Servicios gratuitos salud sexual y reproductiva a mujeres migrantes en la frontera de Tijuana (México – Estados Unidos de América)

Yaredh Marín Vázquez[1]
El Colegio de Michoacán

La partería en este punto de la frontera (…) es partería pura y dura.

Introducción

Aleida tiene 42 años es hondureña, está en el cuarto mes de su tercer embarazo. Viene porque después de cargar una cubeta con agua en su trabajo -como recamarera en un hotel- comenzó a experimentar mucho dolor en el abdomen. Tomé sus signos vitales y luego Karime, la partera le escuchó pacientemente. Aleida dice que se vio obligada a cargar la cubeta porque pues no ha podido decir que está embarazada. Teme que la puedan correr. Karime le pregunta si ha tenido sangrado, si le duele la cabeza o le zumban los oídos. Aleida responde que no a todo.

¿Y cómo estás de tus emociones? Le pregunta la partera. El silencio reina durante algunos minutos. Aleida retoma el aliento y nos cuenta que recientemente Nora su hija de 16 años llegó a vivir con ella a Tijuana. Nora vivía con unos parientes en Veracruz, pero cuando Aleida le contó que estaba embarazada Nora desapareció. Los parientes la buscaron por semanas, pero no la encontraban; así que Aleida se desplazó a Veracruz para buscarla. Se enteró, por los vecinos, que se había “fugado” con un muchacho. Descubrió también que el “novio” tenía antecedentes penales y que Nora estaba encerrada y siendo abusaba sexualmente. Aleida se armó de valor y enfrentó al muchacho, amenazándole con recurrir a la policía si no le entregaba a su hija. El no cedió, le pidió dinero a cambio de su hija.

Temerosa y sin dinero, decidió hablar con la madre del joven advirtiendo que de no recuperar a su hija iría con la policía. La madre de aquel joven, ante el miedo de que este volviera a la cárcel, dejó entreabierta la puerta para que Nora escapara. Aleida quiso proceder legalmente, sin embargo, la familia de él le amenazó con denunciarla por maltrato y por su estatus migratorio irregular.

Aleida y Nora viajaron juntas a Tijuana. Unas semanas después de su llegada, Nora se quejó de dolor genital. Fueron al médico y entonces descubrieron que tenía gonorrea. Aleida consternada nos cuenta que aún estaban esperando el tiempo indicado para realizar las pruebas de VIH. Nos cuenta que la cotidianidad con Nora saturada de llanto, culpa, tensión, tristeza…

 Consulta prenatal provista por partera

Foto: Emilio E. Mercell Rojas


Karime con una escucha serena, que me impacta por la tremenda empatía, le dice: “Aquí podemos acompañarte a ti y a tu hija. También podemos hacer las pruebas de VIH. Si ella quiere venir aquí es bien recibida y tú también”.

Veo en Aleída una sombra de culpa y me atrevo a abrir la boca para decirle: “Ni este bebé, ni tú, ni tu hija son responsables de lo que pasó”. Mis palabras parecen haber “descubierto al elefante en la habitación”. Las lágrimas brotan… le acerco papel de baño. Las tres permanecemos sentadas durante un rato en silencio. Karime le dice: te vamos a checar con cuidado y te vamos a dar un masaje.

En una camilla, Karime palpa su útero y luego le hace un ultrasonido. Encuentra todo bien. Entonces, se le da un masaje. Ella se queda dormida durante unos minutos. Se va de la clínica una hora y media después. Con una sonrisa nos dice: “Muchas gracias por escucharme, muchas gracias por todo.” Durante mi estancia en campo, Aleida volvió al menos tres veces, nunca tenía cita. Iba por masaje o para contarnos que le dolía la cabeza. Cada vez, nos actualizaba sobre la situación con Nora. La última vez que la vi dijo que: su hija sí quería venir a conocer el lugar y a que platicáramos con ella.

Partería en Tijuana

La partería en México es una práctica sociocultural e histórica que acompaña y cuida la vida. “Según la Asociación Mexicana de Partería, una partera es una persona preparada (formal o empíricamente) para atender a la madre durante el embarazo, prepararla para el trabajo de parto y asistirla durante el parto, recibir al bebé y proporcionarle los cuidados necesarios en sus primeras horas de vida” (Sánchez, 2016: 234). Una de las fortalezas de esta labor es que se ancla en la cotidianidad y las prácticas locales. Lo que ha llevado a que instituciones como OMS, UNFPA, Secretaría de Salud califiquen la partería como de culturalmente apropiada. Sin embargo, esa misma fortaleza (etnometodologíca y empírica -en muchos casos-) y pesé a los elogios oficiales de instituciones de ancha talla propicia que las parteras tengan relaciones de subalternidad, construidas históricamente, con la práctica biomédica e instituciones administrativas gubernamentales.

Parteras indígenas, tradicionales, empíricas, autónomas, profesionales o cuales quiera sea el “adjetivo” que acompañe el sustantivo trabajan a contracorriente. Enfrentan corporal, económica, social, jurídica y emocionalmente violencia por encontrarse en la intersección no hegemónica de: género, raza, clase y episteme.

En cada latitud en la que parteras ejercen se enfrentan a retos particulares ¿Qué ofrece una mirada al ejercicio de la partería en Tijuana en particular? Propongo que en esta ciudad una de las fronteras más transitadas del mundo, el análisis del ejercicio de las parteras devela relaciones de poder que “pasan factura a las parteras en la vida cotidiana”. Exacerbado porque la ubicación geopolítica implica ser una tensa bisagra entre México y Estados Unidos en la que confluyen de marcos jurídicos binacionales que trastocan la vida de todas y todos los que pasamos/estamos por allí.

La población local y flotante es diversa, en las calles pueden hallarse personas provenientes casi de cualquier punto del plantea. Es una Ciudad saturada de diversidad cultural, lingüística, religiosa, etcétera. Mucha de la población que habita o la cruza son personas que buscan cruzar al otro lado con la esperanza de “escapar de la violencia” -en sus diversas manifestaciones- y encontrar mejores oportunidades de futuro.

Es común también que buena parte de esa población habite la ciudad con un estatus migratorio irregular. Ya sean nacionales o extranjeros los documentos de identidad son un objeto preciado causa de asaltos o extorsión, agudizando una el proceso de vulnerabilidad al que ya están expuestos de por sí. La ausencia de bienes y servicios básicos como agua, comida, vestido y techo intensifican los desafíos. La dificultad para la comunicación por la diversidad lingüística es otro reto para vencer -se trate de personas mexicanas hablantes de lenguas originarias o extranjeros como las personas haitianas hablantes de creole. Características culturales que se exacerban el proceso de vulnerabilidad en la intersección sexo-genero. En la propia jerarquía interna de los procesos migratorios, son las mujeres, disidencias sexo-genéricas e infancias quienes se ven mayormente expuestxs a la violencia, entre ellas la sexual.

En este contexto, nació Justicia en Salud un programa de partería y cuidados prenatales como parte de la organización civil binacional Refugee Health Alliance. Este lugar que funciona como una clínica y casa de partos en el que se brindan servicios gratuitos de salud sexual y reproductiva. Parteras voluntarias -principalmente mexicanas- atienden diariamente a decenas de mujeres y personas de las disidencias sexo genéricas locales y extranjeras. Durante agosto y septiembre del 2021, participé como voluntaria haciendo entre otras cosas, labor de recepcionista en la clínica.

La historia de Aleida muestra que la atención provista por parteras en Justicia en Salud demanda de las parteras una amplia variedad de saberes. Ellas movilizan conocimientos personales (experiencias de su propia trayectoria de vida), tradicionales (heredados por sus familias o mentoras), profesionales (adquiridos en su formación), institucionales (gestión de protocolos con instituciones gubernamentales) para brindar atención en un contexto complejo: política, cultural y socialmente.

 Entrada de justicia en salud



Foto: Yaredh Marín Vázquez


Aleida se presenta en la clínica con una “urgencia” dolor abdominal relacionado con una actividad física relacionada con su trabajo. Un trabajo precario, no regulado, debido a que es una migrante hondurela sin papeles, que teme perder su fuente de empleo al anunciar su embarazo. Karime, la partera, acude primero a sus competencias clínicas. Ella revisa los signos vitales, que previamente yo había tomado, y pregunta sobre posibles síntomas que podrían indicar: preeclampsia o un aborto espontáneo.

La mayoría de las mujeres que reciben atención en Justicia en Salud tienen limitado acceso a alimentos. Algunas comen en los albergues, por tanto, comen lo que se les ofrece de manera gratuita, algunas que cuentan con dinero pueden comprar, pero debido a la escasez de recursos priorizan alimentos ricos en almidones pastas, arroz, pan, tortilla porque son alimentos que rinden y les brindan una sensación de saciedad. Las frutas y las verduras son caras -pues no debemos olvidar que se trata de una zona árida-, entonces es de comprenderse que la población migrante las consuma poco. El reducido acceso a agua potable es otro problema, lo que sumado a las precarias condiciones de higiene (carencia de baños para orinar o bañarse), exacerba las posibilidades de desarrollar infecciones de vías urinarias, que además de dolorosas en el embarazo puede desencadenar el desarrollo de abortos.

La carencia alimentaria exige a las parteras crear estrategias en las que movilizan el saber cotidiano ¿qué alimentos se pueden conseguir regalados o a bajo costo localmente? ¿qué tipo de insumos necesita la clínica? Recuerdo pasar tardes llenando bolsitas de plástico con flores de Jamaica y plantas medicinales que después serían entregadas a las mujeres para echar en el agua y ayudar a sus riñones. Belegui una voluntaria aprendiz de partería recomendaba a las mujeres pedir regalados los pelos del elote en las verdulerías para prevenir la cistitis. Además de antibióticos para los casos en los que los tratamientos paliativos son insuficientes.

Otro básico del stock de la clínica son las vitaminas e inyecciones de hierro porque la desnutrición es común. Para casos urgentes, hay frutos secos y miel, cuando las mujeres llegan próximas al desmayo por falta de alimento, insolación o deshidratación. Todos los días, a mediodía, un grupo de voluntarias llegan con una caja llena de tortas o burritos y frutas que serán repartidas entre las mujeres y familias que arribaban.

En el pasillo de la entrada de la clínica, hay un par de tinacos Rotoplas que fueron intervenidos con unos filtros para potabilizar el agua. Aun cuando la clínica esté cerrada, las botellas pueden ser llenadas porque las llaves dan a la calle. La movilización de las parteras, y en especial de Ximena, la fundadora para crear redes y alianzas que permitan suplir necesidades básicas como agua y comida permiten ofrecer a las personas que asisten a la clínica una atención con las necesidades básicas medianamente solventadas.

Volviendo a la historia de Aleida, cuando Karime descarta un asunto fisiológico (tanto por las respuestas negativas, como al checar con el tacto -de nueva cuenta- el cuerpo de Aleida) pregunta: ¿Y cómo estás de tus emociones?

La actitud corporal de Karime me impresiona. Su paciencia y disposición para habitar el silencio me hace preguntarme ¿cuántas historias ha escuchado? ¿esta disposición es característica de su personalidad? La historia que Aleida nos contó son de esas las palabras parecen alfileres. Un cuerpo metálico muy pequeño que tiene el potencial de reventar las infladas emociones. Es la historia de un rescate un final “feliz” en el que rescata a su hija de un secuestro y explotación sexual. Una narrativa en la que se cuela la culpa por el actual embarazo. Un desenlace en el que la enfermedad por la sexualidad recuerda la violencia y la zozobra asecha por la posibilidad de contagio de “VIH-SIDA”. Experiencia que se combina por la amenaza de ser denuncia por “ilegal”, por “migrante”, por “maltrato”. ¿quién puede acceder a la justicia? Me pregunto. ¿qué es la justicia?

Karime con su escucha serena y en su voz que ahora me parece un bálsamo le dice: “Aquí podemos acompañarte a ti y a tu hija. También podemos hacer las pruebas de VIH. Si ella quiere venir aquí es bien recibida y tú también”. Acaso, la disposición a acompañar las consecuencias de la injusticia ¿será un acto restaurativo? Facilitar la posibilidad de atención en un espacio en el que se ofrece “ser bien recibida”, a la mejor no es justicia pero es la posibilidad de ser mirada con buen trato.

La Red de Casas de Partería en México describe el modelo de atención en partería como “una filosofía de atención [basada] en una relación de confianza entre la mujer y sus proveedoras, (…) el cuidado del bienestar y apoyo a la mujer durante el transcurso de su vida. Este modelo se especializa en apoyar procesos fisiológicos basados en la confianza mutua y la comunidad, que se construyen con el tiempo, la educación, la atención respetuosa y compasiva” (Alonso, Guadarrama, Hernandez, 2018: 7)

Si bien esta es una declaración política, encuentro que en el caso que tratamos hay un esfuerzo personal y político de las parteras voluntarias por ofrecer una atención respetuosa y compasiva. Durante las semanas de mi estancia pude ver como las otras voluntarias algunas con mayor o menor habilidad ofrecían su escucha para abordar el bienestar atendiendo a las emociones de las mujeres, disidencias e infantes que arriban a la clínica. En muchas ocasiones había que solicitar el apoyo de traductores, principalmente para la comunidad haitiana. Las traductoras formaban parte de un grupo de contención y apoyo emocional a la persona atendida, pero también entre pares. Porque hay historias que resuenan con nuestra propia historia, que pasan factura a la vuelta de unos días o semanas.

Karime y yo escuchamos a Aleida, y nombramos la culpa que rondaba tras un velo. Las lágrimas brotaron. Fue la posibilidad de que la presa se desbordará en terreno apto. Karime le ofrece un masaje. Se acomoda el cuerpo con tacto, se recurre al saber no biomédico. Se suaviza la experiencia con el tacto. Aleida descansa cae rendida al sueño. Después se despide, pero vuelve una y otra vez al lugar que le acoge, a las personas que le escuchan y acompañan. Invita a su hija para ser parte.

Tinacos de Agua Potable

 Foto: Emilio E. Mercell Rojas


Ximena, la fundadora de Justicia en Salud, narra su trabajo como “la partería en este punto de la frontera en este lugar porque es partería pura y dura, digo yo, porque es desde las cosas básicas como conseguir un cambio de chones, ropita para recién nacido, comida, dar una fruta, dar agua, dar tratamientos naturales.” Son requeridos todos los expertises disponibles: desde conducir un auto, pagar un trámite, llamar una grúa, acompañar a sacar un certificado de nacimiento, presentar una denuncia, limpiar una herida. Ninguna acción es pequeña en el cuidado de la vida.

Las reglas de dos canchas

El ejercicio de la partería en México carece de lineamientos claros de ejecución, es así que el 5 de septiembre de 2022, Hugo López-Gatell -Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud- anunció la creación de una norma sanitaria que regular el trabajo de las parteras. Este anunció constriñó el espacio ya de por sí complejo en el que trabajan las parteras en la frontera (dificultades que comparten con parteras en el resto del país). La falta de reconocimiento de sus competencias, la persecución a su práctica, la falta de acceso a certificados de nacimiento, los obstáculos ante traslados de emergencia se han recrudecido ante la declaración de López-Gatell pues las y los funcionarios teme incumplir una norma que aún no existe.

En esta bisagra geográfica la situación se complica porque la población atendida “aunque debería tener acceso a la salud como derecho humano” es perseguida y acosada. Además de sumar las políticas migratorias estadounidenses que exigen de las parteras competencias “jurídicas” para la expedición de informes clínicos sobre las mujeres embarazadas, para tramitar procesos de asilo. Estos múltiples frentes a cubrir, en una posición de desventaja, exige de las parteras una entrega total a la atención.

Físicamente hay un desgaste físico y corporal. Emocionalmente, las historias pueden ser lacerantes. Si bien las competencias clínicas se afinan, ya sea por la auto capacitación y los convenios con otras instituciones, es urgente crear mecanismos comunitarios e institucionales que sostengan con mayor fuerza el trabajo de estas mujeres. No olvidemos que se trata de una labor voluntaria. La creación de fuentes de remuneración digna y subvención del estatal (binacionales) es urgente. Dice Ximena sobre las trabas gubernamentales a su trabajo “que si no me dan pues que no me quiten, porque el gobierno tiene varios acuerdos con organizaciones de la sociedad civil de no cobrarles algunos servicios”.

La labor que las parteras realizan rebasa lo concerniente a la atención obstétrica, ya que implica, constantemente, la gestión de bienes y servicios básicos y el acompañamiento psicosocial a mujeres y familias que han vivido procesos de violencia. Su trabajo apuntala el cuidado de la vida. Sin embargo, es necesario crear redes y lazos que permitan fortalecer los cuidados a las cuidadoras. Política y culturalmente las parteras realizan una labor invaluable que no debiera costar su bienestar, pues se trata de una responsabilidad social y estatal.

Referencias:

Alonso C., Guadarrama E., Hernández V. (2018),  Abre tu casa de Partería (manual), Red de Casas de Partería México.

Sánchez Ramírez, G. (2016). Espacios para parir diferente: Un acercamiento a casas de parto en México, San Cristóbal de Las Casas Chiapas, Ecosur.


  1. Doctorante en El Colegio de Michoacán
    Correo: yaredh.mv@gmail.com