Saberes con destino: vistas de las universidades interculturales mexicanas

Mauricio Sánchez Álvarez
Laboratorio Audiovisual, CIESAS Ciudad de México

En recuerdo de Luz María Chapela, pionera de la interculturalidad


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A lo largo de sus casi 20 años de existencia, las universidades interculturales estatales de México han despertado muchas, pero muchas interrogantes. ¿Serán en verdad la alternativa educativa y sociocultural por la que nuestras poblaciones afro e indoamericanas lograrán contar con profesionales más adecuados a su realidad, dotados efectivamente de una visión tan revalorativa como dialógica, tan crítica como proactiva, tan teórica como práctica? Porque visto en seco, así de ambicioso es el modelo intercultural que rige a estos planteles de educación superior distribuidos en más de una docena de estados del país y que en 2018 atendieron a aproximadamente 15,000 estudiantes (Lloyd 2019). Ambicioso como lo debería ser todo proceso educativo: con una visión patrimonial de la cultura y un sentido de servicio a la gente que la practica.

En 2011 y 2014 visité seis universidades interculturales. Primero como consultor de la Coordinación General de Educación intercultural y Bilingüe (CGEIB) de la Secretaría de Educación Pública y después como investigador del Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Aunque estaba familiarizado con procesos educativos interculturales, éste me parece particularmente importante porque busca formar profesionales que también sean cuadros económicos, sociales y culturales de su gente. Me parece que especialmente interesa la didáctica: la transmisión tanto de saberes como de una identidad profesional, en que influyen una multiplicidad de prácticas institucionales, que van desde las habituales a una universidad (trabajo dentro y fuera del aula; salidas de campo) hasta aquellas que la hacen socioculturalmente especiales (rituales, performance musicales y dancísticos, muestras gastronómicas, exposiciones). En particular, me conmovió presenciar la celebración del Día Internacional de la Mujer en la Intercultural de Chiapas, con sugerentes exposiciones, obras de teatro y conferencias, y de la cual en ofrezco aquí la simple imagen de un letrero: “Somos chingonas”.

Como ambientalista, no pude dejar de notar que los edificios de las universidades interculturales tienden a ser muy modernos en sus materiales, pero no siempre atinados en materia de diseño socionatural. Una universidad podía contar con un desagüe especial para tratar excretas, otra con un sistema para captar agua de lluvia, pero sin que se tratara de una política sistemático y habitual, sino más bien un asunto aleatorio. Puede o no puede ser. Como si no hubiera llegado el momento de pensar firmemente en construcciones ecológicamente eficientes.

Lo que sí se suele encontrar es maestros motivados; gente curtida en educación popular o trabajo comunitario, o familiarizada con conocimientos tradicionales. Y que como tales saben que tienen delante chicos con experiencias de vida valiosas que deben aprender a calibrar y sobre todo aquilatar, además de facilitarles el acceso a aquello que genéricamente se ha denominado “conocimiento occidental”, que suele incluir saberes humanísticos, tecnológicos y administrativos. Como la didáctica es finalmente un arte casuístico, de saber palpar qué se requiere establecer en qué momento, la diversidad de estrategias de enseñanza es notable. Incluye diversos métodos colaborativos de tipo intersubjetivo, técnicas teatrales y aprendizaje por ensayo y error, y el habitual estilo cátedra.

Aunque son parte de un sistema federal articulado por la CGEIB, pero en el que también participan las secretarías de educación del estado respectivo, cada universidad y programa de enseñanza establecen sus propias prioridades formativas. Y en razón de las mismas de manera causuística diseñan y despliegan los respectivos proyectos y acciones educativas. En Guerrero, según encontré, había que luchar contra una erosión severa, restaurando suelos y ahorrando leña con estufas más eficientes. Mientras que en Michoacán se diseñaba una estufa que calentara con luz solar. Para Puebla y Quintana Roo, la onda era pensar en una agroecología que también fuera rentable, pero de distinto modo. En Puebla se trataba de impulsar el cultivo clave tanto en autoconsumo (maíz) como en comercio (café). En Quintana Roo, se buscaba impulsar cultivos menos aprovechados comercialmente, como el chile y la pitaya.

Además de formar profesionales idóneos, las universidades interculturales tienen delante de sí el reto de producir investigación que efectivamente plasme el diálogo civilizatorio en que nacen, aquilatando saberes locales y aprovechando otros externos. México y muchos otros países tienen un antecedente importante en lo ya establecido por distintas etnociencias, por ejemplo, en matemáticas y ciencias de la vida. Sólo que, en el caso de las instituciones educativas interculturales, la idea es que lo averiguado se riegue hacia otras esferas de las sociedades y culturas afro e indoamericanas, como la educación y la salud, con ese sentido cosmogónico impreso en prácticas culturales que implican una comprensión más profunda, a menudo ritualizada, del mundo. Es muy importante, entonces, que este nuevo sincretismo adquiera un carácter patrimonial, revitalizando y reforzando identidades histórico-culturales previamente deterioradas por el despojo y la dominación de siglos.

Por su parte, las instituciones de educación superior y de investigación más establecidas bien podrían aprender algo del modelo educativo intercultural. Bien les serviría tener un claro sentido de compromiso social y también de devolución de saberes que, en el caso de aquellas, suelen ser más aleatorias. Quizá prácticas y vínculos como éstos les permitirían ver con más humildad y sentido de servicio su propio esfuerzo.

Bibliografía

Lloyd, Marion (2019), “Las universidades interculturales en México, 2003-2019: principales cifras, desigualdades”; en Marion Lloyd, (coord.), Las universidades interculturales en México: historia, desafíos, actualidad, México, PUEES-UNAM, ISSUE-UNAM, pp. 69-96.