Siempre Meche

Guillermo de la Peña[1]
CIESAS Occidente

Mercedes González de la Rocha

Conocí a Mercedes González de la Rocha, Meche desde entonces, cuando fue mi alumna en la licenciatura en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana, en 1975–1976. Era una excelente estudiante. Se sentaba en las primeras filas, tomaba diligentemente apuntes, estaba al día en las lecturas del curso, hacía preguntas inteligentes, me entregaba trabajos cuidadosos y entendía mis chistes. Tenía un gran sentido del humor y un genio vivo, pero irradiaba simpatía. Pronto pensé en invitarla a unirse como becaria tesista en un proyecto, patrocinado por el CIS-INAH, que coordinábamos Pepe Lameiras y yo en el Sur de Jalisco. Aceptó, después de dudarlo un poco, porque —según me confesó después— le costaba distinguir si yo hablaba en serio o en broma.

En 1977 se unió al proyecto y se convirtió en una compañera entusiasta e incansable. Escogió un tema de tesis novedoso y difícil: el impacto del gran ingenio de Tamazula en el mundo campesino y en el desarrollo de la región. Otro becario, Agustín Escobar Latapí, trabajaba al mismo tiempo sobre otra gran agroindustria: la Unión Forestal de Jalisco y Colima, adjunta a la fábrica de papel de Atenquique. Meche y Agustín comenzaron a intercambiar ideas e información sobre sus temas afines y decidieron escribir una tesis en común. Desde entonces están juntos. La tesis en coautoría fue luego publicada como libro por el Gobierno de Jalisco con el título Las agroindustrias del Sur de Jalisco.

Un amigo cercano, Bryan Roberts, antiguo profesor mío en la Universidad de Manchester, nos había visitado en el trabajo de campo y trabó amistad con el tándem González de la Rocha / Escobar Latapí. Con apoyo de CONACYT y el beneplácito de quien era nuestro común mentor, Ángel Palerm (quien al principio se mostró renuente, pues le interesaba que ingresaran al posgrado de la Ibero), la pareja viajó a Manchester para realizar estudios de posgrado. Cuando terminaban la maestría, una carta de Meche me causó un enorme gusto: me decía que les interesaba hacer sus tesis doctorales en vinculación con algún proyecto mío. En ese tiempo, Bryan y yo urdimos una propuesta para llevar a cabo una investigación sobre la organización social del mercado de trabajo en la región de Guadalajara, que recibió apoyo de la Fundación Ford. Naturalmente, Meche y Agustín se unieron al proyecto.

Un aspecto importante de este proyecto tenía que ver con la naturaleza de la clase trabajadora en un mundo de pequeñas industrias y empleo informal, y Meche se enfocó en la vida familiar de los trabajadores informales, más específicamente en el papel de las mujeres. Al respecto, desarrolló un innovador modelo analítico centrado en el ciclo doméstico. En el análisis, adaptaba métodos utilizados por antropólogos africanistas y por estudiosos del campesinado. El resultado mostró una visión dinámica sobre la reproducción de la pobreza, las estrategias de sobrevivencia de los hogares y el papel fundamental de las mujeres como sostén de la familia. La tesis traducida al español se publicó como libro —Los recursos de la pobreza—, por El Colegio de Jalisco y CIESAS, y ganó el Premio Miguel Othón de Mendizábal que otorgaba el INAH. Un poco más tarde apareció en inglés —The resources of poverty—, con el sello de Blackwell, la editorial de Oxford. Esta publicación pronto mereció reseñas laudatorias y reconocimiento internacional: a Meche le llovieron invitaciones y fue nombrada consultora de la ONU y de universidades, fundaciones internacionales y agencias gubernamentales sobre temas de pobreza, antropología urbana y feminismo.

En 1987 Meche y Agustín formaron parte del grupo fundador del CIESAS Occidente y emprendieron un nuevo estudio en la zona metropolitana de Guadalajara, esta vez sobre los efectos de la crisis de la década de 1980 entre familias de bajos ingresos. Invitados por el Centro de Estudios sobre México y Estados Unidos de la Universidad de California, San Diego, organizaron un seminario y coordinaron un libro sobre ese tema. Pero además Meche constató que la crisis había profundizado la pobreza de muchos hogares, en donde las previas estrategias de sobrevivencia ya no funcionaban. Otra problemática sobre la que escribió en esa época se refería a la suerte de los hogares encabezados por mujeres. Lo que publicó sobre esos temas vanguardistas pronto suscitó polémicas aunadas al reconocimiento de científicos sociales y estudiosos de la población.

Al cobrar importancia los programas sociales gubernamentales a partir de la primera década del siglo XXI, Meche encontró un nuevo papel como consultora sobre la eficacia de esos programas, y sobre todo como investigadora de sus condiciones de posibilidad y repercusión en múltiples aspectos de las familias rurales y urbanas. Sostuvo que estas familias no debían considerarse como beneficiarias sino como sujetos de derechos sociales. Sus conclusiones fueron muy apreciadas por los responsables de los programas. Y los grupos de investigación que ella fundó, lideró y la acompañaron en sus estudios fueron el contexto en que se formaron un buen número de profesionales valiosos. Es necesario también mencionar el importante papel de formadora que Meche desempeñó como docente y directora de tesis en los programas de posgrado de CIESAS Occidente y como profesora invitada en las universidades de Columbia y Cambridge. En esta última fue titular de la Cátedra Simón Bolívar en el curso escolar 2005-2006.

Otras muchas cosas buenas pueden decirse sobre mi queridísima y llorada amiga. Con nuestras familias, tenemos medio siglo de amistad. Se nos fue demasiado pronto, en plenitud de vida y carrera. Nos sigue acompañando su generosidad, su alegría, su inteligencia, su franqueza, su honestidad. Siempre Meche.

Para ella, este mínimo homenaje.


  1. Profesor Investigador Emérito