Guillermo Briseño[1]
Escuela de Música del Rock a la Palabra

Guillermo Briseño en concierto. Fotografía: Daniel Murillo Licea, CDMX, 2025
Resumen
La canción política tiene características esenciales que van a contracorriente de la música comercial. En este texto se mencionan algunas de ellas.
Palabras clave: Canción política, activistas, movimiento feminista, zapatismo, luchadores sociales.
Al contrario de lo que ufanamente refieren los cantantes y artistas del ánimo comercial, la canción política no busca que la gente olvide sus problemas, no quiere apaciguar conciencias. Desea convocar, informar, denunciar, relatar, imaginar. Sólo que la canción política no piensa, no camina, no es su palabra musical y dicha sino la de quien hizo la obra. Son los artistas plásticos o dramatúrgicos los que moldean lo suyo, así los músicos y los poetas. Y sí, hay corrientes, pero el carácter de política se lo da a la canción por un lado el autor, y por otro, el público y en especial los activistas, los luchadores sociales, los cuadros más avanzados que son capaces de convertir una canción de cuna, o las mañanitas, en canto de guerra.
Las circunstancias, los sucesos, las coyunturas sociales e históricas son causa y efecto de muchas expresiones de la humanidad para forjarse a sí misma; las canciones son parte de ello, han logrado que se hable de las cosas, se han burlado y han llorado por ellas. En la música, en la canción, viven las contradicciones y se dicen, se cantan. Hoy día están desatadas las voces. En ocasiones con ideas certeras, documentadas, nutritivas. Otras veces son oscuras, niegan la existencia de los diferentes, desprecian, imponen, repiten, mienten. Todo ello aparece en las canciones; la canción política se da cuenta y lo enarbola. Sus autores lo hacen porque lo necesitan, no porque deje dinero. Por eso la contradicción: en sentido estricto, la canción política es anticomercial, no se trata de cuánto vale, sino cuánto significa.
Sin embargo, para cumplir con su cometido intrínseco tendría que llegar a los oídos de toda la población que tenga la voluntad escuchar, pero el capitalismo ejerce su parte: hay que promover, insistir, ser comerciable, que la gente compre discos, o lo que sea pero que compre; que el artista venda, pero mucho. Si no, no importa, no sirve.
La canción política ha tenido éxitos, son conocidos muchos de ellos, pero es conveniente no olvidar que su origen viene desde que en los versos homéricos la poesía se cantaba. O lo que podemos intuir que los artistas tenochcas o mayas, por citar sólo dos, nos heredan como instrumento de manifestación de algo de lo más digno de la humanidad: el deseo de cambiar la realidad y de inspirarse en los aires de la filosofía y la historia de cada lugar para sonar como el artista quiera, porque es confiable y sabe ser libre de diversas maneras. Como Víctor Jara, por ejemplo.
La canción política va cruzando los escenarios de la historia. Acompañó una rebelión indígena antes y después de 1994. Ha viajado por los sismos y sus tragedias. Está dentro del movimiento feminista: ellas la cantan, la extienden. La canción política que brota de las mejores convicciones ha caminado con las madres y padres de los estudiantes de Ayotzinapa. Está viva. Mientras el tren de la realidad capitalista avanza, el movimiento social progresa, se adapta, estalla. La canción también.
Apéndice
Uno de los principios rectores de la orientación de la canción política es la reivindicación y defensa del patrimonio cultural de cada país. Ese principio está vivo, pero la vida y transcurso de las artes, sobre todo en un país como México, conlleva la asimilación, el sincretismo, la apropiación, incluida la expropiación de las expresiones musicales y literarias para manifestar ahora, sus propias convicciones y motivos de lucha.
Si echamos una mirada a la realidad, muchos de los instrumentos que se usan, inclusive reivindicados como auténticos, son asimilaciones, por ejemplo, de las variantes de la guitarra de los árabes, adaptada y digerida por los españoles y los gitanos y traída a estas tierras durante la cruel conquista. Ahora tocamos bien la guitarra (incluida la eléctrica), la vihuela, la jarana, el violín, el arpa y hasta el piano. Y por supuesto, instrumentos de viento de todas las familias. Nos apropiamos de ritmos, estructuras y corrientes musicales con sus variaciones a través de las épocas que también son nuestras épocas.
Por otro y el mismo lado, la palabra es la flecha de acción de la canción política; la palabra son las lenguas originarias con las que las comunidades indígenas dicen quiénes son, qué tienen, qué les falta, cómo se explican el mundo. Merecen respeto y el mejor uso de sus aportaciones a nuestra cultura. Pero la palabra que aquí escribo es en castellano, el español que hace 500 años fue clavado en nuestra lengua. Ahora hacemos poesía, novela, ensayo, arrullos, himnos, canciones, y por supuesto canción política. Habrá en ella aires campesinos, aires de la música clásica, la ópera incluida, aires del blues, el rock y el jazz. Mientras el capitalismo exista será válida la crítica marxista. Mientras haya movimientos sociales habrá canción política. Por eso estamos aquí.
Política es la canción
que dice lo que nos duele
que intuitiva se las huele
cuando gobierna un ladrón
Cantar construye opinión
es un impulso que nace
donde la historia se hace
para que nazca el futuro
pues lo único seguro
es la conciencia de clase.
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Correo electrónico: rockalapalabra@gmail.com ↑