Reflexión sobre el reconocimiento de la población afrodescendiente desde los afroveracruzanos de Yanga y Cuitláhuac

Luis Alberto Castillo López[1]
CIESAS Golfo

Estatua de bronce de Yanga situado en plaza del negro Yanga en la cabecera municipal del pueblo homónimo. El símbolo del negro cimarrón está presente en la historia oficial, pero también es asumido por colectivos de la región como símbolo de reconocimiento de la población afrodescendiente. Foto: Luis Alberto Castillo López

Esta reflexión se desprende de las experiencias de investigación llevadas a cabo en la zona que compone los municipios de Yanga y Cuitláhuac, particularmente de sus localidades El Mirador y Mata Clara, respectivamente, y del Festival Afrodescendencias que se realizó allí mismo. Más que una bitácora puntual de las actividades realizadas durante el III Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias, mi aporte va encaminado a conectar ideas a partir de “memorias” etnográficas, para hablar en torno a los afrodescendientes desde esta región.

Hablar de afrodescendencia en México es hablar de un mundo de identidades. Es decir, que no es algo homogéneo, monolítico ni estático. En ese sentido es válido hablar de afrodescendencias en plural, para pensar la variedad de luchas, manifestaciones culturales y sentires de cada una de las personas, así como las conexiones de quienes se autoafirman como afrodescendientes. De esta forma, cuando hablamos de afrodescendencias no se debería reducir esto a una sola población o poblaciones situadas en territorios determinados.

Ejemplificando lo anterior, de vez en cuando se sigue asociando la afrodescendencia (en singular) con la región de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, una región muchas veces citada para hablar de la presencia de los negros y afrodescendientes en el país. Sin embargo, el avance de la movilización y la lucha política por el reconocimiento de los afromexicanos ha permitido ampliar el horizonte.

Cada vez más gente en varios rincones de los diferentes estados de México se autoreconoce como afrodescendiente, ya sea a partir de la cultura, sus propias historias de vida, las raíces familiares, o los significados que la llevan a identificarse así.

Cuando hablamos de identidades en el contexto de la movilización política de lo afrodescendiente se enfatiza que las particularidades de cada identidad, dinámica y móvil, lucha contra la narrativa hegemónica que invisibiliza las afrodescendencias, que simplifica las identidades en una sola afrodescendencia o no voltea a ver a estos mundos, sus voces de lucha ni sus manifestaciones culturales y artísticas.

Esto es lo que nos enseña el caso de poblaciones como las de Yanga y Cuitláhuac en la región Montaña de Veracruz, en la zona centro del estado. Aun cuando a este estado se le asocia a una raíz cultural negra o africana, que ha sido “amestizada”, actualmente asistimos a la innovación y revitalización de prácticas culturales para la reivindicación afrodescendiente. Estas giran en torno expresiones artísticas como la pintura, el baile, la vestimenta y la música, que ahora se asumen como afrodescendientes en el auge del movimiento de reconocimiento político de esta población.

Veracruz es un estado que abarca un espacio considerable a lo largo de la costa del Golfo de México, y de extremo a extremo contiene un mundo de identidades y prácticas. Esto viene a colación, siguiendo la misma línea, cuando pensamos en varias afrodescendencias: entre las mismas poblaciones consideradas como afrodescendientes en Veracruz no es lo mismo Tamiahua que Coyolillo ni Yanga que el Puerto de Veracruz. Sin embargo, el concepto de identidad desde la diáspora, en el sentido de Stuart Hall, nos permite reconocer la diferencia, a través y no a pesar de ella (2013: 372). De esta forma nos encontramos con esas identidades diferenciadas. De algún modo las identidades afrodescendientes en la diáspora conectan ideas, personas, y experiencias,[2] pero no se sirven de una fórmula para la autoadscripción.

Se suele pensar a Veracruz como un territorio en su totalidad costeño. Se parte del Puerto de Veracruz y la región aledaña como referencia cultural y simbólica que representa a todo el estado, cuando en realidad no todo Veracruz se compone de esta cultura jarocha de raíz africana. La cultura jarocha convive mayormente en el centro y el sur del estado pero otras manifestaciones culturales han sido apropiadas de forma más reciente.

En el caso de la región Yanga-Cuitláhuac podríamos hablar de que algunas personas de la comunidad de El Mirador toman la danza afro como una forma de representación de su identidad. Los grupos de baile que participan en el Carnaval de Yanga, coloquialmente llamados comparsas, danzan los ritmos de música afrocubana, afroantillana, o las que se engloban a veces con el término de salsa. Muchas personas de esta región se han implicado en circular y promover las diferentes identidades y expresiones afro o negras.

También activistas y artistas se involucran en estas redes locales para visibilizar a su población local, incluidos algunos artistas que buscan promover el son jarocho, como en el caso de los músicos de Mata Clara. Resalta asimismo que el negro cimarrón Yanga y el discurso del Primer Pueblo Libre de América son un símbolo importante para la narrativa histórica de los liderazgos locales y la lucha por el reconocimiento.

Lo importante a decir es que cuando hablamos de ciertas manifestaciones culturales de la zona Yanga-Cuitláhuac que ahora se asumen como afrodescendientes o afromexicanos no se toma únicamente esta gran referencia de lo jarocho. En el III Festival Afrodescendencias pudimos ver que se relacionan artistas y activistas que aportan a las afrodescendencias, a partir del son jarocho, la danza afro y la pintura mural que da importancia a la pertenencia al lugar y a la identidad local.

Son principalmente liderazgos, como artistas y activistas locales, los que luchan por el reconocimiento de la población afrodescendiente de su mismo contexto y se sirven de las expresiones culturales y artísticas. Aun cuando la reivindicación política no se haya extendido a toda la región Yanga-Cuitláhuac podemos observar un mayor involucramiento en espacios donde se crea la reflexión y el diálogo de saberes en torno a lo afro.

También podemos observar que, entre algunos y algunas jóvenes, hay este interés de conocer a fondo su historia y, a su vez, una reflexión constante sobre las identidades. Este cuestionamiento tiene que ver con no dar por hecha la autoadscripción. Las personas tienen historias que las hacen vincularse con esta diáspora, sin olvidar que también hay experiencias de racismo que problematizan cómo se autoadscribe la gente.

Un punto importante que decir es que las nuevas generaciones asumen el autoreconocimiento afrodescendiente y aprovechan los espacios como el Festival para cooperar y dialogar entre organizaciones y grupos interesados en las afrodescendencias. Niños, niñas, jóvenes, hombres y mujeres intercambian saberes y conocimientos para potenciar la lucha por el reconocimiento afrodescendiente.

Bibliografía

Hall, Stuart
2013 “Identidad y representación”, en Stuart Hall [Eduardo Restrepo, Catherine Walsh, y Víctor Vich (comps.)], Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, Quito, Corporación Editora Nacional / Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, Pontificia Universidad Javeriana / Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar / Instituto de Estudios Peruanos, pp. 345-459.


  1. Correo: cl.luis04@gmail.com

  2. Esto se ejemplifica aún cuando haya diferencias culturales entre las regiones, donde las colectividades y los grupos se organizan a favor de los derechos afromexicanos.

    *Maestrante en el programa de Antropología Social del CIESAS Golfo.