Mauricio Sánchez Álvarez
CIESAS-Laboratorio Audiovisual
Imagen tomada del documental
Del muy distante oeste (mal llamado oriente), más allá del mar Pacífico, vinieron a América a partir de mediados del siglo XIX numerosos trabajadores migrantes japoneses, conocidos como dekasegi. Les vendieron el viaje y su futura estancia, como tantas veces ha sucedido antes, a la manera de una tierra de promisión. Sin embargo, lo que ellos encontraron no fue muy distinto a lo que ya sucedía en aquel lugar que habían dejado atrás: al trabajador simple y raso se le paga poco y si es foráneo y -peor tantito- si es de un fenotipo diferente, se le trata peor que peor. Hoy viven en Perú decenas de miles de descendientes de estos dekasegi y Kilku Seiei Terbullino, un joven artista egresado de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Perú, es uno de ellos. En este documental breve -menos de 10 minutos- pero elocuente, Kilku traza un paralelo entre su historia personal y la de su abuelo, quien llegó a Perú después de la Segunda Guerra Mundial. Mezclando imágenes grabadas en directo tanto en Japón como en Perú con fotos del álbum familiar y dibujos y caricaturas hechas por el propio Kilku, se nos presenta un relato pleno de sueños frustrados y de dilemas, de preguntas sin contestar. El asunto más evidente fue el engaño respecto a la esperanzadora nueva y mejor vida que les esperaba a la dekasegi en este Nuevo Mundo. En lo que cayeron, según cuenta la película, fue una nueva forma de esclavización, patente en los tipos de contrato que les dieron; peor aún: al abuelo de Kilku, cuando ya soñaba con traerse a su familia del otro lado del mar, para su tristeza y desesperación, le robaron su paga unos asaltantes callejeros.
Pero el rechazo no fue solo de los americanos a los asiáticos. Kilku cuenta que él también viajó a la tierra de sus ancestros intentando encontrar un lugar. Quizás lo hizo para averiguar por qué, cuando él apenas era un niño, su madre se había devuelto a Japón para posteriormente, siendo él un adolescente, regresar a Perú donde ella moriría poco después.
Para Kilku, su estancia en Japón terminó siendo, en sus palabras, una pesadilla. Aunque no abunda en ello mayormente, usa las palabras “estratificada” y “militarizada” para expresar su sensación de extrañeza ante la sociedad japonesa que él enfrentó. Y para plasmar esta impresión, la película superpone dos secuencias: Kilku caminando en una dirección y el tráfico de alguna urbe japonesa yendo en la otra. Él entonces se asume como un peruano de origen japonés, cuya ancestralidad es de esperanza, humillación, abandono y extrañeza; y cuyo presente es el relato de ello, que a juzgar por su rostro tranquilo y concentrado con que elabora cada ilustración, tiene más un sentido de sanación que de rencor. Su lugar parece ser el de una memoria que encuentra en los trazos de lápices de carbón una vía para volver a pensarse a sí mismo.
Información del documental:
Kilku, un artista profesional de la Escuela de Arte de la Universidad Católica del Perú nos cuenta su historia personal sobre la diferencia del estilo de vida entre Japón y Perú.
Equipo:
Dirección: Danna Alessandra Armas Ferro
Producción: María Fernanda Moreno
Director de fotografía: Bruno Alonso Ramírez Torres
Sonido: Madeleine Ayquipa Tarazona
Edición: Adelaida Judit Eca Avila