Redes agroalimentarias alternativas en el Área Metropolitana de Monterrey: Proyecto agroecológico El Chuzo

Eduardo Enrique Aguilar[1]
Universidad de Monterrey

Introducción

En 2020, según datos del INEGI, 96% de la población del estado de Nuevo León vivía en localidades urbanas. Dentro de estas existe una producción agroalimentaria muy limitada dado que proviene de algunos pocos huertos urbanos que no representan un porcentaje importante para cubrir las necesidades de alimentación de la población. La alimentación de la población del área metropolitana de Monterrey —la segunda mayor urbe de México— viene de la producción de estados aledaños, así como de la importación de Estados Unidos. En consecuencia, es difícil conocer la trazabilidad de los productos y los métodos de producción con los que crecieron, y, mucho más, conocer a las familias campesinas que los producen. La separación entre el consumidor en el Área Metropolitana de Monterrey (AMM) y el productor se vuelve abismal.

Paralelamente, el AMM cuenta con una gran población migrante, no solo del interior del estado sino de otros vecinos como Tamaulipas, Coahuila y San Luis Potosí. Esta característica crea dentro de la urbe una expansión de las regiones culturales y, con ello, es importante visibilizar el traslado de alimentos para recrear las identidades de estos lugares. Se le suman a este fenómeno dos cadenas cortas agroalimentarias que se organizan bajo principios y valores que critican al sistema capitalista, en particular, su lógica agroindustrial: la cooperativa La Yunta-Ecotienda Anacahuita, y el Rancho El Chuzo. Este aporte procura colocar en el centro al Chuzo como una red que enlaza la producción de los municipios de General Cepeda y Saltillo, en Coahuila, con Monterrey, Nuevo León, comerciando productos artesanales y agroecológicos.

Nocividad del metabolismo agroindustrial

A partir de la expansión de la Revolución Verde,[2] la política agroalimentaria mundial cambió dado que ha sido el intento más osado de incorporar al sector agrario a la lógica industrial. México se convirtió en el laboratorio de la Revolución Verde y vio intensificada la disputa por los regímenes de producción, circulación y consumo de alimentos. Entonces, por una parte, la gran industria se fue engrandeciendo al grado que las industrias agroalimentarias se han vuelto de las más rentables en el país; por la otra, se encuentran grupos rurales compuestos por familias campesinas, comunidades indígenas y organizaciones urbanas que luchan por una alimentación sana y culturalmente adecuada. El nivel de intensificación de la disputa se volvió mucho más fuerte a partir de 1994, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, que aceleró el metabolismo agroindustrial, en el cual territorios completos pasaron de ser un reservorio de vida silvestre campesina y rural a ser sometidos a un modelo de nocividad para armar, donde se pueden ir adicionando tecnologías y dispositivos, todo tipo de plásticos, aditivos y agrotóxicos, semillas o “materiales genéticos” especializados, mano de obra fragilizada, despojo de tierras, agricultura por contrato, acaparamiento del agua y sometimiento a nuevos patrones de consumo. (Robles, Godoy, Villalpando, 2022: 130)

Así, la idea de convertir al campo y la alimentación (y todo lo que ello representa y necesita: familias campesinas, tierra, agua o semillas) en mercancía se propagó por instituciones gubernamentales, empresariales y hasta de la sociedad civil. La finalidad según estos grupos fue lograr llegar al “desarrollo”. Sin embargo, de forma contraria después de más de seis décadas de ser México el laboratorio de la Revolución Verde y de más de treinta años de libre comercio se puede sostener que se generaron efectos nocivos que van desde “problemas de salud, contaminación, crisis de agua, aire y suelo, disminución de agrobiodiversidad, drogadicción, alimentación, violencia, enajenación cultural y sometimiento al consumo” ( 138).

Entonces, el modelo de producción capitalista implementado en el sector agroalimentario ha terminado por ser altamente nocivo, no solo porque en efecto existen evidencias de la depredación y contaminación que quedan en los territorios, sino también porque la salud de las personas tanto productoras como consumidoras se ha visto altamente alterada con mayor número de enfermedades y, además, culturalmente, ha buscado desaparecer la diversidad y homogenizar los gustos, en aras de mantener la producción industrializada y en masa de alimentos.

Redes alimentarias alternativas

El escenario anterior no ha avanzado sin resistencia. De hecho, se constata el doble movimiento del que hablan Gutiérrez y Rátiva (2020: 42), donde los “impulsos hacia la reproducción ampliada del capital sobre los territorios y las sociedades en su conjunto son inmediatamente antagónicos a los siempre heterogéneos y multiformes esfuerzos de las colectividades concretas [para la] garantía de sustento material y simbólico”. Es decir, que frente a cada ofensiva del sistema social del capital emergen expresiones de defensa por la reproducción ampliada de la vida.

En consecuencia, ante el avance del sistema alimentario agroindustrial, resisten grupos humanos mediante prácticas ancestrales y agroecológicas de producción y consumo de alimentos, configurando dispositivos organizativos de diversas características (como cooperativas de producción, de consumo, cadenas cortas, tianguis solidarios, mercados alternativos y agricultura de responsabilidad compartida, entre otras) para contrarrestar el mar de productos de la agroindustria. Estos dispositivos se conforman con una diversidad de actores como campesinos, indígenas, agricultores urbanos, procesadores artesanales de todo tipo de bienes, personas promotoras del consumo crítico, y la academia, buscando crear puentes entre los ámbitos urbano y rural (García, Rappo y Temple, 2016; Regalado y Rodríguez, 2020).

En particular, interesa resaltar las relaciones entre las familias campesinas y la población urbana con características de cercanía y diálogo horizontal, de organización del consumo y de la organización para el aprovisionamiento continuo de bienes alimentarios con características agroecológicas. Además, y como fue mencionado, a estos dispositivos se les ha llamado de diversa manera según la institución que los promueve o nombra, pero se aquí se usará la noción de Redes Alimentarias Alternativas (REALT), dado que son unas que están enmarcadas en la economía social y solidaria (ESS). Al fomentar el consumo local, la producción libre de pesticidas, precios justos y circuitos alimentarios cortos, colocan en el centro las necesidades y legítimos deseos de todas y todos, incluida la naturaleza. [En ese sentido] establecen relaciones más cercanas entre el campo y la ciudad, así como entre personas productoras y consumidoras. Esto repercute en prácticas no convencionales que favorecen la aparición y crecimiento de un verdadero mercado alternativo que fortalece las economías locales y la vida en su expresión más amplia. (Rodríguez et al, 2022: 153-54)

Existe un consenso en el objetivo central de las REALT que tiene que ver con la “soberanía alimentaria”, es decir, una demanda politizada de grupos por romper con las nociones de “seguridad alimentaria”. En otras palabras, mientras que la seguridad alimentaria relega la adquisición de alimentos a la disponibilidad de acceso al mercado, la soberanía alimentaria pone en el centro la autonomía y autogestión de las comunidades y grupos organizados para decidir qué, cómo y cuándo producir y consumir, según las características que estos mismos establezcan según patrones culturales y territoriales. Esto tiene el sentido de recuperar y potenciar las capacidades de producción agroecológicas.

Red alimentaria del proyecto agroecológico “El Chuzo”

En el noreste, específicamente en Nuevo León, ha existido un proceso de industrialización que ha forjado un ethos empresarial regiomontano, es decir, una subjetividad ligada a valores y principios asociados al capitalismo (López Feldman, 2020). Sin embargo, existen resistencias populares que se van articulando en las grietas del sistema las cuales “son anticipaciones posibles de una sociedad que todavía no es” (Holloway, 2013: 79), pero que van construyendo cimientos para formas de organización diferente a la hegemónica.

El proyecto agroecológico El Chuzo es un rancho ubicado en el municipio de General Cepeda, en la parte sur del estado Coahuila (imagen 1) que consta de un terreno de 24 hectáreas cuyo territorio se encuentra dentro del desierto chihuahuense (imagen 2). Es un proyecto familiar adquirido en 1985, pero trabajado como proyecto agroecológico desde 2001 (García Valero, 2022: 35-36). En ese sentido, un cofundador del proyecto, Bernardo García, señala que El Chuzo:

Se nutrió del movimiento europeo de regresar a la tierra, proyectos de permacultura y okupas de Catalunya. Con una fuerte crítica al orden del sistema mundial, pero a diferencia de otras críticas, con acciones concretas, proyectos y personas abocados en la medida de lo posible, a vivir fuera del sistema, desarrollando propuestas alternativas y constructivas. (García Jiménez, 2022: 31)

Municipio de General Cepeda - Wikipedia, la enciclopedia libre

Imagen 1. Ubicación del municipio de General Cepeda, Coahuila.
Imagen obtenida de Wikipedia.


Las actividades que se desarrollan dentro de El Chuzo son de diversas características que van desde la producción agroecológica, el rescate de semillas locales, la regeneración del territorio, la recuperación de los saberes campesinos tradicionales de la región y la promoción de la defensa del territorio ante las amenazas que cada vez están más al acecho por parte del gran capital —en particular, de la instalación de la industria automotriz y la especulación inmobiliaria—. Una de las cofundadoras señala la esencia del proyecto:

Queremos participar en inventar otra sociedad de producción y nuevos enfoques hacia el trabajo, que den sentido y no consideren el beneficio económico como gran indicador de crecimiento; sino la salud (humana y planetaria, física y mental…), la transmisión de saberes, la felicidad… y participar en el trabajo real sobre el cual reposa la economía real […] Se nos hizo evidente participar en la soberanía alimentaria, favoreciendo la biodiversidad, el consumo local y de temporada, y en el cambio de paradigma de las relaciones entre el productor y el consumidor; en buscar soluciones a la crisis social y ambiental. (Fournigault, 2022: 26-27)

Imagen 2. Proyecto agroecológico El Chuzo dentro del desierto chihuahuense.
Fuente: Archivo propio.


El Chuzo tiene como base la autonomía y la autogestión, que se traducen en acciones concretas como la bioconstrucción, y se dan cursos públicos de esas técnicas, además de que las casas donde vive la familia son del material tradicional de la zona: adobe. Así, se han abierto talleres al público y escuelas sobre saberes locales y no tan locales para el reconocimiento y respeto del equilibro del ecosistema. También, el proyecto procura la articulación con redes de voluntarios nacionales e internacionales. Una de las acciones centrales es la producción agraria para el autoconsumo, además de la producción artesanal de embutidos, lácteos y derivados para su comercialización. A partir de esto el proyecto se ha convertido en un puente entre el ámbito rural y urbano al establecer el comercio de productos agroecológicos en las dos mayores urbes de la región noreste, Saltillo y Monterrey.

A lo largo de sus quince años de trabajo en la construcción de una forma alternativa de vida han llegado a construir una red alimentaria alternativa que conjunta a) los productos de El Chuzo, b) incidencia en un proyecto educativo del municipio, c) la producción agraria y artesanal de otras familias campesinas de General Cepeda, d) la producción artesanal de una panadería en Saltillo, y d) organizarse con una Organización de la Sociedad Civil, “La Bola A.C.”, que gestiona un centro cultural en Monterrey, en una ruta de un poco más de 150 kilómetros (imagen 3). Claramente a lo largo del tiempo ha tenido contacto con muchas otras organizaciones de la región que caminan los mismos rumbos y han tenido búsquedas semejantes.

Imagen 3. Localización geográfica de la red alimentaria de El Chuzo.
Elaboración propia con la herramienta de mapa de Google.


El Chuzo pasó de tener un punto de comercialización dentro de mercaditos locales de Monterrey y Saltillo a gestionar una Red Alimentaria Alternativa cuya base está en la organización del consumo, utilizando herramientas digitales como un formulario y grupos de WhatsApp. De esa forma, los consumidores adheridos realizan una reflexión de sus propias necesidades y, con base en ello, cada 15 días hacen una solicitud virtual de su pedido, el cual es entregado en dos puntos: el primero dentro de la ciudad de Saltillo y, el segundo, en el espacio cultural el Nejayote ubicado en el centro histórico de Monterrey.

Así pues, dentro de una urbe industrial como lo es el Área Metropolitana de Monterrey donde existen grandes “pantanos alimentarios” (Navarro-Hinojosa y Fuentes, 2023; Reyes-Puente et al, 2022) [3], la REALT de El Chuzo se vuelve un pequeño oasis alimentario al ofrecer productos saludables a costos relativamente accesibles para las familias trabajadores promedio de la región.

Conclusiones

Es importante mencionar que las redes alimentarias alternativas son de reciente estudio en México y las investigaciones se concentran en el occidente, centro, sur y sureste del país habiendo un vacío de este tipo de investigaciones para todo el norte del país (noroeste y noreste). En todo caso, se abren preguntas todavía para comprender las razones de los pocos estudios sobre estos fenómenos en el norte del país y quedan abiertas áreas de oportunidad para seguir indagando y comprendiendo cómo es que las redes alternativas se oponen y resisten los embates de la agroindustria. Es importante seguir comprendiendo cómo se articulan sus esfuerzos para para colocar los productos agroecológicos y artesanales en áreas urbanas constatadas como desiertos y pantanos alimentarios.

El proyecto agroecológico El Chuzo se comprende como una REALT que se comporta como un puente entre una de las zonas urbanas industriales más importantes del país y la ruralidad en el noreste mexicano. En su actividad económica se encuentran como fundamento la autonomía y la autogestión, y con ello promueven principios y valores de otras formas de vida ligadas a la dignidad de las personas y la defensa del territorio.

Bibliografía

Fournigault, Anne
2022 “¡Manos a la obra!”. en Cristina Contreras y María Blanco (coords.), Buscando el arte del Buen Vivir. Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, pp. 26-30

García Bustamante, Rocío, Susana Rappo, y Ludovic Temple
2016 “Innovaciones socioambientales en el sistema agroalimentario de México: los mercados locales alternativos (tianguis)”, Agroalimentaria, vol. 22, núm. 43, pp. 103-117.

García Jiménez, Bernardo
2022 “El Chuzo, un sueño en camino” en Cristina Contreras y María Blanco (Coords.) Buscando el arte del Buen Vivir. Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, pp. 31-34

García Valero, José Luis
2022 “Algunos apuntes sobre el arte del Buen Vivir” en Cristina Contreras y María Blanco (Coords.) Buscando el arte del Buen Vivir. Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila, pp. 35-38

Gutiérrez, Raquel, y Sandra Rátiva
2020 “Producción de lo común contra las separaciones capitalistas. Hilos de una perspectiva crítica comunitaria en construcción”, en Denisse Roca-Servat y Jenni Perdomo-Sánchez (comps.), La lucha por los comunes y las alternativas al desarrollo frente al extractivismo. Miradas desde las ecología(s) política(s) latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, pp. 41-65.

Holloway, John
2013 “¡Revolución, ahora! Contra y más allá del capital”, en Raúl Ornelas (coord.), Crisis civilizatoria y superación del capitalismo, México, D. F., UNAM, pp. 73-90.

López-Feldman, Aarón
2020 Re-sentimientos de la Nación. Regionalismo y separatismo en Monterrey, Monterrey, UANL (Cuadernos del CEH, 3), https://libros.uanl.mx/index.php/u/catalog/book/65.

Navarro-Hinojosa, Ernesto, y Elena Fuentes
2023 “Distribución espacial de paisajes alimentarios en una ciudad del noreste mexicano”, Encrucijadas, vol. 23, núm. 1, a2309.

Regalado Santillán, Jorge, y Rodrigo Rodríguez Guerrero
2020 “Resistencias urbanas al cambio climático: Consumo crítico, agroecología y defensa del territorio en Guadalajara, Jalisco, México”, Agua y Territorio, núm. 16, pp. 23-34, https://doi.org/10.17561/at.16.5559.

Reyes-Puente, Ana Luisa, Dalia Guadalupe Peña-Portilla, Sofía Alcalá-Reyes, Laura Rodríguez-Bustos, y Juan Manuel Núñez
2022 “Changes in Food Environment Patterns in the Metropolitan Area of the Valley of Mexico, 2010–2020”, International Journal of Environmental Research and Public Health, vol. 19, núm. 15, art. 8960, https://doi.org/10.3390/ijerph19158960.

Robles, Evangelina, José Godoy, y Eduardo Villalpando
2022 “Nocividad del metabolismo agroindustrial en el occidente de México”, en Eduardo Enrique Aguilar (coord.), Agroecología y organización social. Estudios críticos sobre prácticas y saberes, Ciudad de México, Ítaca/UDEM, pp. 129-152.

Rodríguez, Rodrigo, Gregorio Leal, Jorge Eufracio, Paulo Orozco, y Eric Alvarado
2022 “Prácticas de economía social y solidaria en las redes alimentarias alternativas en el occidente de México”, en Eduardo Enrique Aguilar (coord.), Agroecología y organización social. Estudios críticos sobre prácticas y saberes, Ciudad de México: Ítaca/UDEM, pp. 153-178.


  1. Profesor investigador del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Monterrey.Correo: eduardo.aguilarh@udem.edu.
  2. Proyecto liderado por la iniciativa privada en la década de los 50 del siglo XX para aumentar la tasa de productividad de los cultivos a través del uso tecnologías y de cultivos extensivos
  3. Dentro del estudio de los paisajes alimentarios se categorizan los desiertos, los pantanos y los oasis alimentarios. En la primera categoría se entiende la falta de fuentes de suministro por incapacidad económica o de acceso físico, mientras que en la segunda se encuentra el acceso mediante tiendas y supermercados a alimentos de alto contenido calórico, comida ultra procesada, colorantes artificiales y altos en azúcares, grasas saturadas, contenidos altos en sodio y baja proteína, fibra y vitaminas. Finalmente, la tercera son áreas privilegiadas donde los residentes tienen acceso a comida saludable (Reyes-Puente et al, 2022).