Cynthia García Martínez
Universidad Veracruzana
El Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias es una iniciativa importante para la difusión e intercambio de conocimientos entre personas interesadas en las poblaciones afromexicanas. Si bien en los últimos años han aumentado las conferencias, publicaciones, encuentros entre organizaciones e instituciones estatales y difusión de estos temas en redes sociales, los aportes de dicho Festival radican en su carácter interdisciplinario y en que se realiza en comunidades afromexicanas. La tercera edición se llevó a cabo en los poblados de El Mirador, Mata Clara y Yanga del 2 al 4 de junio de 2023 en el estado de Veracruz con un programa de actividades diverso que ofreció la oportunidad a personas de diferentes edades y ocupaciones de hacer una pausa en sus rutinas para compartir, aprender, intercambiar y reflexionar sobre nuestros pasados y presentes.
Tuve la oportunidad de compartir algunas hipótesis derivadas de mis investigaciones históricas con estudiantes del Colegio de Bachilleres 29 de Yanga en el marco del conversatorio inaugural, “Historias y expresiones artísticas de Yanga, El Mirador y Mata Clara”, junto con mis colegas José Mendoza, Magaly de la Rosa, Oscar Malagón, Francisco Luna, Antonio Carrera y Luis Alberto Castillo. El objetivo de mi participación fue argumentar sobre la importancia de conocer y revalorar las historias de nuestro pasado partiendo de dos premisas: que lo que sabemos del pasado no es algo estático o inapelable, y que los sucesos, procesos y hechos ocurren pero nuestras interpretaciones sobre ellos cambian.
Durante la charla, señalaba que los datos y las interpretaciones sobre las historias de la población de origen africano en México han aumentado a lo largo de las últimas tres décadas, conforme metodologías de investigación y relecturas de fuentes han sido puestas en marcha por investigadores en diferentes campos de las ciencias sociales. Desde mi perspectiva, el aumento del interés sobre las historias de esta población en nuestro país no es un hecho aislado, se encuentra inserto en iniciativas tanto nacionales como internacionales relacionadas, al menos, con tres grandes movimientos contemporáneos:
– La lucha por el reconocimiento estatal de la pluralidad étnica y cultural de las naciones latinoamericanas y caribeñas.
– La lucha en contra del racismo en todos sus niveles y ámbitos.
– Los movimientos de reivindicación de las identidades afrodescendientes.
Los estudios sobre la población de origen o con ascendencia africana durante la etapa colonial, y sobre la población afromexicana contemporánea, nos permiten tener una visión más compleja de nuestros orígenes e identificar los retos que aún enfrentamos rumbo al fin del Decenio Internacional de los Afrodescendientes.
Sin pretender hacer un recuento exhaustivo, sabemos que las personas africanas llegaron de manera forzada a la Nueva España desde mediados del siglo XVI hasta la primera década del siglo XIX. Provenían, principalmente, de la costa atlántica africana, es decir, de los actuales países de Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Guinea Ecuatorial, Gabón, los dos Congos y Angola, y para los siglos XVII y XVIII, algunas personas provenían del comercio intrarregional con el Caribe hispano. Veracruz fue uno de los más importantes puertos de entrada de personas esclavizadas y una de las rutas de tránsito y comercio fue la de ese puerto hacia Ciudad de México pasando por Orizaba y Córdoba. Gracias a los estudios de Adriana Naveda sabemos que algunas personas fueron vendidas en las haciendas azucareras de Córdoba y gracias a los estudios de Patrick Carroll, de Antonio García de León, de María Elisa Velázquez, de Alfredo Delgado, y de Marco Antonio Pérez, entre otros, sabemos que éstas personas no sólo estuvieron sometidas a la esclavitud, sino que desarrollaron muchas actividades de manera libre. De modo que desde principios del siglo XVII encontramos a personas libres de ascendencia africana que si bien en muchas ocasiones seguían estando sujetas a una condición desfavorable económicamente o a diversos tipos de violencia, lograron ejercer movilidad social y espacial.
Una de las inquietudes de los estudiantes se relacionó con las denominaciones, que, sin duda, sigue siendo un tema a debate. Señalaba que una de las razones por las que algunas personas privilegiamos el concepto de “afrodescendiente” en los análisis históricos, es porque no se limita a aludir a los rasgos fenotípicos de los sujetos, como lo hacen conceptos coloniales como “mulato” o “negro”, sino que alude también a procesos históricos como el mestizaje físico y cultural y al tránsito y permanencia de las personas. En la actualidad, también refiere a todo aquel o aquella que se autoidentifica como descendiente de personas africanas, pues el concepto pretende abarcar a las personas que descienden de manera directa o indirecta de un proceso histórico de diáspora y que comparten una cultura diferenciada.
Otro cuestionamiento refirió al significado de “cimarrón”. Se explicaba que en el periodo colonial se utilizó para denominar a las personas que escapaban de las condiciones de sujeción forzada, lo que constituía un adjetivo negativo, sin embargo, hoy el concepto de “cimarronaje” está relacionado con resistencia y rebeldía, esto es, con una postura política que los movimientos sociales de poblaciones afrodescendientes han reivindicado y resignificado.
Sigo sosteniendo que algunos de los retos que enfrentan los estudios históricos sobre las personas afrodescendientes son la escritura de historias complejas y matizadas que nos permitan pensar a las personas africanas y a sus descendientes no sólo como víctimas sin historiar sus resistencias, sus negociaciones, sus estrategias de sobrevivencia, en las que en ocasiones también vejaban a otros y otras afrodescendientes. Otro de los retos es releer y explorar más fuentes de investigación históricas y, finalmente, sigue siendo importante la visibilización de estas personas que desempeñaron un papel importante tanto en el ámbito público como privado, en la economía y para la reproducción cultural en la sociedad novohispana y, posteriormente, mexicana. Esta última tarea, la de visibilizar, implica desarrollar estrategias de comunicación y divulgación del conocimiento histórico fuera de los ámbitos académicos, y el Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias brinda un espacio excepcional para ello.
Otra de las actividades realizadas durante el Festival fue la proyección vespertina de cortometrajes sobre las afrodescendencias en México y en la región. Participé junto con Mariana Cortés, en la proyección de Chimbumbé dirigida por Antonio Colello (2008) y Caña dulce, caña brava dirigida por Joaquín Murguía (2022). Al finalizar la proyección a las afueras del Palacio Municipal de Yanga, tuvimos la oportunidad de conversar con Roque Enríquez y con Vicente Jiménez, fotógrafo y productor, respectivamente, de Caña dulce, caña brava. Dicho cortometraje aborda el trabajo que ha habido detrás de la producción azucarera desde el periodo colonial mediante una narrativa visual sin diálogos. Cabe destacar que el cortometraje fue filmado en Mata Clara e inmediaciones con la participación de personas de la comunidad, y era la primera vez que se proyectaba. Durante el intercambio de ideas destacó la importancia de relatar otras historias, de retratar otros cuerpos y de abordar otras problemáticas que interpelen los discursos cinematográficos hegemónicos y la importancia de mostrar a las comunidades los productos finales de investigaciones, entrevistas, filmaciones, etc.
Al finalizar ambos espacios de intercambio junto con el resto de actividades del III Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias, se reafirmaron mis convicciones sobre la importancia de seguir investigando sobre nuestro pasado y de realizar actividades de difusión dentro y fuera de los ámbitos académicos mediante lenguajes claros e incluyentes que permitan abrir y enriquecer los diálogos. Deseo que el Festival continúe su camino itinerante por muchos años más.