. Nos estremeció confirmar que en esos sitios donde transita nuestra cotidianidad laboral o estudiantil, estábamos expuestas al riesgo. “Lesvy pude, puedo ser yo, esto me puede pasar a mí, a cualquier mujer en el campus”, pensamos más de una (Reina, 2017). El efecto de la simbólica misiva se expresó claramente en la reacción espontánea de la comunidad universitaria. Dos días después se organizó una marcha dentro del campus, que salió de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales rumbo a Rectoría, en la que se recorrieron los espacios emblemáticos de riesgo dentro de CU. La manifestación tuvo como propósito demandar a las autoridades la garantía de la vida y la libertad de las mujeres jóvenes universitarias.
A diferencia de la comunidad estudiantil, las respuestas institucionales no neutralizaron el mensaje de la violencia feminicida; contrario a ello, bajo diversas modalidades, lo reiteraron. En una perpetuación de las lógicas sexistas que estructuran el derecho y los aparatos de justicia (Segato, 2003), la Procuraduría capitalina, en lugar de colocar el foco en el hecho y la búsqueda del responsable, envió en twitter mensajes revictimizantes que reproducían estereotipos y prejuicios de género. Con alusiones al consumo de alcohol y drogas por parte de Lesvy (Redacción AN, 2017) enfatizó que no era universitaria; como si ambos aspectos atenuaran un feminicidio acontecido en las instalaciones de la propia universidad o merecieran la culpabilidad de la víctima.
El hashtag #SiMeMatan seguido de frases que ironizaban con el uso de estereotipos de género, fue la contestación ciudadana activada en redes para exhibir a la autoridad procuradora de justicia de la ciudad. Congruente con sus pasos precedentes, dicha autoridad inició la investigación por suicidio. Esto a pesar de que las cámaras de seguridad universitarias mostraban únicamente a Jorge Luis González Hernández, novio de Lesvy, a ella y a un perro, momentos antes de que ésta fuera asesinada; y en franco incumplimiento de los protocolos y la normatividad que ya entonces establecían que toda muerte violenta de mujeres debería ser investigada como feminicidio (OACNUDH, 2014).
La UNAM por su parte, hizo lo propio en al menos tres gestos. Primero, el personal de auxilio y vigilancia universitaria que encontró a Lesvy sin vida, movió y cubrió su cuerpo para evitar que estudiantes que pasaran por el sitio observaran lo ocurrido. Con ello alteró la escena del crimen y participó de la pérdida de evidencias cruciales. Segundo, días después, el comunicado oficial emitido por la Dirección de Comunicación Social universitaria, eufemizaba el evento al que se refirió como “fallecimiento” con la implicación de que su autoría se debía a “grupos antisistémicos” que actuaban con impunidad en las instalaciones (DGCS-UNAM, 2017). Tercero, meses después, el cable y el auricular de la caseta telefónica donde Lesvy había sido privada de la vida, fue retirado y cambiado por uno nuevo.
Las instituciones, al reiterar estereotipos de género, al pretender cubrir, expulsar, o higienizar el evento, emitieron gestos que promovieron activamente el olvido, obstruyeron la reflexión social en torno a lo ocurrido. Sus acciones sumaron a la normalización y a la impunidad social y legal, tierra fértil de la violencia feminicida (Lagarde, 2016) que abre la posibilidad de que actos semejantes sean repetidos.
Desde ese 3 de mayo a la fecha, la violencia contra las mujeres en el país pasó de promediar ocho a diez mujeres asesinadas al día. Pero, parafraseando a Teresa del Valle (ibíd.), ¿esas encrucijadas, en las que las mujeres hemos sentido miedo han influido para coartar decisiones hacia delante? Pese a ellas, parece que no. Las violencias múltiples contra las mujeres universitarias siguen dentro[2] y fuera del campus, pero también sus resistencias.
La lucha de Aracely Osorio, madre de Lesvy, para hacer justicia a su hija, condujo a que la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México, llevara a cabo el 2 de mayo de 2019 una disculpa pública en las propias instalaciones universitarias cercanas a donde ocurriera el evento, en la que reconoció las fallas en la investigación y la falta de debida diligencia en el caso (Altamirano, 2019). Jorge Luis González fue condenado en octubre de 2019 a cuarenta y cinco años de prisión por el delito de feminicidio agravado. Aunque su defensa apeló la sentencia y dicha apelación aún no se resuelve, la sentencia ha sido una victoria social y legal frente a la impunidad de la violencia feminicida.
Performance realizado por estudiantes organizadas en las tomas de facultades de la UNAM en 2020”.
Foto: Dian como la Flor.
En noviembre también de 2019, grupos y colectivos de mujeres organizadas de diversas facultades del campus de Ciudad Universitaria, como Filosofía y Letras, Economía, Arquitectura, Ciencias, Ciencias Políticas y Sociales, tomaron las instalaciones en protesta por las violencias de género reiteradas y no debidamente combatidas por la institución educativa (el feminicidio de Lesvy incluido). Con diferente duración de las tomas, aún en medio de la pandemia por Covid-19, y con la suspensión presencial de actividades de la UNAM,[3] la última facultad se liberó hasta el 28 de agosto de 2020 (Ruíz, 2020). Dicha protesta encontró el respaldo activo de la propia Aracely Osorio. Las tomas colocaron la violencia de género como un tema importante en la agenda universitaria e impulsaron la aprobación de una modificación en la legislación universitaria que, en febrero del mismo año, reconoció la violencia de género como falta grave. Estas modificaciones son todavía insuficientes si no incorporan sanciones, pero son de suyo una buena noticia: la violencia de género contra las mujeres universitarias continúa, pero ya no sin impugnación y resistencia de nuestra parte.
Bibliografía
Altamirano, Claudia (2019), “Procuraduría de CDMX pide disculpa pública a familia de Lesvy Berlín; su madre exige justicia”, en Animal Político, https://www.animalpolitico.com/2019/05/procuraduria-disculpa-publica-lesvy-berlin-feminicidio-unam/, 2 de mayo.
CDHFFV (2018), Lesvy Berlín. Resumen de prensa. Dossier del caso. http://www.flad-la.org/biblioteca/1NkYHluERyE4DPpuK9gveYC0oHM0WfBfcnlzOORj.pdf
Dirección General de Comunicación Social-UNAM (2017), Boletín, 5 de mayo. https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2017_303.html
Del Valle, Teresa (1990), “Procesos de la memoria: cronotopos genéricos”, en Áreas, núm. 19, pp. 211-225.
Lagarde, Marcela (2016), “El derecho humano de las mujeres a una vida libre de violencia”, en Ma. Elena Jarquín Sánchez (coord.), El campo teórico feminista: aportes epistemológicos y metodológicos, México, CEIICH-UNAM, pp. 15-78.
López, Erika Liliana (ms.), “Peritaje en materia socioantropológica sobre el entorno social en el caso del feminicidio de Lesvy Berlín Rivera Osorio”, Carpeta de Investigación Número CI-FCY/COY-1/UI-1 C/D/0199/05-2017.
OACNUDH y ONU Mujeres (2014), Modelo de protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género (femicidio/feminicidio), OACNUDH-ONU Mujeres.
Oficina de la Abogada General, UNAM (2020), “Informe sobre la implementación del Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM”, del 28 de agosto de 2016 al 21 de agosto de 2020. http://www.abogadogeneral.unam.mx/sites/default/files/2020-11/Cuarto%20Informe%20sobre%20la%20implementación%20del%20Protocolo.pdf
Redacción AN (2017), “PGJCDMX se retracta por tuits sobre Lesvy Osorio”, en Aristegui Noticias, https://aristeguinoticias.com/0405/mexico/pgjcdmx-se-retracta-por-tuits-sobre-lesby/
Pich, Tamar (2003), Un derecho para dos. La construcción jurídica de género, sexo y sexualidad, Madrid, Trotta.
Reina, Elena (2017), “Los estudiantes de la UNAM gritan por Lesvy “‘nos queremos vivas’”, en El País, 5 de mayo, https://elpais.com/internacional/2017/05/05/mexico/1494005451_831653.html
Ruíz, María (2020), “Termina el último paro feminista en la UNAM. Entregan Economía”, en Pie de Página, 28 de agosto, https://piedepagina.mx/termina-el-ultimo-paro-feminista-en-la-unam-entregan-economia/
Segato, Rita Laura (2003), Estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes-Prometeo.
- “Puntos donde el tiempo y el espacio imbuidos de género aparecen en una convergencia dinámica. Como nexos poderosos cargados de reflexividad y emociones”, se reconocen por ser catalizadores y estar sujetos a interpretaciones continuas; constituyen enclaves temporales donde se negocian identidades y también se negocian o reafirman desigualdades (ídem). ↑
- Entre el 29 de agosto de 2016, fecha en que se implementó el Protocolo para la Atención de Caos de Violencia de Género en la UNAM y el 21 de agosto de 2020, se han presentado 1486 quejas, siendo 98.2% mujeres las quejosas. Del total de quejas, 79.2% fueron presentadas por alumnas, 11.3% por personal administrativo y 3.6 % por personal académico. De los presuntos agresores, 42.9% son alumnos y 27.7% son académicos. En el 47.9% de los casos existía una relación académica. Las violencias más recurrentes fueron la sexual y psicológica (Oficina de la Abogada General 2020). ↑
-
Incluye en su normatividad el Protocolo de Género y Lineamientos Generales para la Igualdad de Género en la UNAM. ↑