Sembrando futuros tecno-diversos

Paola Ricaurte Quijano
Ivanna Martínez Polo
Ximena Rangel
Natalia Farah Doniz
Lilly Maldonado Domínguez
Tecnológico de Monterrey


Imagen de Mujer STEM.

Introducción

Las tecnologías digitales tienen un lugar central en la vida cotidiana de mujeres y niñas. Estar conectadas nos permite acceder a información, a empleo, a recursos, a la posibilidad de relacionarnos y sostener la vida. Sin embargo, el desarrollo tecnológico hegemónico tiene profundas limitaciones de raíz, debido a la matriz económica, política y cultural de la que emerge. Actualmente, la economía digital está profundizando la brecha económica (UNCTAD, 2019) y de conocimiento (Ricaurte, 2019) entre los países de altos ingresos y los de menos ingresos. De manera específica, la digitalidad se ha convertido en un nuevo espacio de violencias, exclusión y discriminación para mujeres y niñas. Por esta razón, el carácter global y expansivo de las tecnologías digitales nos debe cuestionar acerca de las posibilidades que abren o cierran para el presente y para un futuro equitativo, justo y digno.

Hay múltiples dimensiones en que las violencias sociotécnicas impactan en la vida de mujeres y niñas. Una de las problemáticas más visibles es la brecha digital, concebida no solamente como la posibilidad de acceder a internet y dispositivos, sino también como el conjunto de condiciones que permiten desarrollar habilidades y generar entornos educativos y culturales favorable para que niñas y mujeres puedan aprovechar las tecnologías para su bienestar. Sin embargo, la brecha digital es una problemática compleja de resolver, porque es resultado de múltiples factores históricos y estructurales de violencia y exclusión que se reproducen en el ámbito sociotécnico.

Las desigualdades que experimentan las niñas y mujeres en relación con la tecnología son muy significativas. Este fenómeno tiene un efecto de bola de nieve, que magnifica dichas brechas en cada una de las etapas de su vida. Las niñas enfrentan la falta de oportunidades para poder apropiarse de la tecnología a edades tempranas y luego como mujeres son discriminadas a la hora de integrarse a la vida tanto académica como profesional en el entorno científico-tecnológico.

En este artículo proponemos abordar algunas de dimensiones en que se expresan las múltiples violencias asociadas con las diferencias sexo-genéricas en relación con las tecnologías en el marco de una perspectiva de interseccionalidad y descolonialidad. Asumimos que las diferencias sexo-genéricas, articuladas con las diferencias raciales, étnicas, lingüísticas, de capacidad, de nivel socioeconómico y enmarcadas en ciertas condiciones económicas, geográficas, políticas, sociales, culturales, educativas, resultan en que ciertos grupos de mujeres y niñas sean más susceptibles de exclusión y cuenten con mayores limitaciones para incursionar de forma informada, crítica y autónoma en el mundo digital y tecnológico.

El panorama mundial

Las mujeres alrededor del mundo tienen menos probabilidades que los hombres de estar conectadas. Las mujeres y niñas conforman la mayoría de las cerca de 3.7 mil millones de personas sin conexión en el mundo (OHCHR, 2021). A largo plazo, esto ocasionará que se enfrenten a más dificultades para desarrollarse en el área de la tecnología, pues tal y como señala el estudio I’d Blush if I Could: Closing Gender Divides in Digital Skills through Education., “las mujeres y las niñas tienen un 25% menos de probabilidades que los hombres de saber cómo aprovechar[la]”. (UNESCO, 2019)

Por otro lado, en el acercamiento de las niñas y mujeres al mundo de la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM por sus siglas en inglés), el panorama es muy similar. Según cifras de la UNESCO (2017), a nivel global sólo el 35% de las estudiantes de STEM en la educación superior son mujeres. En el caso de México, las diferencias son similares a las observadas en el resto de los países de la OCDE, donde el 28% de los hombres se interesa por seguir una carrera como profesional de las ciencias o ingeniería, comparado con un 9% de las mujeres. (OECD, 2015)

Estos datos nos permiten anticipar escenarios futuros, si consideramos que para el 2050 se estima que el 75% de los empleos estará relacionado con STEM (UNWOMEN, 2021). Si millones de mujeres y niñas viven inmersas en un entorno donde la desigualdad estructural preexistente las margina, se vuelve complejo asumir que contarán con la posibilidad y las condiciones óptimas para integrarse a estas áreas que también reproducen las barreras para ellas, a menos que actuemos de manera urgente para revertir esta tendencia.

La materialización de la desigualdad en México

En México, las desigualdades sociales, de género y tecnológicas están entrelazadas. De acuerdo con datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT, 2019) el 19% de los hogares de nivel socioeconómico bajo tiene conexión a internet y únicamente el 16% cuenta con una computadora. En los hogares de nivel socioeconómico más alto, las cifras ascienden al 90 y al 80% respectivamente. Esto significa que un 80% de los hogares con menos ingreso, sin conexión a internet y sin computadora, presentan un riesgo de deserción escolar en el contexto actual (Pedraza, 2021). Esto tiene repercusiones mayores para las niñas.

Si observamos las desigualdades económicas por razones de género, las dos principales limitantes de oportunidades laborales para las mujeres son el rol biológico y el rol cultural (Arceo y Campos, 2014). El primero hace referencia a la expectativa de que una mujer cumpla el rol de madre que se le asigna biológicamente y se dedique a ello por completo: “Entre las mujeres que desean o necesitan trabajar, pero no lo hacen, 51% todavía dice que se debe a que no tienen quién cuide de sus hijos.” El segundo caso tiene que ver con los roles de género que se imponen socioculturalmente, los cuales “dictan lo que debe y no debe hacer una mujer por el hecho de ser mujer”. (Arceo y Campos, 2014)

Así, la brecha digital que enfrentan las mujeres, no se debe solamente a la disponibilidad de tecnología. Las políticas de los distintos gobiernos para promover el desarrollo de habilidades digitales en contextos que son diversos tienden a reproducir formas de dominación tecnológica y cultural, que no promueven su autonomía. Por ejemplo, entre comunidades indígenas o comunidades estudiantiles las políticas digitales se orientan a convertirlas en usuarias de tecnologías privativas, que favorecen un neocolonialismo económico y una colonialidad cultural a través de los sistemas sociotécnicos.

Por otra parte, la diversidad lingüística en nuestro país no es considerada como un aspecto prioritario de la política tecnológica. Las tecnologías tanto en términos de hardware y de software están desarrolladas principalmente en inglés o español (teclados, buscadores, dispositivos, traductores), excluyendo la posibilidad de que las personas hablantes de otras lenguas puedan acceder a información, servicios y tecnologías en su lengua materna. Así, las barreras de acceso a la información y al ejercicio de derechos culturales y lingüísticos son una realidad cotidiana para múltiples comunidades en el país. Es decir, a los obstáculos asociados con las identidades de género, culturales y lingüísticas, es posible agregar otras interseccionalidades: las mujeres indígenas presentan el mayor rezago educativo (La Coordinadora, 2019), son uno de los grupos de menores ingresos (Soto et al., 2019) y a la vez se encuentran entre los grupos más desconectados.

Una de las desigualdades digitales que enfrentan las comunidades indígenas está asociada con una deficiencia en la infraestructura. Por una parte, el gobierno no atiende esta demanda; por otra, las compañías de telecomunicaciones no invierten en conectar las zonas rurales, ya que representan un alto costo y una baja rentabilidad. Durante la pandemia, el hecho de que más de la mitad de la población en las zonas rurales (53%) no contara con conexión (frente al 24% de la población en zonas urbanas), anticipó que los procesos de clases a distancia acrecentarán las diferencias educativas existentes entre los dos tipos de zonas (Pedraza, 2021). De esta manera, las comunidades indígenas suelen ser doblemente excluidas de la inversión estatal y privada en infraestructura. Aunque el uso de las TIC se ha incrementado entre las juventudes indígenas, al tener una limitada conexión a internet, es necesario que se promueva el desarrollo de habilidades digitales críticas que les permitan defender sus derechos, más allá de las operaciones básicas de la operación de procesamiento de datos y búsqueda de información. (Gómez, 2019) Iniciativas comunitarias como Redes A.C. (https://www.redesac.org.mx/) han cubierto este abandono infraestructural del Estado mexicano, desarrollando y manteniendo sus propias infraestructuras de telecomunicaciones.

Desafíos para las mujeres y niñas desde la educación básica

La desigualdad y la discriminación hacia las mujeres en el ámbito científico-tecnológico es profunda. Las mujeres y las niñas enfrentan muchos obstáculos para vencer los condicionamientos sociales y estructurales que las excluyen y las violentan. Si lo analizamos como un ciclo, podemos identificar que comienza desde las edades más tempranas y se extiende hasta la adultez mayor. En el cruce de las distintas intersecciones: de género, étnicas, raciales, socioeconómicas, educativas, lingüísticas, de edad, de capacidad, se agudizan las formas de exclusión.

La brecha sexo-genérica puede empezar a observarse desde la infancia temprana y los primeros grados escolares. En México, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, seis de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir (INEGI, 2020). Tomando en cuenta que hay niñas y mujeres que no cuentan  con habilidades de lecto-escritura, se acentúa el desafío para que se apropien de una cultura tecnológica y que más tarde opten por áreas STEM y puedan ser competitivas en el mundo digital. En contraste con sus compañeros, hermanos o cualquier niño a su alrededor, a las niñas se les suele apartar de aquellas actividades que tengan un componente tecnológico-digital o que conlleven la interacción con tareas socialmente denominadas como masculinas. Esto limita su curiosidad, afecta la percepción que tienen de sus habilidades y siembra en ellas la idea de que esas tareas no están diseñadas para ellas. Datos de UNWOMEN (2020) demuestran que 9 de cada 10 niñas de entre 6 y 8 años de edad asocia la ingeniería con habilidades masculinas. Esta percepción se va exacerbando con el paso del tiempo. El estudio de la UNESCO de I’d Blush if I Could: Closing Gender Divides in Digital Skills through Education (2019) muestra que los cambios en la autopercepción en cuanto a habilidades digitales empieza en los grados altos de primaria y se vuelve más evidente en secundaria. Al considerar a la educación como un elemento para la movilidad social, la brecha digital de género dificulta romper el círculo de exclusión, marginación y pobreza. (Pedraza, 2021) Por esta razón, entre los cambios más profundos están el cultural y educativo.

La brecha STEM en la educación superior

Al tomar la decisión de escoger una carrera, solamente el 30% de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe escoge áreas relacionadas con las STEM (Forbes, 2021). En México, esta disparidad de género no corresponde a la proporción de hombres y mujeres en educación superior. Por el contrario, las mujeres representan una mayoría al llegar a la educación superior, de acuerdo con las cifras más recientes del sistema educativo nacional (SEP 2021). Estos patrones se repiten en la modalidad escolarizada y en la modalidad no escolarizada, que muchas veces es facilitada por tecnologías digitales.

Aunque exista evidencia de que “iniciar a los niños, en especial a las niñas, en temas como la robótica, la programación y la tecnología desde una edad temprana ayuda a fomentar su interés en continuar carreras relacionadas con la ciencia” (UNWOMENb, 2021), no es algo que se esté llevando a cabo de manera formal. De igual manera, desde el marco de acción gubernamental, se ha comprobado que estrategias como contar con embajadoras que representen a la ciencia en eventos de captación y ofrecer a las niñas la opción en educación media superior enfocada en áreas científicas, entre otras iniciativas de exposición temprana, son formas efectivas de influir en la decisión entrar a una carrera STEM (Colleen et al., 2018). Sin embargo, este tipo de estrategias no son parte de una política educativa en México. Se dan de manera aislada en los espacios de educación informal o al margen del Estado, como es el caso de la Olimpiada Mexicana Femenil de Matemáticas. (OMFM, 2022)

Implicaciones en el ámbito laboral

Las disparidades de género continúan acentuándose al momento de incursionar en el ámbito laboral. De acuerdo con el Centro de Investigación de la Mujer en Alta Dirección (CIMAD), las mujeres tienen una participación del 17% en la industria de las TIC en México (Perdomo, 2021). El hecho de que estas cifras sean tan bajas incide de forma negativa en la forma en la que se desenvuelven las mujeres en estas áreas.

Por un lado, las mujeres tienen una menor participación con respecto a los hombres. Por otro, se enfrentan a barreras sistémicas como la brecha salarial, el sexismo dentro del área de trabajo, el techo de cristal y la discriminación para desarrollarse en áreas que conllevan contacto directo con la industria, liderazgo y toma de decisiones. En consecuencia, hay menos mujeres diseñando estrategias de contratación, asumiendo puestos directivos e incluyendo la perspectiva de género dentro del ámbito científico-tecnológico. Por ejemplo, a nivel mundial, las mujeres ocupan únicamente el 22% de los puestos en inteligencia artificial (UNWOMEN, 2021), representan el 5.31% en el área de desarrollo de software (Stack Overflow, 2021) y un 14% en computación en la nube (WEF, 2022). Estos datos muestran que casi la totalidad de los procesos y avances en materia digital siguen siendo extremadamente desiguales y se encuentran localizados principalmente en países del Norte global.

Sembrando futuros tecno-diversos

Como es evidente, las mujeres y niñas siguen enfrentando exclusión y discriminación cuando se trata de ejercer su derecho a la información, al conocimiento y a la tecnología. Las actuales políticas públicas, las tendencias dominantes de desarrollo tecnológico, las instituciones, no atienden sus necesidades considerando su diversidad, sus trayectorias de vida y contextos específicos. Más aún, las tecnologías digitales hegemónicas tienden a reproducir esas desigualdades y violencias estructurales multidimensionales como parte inherente del modelo de desarrollo capitalista, colonial y patriarcal. Sin embargo, a pesar de las múltiples violencias y exclusiones, las mujeres buscan resignificar su relación con las tecnologías y abrirse caminos para construir presentes y futuros tecnológicos que les permitan acceder a una vida digna y libre de violencias.

En México, múltiples iniciativas de comunidades en zonas rurales y urbanas dan cuenta de modos de hacer y relacionarse con las tecnologías desde otros lugares, al margen de las grandes narrativas del desarrollo tecnológico dominante centrado en el mercado. Estas iniciativas ponen en el centro el cuerpo-territorio, los valores comunitarios, la autonomía, la soberanía, la justicia social y ambiental. Estas iniciativas suelen surgir al margen del Estado y las instituciones que estructuralmente las excluyen y despojan.

Algunas de esas formas de existencia tienen formas de expresión en lo minúsculo, en lo cotidiano, en lo invisible, lo que no se registra por los medios o por las instituciones. Sin embargo, en su quehacer cotidiano construyen esas condiciones de posibilidad para futuros alternativos y tecno-diversos para todas.

Uno de esos ejemplos es el de la Coalición de Extrabajadoras y Trabajadores de la Industria Electrónica Nacional, CETIEN (figuras 1 y 2), que, a través de la organización para la defensa de sus derechos laborales, los derechos ambientales y el derecho a la salud, ha hecho visibles las múltiples afectaciones de la industria (Ricaurte y Ciacci, 2020). Las compañías asentadas en el llamado Silicon Valley mexicano causan un impacto serio al ambiente, puesto que con su actividad contaminan el río Santiago y el lago Chapala. Además, vulneran los derechos laborales de las trabajadoras y trabajadores con salarios precarios y condiciones de trabajo que afectan especialmente la salud de las mujeres (Souza, 2020).

Figura 1. CETIEN, https://www.facebook.com/Cetien-M%C3%A9xico-531660130363225/

Figura 2. 8M, CETIEN, https://cetienmexico.wordpress.com/


Otro ejemplo es el colectivo mixe Colmix (https://colmix.org/), que promueve la defensa del territorio, los derechos lingüísticos y el derecho a la soberanía contra el colonialismo del Estado mexicano. A través del activismo digital y la producción de conocimiento en lengua mixe y en español denuncian los procesos de neocolonización, despojo y neoextractivismo en sus territorios (figura 2). Este colectivo combate la invisibilidad epistémica del pueblo mixe utilizando herramientas digitales. Una de sus integrantes más visibles, la lingüista y activista Yásnaya Aguilar, acuñó el término tequiologías, para apuntar a la creación de tecnologías arraigadas en los valores ancestrales comunitarios, opuestos a los valores individualistas y del mercado. (Aguilar, 2020)

Figura 3. Neo-extractivismo y proyectos de despojo en territorio mixe
(Colmix, 2019) https://colmix.org/?p=112


Un último ejemplo, desde los entornos urbanos, son las articulaciones de mujeres ciberactivistas y hacktivistas que promueven una internet feminista (figura 3), libre de violencias. Articuladas de manera contingente, trabajan por una agenda feminista del desarrollo tecnológico que posibilite relaciones de cuidado y co-responsabilidad (Cortés 2020) en las que todas y todos nos hagamos cargo de las afectaciones materiales e inmateriales del desarrollo tecnológico y de nuestras prácticas digitales cotidianas.

Figura 4. Marcha del 8M, Ciudad de México, 2020. Foto: Paola Ricaurte


Estas experiencias, entre muchas otras, dan cuenta de que la construcción de mundos posibles está ocurriendo. Las mujeres están sembrando futuros de manera cotidiana, como un esfuerzo colectivo, al margen de las grandes narrativas tecno-deterministas y tecno-solucionistas asociadas con el desarrollo tecnológico occidental.

Consideraciones finales

En este texto hemos explorado algunas de las aristas asociadas con la desigualdad tecnológica y educativa a las que se enfrentan las mujeres y niñas. Todas las mujeres y niñas se ven afectadas, en menor o mayor medida, por la brecha digital de género y el acceso limitado a la información, al conocimiento y a las infraestructuras tecnológicas. Sin embargo, son más marcadas las diferencias para aquellas que se encuentran atravesadas por distintas interseccionalidades que las colocan en una situación de mayor vulnerabilidad y exclusión. La discriminación que sufren desde la educación primaria hasta el ámbito laboral, genera un ciclo perverso de empobrecimiento, exclusión y violencia.

La falta de equidad sistémica a las que se enfrentan las mujeres y niñas tiene consecuencias que afectan considerablemente su calidad de vida. El hecho de que haya normas, patrones y estereotipos de género tan arraigados cultural e institucionalmente, resulta en que millones de niñas y mujeres se encuentren marginadas de muchos ámbitos de la vida y que se vean expuestas a múltiples violencias. En el ámbito tecnológico, van desde que se induzca a una mujer a cambiar su elección de carrera universitaria, los salarios asimétricos, la violencia de género en el campo de la tecnología, la violencia en los espacios digitales, la falta de acceso a infraestructura tecnológica, las violencias algorítmicas, sumadas a las violencias físicas que viven en la cotidianidad, es innegable que tenemos un amplio camino por recorrer para alcanzar la equidad y la justicia social.

A pesar de este escenario, mujeres y niñas siguen encontrando maneras de resignificar su existencia a partir de principios que les permitan tener una vida libre de violencia, acceder a los derechos que les son negados y construir futuros (incluidos los tecnológicos) que sean justos y dignos para todas.

Bibliografía


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