Domingo Meneses Méndez[1]
Universidad Intercultural de Chiapas
Foto tomada de la página de Facebook de la UNICH
Introducción
En la década de los ochenta se llevó a cabo la formación de un grupo de jóvenes indígenas provenientes de diferentes pueblos del país, con la finalidad de conducirlos a la reflexión y concientización sobre la situación social de los pueblos originarios de México. La política social del gobierno hacia los pueblos originarios siempre ha sido de integración a la sociedad nacional, y son claras las condiciones de marginación social, económica, política, cultural en que hasta ahora se encuentran. Aunque desde hace ya un buen tiempo hay una clara reacción de muchos líderes sociales y políticos indígenas que han intentado expresar su preocupación sobre la situación social de las poblaciones indígenas formando organizaciones sociales en busca de propuestas a fin de alcanzar otras condiciones de vida en las comunidades indígenas. Muchas voces dispersas en distintos puntos del país y de diversos pueblos originarios han reclamado de antaño el reconocimiento de los derechos como pueblos diferentes. Esta situación condujo a intelectuales nacionales a la discusión y al análisis de los problemas sociales de las poblaciones indígenas, y como una acción concreta de apoyo a la formación de jóvenes indígenas hablantes de las diferentes lenguas originarias de México, se creó el Programa de Formación Profesional de Etnolingüística. Una pequeña brecha en el ámbito académico para discutir los problemas sociales, principalmente en el terreno antropológico, lingüístico e histórico, pues este programa se caracterizó por incluir en su plan de estudios estas tres áreas del conocimiento. Cada estudiante tenía la libertad de elegir el área en la que deseara fortalecer sus conocimientos, por eso cuando me tocó decidir qué debería hacer, fue cuando tuve que explorar en mi pensamiento, en mi identidad, en mi historia propia, para encontrar el camino a seguir, pues es cuando se entretejen muchas preguntas sin respuesta. Pero a veces el andar en el camino educativo termina por consolidar las decisiones de trabajar con las lenguas propias. Por eso, en primera instancia inicié con la escritura de textos literarios, como los cuentos y leyendas ch’oles en que las instituciones educativas se interesaban en ese entonces. Posteriormente, mi paso breve en el Instituto Chiapaneco de Cultura me permitió tener un acercamiento al gran reto sobre el quehacer con las lenguas originarias, pues en ese momento se constituyó en Chiapas la Unidad de Escritores Mayas y Zoques (UNEMAZ), con sede en San Cristóbal de Las Casas. Un año después en 1991, se creó la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas (ELIAC), con sede en la ciudad de México. Al mismo tiempo, mi participación en el proyecto para la elaboración de los Libros de Textos en Lenguas Indígenas de la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) fue para mí muy formativa. Después de esto, me tocó estar desde la apertura del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI) del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CONECULTA), un espacio idóneo para discutir y analizar propuestas de desarrollo de las lenguas originarias, y desde el año 2005 me tocó ser parte fundadora de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH), adscrito en la licenciatura de Lengua y Cultura, instancia en donde me toca reflexionar del gran reto pendiente con las lenguas originarias. Pues una de las tareas principales de las Universidades Interculturales es
promover la formación de profesionales comprometidos con el desarrollo económico, social y cultural, particularmente, de los pueblos indígenas del país, revalorar los saberes de los pueblos indígenas y propiciar un proceso de síntesis con los avances del conocimiento científico; fomentar la difusión de los valores propios de las comunidades, así como abrir espacios para promover la revitalización, desarrollo y consolidación de lenguas y culturas originarias. (CGEIB, 2006)
Sin duda esto es un gran avance, pero para alcanzar la revitalización, el desarrollo y consolidación se requiere nuevos proyectos que sirvan directamente a los pueblos originarios.
¿Es posible la revitalización de las lenguas originarias?
En el terreno de las lenguas originarias se ha discutido mucho sobre el desarrollo o el fortalecimiento que requieren estas lenguas, sobre todo porque es uno de los mandatos de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, en donde se expone la necesidad de impulsar su desarrollo o fortalecimiento, que no solo sea lengua de la casa o de la comunidad. La revitalización de las lenguas originarias es un reto mayor, pues es necesaria una reflexión amplia sobre el problema en que están inmersas las lenguas originarias, pues desde siempre han estado marginadas de los proyectos nacionales, por lo que quedaron fuera de todos los beneficios técnicos académicos, tanto que los profesionistas hablantes de las lenguas originarias y los jóvenes han ido perdiendo las habilidades de comunicación en sus lenguas madres.
Si fuera posible tener una radiografía de las lenguas originarias frente al español, encontraríamos que las lenguas originarias están en una clara desventaja frente a las lenguas modernas, se encuentran en gran medida en exclusión como lengua de instrucción en el ámbito educativo indígena, solo se ha orillado a que estas lenguas originarias queden al margen de todas actividades técnicas académicas que hoy están en buena parte de todos los niveles educativos en las comunidades. El efecto del contacto del castellano frente a las lenguas originarias, el castellano en su posición de lengua hegemónica, solo permite que se enriquezca aún más con la apropiación de vocablos provenientes de las distintas lenguas locales que lo rodean.
En cambio, las lenguas originarias frente al español sufren un efecto distinto: por el contrario, debido al prestigio social que tiene el castellano los hablantes de las lenguas originarias son más propensos a aceptar diferentes vocabularios del castellano, por su condición de ser lenguas subordinadas, débiles frente al castellano, tanto que en la actualidad jóvenes y profesionistas indígenas optan por “abusar” de los préstamos de palabras del castellano que incorporan a sus lenguas propias, aunque la lengua no las necesite. Esto es un hecho real, pues es claro que las nuevas generaciones cada vez tienen mayor dominio del castellano, e incluso un buen número de las nuevas generaciones ya lo tienen como su lengua materna. En este caso, podemos notar que el número de hablantes del castellano está cada vez más en aumento, pues los hablantes de lenguas originarias se están apropiando cada vez más del castellano; por la necesidad o por la presión de la misma sociedad terminan por aceptarlo.
En cambio, con las lenguas originarias sucede todo lo contrario, el número de hablantes de estas lenguas está cada vez más a la baja; los profesionistas y jóvenes estudiantes son bilingües temporales, que más adelante terminan por identificarse como hablantes solo del castellano, debido a que “los mismos hablantes se refieren a ellas despectivamente debido a la influencia de los maestros que les han inculcado desprecio hacia lo propio y todos suponen que la única lengua es la oficial” (Lastra, 1997). Esta realidad es un proceso en el que es notable que los jóvenes y/o profesionistas indígenas logran tener un mejor dominio sobre el castellano, pues se expresan mejor, lo escriben mejor que su propia lengua, y lo que es claro es que esta segunda lengua la emplean para realizar todas las actividades principales de su vida. Es decir que si tienen que analizar, reflexionar o sistematizar cualquier tema de interés lo realizan desde el castellano. Esto quiere decir que el castellano se ha convertido en la lengua principal para desarrollar todas sus relaciones intelectuales o sociales, y aún mas, cuando tienen la necesidad de analizar o reflexionar algún tema en su lengua materna, primero lo hacen desde el castellano y luego formulan o crean la versión en su lengua originaria. Esto es común en muchos escritores indígenas que escriben poemas, cuentos, novelas o cualquier otro género literario, en donde primero lo formulan en castellano y en un segundo momento crean la versión en su lengua materna.
Las lenguas originarias en el ámbito educativo
En el ámbito educativo indígena sucede algo igual, los docentes no suelen crear textos o producir escritos en lenguas originarias y mucho menos imparten sus clases en la lengua de los niños, con la excusa de que las lenguas indígenas no hay los tecnicismos que se emplean en el ámbito educativo. Por esta razón prefieren emplear el castellano en todas sus actividades educativas y, acuden al uso de la lengua del niño solo cuando consideran que hay algo que no ha sido comprendido por el niño, es cuando de manera muy aislada usan muy brevemente la lengua originaria para hacer algunas aclaraciones, después regresan al uso habitual del castellano.
Vale cuestionarse ¿por qué la falta de interés de los docentes en el uso de la lengua originaria para impartir sus clases? Una respuesta a esta interrogante puede ser bastante amplia, compleja y contradictoria: se debe a que tanto jóvenes como profesionistas cada vez van perdiendo las habilidades de comunicación en estas lenguas originarias, porque las usan cada vez menos, y mientras una lengua se use poco se perderán las habilidades de comunicación, se van quedando palabras sin usar hasta llegar al olvido total. Sin embargo, la comunicación no se trunca, sino que continúa con los recursos que le ofrece la siguiente lengua que está a su alcance, que muchos jóvenes ya la tienen como su lengua materna, que en las comunidades indígenas es el español. En una lengua que no tiene uso y presencia en los diversos ámbitos sociales se van creando vacíos léxicos, que posteriormente se van cubriendo con nuevos conceptos tomados de la lengua castellana. Es un hecho real que hoy en día los profesionistas indígenas en distintas disciplinas emplean diversos términos o tecnicismos propios de su especialidad, y no hay el esfuerzo de generar un nuevo término equivalente o aproximado al tecnicismo del castellano, así que sucede lo que comúnmente se conoce, acudir a los préstamos lingüísticos.
El efecto de los préstamos lingüísticos en las lenguas originarias
Considero necesario abrir un paréntesis sobre el tema de los préstamos lingüísticos, porque los críticos cuestionan por qué decirle no a los préstamos lingüísticos, con el argumento de que no hay lenguas puras en el mundo. Efectivamente no hay en el mundo lenguas únicas que no compartan léxicos con otra. Cuando dos lenguas del mismo nivel de prestigio están de frente, como pueden ser dos lenguas nacionales o internacionales, al realizarse los préstamos léxicos entre ellas, lo único que ocurre es que ambas lenguas se enriquecen. En cambio, cuando dos lenguas de diferentes niveles de prestigio están de frente (el castellano frente a una lengua originaria) sucede que la lengua originaria queda en una gran desventaja. Es decir, los hablantes de esta lengua originaria toman una numerosa cantidad de palabras del castellano para integrarlos a su lengua indígena, aunque la lengua no lo requiera y no solo toman sustantivos o nombres, sino empiezan a tomar adjetivos, preposiciones, conjunciones y, sobre todo, tecnicismos o conceptos.
Por ello se hace necesario reflexionar sobre la razón de los préstamos lingüísticos en las lenguas originarias, pues hay una incorporación masiva de palabras del castellano. Este fenómeno lingüístico merece una atención particular en estas lenguas locales, pues hay razones fuertes que orillan a los hablantes de estas lenguas a aceptar los préstamos del castellano a las lenguas originarias, debido al mundo de discriminación del que somos parte.
La pregunta reiterante en este trabajo es ¿con todas estas limitaciones o marginación que padecen las lenguas originarias será posible pensar en su revitalización? Esta pregunta me parece obligada por las largas discusiones entre los políticos y funcionarios de distintos niveles administrativos para encontrar el camino de la revitalización de las lenguas originarias, pues es cierto que en México aun no existen experiencias de cómo revitalizar una lengua, y hasta ahora no hay proyectos concretos que expongan las acciones a realizar para su revitalización, aunque sobran los discursos políticos donde dicen que ahora están revitalizadas las lenguas originarias. Es de suma importancia que ahora se le de vida y seriedad a un proyecto con líneas de desarrollo concreto, pero hasta hoy nadie ha querido tocar este punto.
Sabemos de la existencia de instituciones cuya función es hacia las lenguas originarias, pero tampoco han concretado un proyecto de esta naturaleza, entre ellas el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) que se ha limitado a la promoción de estas lenguas mexicanas. Así también las instituciones que tienen un interés académico, pues están enfocadas a los estudios de rigor científico cuya finalidad es nutrir a la ciencia del lenguaje, pues a partir de los estudios descriptivos realizados al conjunto de lenguas originarias hallaron complejas formas gramaticales que ampliaron y profundizaron la teoría del lenguaje, un gran aporte de estas lenguas originarias a la ciencia del lenguaje. Por ello, conviene reflexionar también, saber: ¿cuánto ha contribuido la ciencia del lenguaje para revitalizar estas lenguas originarias? Puedo decir que hasta ahora poco.
En Chiapas existe el Centro Estatal de Lenguas Arte y Literatura Indígenas (CELALI) que se creó en el momento crucial del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) justo para cumplir el reconocimiento de las lenguas y culturas originarias, en donde se trazaron tres ejes generales de trabajo. El primero, un trabajo en el ámbito cultural en el cual se logró un gran avance, pues se realizaron distintos eventos para visibilizar la música, la danza, diversos trabajos artesanales, pintura, muestra de trajes regionales, gastronomía, etc., pues una actividad central fue el Festival Maya Zoque que cada año se organizaba en distintas regiones de Chiapas para fomentar la vida cultural de los pueblos originarios. El segundo eje de trabajo fue la parte literaria. En esta área también se realizaron diversas acciones que impulsaron la actividad literaria: se crearon diplomados, cursos, talleres para formar a poetas o cuentistas, y hoy en día hay muchos escritores con reconocimiento regional y nacional. Sin embargo, lo que traigo aquí a discusión son las visiones limitadas de los directivos de una institución con proyección lingüística, es decir, consideran que con trabajar la literatura están cumpliendo con el trabajo propiamente lingüístico entre las lenguas originarias. El tercer eje es el lingüístico, es otro campo muy complejo que desarrollar que va más allá de la producción de textos literarios. Es común encontrar en los cuentos, poesías, novelas, o cualquier otro género literario escritos en las lenguas nuestras, grandes problemas ortográficos y problemas de redacción, vistos en los textos ch’oles que se han publicado, y no dudo que en las demás lenguas sucedan lo mismo, dado que a estas lenguas originarias de México no se les ha dado la seriedad académica igual que a las lenguas nacionales u oficiales.
Es de todos conocido que para las lenguas nuestras no hay instituciones formadoras en donde se instruya a los escritores para que puedan hacer que su lengua sea elevada a otros niveles de uso. Me refiero a que toda lengua moderna establece nuevos niveles de uso del lenguaje. Por ejemplo, toda sociedad tiene el lenguaje coloquial, pero otras además del lenguaje coloquial construyen otros niveles, como el lenguaje académico, el lenguaje técnico, el científico o el lenguaje jurídico, médico, literario, entre otros. Las lenguas originarias tienen el lenguaje coloquial y con él establecen todo un diálogo en la familia o en la comunidad, con él construyen todo un discurso en relación a su vida social. Sin embargo, para las actividades académicas o técnicas no lo hacen aún.
En el campo educativo, para no impartir las clases en la lengua de los niños, se dice que es porque no existen las palabras técnicas propias para cada disciplina, una verdad innegable pues efectivamente las lenguas originarias no siguieron una evolución de acuerdo al desarrollo tecnológico y científico de los últimos tiempos, sino que desde la presencia hispana en este continente, y por el sometimiento social a la cultura hispana, las lenguas o las culturas originarias se estancaron en su proceso de desarrollo, es decir, las lenguas originarias no siguieron su evolución léxica paralela a los nuevos conocimientos existentes ahora. El conocimiento tecnológico o científico de los pueblos originarios no tuvo continuidad en su desarrollo como lo era antes de la presencia de la cultura occidental, debido a la prohibición de las prácticas culturales y a que en ese momento fueron sometidos a la esclavitud, momento en que no tuvieron opción de seguir con el desarrollo de sus propios conocimientos.
Lo que sí tuvo continuidad es el uso y el empleo de los conocimientos alcanzados hasta ese entonces, pero no siguió generando nuevos, se truncó la práctica de la escritura maya, no hubo nuevos textos escritos con los signos mayas, no hubo nuevos edificios construidos con la arquitectura propia. En cambio las prácticas culturales, religiosas, médicas, la práctica de las actividades agrícolas y la creación de artículos artesanales continuaron con su desarrollo por ser necesidades prioritarias.
Con todas estas circunstancias adversas de los pueblos originarios para la reconstrucción de su lengua y su cultura, hay una tarea pendiente y bastante compleja que se busca afanosamente construir desde el año 2003, cuando se decreta la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas. Se menciona ahí de manera contundente el desarrollo o el fortalecimiento de las lenguas indígenas, para que sea empleado en los distintos ámbitos sociales mas allá de lo comunitario, como en el artículo 9, que dice que
Es derecho de todo mexicano comunicarse en la lengua de la que sea hablante, sin restricciones en el ámbito público o privado, en forma oral o escrita, en todas sus actividades sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas y cualesquiera otras. (LGDLPI, 2012)
Sin embargo, para hacer presentes estas lenguas en el ámbito académico o educativo todavía falta por transitar una distancia mayor, hay tareas pendientes de por medio que debemos realizar, y todavía no asumimos ese compromiso, ya sea por desconocimiento de los procesos metodológicos para su desarrollo o simplemente por no querer asumirlo. Como lo dice en esta misma ley, en el articulo 14, inciso f), menciona que se requiere “elaborar y promover la producción de gramáticas, la estandarización de escrituras y la promoción de la lectoescritura en lenguas indígenas nacionales.”
¿Por qué es necesaria la forma escrita en las lenguas originarias?
Este inciso considero que es un punto de partida para el trabajo académico, que es donde menos se ha puesto atención a las distintas lenguas originarias. Mi experiencia en la Universidad Intercultural de Chiapas, en donde existen asignaturas para la enseñanza de estas lenguas, es que hay un problema fuerte que ninguna autoridad quiere asumir, la “normalización de la escritura”. Esto es necesario para poder llevar a cabo la docencia con estas lenguas para los estudiantes universitarios. La experiencia general con este tema es, cuando hay alguna pregunta de parte del estudiante como “¿maestro(a), cómo se escribe esta palabra?”, el maestro(a), al no tener a la mano la norma de escritura de la lengua que enseña, da la respuesta inmediata de “escríbelo como se habla en tu comunidad”. Con esto se ve que es necesario construir la forma escrita de las lenguas nuestras, pues la lengua hablada no es lo mismo que la lengua escrita, son dos sistemas distintos. Es importante crear la forma escrita para que todo texto no se reduzca a una variante dialectal, sino que se entrecruce a las diversas variantes existentes en cada lengua.
Para transitar hacia la revitalización de estas lenguas, según Cooper (1997) y Zimmermann (1999), deben seguirse dos niveles de estudio. Por un lado, la planificación del código y por el otro, la planificación social o funcional. Para el primero, se tiene que analizar y sistematizar la forma escrita de las lenguas, establecer la norma de escritura hasta alcanzar la estandarización de dicha lengua, y además de esto, planificar también la creación de palabras técnicas para cada disciplina, es decir, tecnicismos para el área pedagógica, para el área médica, para el área jurídica, y así en cualquier otra disciplina en la que se empleen los diversos profesionistas indígenas, una tarea clave para incrementar el vocabulario de una lengua minoritaria, una línea de trabajo de la lingüística aplicada, denominada “terminología”. Esto porque
Una lengua apta para todos los usos requiere terminología para llevar a cabo la comunicación profesional, para tratar los conocimientos de tema especializado. Una lengua sin terminología es una lengua incompleta, por cuanto sus hablantes no disponen de recursos adecuados para usar esta lengua en todas sus situaciones de comunicación. (Cabré; 2002)
A esto se debe que las lenguas originarias no tengan uso y presencia en distintos ámbitos académicos. La necesidad de ir a la planificación de la terminología es para
aquellas lenguas que por sus condiciones sociales no generan de manera natural su propia terminología, sino que, o no la poseen porque sus comunidades y grupos sociales no entran en terrenos especializados que requieren el uso de unidades específicas o porque si lo hacen, “importan sistemática e irreflexivamente estas unidades” (…) La terminología es una necesidad para todos los profesionales involucrados en la representación, expresión, comunicación y enseñanza del conocimiento especializado es básico. Así, los científicos, los tecnólogos o los profesionales de cualquier ámbito requieren términos para expresar sus conocimientos, para informar, transferir o comprar y vender sus productos. No existe especialidad alguna que no posea unidades específicas que denominen sus conceptos. (Cabré, 2002)
La planificación social o funcional consiste en aterrizar distintas actividades lingüísticas al interior de las comunidades hablantes de una lengua, donde se ejecute el trabajo sistemático realizado previamente, con la finalidad de implementar la escritura o la redacción de textos que cualquier hablante letrado pueda comprender, y no limitar el texto solo para los hablantes de la variante lingüística del escritor.
Normalización y revitalización de las lenguas originarias
El camino para fortalecer una lengua debe estar basado en el estudio técnico académico, y hacerlo funcional dentro de la sociedad hablante. El desarrollo o fortalecimiento de una lengua no es automático, sino que es el resultado de todo un trabajo técnico y académico realizado por sus propios hablantes, como se puede notar en el caso del castellano. Vemos que para una formación en esta lengua está en manos de un profesor especializado para impartir la asignatura del español, con la finalidad que se logre el buen dominio en la escritura, en la lectura y por supuesto en el uso oral del castellano. Aún más, hay otro nivel superior conocido como los “correctores de estilo”, los responsables de darle finura a la redacción, que sea un texto con la excelencia académica y científica. ¿Cuántas etapas formativas hay que pasar para alcanzar el dominio del “buen castellano”? Con esto quiero traer a la reflexión la dedicación en tiempo y esfuerzo necesaria para alcanzar el dominio escrito de las lenguas originarias que sobreviven a contracorriente.
En Chiapas hubo una primera experiencia para discutir la normalización de la escritura de las lenguas originarias, del año 2007 hasta el 2010, en la Universidad Intercultural de Chiapas. Ahora la universidad tiene la tarea de la enseñanza de estas lenguas originarias, pero en ese entonces los escritores indígenas hacían una copia fiel de las reglas ortográficas del español para adaptarlas a la escritura de sus lenguas maternas. Este ejercicio de normalización permitió concretar algunos puntos básicos para la escritura en estas lenguas, aunque todavía no es la normalización como tal, pero por la naturaleza del evento podemos decir que fue un primer paso que consistió en reflexionar el uso de los signos de puntuación, saber cuándo usar mayúsculas y minúsculas, un paso previo para avanzar a la normalización de estas lenguas.
Quienes son ajenos a los procesos de normalización de una lengua, consideran que ya está todo terminado o no es relevante, cuando es una tarea bastante amplia y compleja para las lenguas originarias, que durante su larga historia han sido lenguas orales, pues se requiere construir las bases metodológicas y académicas para avanzar, o de lo contrario se enfrasca en una discusión social estéril. No hay que perder de vista que
la normalización en cuanto a la norma es necesaria e imprescindible, también lo es que resulta insuficiente para que la lengua minorizada sobreviva en nuestro mundo actual, tan influenciado por el texto escrito y la imagen y tan estructurado por las nuevas tecnologías y la comunicación electrónica. Para que la lengua minorizada pueda sobrevivir y desarrollarse es necesaria e imprescindible la normalización social. (González-Quevedo, 2019)
En este sentido, debemos poner nuestra atención al interior de lenguas originarias mexicanas, pues es una realidad que no nos hemos involucrado como tal. Por eso, me llama la atención lo que Cooper llama la planificación formal de la lengua, que
incluye actividades como la acuñación de nuevas palabras, la reforma de la ortografía y la adopción de un nuevo sistema de escritura. En suma, incluye la creación de nuevas formas, la modificación de formas existentes y la selección entre varias formas alternativas de un código oral o escrito. (Cooper, 1997)
Falta mucho trabajo de esta naturaleza en las lenguas originarias; solo estamos aferrados a defender las formas locales de habla de una lengua, pero las formas locales de habla de una lengua son tan variadas en cada comunidad, y para fines educativos se requiere tener una forma de escritura y poder dar un giro a la escritura “sin norma” de las lenguas originarias. Se requiere dirigir la mirada para tratar un fenómeno propio como cualquier otra lengua del mundo, con sus “variantes dialectales” o “variantes lingüísticas”. La posición política de aquí es que estas variantes son intocables, porque “las variantes son una riqueza de las mismas lenguas”. Desde luego que lo son, pero para los fines académicos o educativos sí es un problema para enseñar la escritura de estas lenguas. A falta de una norma de escritura, cada docente enseña y escribe desde su variante dialectal, los alumnos pertenecen a otras variantes distintas a la del docente, y entonces se encierran en una discusión sin salida al interior de las aulas, en donde entre alumnos dicen no entenderse entre sí, o con el docente. Esto es un caso recursivo, y resulta que este tema no se ha visto como un tema de análisis y reflexión por parte de las instituciones educativas de nivel superior. Una norma es, según Dubois, “un sistema de reglas que definen lo que se debe elegir entre los usos de una lengua determinada si se quiere estar de acuerdo con cierto ideal estético o sociocultural” (Dubois, 1983).
Estas “discusiones enfrascadas” que se generan en las aulas educativas debemos verlas como voces que están reclamando la atención a un problema real, que no se ha atendido y que nadie quiere comprometerse para tomarlo como un tema de estudio. Las pocas academias u organizaciones que están dedicadas a las lenguas deben tomar también las variantes dialectales como su objeto de estudio, trascender más allá del campo literario, más allá de la producción de los cuentos, leyendas, poesías, teatro, etc., y asumir el compromiso de la planificación de nuestras lenguas originarias. Las lenguas originarias de hoy requieren avanzar en el terreno académico, y para cualquier lengua que pretenda avanzar en este campo académico es necesario crear la “forma escrita”, la “variante escrita”, la “forma normada”. Esto es una etapa que todas las lenguas que pretenden ir más allá de la oralidad deben pasar, pues se trata de construir la base para la revitalización de estas lenguas.
La normalización de una lengua es un paso indispensable para su revitalización y por ende poder tener una variante estándar, es decir un ch’ol estándar, un tzotzil estándar, un zapoteco estándar o náhuatl estándar. Siguiendo al mismo Dubois,
una forma de lengua es estándar cuando en un país dado impone más allá de las variaciones locales o sociales hasta el punto de emplearse corrientemente, como el mejor medio de comunicación, por gente susceptibles de utilizar otras formas de dialectos. Generalmente es una lengua escrita. La difunden la escuela, la radio y se utiliza en las relaciones oficiales. Suele estar sometida a una norma y a instituciones que la dirigen. (Dubois; 1983)
El caso de las lenguas oficiales, por ejemplo, los especialistas que trabajan para normar la escritura como el castellano, francés, alemán, italiano, etc., saben bien que el resultado de sus estudios es lo que estará presente en todos los niveles educativos, y tuvieron que invertir tiempo y esfuerzo para analizar, sistematizar o normalizar la escritura de su lengua. Como cualquier lengua, el castellano, que se habla en una vasta extensión geográfica, tiene una enorme cantidad de variantes dialectales, muchas más que las lenguas originarias, pero gracias a la norma de escritura preestablecida nos podemos entender de manera escrita sin problema alguno, con algunas excepciones, que igual es normal. Pero debido a que en este caso hay una enseñanza sistemática, desde la educación básica hasta la profesional, se emplea una norma que sea única para todos los que hablan esta lengua. Tanto así que ahora hay especialistas con título universitario para desempeñarse como profesionales en la enseñanza de su propia lengua. El español tiene la Real Academia Española, que es la responsable de sistematizar o normar la escritura de esta lengua.
Conclusión
Estas líneas expuestas en este ensayo representan modestamente las voces y el silencio de los pueblos originarios pues, aunque no lo digan abiertamente, sabemos que en un rincón de su historia esta presente la identidad, que en el momento que lo decidan salen a relucir las voces para reclamar la presencia de la identidad negada. Mi experiencia hasta ahora en las lenguas originarias me permite plantear algunas reflexiones sobre el quehacer con nuestras lenguas, pues igual que las demás disciplinas científicas tienen un punto de aplicación en la sociedad. Es decir, la medicina tiene el objetivo central de curar cuerpos humanos, sanar vidas, es la razón de esta ciencia; la arquitectura se aplica en la construcción de grandes obras, edificios, puentes, entre otras; la agronomía aplica sus conocimientos científicos en el cultivo de la tierra; y la ciencia del lenguaje ¿en dónde se debe aplicar la teoría de esta disciplina?, o ¿sirve solamente para seguir fortaleciendo la sola ciencia? Para esto retomo las palabras de Lara que dice que:
la lingüística mexicana debiera pasar de su fase descriptiva, que es absolutamente necesaria y debiera completarse para todas las lenguas del territorio nacional, a una fase más flexible, en que se propusieran métodos pragmáticos de estudios de las lenguas como medios de comunicación y no solo como estructuras lingüísticas, para ofrecer posibles soluciones prácticas, educativas y jurídicas al multilingüismo mexicano. (Lara, 2006)
Sin duda, hay una gran tarea pendiente, pues la revitalización de las lenguas originarias es hoy todavía un horizonte lejano. Por eso creo que hay que poner la mirada en las lenguas originarias de México y en las lenguas minoritarias del mundo para construir nuevos proyectos al servicio de las lenguas menos favorecidas, como afirma Lara, de la necesidad de contrastar la lingüística descriptiva con la lingüística práctica, o sea la lingüística aplicada.
Referencias
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Cooper R. L. (1997). La planificación lingüística y el cambio social. Cambridge University Press España.
Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (2006). Universidad Intercultural: Modelo educativo. Secretaría de Educación Pública.
Dubois J. (1983). Diccionario de lingüística. Alianza Editorial.
El Colegio de México. (2005). Congreso Internacional sobre lenguas neolatinas en la comunicación especializada.
González-Quevedo R. (2019). La normalización social de las lenguas minoritarias. Universidad de Oviedo.
Hagege, C. (2002). No a la muerte de las lenguas. Paidós.
Lara, L. F. (2006). ¿Por qué no hay una política lingüística de México? En R. Terborg y L. García Landa (coords.), Los retos de la planificación del lenguaje en el siglo XXI (pp. 489-500). Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE), UNAM.
Larson, M. L. (1989). La traducción basada en el significado. Un manual para el descubrimiento de equivalencias entre lenguas. EUDEBA.
Lastra, Y. (1997). Sociolingüística para hispanoamericanos. El Colegio de México.
Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de México (2012). INALI.
Reiss, K. y Vemeer, H. J. (1996). Fundamentos para una teoría funcional de la traducción. Akal ediciones.
Wurm, S. A. (1997). Lenguas y culturas en contacto en el mundo de hoy: panorama general. En Políticas lingüísticas en México (pp. 19-38). La Jornada / Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.
Zimmermann K. (1999). Política del lenguaje y planificación para los pueblos amerindios. Iberoamericana Vervuert.