Alma Rosa Lizárraga Ramos[1]
Investigadora posdoctoral en CIESAS Sureste
Vía crucis del migrante 2022.
Foto: Alma Rosa Lizárraga Ramos, 2022, Tenosique, Tabasco.
Introducción
Llegué a Tenosique, Tabasco, con el conocimiento de lo que se ha escrito de la ciudad en términos migratorios. En 2020, me encontraba realizando un proyecto de investigación para aplicar a una estancia postdoctoral en un proyecto vinculado a los Programas Nacionales Estratégicos del Conacyt (Pronaces). Me he interesado por los estudios migratorios, la movilidad, inmovilidad, las estancias prolongadas en las ciudades fronterizas, así que Tenosique me permitía ampliar mi enfoque de estudio. En noviembre del mismo año inició la estancia postdoctoral, me mudé a la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para comenzar un nuevo proyecto que me emocionaba, el moverme de ciudad no ha sido problema, sin embargo, mi situación había cambiado, me mudaba de ciudad acompañada de mi familia con una hija de ocho meses de edad.
El año 2020 fue crítico para todas y todos, nos encontrábamos ante una contingencia sanitaria causada por la pandemia provocada por el virus SARS CoV2, Covid-19, lo que nos limitó a estar en contacto cara a cara, estuvimos en confinamiento por muchos meses. Sin embargo, la población migrante seguía moviéndose, obligada a abandonar sus países de origen y a permanecer en espacios fronterizos en condiciones de habitabilidad precarias, sin o poco acceso a sistemas de protección de salud, y con falta de certeza sobre sus procesos migratorios. Esto implicaba demanda de atención, tanto para los albergues y casas para migrantes que han sido las dotadoras de los servicios básicos, como de instituciones dedicadas al control de la movilidad.
La situación por la pandemia permitió un refuerzo exacerbado para justificar el cierre de las fronteras, la externalización de la frontera estadounidense, ante esto la dinámica migratoria se complejizaba aún más, las casas y albergues para migrantes tenían que reajustar sus medidas para otorgar servicios y ayuda humanitaria (Barrios y Lizárraga, 2021).
Para el siguiente año 2021, la situación continuaba y se intensificaba el discurso de salud pública y el miedo al contagio. En este año, mis acercamientos con la ciudad fueron a través de informantes clave, el seguimiento en diferentes redes sociales de grupos de migrantes, así como dos salidas a campo que me permitieron realizar un primer bosquejo contextual de la situación migratoria en la ciudad y cumplir con los objetivos del primer año de estancia postdoctoral.
Fue hasta abril de 2022 que logré viajar a Tenosique, y quedarme más tiempo, recorrer sus calles, los puntos de entrada oficial, charlar con las personas locales y personas migrantes, moverme en el “pochimóvil” un transporte local tipo moto-carro. Experimentaba de nuevo el estar en trabajo de campo. El objetivo de esa salida tenía que ver con realizar talleres de mapeos colectivos con personas en inmovilidad que se encontraban en La 72 Hogar-refugio para personas migrantes, esto para el proyecto de investigación postdoctoral “Cartografía social desde la experiencia de la población en inmovilidad y población local, en Tenosique, Tabasco” financiado por el Conacyt.
En ese lapso, La 72 estaba convocando al vía crucis migrante, así que por primera vez se me presentaba la oportunidad de participar y vivir la “experiencia migrante”. Este vía crucis organizado localmente comprendía un recorrido de 60 km aproximadamente por la carretera y pueblos que atraviesan la ruta El Ceibo hasta llegar a las instalaciones de La 72. Un recorrido de tres días, del 11 al 13 de abril de 2022.
En este texto pretendo mostrar una aproximación desde la reflexividad y la observación participante ante una experiencia vivida en el trabajo de campo, como lo fue el vía crucis del migrante 2022. A partir de la experiencia personal, la interacción con las y los otros participantes ‒migrantes, investigadores, estudiantes, voluntarios, religiosos y defensores comunitarios‒ distintas reflexividades, y las investigaciones en el campo de las migraciones por y en México, pretendo reflexionar sobre las posturas, desigualdades y preocupaciones en vivir la experiencia migrante como investigadora.
Encuadre teórico metodológico. La reflexividad y la observación participante
Me baso en un encuadre teórico-metodológico de la reflexividad y la observación participante, que en términos de Guber (2018) lo entendemos como un proceso totalizador que incorpora las distintas fases de la investigación etnográfica, “la reflexividad no solo contempla la persona del investigador (su raza, su género y otros aspectos), sino que también contempla el campo, la perspectiva teórica, y la elaboración del texto” (Guber, 2018: 53). En este trabajo me enfoco en un punto de inflexión en el trabajo de campo como el vía crucis del migrante desde mi experiencia y la interacción con los otros.
Me sitúo en un análisis reflexivo en donde tomo la interacción entre participación y observación. La observación participante consiste en dos actividades principales: observar sistemática y controladamente todo lo que acontece en torno al investigador, y participar en una o varias actividades de la población (Guber, 2001: 22). La importancia de utilizar la observación es porque ofrece un panorama amplio para contrarrestar las realidades ‒tanto del investigador como de los interlocutores.
Por un lado, el observar nos despliega nuevas interrogantes sobre la vida cotidiana de las personas, nos abre el panorama sobre las particularidades de los pueblos o lugares. Nos sitúa en el momento de los hechos (Lizárraga, 2019). Por otro lado, el hecho de participar en alguna actividad junto con la población de estudio, introduce obstáculos al momento de objetivar la investigación, pero también te ofrece elementos que ayudan a posicionarte desde un sentido crítico ante las realidades. Así, con la herramienta de la observación participante me posiciono en un análisis desde la reflexividad ‒las reflexividades.
Baranger (2018) divide la noción de reflexividad en dos grandes categorías. Uno, “la reflexividad sustantiva “teórica”, entendida como una característica real de los actores sociales (Schütz, Garfinnkel), y/o de las sociedades, y específicamente del tipo de sociedades modernas” (en Giddens, Lash y Beck). Y dos, “la reflexividad epistémica o metodológica, aquella que es puesta en juego por el investigador y, eventualmente, por la comunidad científica” (Baranguer, 2018: 23). En este trabajo me sitúo en la segunda categoría.
Panorama del contexto migratorio en Tenosique, Tabasco. Entre la desesperación, el miedo y la tristeza
La franja fronteriza entre Tabasco y Guatemala es el segundo punto de entrada más importante de la frontera sur de México, para muchas personas extranjeras que buscan alcanzar la frontera norte de México y sur de Estados Unidos. El principal punto de internación oficial es El Ceibo, y los puntos no oficiales de El Pedregal y La Palma, de ahí se tiene que recorrer aproximadamente entre 40 y 60 km para llegar a la ciudad de Tenosique, Tabasco. En este camino las personas migrantes que cruzan la frontera de manera indocumentada tienen que sortear una serie de obstáculos para llegar a la ciudad. Las personas migrantes con menos recursos sociales y económicos realizan ese viaje caminando por la carretera principal, otros rodean atravesando ranchos, pantanos y la selva para evitar el encuentro con el Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional. Este camino no cuenta con conexión a internet y sólo logran tener comunicación cuando llegan a los poblados de Sueños de Oro, Xotal Primera, Emiliano Zapata, entre otros, donde logran adquirir una ficha de internet para sus teléfonos móviles y comunicarse con sus familiares, amigos.
Este tránsito ‒inicial‒ las personas migrantes han tenido que sortear toda clase de peligros y riesgos, han realizado un recorrido de dos hasta cinco días para llegar a Tenosique. Al llegar a la ciudad, las personas migrantes buscan un lugar para descansar, los que tienen conocimiento sobre la travesía conocen los servicios que ofrece La 72 y se dirigen hacia la casa, los que no cuentan con la información preguntan y las personas locales les hablan de la casa para las personas migrantes.
La 72 es una organización de la sociedad civil que nace y se funda acompañada de la provincia franciscana. Desde 1995 ofrece servicios de alimentación y hospedaje en la parroquia de la ciudad, pero es hasta el 23 de abril de 2011 que se funda como La 72 y se instala en el espacio que antes pertenecía al asilo para personas adultas. La 72 se ha convertido en una casa de larga estancia, las personas que se establecen en la casa pueden durar todo el tiempo que requieran. Sin embargo, a partir de la pandemia por la Covid 19 tuvieron que priorizar la recepción, pasaron de recibir a 500 personas por día a sólo 150. Entre los servicios que proporciona la casa son: alimentación, hospedaje, ropa, servicios de enfermería o canalización al hospital comunitario, dependiendo de las necesidades de la persona, acompañan casos de solicitud de refugio, víctima de delitos, brindan asesoría en el trámite migratorio y en algunas ocasiones representación legal. Cuenta con módulos para grupos vulnerables; mujeres, familias completas, niños, niñas y adolescentes no acompañados, personas con discapacidad, personas de la tercera edad y de la comunidad LGBTQ.
En una de mis visitas a La 72 se me acercó un hombre de unos 30 años, hondureño, con más de 5 meses en la casa, comenzó a compartirme un poco de su historia, de su desesperación. En la mano traía una carpeta, estaba indeciso, tenía que ir a Comar a preguntar por su solicitud, pero también sentía un dolor de estómago, y quería pasar a consulta. José me comentó que tenía 5 meses en Tenosique, que comenzó su proceso de solicitud de la condición de refugio, con la ayuda de los abogados de La 72. Se encontraba desesperado, con miedo y triste. Desesperado por el tiempo que tenía en la casa “estoy bien aquí, me han tratado bien, pero tengo que ganar dinero, tengo que trabajar, quiero enviarles dinero a mis hijos”, José tiene dos hijos uno de 8 años y otro de 2 años, su esposa y sus niños se quedaron en Honduras. Hablamos por unos 20 minutos de los motivos por los cuales decidió salir de su país de origen, de su tránsito, de su estancia en Tenosique y un poco sobre sus planes a un futuro inmediato.
La historia de José es la historia de decenas de personas que se han visto limitadas en avanzar por la ruta migratoria, con pocas o nulas redes migratorias, y con pocas opciones de regularización, deciden esperar en la ciudad, a pesar del tiempo que lleva el trámite, de la incertidumbre de no saber si la resolución será positiva o negativa. En este sentido, llama la atención la situación de las personas migrantes que se quedan en la irregularidad, y con el desconocimiento que existe hacia las alternativas para la regularización migratoria.
Ante estas situaciones, La 72 se convierte en un actor relevante y se posiciona como una organización que defiende los derechos humanos de las personas migrantes. Como organización han protagonizado y organizado marchas, caravanas, vía crucis, han emitido comunicados para alzar la voz y visibilizar las situaciones de riesgos y peligros a los que se enfrentan las personas migrantes.
El vía crucis como punto de inflexión en el trabajo de campo
Desde el año 2011, hemos presenciado manifestaciones conformadas por activistas y defensores de los derechos humanos con la finalidad de visibilizar y demandar las violaciones a los derechos humanos que sufren miles de personas migrantes que transitan por México para alcanzar la frontera con Estados Unidos. Cada año hemos sido participes de estos eventos conocidos como los vía crucis del migrante (a excepción de los dos años de pandemia), donde participan una diversidad de actores que se suman al reclamo y a visibilizar la situación de impunidad que se vive en el país. De las primeras manifestaciones colectivas han sido protagonizadas por las madres centroamericanas que recorren anualmente las rutas migratorias en búsqueda de sus hijos e hijas migrantes que han desaparecido en su intento por alcanzar la frontera norte de México. En el campo migratorio los vía crucis de migrante se han analizado “como eventos de protesta que vinculan lo religioso con lo político” (Vargas, 2018).
Es en 2014, que La 72 inicia con el vía crucis migrante, recorriendo las carreteras, los poblados y las calles que atraviesan la ruta de El Ceibo y La Palma, “acompañando a las personas migrantes en 14 estaciones […] cada una de estas estaciones son referidas a lo peligroso del trayecto […] a la realidad social que se vive en la zona” (La 72 Tenosique, 2m17s). Es una forma de protestar y visibilizar la situación de la migración centroamericana.
Después de dos años sin realizar eventos masivos, La 72 decidió organizar el vía crucis migrante 2022 “Fui forastero y me hospedaste”. Su organización fue a nivel local, se convocó a través de sus redes sociales dirigido a toda la población interesada en recrear la experiencia migrante ‒población tenosiquense y a personas migrantes‒. Este vía crucis comprendía un recorrido de 60 km, aproximadamente, por la carretera y pueblos que atraviesan la ruta, desde El Ceibo hasta llegar a las instalaciones de La 72. Un recorrido de tres días, del 11 al 13 de abril de 2022.
Esta experiencia se convirtió en un punto de inflexión en el trabajo de campo. Debido a que puedo afirmar que representó un antes y un después de mi inmersión en el campo. Si bien, ya tenía unos días en la ciudad, de visitar La 72, incluso de aplicar los instrumentos metodológicos ‒entrevistas semiestructuradas, talleres colectivos, observación participante, elaboración de notas de campo sobre mis impresiones de la situación‒. Asistir al vía crucis me permitió ir más allá de la participación e involucramiento que he tenido en mis acercamientos con la población en inmovilidad.
En esta manifestación me asumí como investigadora ‒ante las y los demás como profesora que realiza proyectos de investigación en torno a la situación migratoria en México.
Ahora bien, el primer día del vía crucis el punto de reunión fue La 72. Acudimos al lugar a las ocho de la mañana, se cargaron las camionetas con agua, sueros, colchonetas, todo lo necesario para el recorrido de tres días. La organización es que salíamos dos grupos, el primer grupo, nos trasladaríamos hasta Casa del migrante Belén, que se encuentra ubicado en El Ceibo, Guatemala. Y el segundo grupo llegaría al puesto ubicado a unos kilómetros de la comunidad de Sueños de Oro. Me anoté al primer grupo, pues mi interés por conocer Casa Belén era inminente, además del cruce fronterizo. Salimos alrededor de quince personas entre voluntarios, investigadores, religiosos y migrantes en trámite de su solicitud de refugio.
Llegamos a la frontera con Guatemala, cruzamos la garita caminando no hubo ningún inconveniente, no fue necesario ni mostrar nuestra identificación, sólo una persona de las organizadoras del vía crucis, pasó a las instalaciones del encargado para informar el motivo de nuestro cruce, no pasó ni un minuto cuando todas y todos ya estábamos del lado de Guatemala.
Caminamos alrededor de un kilómetro hasta llegar a Casa Belén, ahí nos estaba esperando el responsable de la casa. Nos recibieron con agua de avena y unas peras de Guatemala. Junto al responsable, estaba la encargada de la cocina (voluntaria), y un joven migrante de 22 años de origen guatemalteco que estaba esperando la salida del vía crucis. Las instalaciones de Casa Belén se encuentran en un cerro, su infraestructura es pequeña, tiene un cuarto amplio con literas, baños para hombres y mujeres, otro espacio para la cocina, y se puede notar la construcción de otro espacio que se acondiciona como oficina para llevar a cabo las reuniones.
Alrededor de las diez de la mañana iniciamos el vía crucis. En esta casa para personas migrantes fue nuestra primera estación, después de la lectura y las oraciones, para entrar a México decidimos colectivamente que nuestro ingresó sería por un punto ciego. Así se dio inicio la caminata de tres días, donde en cada lugar estratégico nos deteníamos a realizar una parada que representaba las catorce estaciones del vía crucis.
En estos días me tocó compartir intereses, reflexiones, con otros actores que participaban en esta caminata, charlar con personas migrantes que se sumaban al recorrido sin tener la mínima intención de preguntarle o conocer su historia, ellos y ellas, ante la necesidad de platicar, compartían sus motivos por abandonar su país. De las personas migrantes con condición de refugio que se encontraban en La 72 y asistieron al vía crucis me compartían su trayecto, de cómo le hicieron, por dónde caminaron, a qué lugar llegaron, dónde fue ese lugar donde lograron tomar agua, donde recibieron una ayuda, expresaban sus miedos, sus expectativas, y a la vez el desconocimiento o conocimiento sobre la ruta. El vía crucis también me permitió identificar a decenas de mujeres que se asumen como defensoras comunitarias, y conocer la labor que La 72 está impulsando en sensibilizar y dotar de agencia a personas locales que viven en las comunidades por donde pasan las personas migrantes, escuchar sus historias.
Después de un recorrido de unos 20 km nos deteníamos a pasar la noche en uno de los poblados donde se contaba con las defensoras comunitarias, ellas nos ofrecían alimentación ‒desayuno, almuerzo y cena‒ y un espacio para pasar la noche, ya sea en la iglesia del lugar o en la casa de ellas. Con esta experiencia no puedo decir que viví y me sentí como una persona migrante. Al contrario, recreamos las desigualdades y las preocupaciones que imperan en cada realidad. Desde mi posición como investigadora y como madre, tenía la ventaja de trasladarme, al finalizar el día, a la casa que rentaba con mi hija de apenas dos años. Regresaba al día siguiente a las seis de la mañana cuando todas y todos continuábamos el recorrido. En la caminata se sumaban personas migrantes que nos encontrábamos en el camino, otros no continuaban más por el cansancio y decidían mejor trasladarse a Tenosique a través de otros medios de movilidad.
Conclusiones
He abordado la experiencia en el vía crucis del migrante desde la reflexividad ‒las reflexividades‒ en su relación con la observación participante en el trabajo de campo. Desde esta aproximación metodológica y epistemológica, me cuestioné ¿por qué considerar el vía crucis como el punto de inflexión en el trabajo de campo? Si bien mi acercamiento con la población de estudio ‒población en inmovilidad‒ fue antes de la caminata toda vez que ya me encontraba en campo, asistir al vía crucis me permitió vincularme aún más con las personas migrantes que se encuentran en La 72, así como con voluntarios, defensoras comunitarias, religiosos y organizadores que acompañaron el evento.
Me permitió enfrentar mi realidad con la de las personas migrantes, que a diario deciden dejar atrás su país, su familia e hijos, abandonar sus hogares, sus trabajos. Las desigualdades, los miedos y frustraciones que se viven a diario. Guber (2001) sostiene que la reflexividad inherente al trabajo de campo es el proceso de interacción, diferenciación y reciprocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente ‒sentido común, teoría, modelos explicativos‒ y la de los actores o sujetos /objetos de investigación. (2001: 21)
Bibliografía
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Barrios, María Inés y Alma Rosa Lizárraga Ramos (2021), “Atrapamiento migratorio y el reajuste de los espacios de atención en la frontera norte de México ante la COVID-19”, en Diarios del terruño. Reflexiones sobre Migración y Movilidad, vol. 12, pp. 46-67. https://www.revistadiariosdelterruno.com/wp-content/uploads/2022/02/MIBO.ALR_.DT_.12.46.67.pdf
Guber, Rosana (2001), La etnografía. Método, campo y reflexividad, Buenos Aires, s.e. https://antroporecursos.files.wordpress.com/2009/03/guber-r-2001-la-etnografia.pdf
——————- (2018), “‘volante rasantes’… etnográficamente hablando. Cuando la reflexividad de los sujetos sociales irrumpe la reflexividad metodológica y narrativa del investigador”, en Juan Ignacio Piovani y Leticia Muñiz Terra (2018) (comps.) ¿Condenados a la reflexividad? Apuntes para repensar el proceso de investigación social, Buenos Aires, CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20180419015342/Condenados_a_la_reflexividad.pdf
La 72 Tenosique (27 de abril de 2022), Viacrucis Migrante 2022 “Fui forastero y me hospedaste”. (Mt 25, 35). En https://www.youtube.com/watch?v=3ENa9JxVAAM&t=7s
Lizárraga, A. (2019), “Centroamericanos asentados en la ciudad de Mexicali, Baja California: estrategias de movilidad y espacios vividos”, Tesis de Doctorado en Estudios de Migración. El Colegio de la Frontera Norte, A.C. México. https://www.colef.mx/posgrado/wp-content/uploads/2019/08/TESIS-Liz%C3%A1rraga-Ramos-Alma-Rosa-DEM.pdf
Vargas Carrasco, Felipe de Jesús (2018), “El Vía crucis del migrante: demandas y membresía”, en Trace, núm. 73, CEMCA, pp. 117-133. http://www.scielo.org.mx/pdf/trace/n73/2007-2392-trace-73-117.pdf
[1] alma.lgaramos@gmail.com