Riqueza del patrimonio mexicano en imágenes

Luz María Mohar Betancourt[1]
CIESAS Ciudad de México

En su largo caminar, la humanidad ha creado numerosas obras que corresponden a diversos períodos históricos. Centros urbanos, complejas edificaciones, esculturas, pinturas, textos, imágenes de gobernantes, deidades y héroes son sólo algunas de esas creaciones que acompañan también restos de la vida cotidiana acumuladas a través de los siglos, numerosas piezas de barro y cerámica, de piedra o madera, sencillas o sofisticadas, nos acercan a conocer la vida cotidiana de aquellos que habitaron en cuevas, cerros y valles o en complejos centros urbanos y ceremoniales.

La preocupación por mantener, preservar y transmitir sus conocimientos, preocupaciones y logros, llevaron a diferentes personajes a idear la forma de mantener y preservar aquellos que eran de su interés o preocupación. Baste pensar en las imágenes de cacería o de rituales plasmadas en los muros de resguardos rocosos que protegieron a la humanidad en sus primeras épocas sobre la tierra.

Conocido es cómo en los primeros tiempos surgieron las tablillas ideadas por los habitantes del “Próximo Oriente-Mesopotamia, Siria, Asia Menor y Persia-” (Vallejo, I. 2021: 69) quienes, en su intensión por asentar cuentas, historias o eventos, idearon una forma para asentar aquello que era de su interés, fue así, se dice, como apareció la escritura, los primeros rasgos que mediante la utilización de sencillos instrumentos, les permitió asentar sobre frágiles soportes aquello importante de conservar o transmitir.

No es el objetivo de este texto hacer un recuento sobre el origen de la escritura, pero sí señalar su importancia y el surgimiento de esta preocupación en la región del mundo definida como Mesoamérica. Este término (Kirchhoff, 1960) que ha llegado a ser discutido por numerosos estudiosos, delimita un territorio en los que ahora es México, lugar en donde surgieron grandes centros urbanos, culturales y políticos.

Pero hay un elemento único que distingue a esta región del continente americano y es la aparición de la escritura, su importancia singular da lugar a un sistema basado en imágenes. (Galarza, 1990; León Portilla, 2003) Imágenes codificadas que permitieron el registro de fechas, eventos, genealogías, cuentas, territorios, poblaciones, entre otros muchos temas.

En el territorio ya mencionado, habitaron grupos humanos que lograron una complejidad social en la que dicha estratificación (Carrasco, 1996) permitió la creación de especialistas dedicados a este registro en imágenes. Su actividad los definía en el caso de los nahuas como tlacuiloques o pintores escritores, en singular tlacuilo, en el mundo prehispánico mixteco eran llamados tay huisi tacu y en el mundo maya ah ts´ib, también eran considerados sabios o sacerdotes especializados. Su posición social los ubicaba de manera muy cercana con la nobleza y con los tlamatini o sabios, debían conocer todos los aspectos de su cultura, de política, historia y especialmente su cosmovisión. Además de su habilidad técnica, en el manejo de líneas y colores.

Destacan así entre sus escritos o libros pintados aquellos almanaques adivinatorios, que eran continuamente consultados por estos sabios para orientar a la población desde el momento de su nacimiento. Así, respondían a preguntas que iban, desde los días propicios para nombrar a un bebé, sus características de acuerdo con el día en que nacía, hasta los días adecuados para emprender una caravana de comercio, para la celebración de sus fiestas religiosas o aún los días propicios para un enfrentamiento bélico.

En el caso del centro de México, estos especialistas eran educados desde muy temprana edad. Al respecto, en el siglo XVI, los cronistas como fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán, describen escuelas especializadas, como el Calmecac en los que eran instruidos en el manejo de los colores y las diversas técnicas empleadas para obtenerlos, así como en el conocimiento de los astros, los mitos, la naturaleza y la historia entre otros temas esenciales de su cosmovisión.

Los soportes utilizados en el mundo indígena previo a la invasión peninsular eran varios. El papel amate, obtenido del árbol ficus, con el cual se elaboraban largas tiras a manera de biombos, que eran doblados y cuya base se cubría de una capa elaborada con cal, la llamada “imprimatura” para homogeneizar la superficie y facilitar el movimiento del pincel. De estos manuscritos que se plegaban se ha dicho que llevaban dos plaquetas de madera al principio y al final del códice (Galarza, 1990: 35; Hill, 2000: 23).

La piel de venado, era otro tipo de soporte utilizado de manera constante especialmente por los mixtecos. Otros recursos eran los lienzos de algodón, los cuales eran tejidos en los telares de cintura y para llegar a tener proporciones que podían ser de gran tamaño, se unían varios lienzos sobre los cuales los especialistas anotaban diversos temas como batallas, campos de cultivo, poblaciones, ríos, etc. Este tipo de lienzos, podían enrollarse y para protegerlos se introducían en tubos de carrizo y de otate. (Galarza op. cit.)

En el centro de México sabemos, que existía un edificio especial en el cual se almacenaban estos documentos, un Amoxcalli o casa de los libros. Al respecto Bernal Díaz del Castillo (2005) anotó:

Su mayordomo mayor era un cacique al que le pusimos por nombre Tapia, y tenía cuenta de todas las rentas que le traían a Motecuzoma con sus libros, hechos de papel que se dice amal, y tenían de estos libros una gran casa.

La tradición de escribir pintando define así a las culturas mesoamericanas que se valieron de este sistema para elaborar sus libros, a los cuales los conquistadores les dieron inicialmente, el nombre de “pinturas” y más tarde códices.

La palabra códice, se deriva del latín codex que significa libro, y que fue utilizada a partir de la Edad Media. Su uso se generalizó en el siglo pasado, para identificar al gran acervo de documentos o libros pintados, elaborados antes de la llegada de los peninsulares y en los primeros años del mundo novohispano. Varias son las definiciones que han intentado acercarse a estos documentos así, se han definido como “manuscritos de los indígenas mesoamericanos que fijaron sus lenguas por medio de un sistema básico del empleo de la imagen codificada, derivada de sus convenciones artísticas. (Galarza, op. cit.) Galarza propone así, el término nahua de amoxtli para referirse al conjunto de documentos mesoamericanos.

El doctor León Portilla (2000: 12) anotó en torno a este término, que se deriva del vocablo codex el cual originalmente también significa “tronco” del que resultó otra acepción: la de “tablillas donde se escribe”. este término nos remite a los inicios de la escritura en “Mesopotamia, Creta, Grecia y cuyo uso continuó hasta comienzos de la era cristiana”. (Vallejo, I. op. cit.)

El mismo investigador anota que es desconocido el momento en el que se bautizaron a estos documentos mesoamericanos con el término códice, el cual se generalizó en el siglo XIX y que sigue siendo vigente.

La producción de códices mesoamericanos fue al momento de la conquista un elemento que llamó la atención tanto a los conquistadores como a los frailes que llegaron en el siglo XVI. Desde el momento en que Cortés se enfrenta a Motecuzoma, éste le entrega entre los regalos un códice, lo que muestra el valor que el mundo indígena le daba a estos documentos.

Es necesario mencionar que el cúmulo de manuscritos multicolores escritos previos al siglo XVI, fueron en su mayor parte destruidos, quemados en piras o “autos de fe” organizadas por frailes y sacerdotes, como fray Juan de Zumárraga o fray Diego de Landa en Maní, quien escribió que las piras duraban varios días y cuya materia prima, eran precisamente los códices mayas, a los que se les atribuía supersticiones e idolatrías. (lámina 1)

Lámina 1. “Incendio de todas las ropas y libros y atavíos de los sacerdotes idolátricos, que se los quemaron los frailes”. Diego Muñoz Camargo, Cuadro 13.


Actualmente, no son más de catorce códices prehispánicos que han sobrevivido y que se encuentran depositados en diversos repositorios europeos. Así Francia, Alemania, España, Inglaterra e Italia, principalmente, posen en sus bibliotecas y museos este acervo del patrimonio mexicano, que habla sobre la vida de grandes guerreros como 8 venado garra de jaguar en la mixteca, o sobre los calendarios y almanaques adivinatorios mayas, o los religiosos y calendáricos del llamado grupo Borgia. (lámina 2)

familia

Lámina 2. Códice Florentino. Libro 4, f. 34v.


Sin embargo, la labor de los pintores-escritores no terminó con la conquista. Los temas se modificaron, algunos tlacuiloque se incorporaron a las escuelas, como la de Tlatelolco en el centro de México y continuaron hasta el siglo XVIII usando ya no sólo los soportes originales, sino que incorporaron el papel europeo y otras tintas además de los tintes y colorantes indígenas. A las imágenes multicolores se añadieron anotaciones o glosas en caracteres latinos, ya sea en español o en alguna lengua indígena, de ahí que se les conozca también como códices mixtos.

En este grupo de nuevos documentos anotados como códices coloniales se encuentra otra variedad de temas en los que destacan los litigios por tierras, lo que es un ejemplo de cómo en la nueva sociedad novohispana estos documentos fueron presentados ante las autoridades coloniales en busca de justicia. Tal es el caso, por ejemplo, de las láminas del Códice Cozcatzin, en el que se combinan tanto la escritura indígena tradicional, como las anotaciones en caracteres latinos (lámina 3). No faltan los pleitos entre comunidades indígenas contra encomenderos y funcionarios españoles, así como contra los mismos religiosos (lámina 4). También se produjeron genealogías de miembros de la nobleza, quienes intentaban legitimar sus privilegios y posesiones de tierras, como la lámina del Códice Genealogía de la Familia Cano (lámina 5). Otros más, anotan su historia, la fundación de poblaciones, como en el Códice Tlotzin, en el que se puede observar el caminar de los grupos chichimecas y la fundación de poblaciones como Coatlichan o Tezcoco (lámina 6), sus méritos como aliados, sus reclamos ante la tasación exagerada de tributos, (lámina7) sus rangos militares, su educación, como en los folios del Códice Mendoza (lámina 8 ) .

Lámina 3. Códice Cozcatzin, f.4v. www.amoxcalli.org.mx

https://www.amoxcalli.org.mx/codices/075/laminas/075_38r.jpg

Lámina 4. Códice de Ixtacmaxtitlan. BNF 075. www.amoxcalli.org.mx

https://www.amoxcalli.org.mx/codices/388/laminas/388_1.jpg

Lámina 5, Genealogía de la Familia Cano. BNF 388. www.amoxcalli.org.mx

https://www.amoxcalli.org.mx/codices/373/laminas/373_1.jpg

Lámina 6. Mapa Tlotzin. BNF 373. www.amoxcalli.org.mx

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Lámina 7 Códice Mendoza. Las escuelas mexicas, f. 61r.

https://www.amoxcalli.org.mx/codices/034/laminas/034_1.jpg

Lámina 8. Códice Xochimilco. Plano de varias propiedades. BNF. 034. Testamento de tierras, camas, baúles, etcétera. www.amoxcalli.org.mx


También se anotaron testamentos, cuyo ejemplo es el Códice de Xochimilco “Plano de Varias Propiedades” (Lámina 8) en el que se registraron herencias de tierras y bienes. No faltaron los códices en los que se denunciaban abusos y crueldades, como en el Códice Kingsborough o Tepetlaoztoc (lámina 9).

Lámina 9. Detalle del Códice Tepetlaoztoc o Kingsborough, f. 15, lámina B.


Una vez que los frailes se percataron de la importancia de la imagen, se elaboraron los catecismos indígenas para la evangelización, en ellos cada una de las oraciones que todo cristiano debía saber, fueron anotadas mediante imágenes que constituyen una mezcla de la escritura indígena con las representaciones cristianas de Jesús, dios, la virgen, el demonio, el pecado… (lámina 10).

https://www.tetlacuilolli.org.mx/elementos/lamina/imagen/1234208408.jpg

Lámina 10. Catecismo Indígena, el Credo. Egerton manuscript 2898. f. 05. www.tetlacuilolli.org.mx


Todo este acervo se encuentra resguardado en varios repositorios nacionales como la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia en el Museo de Antropología de la ciudad de México y en varios museos y Bibliotecas, como la Biblioteca José María Lafragua en la ciudad de Puebla, o el Archivo General de la Nación o la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística o el Museo Michoacano de Morelia, entre otros repositorios del país.

En estos códices se encuentra una variedad de temas que nos permiten acercarnos a aquello que los propios indígenas quisieron dejar asentado, mediante un sistema de imágenes en las que el color, el tamaño, la orientación son algunos elementos entre otros, que transmiten su lengua y permiten acercarnos a su lectura.

Este patrimonio, legado y resguardado por siglos, el cual no ha dejado de tener sus desventuras, ha sido reconocido como parte de la memoria del mundo por la UNESCO, lo que debe ser valorado tanto por nacionales como por extranjeros, ya que forma parte de la identidad del país.

Nunca se perderá, nunca se olvidará
Lo que vinieron a hacer
Lo que vinieron a asentar en sus pinturas,
Su renombre, su historia, su recuerdo…
Siempre lo guardaremos
Nosotros hijos de ellos…
Lo vamos a decir, lo vamos a comunicar,
A quienes todavía vivirán, habrán de nacer….

Crónica Mexicáyotl


Bibliografía

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