Sara de Yavé Escobedo Ávila[1]
CIESAS Ciudad de México
Ilustración de Ichan Tecolotl
Este cortometraje creado bajo la dirección de Santiago Maza y producido por La Corriente del Golfo parte de una idea original de Pablo Montaño y Gael García Bernal. En 10:04 minutos, se invita al espectador a pensar en la Ciudad de México como un ser orgánico que no sólo consume energía y agua y genera desechos, sino que también necesita una gran cantidad de alimento para poder proveer a cada uno de sus habitantes. En el imaginario popular, la ciudad es vista como un lugar urbano, lleno de asfalto, edificios de concreto y autos. Sin embargo, esa no es la realidad. Dentro de la ciudad hay múltiples espacios de cultivo, y campesinos que se encargan de trabajar la tierra.
El cortometraje inicia rememorando que antes de la ciudad estuvo la milpa, las chinampas, los canales, los templos y las calzadas. El suelo que pisamos tiene una memoria natural y en esa tierra hay vida por todos lados. Hay nopaleras, maizales y chinampas, lo que se siembra tiene un papel importante en la alimentación para su gente. En voz en off se escucha: “el espejismo de desarrollo escondió el sentido de las ciudades”. Los nopales que se consumen en la capital son cultivados en Milpa Alta y mucha gente lo desconoce, aclara el campesino Mario Alvarado, originario de Milpa Alta.
La importancia de las tierras de cultivo radica en que producen suficiente alimento para todos los capitalinos. La ciudad tiene a sus campesinos, el cortometraje se dedica a desmitificar que todo lo urbano sea cemento. La tierra toma un sentido distinto para la gente que siembra, hay un reapropiación de ella, “¡la tierra es de quien la trabaja!”. La agroindustria promete aumentar los cultivos, sin embargo lo que realmente se logra es un desarraigo de los cultivos originales,ya que producen bajo una lógica de dependencia agroquímica, que seca la tierra y desequilibra la flora y fauna endémica.
Los campesinos viven en la marginalidad del imaginario urbano, no se contempla su existencia en las grandes ciudades como la Ciudad de México. Sus terrenos de cultivo no son respetados y en muchas ocasiones se tienen que enfrentar a invasores que desean despojarlos de sus tierras para construir viviendas o inmuebles comerciales. Mario Alvarado que dice: “Como ya no tiene para dónde crecer la ciudad, ahorita le están apuntando aquí al sur, y en el sur estamos nosotros […] A nosotros no nos interesan los proyectos transnacionales del gobierno. ¡Aquí vamos a defender la tierra así cómo está y que no venga a meter sus narices el gobierno!”. La tierra que aparentemente no tiene nada, es la tierra de cultivo que dota de alimento a la ciudad. Y es la tierra que le da sustento a su gente campesina.
La especialista en comida Verónica Villa aclara que de las dieciséis alcaldías que hay en la Ciudad de México, al menos en diez se produce una gran cantidad de comida. Critica la falta de impulso a su producción y comercio, ya que en lugar de que el gobierno haga las compras institucionales a los campesinos locales, prefiere adquirir productos de las grandes corporaciones. Luzma Noguerón, campesina de Milpa Alta, habla de la emoción y el orgullo de ser campesina, y rememora la Revolución y la lucha zapatista que defendía la tierra, y hace gala de las palabras: “¡Tierra y libertad!”.
La chinampera Cassandra Garduño habla de la cualidad del trabajo manual que tiene la siembra de Xochimilco, que no les permite competir con otros núcleos productores de alimentos. Sin embargo, ella cree que activando otros núcleos urbanos, sí se podría lograr una mayor independencia alimenticia en la ciudad. El activista de Raíces del Oriente, Manuel Narváez, habla sobre la importancia de ser campesino en la ciudad. Opina que la experiencia de trabajar con la tierra le da un sentido a la vida de la gente campesina: “la verdad, me salvó la vida… yo ya estaba para la calle”.
A lo largo del cortometraje se escuchan diversos fragmentos de testimonios, y el espectador se va dando cuenta de que sí existen alternativas para ser campesino en la ciudad. Es posible tener huertos urbanos, azoteas verdes u otras opciones, como seccionar un pedazo del jardín del hogar o público para sembrar hortalizas, plantas aromáticas o frutales. La tierra anima a la gente a relacionarse y a ponerse de acuerdo para lograr un bien común. No hay una sólo forma de ser campesino en la ciudad, hay muchas. La respuesta está en la diversidad y en el despertar de la consciencia social.
Es esperanzador escuchar que la unión de voluntades motiva a muchas personas que trabajan de manera anónima para lograr producir un poco de alimento en pequeños pedazos de tierra y alientan a otros a iniciar proyectos de cultivo. Nos invita a pensar que la autonomía alimentaria no es una utopía, y es posible cuando la gente se compromete y se trasforma en un agente de cambio. La ciudad tiene mucho potencial para pintarse de verde y alimentar a su población, produciendo sus propios alimentos. Ser citadino no excluye ser campesino.
Referencia:
Maza, Santiago
2022 “Alimento: CDMX”, en El Tema, La Corriente del Golfo, en: https://m.youtube.com/watch?v=6ZuRP93Jevo Consulta hecha: 28 de febrero, 2023.
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